Guillermo Mujica Sevilla ||
De Azules y de Brumas
(Notas y Relatos del Cronista) El Día del Padre... y la tercera edad
Los días 16 y 23 del mes de mayo insertamos dos artículos referidos a la "Tercera Edad". En ellos hablábamos de lo difícil y complejo que es el aprender a "envejecer con dignidad" y reconocer que el tiempo nos irá grabando y dejando una estela de vivencias imborrables de nuestros pasos por la vida.
Hoy con este artículo queremos plasmar vivencias de muchas personas que pertenecieron y pertenecen a una de las más grandes edades del ser humano "La Edad de Oro", que con su apoyo, sabiduría y grandes dotes de sinceridad y humildad hicieron posible que este poema pudiese lograrse bajo la autoría de mi gran amigo y colaborador de siempre José Hernández Abreu, a quien infinitamente estaré muy agradecido por su constante dedicación para con mi persona y quien supo transcribir, sentir y vivir, cuando me lo declamó recientemente y solicitó mi autorización para insertarlo en el presente artículo y dedicarlo a su vez a todos los que hoy de manera muy especial celebraremos el "Día del Padre".
El final de un camino
Pausado, lento y vacilante
va un viejito caminando,
con la espalda encorvada,
y su mente divagando.
Tan lento es su caminar
con el bastón en las manos,
que va arrastrando sus pies,
como un pesado trabajo.
El cabello, blanco y escaso,
su tez, curtida y arrugada,
la voz, tímida y temblorosa,
cansada y lánguida su mirada.
Un suspiro... de vez en cuando,
un lamento, tal vez,
una mirada a sus lados,
y otra hacia sus pies.
El cansancio se apodera
de su cuerpo vacilante,
la fatiga, el sudor,
sin aliento... El caminante.
Esa fatiga... es el tiempo
pasado ya por su vida,
dejando huellas profundas,
huellas profundas, y heridas.
Recuerdos hermosos... tal vez,
niñez, juventud y alegrías,
mujeres, hijos, familias,
vivencias, también escondidas.
Vivencias que recordará
e ilusiones vividas,
como hombre disfrutadas,
la alegría de la vida.
Hoy, viejo, solo y cansado,
con su edad madura a cuestas,
obstinado de la vida,
recordando quién fue en ella.
El aire frío en las noches
penetra en su cuerpo dormido,
arrimado a cualquier puerta,
sin tener calor ni abrigo.
Sólo el sol de la mañana
al salir resplandeciente,
calentará su humilde cuerpo,
lenta... muy lentamente.
¿Cuánto tiempo le quedará
continuar viviendo así?
pensando a veces... ¿quién soy?
pensando a veces... ¿quién fui?
Un día, tal vez lejano...
amanecerá frío su cuerpo,
ese día no habrá sol
que le caliente sus huesos.
Ese día no dará...
el paso lento y pausado,
será rápido, firme y seguro,
porque su vida...
habrá terminado.
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