Otra tendencia poco saludable en la Iglesia moderna fue el
énfasis exagerado que se daba a las devociones, revelaciones y apariciones
privadas. Esto llevó a que perdieran su valor tanto la liturgia como los
valores comunitarios y el sentido de misterio trascendente que una buena
liturgia engendra. En la mente popular se continuaban considerando los
contemplativos como santos, autores de milagros, o por lo menos, personas
excepcionales. La verdadera naturaleza de la contemplación permaneció en la
oscuridad o confundida con fenómenos tales como la levitación, las locuciones,
los estigmas y las visiones, que no forman parte esencial de la misma.
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