lunes, 9 de noviembre de 2015

El escándalo "Vatileaks 2" fortalece la figura del Papa en el Vaticano

El escándalo "Vatileaks 2" fortalece la figura del Papa en el Vaticano

LA FILTRACIÓN DE DOCUMENTOS CONFIDENCIALES DEL VATICANO QUE 
ALIMENTARON DOS LIBROS QUE ESTARÁN A LA VENTA ESTE JUEVES EN 
TODA ITALIA FORTALECE LA FIGURA DE UN PAPA FRANCISCO PREOCUPADO 
POR LA SANIDAD DE LAS CUENTAS DE LA IGLESIA Y POR EL ORDEN DE 
LOS PROCEDIMIENTOS ADMINISTRATIVOS.
El escándalo
El denominado escándalo "Vatileaks 2", por el que continúa arrestado 
el ex colaborador del papa en temas económicos 
Lucio Vallejo Balda 
acusado de filtrar documentos confidenciales sobre la comisión 
encargada por el Santo Padre encargada de revisar las cuentas del 
Vaticano, ha fortalecido sin embargo la imagen del Sumo Pontífice 
a horas de la aparición pública de los dos libros que anuncian 
documentos reservados e incluso grabaciones secretas hechas 
a Francisco.

De hecho, el propio Papa Francisco pidió en las últimas horas seguir 
adelante “con serenidad y determinación”, tras una filtración de 
documentos confidenciales de su proceso de reforma a la 
estructuras financieras del Vaticano que son recogidos en los 
libros "Via Crucis" de Gianluigi Nuzzi y "Avaricia", de Emiliano 
Fittipaldi.

Según la información adelantada en medios italianos, en "Vía 
Crucis" Francisco reconoce que “los gastos están fuera de control" 
en el Vaticano y muestra sus reparos al proceso de contrataciones 
de la Santa Sede.

“Si no sabemos guardar el dinero, que se ve; cómo vamos a guardar 
las almas de los fieles, que no se ven”, es otra de las frases que 
se atribuyen al Santo Padre, luego de que fuera grabado sin su 
consentimiento en diversos diálogos.

En otro de los pasajes atribuidos al Santo Padre, el papa argentino 
no hace más que reclamar orden y procesos transparentes en las 
cuentas vaticanas.

Según el texto, el Papa comenta que «uno de los responsables me 
decía: "Pero vienen con la factura, y tenemos que pagar…" Pues no, 
¡no se paga! Si algo se hace sin presupuesto previo y sin autorización, 
no se paga (…) ¡Claridad! Esto se hace en las empresas más 
modestas y tenemos que hacerlo también nosotros».

Por las filtraciones que sirvieron de material para los dos libros que 
estarán a la venta desde este jueves de manera coordinada, el 
Vaticano fijó su mira en Vallejo Balda, ex secretario de la Prefectura 
para los Asuntos Económicos del Vaticano, y Francesca 
Immacolata Chaouqui, experta en relaciones públicas.

Ambos formaron parte de una comisión instituida en 2013 por el 
entonces recién entronizado papa Francisco para asesorarlo en 
los cambios administrativos que necesitaba el Vaticano, aunque 
luego no fueron convocados para formar parte de la secretaría 
de asuntos económicos en la que el Santo padre designó al 
cardenal australiano George Pell.

"Vi apenas al Papa. Sus palabras: sigamos adelante con serenidad 
y determinación“, señaló en la noche del martes el “número tres” 
del Vaticano, el sustituto de la Secretaría de Estado, Giovanni 
Angelo Becciu, en su perfil de Twitter, ratificando el impulso del 
Sumo Pontífice a la investigación.

Apenas horas antes, Chaouqui negaba su participación en las 
filtraciones en el segundo interrogatorio al que fue convocada 
por las autoridades del Vaticano tras haber sido liberada el fin 
de semana.

"Yo estoy muy bien. No tengo nada que ver con los hechos. 
Es el monseñor quien ha tratado de acusarme", se defendió en 
las rdes sociales la RRPP de 33 años.

Vallejo Balda, en cambio, permanece en una celda de seguridad 
dentro del cuartel general de la Gendarmería Vaticana, en el 
mismo lugar donde fue detenido en 2012 Paolo Gabriele, el 
“cuervo” responsable de las filtraciones que dieron origen al 
primer “Vatileaks” durante el pontificado de Benedicto XVI.

Por su parte, el secretario de la Conferencia Episcopal Italiana, 
Nuncio Galantino, quien se entrevistó con Francisco aseguró 
no haberlo visto “particularmente amargado” y afirmó que la fuga 
de documentos “no es una debacle de la Iglesia” sino “un 
momento bello”, en el que “están emergiendo las negatividades 
y fragilidades”.

Galantino subrayó que las supuestas filtraciones de documentos 
clasificados (VatiLeaks) “seguramente” se deben a que “alguien 
teme el proceso de renovación”del Papa Francisco.

Según Nuzzi, debido a la mala gestión de las finanzas vaticanas, 
se han registrado "pérdidas por diferencias en el inventario" y 
"agujeros" de hasta 700.000 euros en el balance del 
supermercado del Vaticano y de 300.000 euros en el de 
la farmacia vaticana.
Tomado de El MUNDO
 IRENE HDEZ. VELASCOACTUALIZADO 08/11/2015

EL TOPO PAPAL

Filtró información para la investigación de un libro

El 'judas' riojano del Papa

El padre Vallejo Balda era uno de los hombres más poderosos del Vaticano, 
adonde se llevó a su madre. Con un currículum brillante, su carrera iba 
imparable
Hasta que una vida de opulencia, poder y malas compañías le ha 
llevado a la cárcel por filtrar información. Y traicionar a Francisco
Los caminos del Señor son inescrutables. Y en especial en el caso de 
monseñorLucio Ángel Vallejo Balda, un sacerdote de 54 años nacido 
en la localidad riojana de Villamediana de Iregua, listo, brillante, 
guaperas, con una fe ciega en sí mismo y un currículum plagado de 
éxitos profesionales, considerado por muchos como el más brillante 
cerebro financiero de la Iglesia y llamado por el mismísimo Papa 
Francisco a auxiliarle en su tarea de limpiar las cuentas vaticanas y 
poner orden en la enmarañada economía de la Santa Sede. Todo 
hacía presagiar que este prelado haría un carrerón a la sombra de la 
Cúpula de San Pedro, parecía ineludiblemente destinado a triunfar. 
Y sin embargo, ahí lo tienen: desde el fin de semana pasado se 
encuentra detenido, acusado de haber filtrado a dos periodistas 
documentos con información reservada de la Santa Sede (incluidas 
grabaciones de audio de sus reuniones con el Papa), convertido en el 
nuevo cuervo del Vaticano, repudiado por todos y con la perspectiva 
de poder ser condenado a pasar hasta ocho años en la cárcel.
Doña Gregoria, su madre, tal vez sea la única persona que sigue apoyando 
con absoluta lealtad a monseñor Vallejo Balda. Hijo único, el prelado 
siempre ha mantenido una relación de gran cercanía con su progenitora. 
Hasta el punto de que cuando, por recomendación del cardenal 
Rouco Valera, Benedicto XVI le llamó en septiembre de 2011 para 
que ocupara el cargo de secretario de la Prefectura de los Asuntos 
Económicos de la Santa Sede, nuestro hombre sólo puso una 
condición para trasladarse al Vaticano: que le permitieran llevarse 
consigo a su señora madre y seguir viviendo con ella. Doña Gregoria 
se mudó de ese modo a Roma, compartiendo con su idolatrado 
vástago un imponente apartamento dentro del Vaticano y echando 
una mano en sus quehaceres a las monjas encargadas de las tareas 
domésticas de la vivienda. La mujer sigue hoy en esa casa, penando 
por los pasillos y sin ser capaz de explicarse cómo su hijo -ése del que 
tan orgullosa estaba, ése que con sólo ocho años entró en el seminario 
de Logroño, que se doctoró en Teología y Derecho, que fue ordenado 
cura con 26 primaveras y que pertenece a la Sociedad Sacerdotal del 
Opus Dei- ha podido acabar bajo arresto.
Nadie se lo habría imaginado hace cuatro años, cuando despegó la 
carrera de monseñor Vallejo Balda en la Santa Sede, cuando, asfixiado 
por los interminables escándalos financieros, Benedicto XVI se lanzó 
a buscar un experto en economía no italiano como número dos 
del virtual ministerio de Finanzas del Vaticano. El entonces presidente 
de la Conferencia Episcopal española, Rouco Valera, muy amigo de 
Ratzinger, puso sobre la mesa el nombre de Vallejo Balda, desplegando 
sus numerosas credenciales. Al fin y al cabo el sacerdote riojano tenía 
un gran currículo a sus espaldas: en 1990, con 29 añitos, fue nombrado 
ecónomo de la diócesis de Astorga (en León), convirtiéndose en el 
más joven cura de la historia de España en desempeñar ese cargo. 
En los 21 años que estuvo al frente de las finanzas de Astorga se 
ocupó con buena mano de presupuestos, balances, cuentas de ahorro, 
inversiones y de la gestión de los alrededor de 1.500 edificios propiedad 
de la Iglesia en esa diócesis.
Fue uno de los primeros sacerdotes en aplicar las leyes del capitalismo 
financiero a la Iglesia. Su trabajo en ese sentido fue bastante brillante, 
aunque salpicado de algunos nubarrones. Llevó a cabo, por 
ejemplo, arriesgadas inversiones en Bolsa y, más concretamente, 
en Gescartera, la sociedad de inversiones que defraudó unos
20.000 millones de pesetas (alrededor de 120 millones de euros) 
a más de 2.000 afectados, incluidas algunas congregaciones religiosas. 
Pero dentro de todo tuvo suerte: en 2008, siete años después de 
que estallara el escándalo de Gescartera, logró recuperar los 
339.352,25 euros que la diócesis de Astorga había invertido allí.
También hubo quien cuestionó que creara su propia Sicav (ya sabe: 
las sociedades de inversiones que los ricos utilizan para escaquearse 
del pago de impuestos). Se llamaba Vayomer ("Y Dios dijo", en hebreo) 
y, a pesar del nombre, muchos la consideraban bastante poco cristiana. 
Por no hablar del pedazo chalé que el sacerdote se construyó en la 
localidad de Celada de la Vega, en un paraje de ensueño y con un 
diseño tan minimalista y excepcional que le valió el Premio de Arquitectura 
de Castilla y León 2009, y que hizo que muchos torcieran el gesto con 
desagrado.
Aun así, y dada su visión moderna de las finanzas eclesiásticas y sus 
grandes dotes como administrador, cuando en agosto de 2011 Madrid 
acogió la Jornada Mundial de la Juventud, la Conferencia Episcopal 
española echó mano de Vallejo Balda para que se ocupara de la 
gestión económica del evento. Rouco quedó muy impresionado por 
su eficiencia y cuando poco después Benedicto XVI le pidió ayuda 
para encontrar al número dos del ministerio de economía vaticano, 
el cardenal español no dudó en dar su nombre.
Vallejo Balda desembarcó en Roma con un gran cargo, pero también 
con un exceso de autoconfianza y con muy poco conocimiento de 
las sutilezas por las que se rige la política vaticana. Pero le fue 
bastante bien. Hasta el punto de que cuando Benedicto XVI decidió 
dimitir -después de que los documentos robados de su despacho 
por su mayordomo dejaran al descubierto el nivel de corrupción y 
desgobierno que reinaba en la Santa Sede- y llegó el Papa Francisco, 
nuestro monseñor no sólo logró sobrevivir sino que se convirtió 
en un referente del nuevo pontificado. La prueba es que 
Bergoglio no sólo le mantuvo como secretario de la Prefectura para 
los Asuntos Económicos de la Santa Sede (cargo que aún mantiene), 
sino que además le nombró secretario general de la Comisión 
investigadora de los organismos económicos y administrativos de 
la Santa Sede (COSEA), el ente que Francisco creó en julio de 2013 
para analizar las finanzas vaticanas. Vallejo Balda era el único 
eclesiástico de las ocho personas que formaban parte de la COSEA.
Y fue él quien se empeñó en meter en la misma a Francesca 
Immacolata Chaouqui, una atractiva ex asesora de Ernst & Young 
de origen no se sabe si egipcio o marroquí, de edad incierta 
(unos 33-35) y de armas tomar, famosa por ser una lianta absoluta, 
una trepa de campeonato, considerada por muchos directamente 
como una moderna Mata Hari y que el fin de semana también fue 
detenida con Vallejo Balda por filtración de documentos reservados. 
Pero en parte porque descargó toda la responsabilidad sobre él y 
accedió a colaborar con las autoridades, y sobre todo porque está 
embarazada de tres meses, fue puesta en libertad al día siguiente.
Incontinencia verbal
Pero volvamos a Monseñor Vallejo Balda. Parece ser que se tomó muy, 
muy en serio su trabajo de limpiar las finanzas vaticanas. Quizá 
demasiado en serio: se creyó una especie de moderno Quijote 
en lucha contra el mundo, un llanero solitario en cuyas espaldas 
recaía la responsabilidad de salvar a la Santa Sede. Él mismo, 
durante su participación el año pasado en un curso de información 
religiosa organizado por el Opus en la Universidad de la Santa Croce 
en Roma, pecó de inmodestia y de megalomanía al presentarse ante 
los alumnos (muchos de ellos, veteranos periodistas) como el monarca 
absoluto de las finanzas de la Santa Sede. "¿Quién es el máximo 
responsable del control económico del Vaticano?", le preguntó 
Joan Solés, corresponsal en Roma de la Cadena Ser. "Yo", 
respondió sacando pecho Vallejo Balda. "¿Y quién es el máximo 
responsable de la gestión económica?", espetó el periodista. "Yo", 
respondió sobrado Vallejo Balda.
No eran sólo sus aires chulescos y su infinita seguridad en sí mismo 
los que resultaban chocantes en el Vaticano, un ambiente habituado 
desde hace siglos a funcionar a base de sutilezas y de medias palabras. 
Además al monseñor español le perdía la incontinencia verbal, la 
necesidad imperiosa de hacer saber a todo aquel con el que se 
cruzaba lo importante que eran él y su trabajo. Eso le llevaba, según 
varios testimonios recogidos por este periódico, a hablar bastante 
más de lo que la prudencia aconsejaría. "Soltaba ante casi cualquiera 
que se le ponía a tiro información cuando menos sensible, si no 
reservada", nos cuenta uno de sus amigos.
La falta de moderación verbal de monseñor Vallejo Balda le pasó 
factura. Su más clamoroso error de deslengüe tuvo lugar en marzo 
de 2014, cuando el Papa decidió crear una súper Secretaría de 
Economía, después de haber disuelto la Comisión a la que pertenecía 
Vallejo Balda por considerar que ya había realizado su trabajo. 
El monseñor español estaba absolutamente convencido de que iba 
ser nombrado número dos de ese mega ministerio de economía, 
tanto que incluso lo anunció en algún medio de comunicación. 
También se le llenó la boca diciendo que el 6 de enero de 2014 el 
Papa le nombraría obispo. Pero esa metedura de pata, unida a la 
mala relación que mantenía con el cardenal australiano George Pell 
(número uno de la secretaria de Economía), hizo que Francisco 
optara por no nombrarlo para el cargo, decantándose por el maltés 
Alfred Xuereb. Tampoco lo ordenó obispo.
Para nuestro hombre fue un mazazo tremendo, pero eso no frenó su 
torrente verbal: al revés, comenzó a criticar públicamente a Pell. Aun 
así, seguía convencido de que lograría un cargo importante, y así 
se lo soltaba a todo aquel con quien se cruzaba. Sus aspiraciones 
apuntaban en ese momento a convertirse en revisor general de 
la Santa Sede, un nuevo cargo creado por Francisco para llevar a 
cabo las reformas financieras y económicas necesarias.
Pero entonces, el monseñor español volvió a meter la pata hasta el 
fondo. El 27 de abril del año pasado, el día de la ceremonia de 
canonización en Roma de Juan Pablo II y Juan XXIII, no se le ocurrió 
otra cosa que montar junto a su amiga Francesca Immacolata 
Chaouqui un fiestorro por todo lo alto (costó 18.000 euros) para 
150 invitados vip en una azotea sobre la Plaza de San Pedro de la 
mismísima Prefectura de los Asuntos Económicos. Mientras dos 
millones de personas se hacinaban abajo, ellos seguían la ceremonia 
entre vinos, canapés y hostias benditas, porque el monseñor dio a 
los presentes la comunión en copas de cristal. Francisco, conocido 
por su austeridad, se puso furioso. Y en lugar de nombrar a Vallejo 
Balda revisor general de la Santa Sede, eligió al italiano Libero Milone. 
El gusto del español por el petardeo social y la buena vida, así como 
su talante un poco de vedette (le gusta acaparar los focos), 
definitivamente no encajan con el carácter de Francisco.
A partir de ahí, de ese nombramiento frustrado, el monseñor español 
empezó a desbarrar salvajemente. Ya no era sólo que se fuera de la 
lengua con quien se le pusiera a tiro... Empezó a ver por todos lados 
conspiraciones contra él. "Hemos sido muy amigos, pero la primavera 
pasada comenzó a agitarse, como si hubiera enloquecido", aseguraba 
esta misma semana Chaouqui en una entrevista al diario italiano La 
Repubblica. ¿Por qué? "No es ningún secreto que él esperaba 
conseguir el puesto de revisor general de la Santa Sede, para el que 
fue elegido finalmente Libero Milone. Cuando le nombraron, comenzó 
a declararle la guerra, lo que probablemente le llevó a entregar 
documentos a los periodistas".
"Considero absolutamente ridículo que alguien pueda decir que 
monseñor Vallejo Balda, un hombre que ha elegido a Cristo y ha 
servido a la Iglesia durante décadas, haya podido filtrar documentos 
vaticanos por venganza, por no haber obtenido el cargo que esperaba. 
Afirmar eso me parece una banalidad", nos cuenta al teléfono Gianluigi 
Nuzzi, autor de Via Crucis, el libro que ha desencadenado la 
detención del sacerdote español y que revela el sistema económico 
absolutamente corrupto y al borde de la quiebra que se encontró 
Francisco al ser elegido Papa.
Pero si no fue una venganza... ¿entonces por qué Vallejo Balda 
hizo lo que hizo? "No lo sé", afirma Nuzzi. "Puede ser que se 
frustrara al ver que no se avanzaba lo suficiente en las reformas 
que el Papa quería llevar a cabo y decidiera denunciar públicamente 
la situación, en un intento por ayudar al Pontífice. Al fin y al cabo fue 
el propio Francisco, al principio de su pontificado, quien animó a todos 
aquellos que tenían cosas que denunciar y no podían llegar a él a 
que acudieran a los medios de comunicación". "Yo creo que se 
volvió literalmente loco. De hecho, la última vez que hablé con él 
decía cosas sin sentido", nos cuenta una persona muy próxima al 
monseñor español. A saber si algún día sabremos la verdad...

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