Oriana Fallaci (Florencia, 29 de junio de 1929-ibídem, 15 de septiembrede 2006) fue una escritora, periodista y activista italiana. Fue la primera mujer de Italia que fue al frente en calidad de enviada especial. Como escritora, con sus doce libros logró vender veinte millones de copias en todo el mundo; como periodista obtuvo un gran prestigio internacional, en especial gracias a sus entrevistas a personajes famosos.
Contribución a la Resistencia Italiana
Oriana Fallaci fue la mayor de cuatro hermanas, Neera y Paola, que también han sido periodistas y escritoras, y Elisabetta, hija adoptiva de la familia Fallaci. Su infancia transcurrió en la Italia fascista de Mussolini. Su padre, Edoardo, era un activo antifascista, y sin duda influyó en las ideas de Oriana que, todavía adolescente, fue partisana durante la II Guerra Mundial. Participó en la Resistencia contra la ocupación nazi en su región natal. La joven Fallaci se unió así al movimiento clandestino de la Resistencia "Justicia y Libertad" viviendo en primera persona los acontecimientos de la guerra: durante la ocupación deFlorencia por los nazis, el padre fue hecho prisionero y torturado en Villa Triste, y luego liberado, mientras Oriana se ocupaba del transporte de las municiones de una parte a otra del Arno, atravesando el río en el punto de seca, ya que los alemanes habían destruido los puentes. Por su activismo durante la guerra recibió a los 14 años un reconocimiento de honor por parte del ejército italiano.
El debut en el periodismo
Después de haber frecuentado el liceo clásico Galileo se matriculó en la facultad de medicina, pero muy pronto la dejó para dedicarse al periodismo, exhortada por su tío Bruno Fallaci, que fue también periodista y director de algunos semanarios. Empezó a trabajar por el Mattino dell’Italia centrale, periódico de inspiración cristiana, donde se ocupó de distintos temas: sucesos, crónica judicial y costumbres.
Fue despedida del periódico porque se negó a escribir un artículo a favor de Palmiro Togliatti, como le había ordenado su director. Y así tras esto Oriana se mudó a Milán para trabajar en el semanario Época de Mondadori, que entonces estaba dirigido por su tío Bruno Fallaci, que para no favorecerla le encomendaba «encargos infames (desagradables)».
En 1951 fue publicado su primer artículo para L’Europeo, por el cual se ocupaba de modernidad, mundanería y de sucesos. En 1956 Oriana Fallaci llegó por primera vez a Nueva York para escribir de famosos y de mundanería. De esta experiencia derivó su primer libro, (Los siete pecados capitales de Hollywood (I sette peccati di Hollywood), donde describe todos los tejemanejes de Hollywood. El prólogo del libro fue escrito por Orson Welles.
Los años sesenta
En 1961 realizó un reportaje sobre la condición de la mujer en Oriente, y ese trabajo llegó a ser el primer gran éxito de la escritora, titulado El sexo inútil - Viaje en torno a la mujer (Il sesso inutile - Viaggio intorno alla donna). En 1962 se publicóPenélope en la guerra (Penelope alla guerra), su primera obra narrativa la que cuenta la vida de Gió, una chica italiana que va a Nueva York para trabajar como argumentista, y allí encontrará personas de su pasado.
En vísperas del desembarco en la Luna, Oriana salió hacia los Estados Unidos, donde tenía que entrevistar a astronautas y técnicos de la NASA. En 1965 publicó el libro Si el Sol muere (Se il sole muore), un diario de esa experiencia que la escritora dedicó a su padre. Para escribir ese libro encontró al jefe de proyecto de la misión, el científico alemán Wernher von Braun, que durante la segunda guerra mundial proyectó para la Alemania nazi los misiles balísticos V2, que luego se lanzaron sobre Londres y otros objetivos europeos.
En 1967, en calidad de corresponsal de guerra para el periódico L'Europeo, fue a Vietnam. Volvió a ese país de Indochinadoce veces en siete años, y describió la guerra criticando tanto al Viet Cong (Frente Nacional de Liberación de Vietnam o FNLV) y los comunistas, como a los estadounidenses y los survietnamitas, documentó mentiras y atrocidades, pero también el heroísmo y la humanidad de ese conflicto, que fue para Fallaci una locura sangrienta. Las experiencias de un año de guerra que vivió en primera persona, fueron recogidas en el libro Nada y así sea (Niente e così sia, publicado en 1969.
Hacia la mitad de 1968 la periodista abandonó provisionalmente el frente para volver a los Estados Unidos a raíz de la muerte de Martin Luther King y de Robert Kennedy, y de las revueltas estudiantiles de esos años. En un pasaje de Nada y así sea Oriana ridiculiza «los vandalismos de los estudiantes burgueses que osan invocar al Che Guevara, pero que viven en casas con aire acondicionado, van a la escuela con el todoterreno de papá y que van al night club con la camisa de seda».
Matanza de Tlatelolco
El 2 de octubre 1968, en vísperas de los Juegos Olímpicos, durante una manifestación de protesta de los estudiantes mexicanos contra la ocupación militar del campus de la UNAM, que hoy en día se recuerda como la matanza de Tlatelolco, Fallaci resultó herida por una ráfaga de metralleta en la Plaza de las Tres Culturas en la Ciudad de México. Allí murieron entre 68 y 325 jóvenes (el número preciso todavía es desconocido) y también la periodista fue considerada muerta y por eso fue transportada a la cámara mortuoria: solo en ese momento un cura se dio cuenta del hecho de que todavía estaba viva. Fallaci definió la matanza como «una masacre peor de las que he visto durante la guerra».
Como corresponsal de guerra siguió también los conflictos entre India y Pakistán, en América del Sur y en Medio Oriente. En 1969 volvió a los Estados Unidos para asistir al lanzamiento de la misión Apolo 11: la relación de esa experiencia fue recogida en el libro Aquel dia en la Luna (Quel giorno sulla Luna), publicado en 1970. El comandante del Apolo 12, Charles Conrad, en vísperas del lanzamiento, fue a Nueva York para encontrar Oriana Fallaci y para pedirle un consejo sobre la frase a pronunciar en el momento de pisar la Luna. Ya que Neil Armstrong había dicho: «Un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad», la florentina aconsejó, dada la baja estatura de Conrad, la frase: «Para Neil sería un pequeño paso, pero para mí ha sido muy grande». El comandante, que llevó consigo a la Luna una foto de Oriana de cuando era niña, con su madre, dijo exactamente esa frase cuando llegó al satélite.[cita requerida]
Los años setenta y el encuentro con Panagulis
El 21 de agosto 1973 la periodista florentina conoció a Alexandros Panagulis, un líder de la oposición griega (al régimen) a la Dictadura de los Coroneles, que fue perseguido, torturado y encarcelado durante mucho tiempo. Se encontraron el día que salió de la cárcel: Fallaci fue su pareja hasta la muerte de él, ocurrida en un misterioso accidente de circulación el 1 de mayo 1976. En 1975 Fallaci y Panagulis colaboraron en las investigaciones sobre la muerte de Pier Paolo Pasolini, amigo de la pareja. Oriana fue la primera en denunciar el móvil político del homicidio del poeta. El mismo año fue publicado el primer libro de Oriana Fallaci distinto de la investigación periodística, Carta a un niño que nunca nació (Lettera a un bambino mai nato), dedicado a un hijo que Fallaci esperaba y que, sin embargo, perdió. Para la escritora fue un gran éxito editorial y vendió cuatro millones y medio de copias en todo el mundo. Fallaci describió la vida de Panagulis en su novelaUn hombre (Un uomo), publicada en 1979, y también en una larga entrevista, que luego fue recogida en Entrevista con la historia (Intervista con la Storia). Fallaci siempre consideró el accidente de Panagulis un verdadero homicidio político, ordenado por políticos que habían hecho carrera con la junta militar. La muerte de su amado marcó profundamente la vida de la escritora.
A su actividad como repórter siguieron entrevistas a importantes personalidades de la política, análisis de los principales hechos de crónica y de los temas contemporáneos más relevantes. Entre los personajes entrevistados por Fallaci: reyHusein I de Jordania, Vo Nguyen Giap, Pietro Nenni, Giulio Andreotti, Giorgio Amendola, el arzobispo Makarios, Alexandros Panagulis, ya citado, Nguyen Cao Ky,Yasser Arafat, Mohammad Reza Pahlavi, Haile Selassie, Henry Kissinger, Walter Cronkite, Federico Fellini, Indira Gandhi, Golda Meir, Nguyen Van Thieu, Zulfikar Ali Bhutto, Deng Xiaoping, Willy Brandt, Sean Connery, Muamar el Gadafi y el ayatolá Jomeini (durante la entrevista Fallaci lo increpó como «tirano» y se quitó el chador, que tuvo que ponerse para poderlo entrevistar; Khomeini, irritado, hizo referencia a la periodista en un discurso sucesivo, llamándola “aquella mujer” y afirmando que no debía ser un ejemplo a seguir). Algunas de esas entrevistas fueron recogidas en el libro Intervista con la Storia, publicado en 1974. En 1976, Fallaci apoyó las listas del Partido Radical, también para las campañas feministas. El rector del Columbia College de Chicago le entregó la licenciatura honoris causa en literatura y la definió “Uno de los autores más leídos y amados del mundo”. Fallaci escribió también para numerosos periódicos como New Republic, New York Times Magazine, Life, Le Nouvel Observateur, The Washington Post, Look, Stern, y Corriere della sera.
Insciallah y el traslado a Nueva York
En 1990 fue publicada la novela Inshallah (Insciallah), ambientada entre las tropas italianas que en 1983 fueron enviadas a Beirut por la ONU. Fallaci obtuvo porGiovanni Spadolini, Ministro de la Defensa en servicio en ese período, el permiso de ser acreditada en el contingente italiano. El libro empieza con la descripción del primer doble atentado suicida de los terroristas islámicos contra los cuarteles americanos y franceses, que causó 299 muertos entre los militares. En el 1991Fallaci fuè enviada en la Guerra del Golfo. Esa fue la última vez de Fallaci como enviada de guerra. Luego la escritora se aisló y fue a vivir a Nueva York, en uno chalé de dos pisos en el Upper East Side de Manhattan. Ahí empezó a escribir una novela cuya elaboración, que duraría todos los años noventa, fue suspendida por los acontecimientos del 11 de septiembre 2001. En ese período Oriana descubrió que tenía un cáncer de pulmón, al que ella más tarde definió como «el alienígena».
Después del 11 de septiembre
Los libros y los artículos de Oriana sobre las temáticas del 11 de septiembre suscitaron tanto elogios como contestaciones en el mundo político y en la opinión pública. Mediante éstos la escritora denunció la decadencia de la civilización occidental, amenazada por el fundamentalismo islámico, considerándola incapaz de defenderse. Fallaci opinaba que la creciente presión ejercida en los últimos años por la inmigración islámica hacia Europa, y en particular hacia Italia, unida a decisiones, a su parecer discutibles, y al aumento de actitudes de intolerancia recíproca, era la demostración de la veracidad de sus tesis. Según su opinión, lo que está ocurriendo es un planificado intento del mundo islámico de islamizar Occidente, basado en las estructuras del Corán y que estaría avalado por más de un milenio de conflictos y hostilidades entre musulmanes y cristianos; esta tentativa llevaría inevitablemente a un choque de civilizaciones. Aunque seguía expresando su opiniones anticlericales, definiéndose “atea-cristiana” en su libro La fuerza de la razón (La forza della ragione), declaró públicamente su admiración por el papa Benedetto XVI, que el 27 de agosto 2005 la recibió en Castel Gandolfo en audiencia privada. El encuentro tenía que ser secreto, pero la noticia fue publicada tres días después, mientras que los contenidos del coloquio nunca se dieron a conocer. En marzo 2005 el periódico Libero lanzó una recogida de firmas para que el Presidente de la República confiriera a Fallaci el título de senadora vitalicia. Se recogieron más de 75 000 firmas.
La muerte
Fallaci murió en Florencia el 15 septiembre 2006 a los 77 años, después de un empeoramiento de sus condiciones de salud, a consecuencia del cáncer que padecía. Deseó morir en su ciudad natal: «Quiero morir en la torre de Mannelli mirando el río Arno desde el Puente Vecchio. Era el cuartel general de los partisanos que gobernaba mi padre, el grupo de “Justicia y Libertad”. Miembros del Partito d’Azione, liberales y socialista. Cuando era niña iba allí, y mi nombre de batalla era Emilia. Entregaba las bombas de mano a los adultos. Las escondía dentro de las cesta de ensalada». Sin embargo, dada la inadecuación del sitio para una persona en precario estado de salud, fue imposible que se alojara en la Torre de Mannelli. La escritora fue ingresada en la clínica de Santa Chiara, donde luego murió. La novela que Fallaci había dejado de escribir después de los atentados del 11 de septiembre, fue publicada el 30 de julio 2008. El libro, titulado Un sombrero lleno de cerezas" (Un cappello pieno di ciliege), es una saga familiar que atraviesa la historia italiana desde 1773 hasta 1889.
En 2015 fue publicada La corresponsal de Cristina De Stefano (Editorial Aguilar, 2015), la primera biografía autorizada sobre la famosa periodista y escritora italiana.
Obras
- 1956 — I sette peccati di Hollywood (Los siete pecados capitales de Hollywood)
- 1961 — Il sesso inutile, viaggio intorno alla donna (El sexo inútil)
- 1962 — Penelope alla guerra (Penélope en la guerra, Barcelona, Noguer y Caralt Editores)
- 1966 — Se il Sole muore ("Si el Sol muere")
- 1969 — Niente e così sia ("Nada y así sea")
- 1974 — Intervista con la storia (Entrevistas con la historia, Barcelona, Noguer y Caralt Editores, 1986)
- 1975 — Lettera a un bambino mai nato (Carta a un niño que nunca nació, Barcelona, Noguer y Caralt Editores, 1990)
- 1979 — Un uomo (Un hombre, Barcelona, Noguer y Caralt Editores, 1984).
- 1990 — Insciallah. ("Inshallah")
- 2001 — La rabbia e l'orgoglio (La rabia y el orgullo, Madrid, La Esfera de los Libros, 2002).
- 2004 — La forza della ragione (La fuerza de la razón, Madrid, La Esfera de los Libros, 2004). Se apunta a la tesis de Eurabia y acusa a la izquierda europea de ser "antioccidental". Es una secuela de La rabia y el orgullo.
- 2005 — Oriana Fallaci intervista sè stessa - L'Apocalisse (Oriana Fallaci se entrevista a sí misma - El Apocalipsis, Madrid, La Esfera de los Libros, 2005). Hubo una primera edición en 2004, que no incluía el largo epílogo «El Apocalipsis», con el título Oriana Fallaci intervista Oriana Fallaci.
- 2008 — Un cappello pieno di ciliege, (Un sombrero lleno de cerezas, Madrid, La Esfera de los Libros, 2009). Una novela publicada póstumamente en la que Oriana Fallaci trabajó durante diez años, y que trata acerca de la historia de su familia.
Filmografía
- El Grito (1968) — Guionista
- L'Oriana (2014) - una película de Marco Turco con Vittoria Puccini
Sollozar hacia dentro
Leíamos las postreras crónicas de la periodista cuyo nombre era, fue y será Oriana Fallaci...
RAFAEL DEL NARANCO | EL UNIVERSAL
sábado 31 de octubre de 2015 12:00 AM
Sintiendo el soplo de los vientos en los escollos de Torre del Greco y las sombras del cercano Vesubio en la bahía de Nápoles, teníamos en las manos un puñado de cuartillas depositadas en carpetas color terroso relatadas en los últimos años de su existencia coagulada de sedimentos impetuosos, mientras descansábamos en un mesón de roble a la entrada de la tranquila fonda Filippo.
Leíamos las postreras crónicas de la periodista cuyo nombre era, fue y será Oriana Fallaci.
En aquellas páginas anegadas de circunspecciones apesadumbradas, había una mujer menuda, débil sin serlo, de un carácter endemoniado, peleona contra lo injusto, azote del poder establecido, activista huracanada en favor de los abatidos con punteadas heridas de escarcha en cada uno de los rincones pútridos de la Tierra.
Ella puede seguir arrinconada, deshonrada en estos intervalos actuales, debido a odios iracundos y, aún así, seguirá siendo a contra viento una bizarra voz clamando en el yermo del mundo actual, el nuestro, ya que no disponemos de otro a donde ir a evacuar cada una de nuestras consternadas aflicciones.
La periodista de Florencia siempre poseyó respuestas atiborradas de verdades contra los sórdidos seres que encadenan en el lodo de la ignominia a sus semejantes: a esos perennes desterrados en cada uno de los exilios, mazmorras y ergástulas en todos los osarios del planeta.
Y es que al ser más espinoso cada día cruzar una frontera si perteneces a un terruño de negros, aceitunados o musulmanes huyendo con desespero de los campos bélicos del Medio Oriente, África Oriental o Afganistán, terminarás convertido en un paria putrefacto.
A los europeos les parece un mal todo exiliado huido de las guerras a pie, en chalupas, pisando barro y estiércol en estos días finales de un octubre revestido de invierno sobre las aguas mediterráneas o pisando los labrantíos del continente.
Informan organizaciones defensoras de los seres sin tierra ni vientos que los cobijen, que los expatriados son una pequeña parte de los que vendrán buscando cobijo, y que han de seguir haciéndolo incluso a costa de sus vidas. Todo lo han perdido, y únicamente suplican no cercenarles las esperanzas.
Hace años, en los días que los exiliados de los Balcanes comenzaron a evadirse de aquel conflicto cruento, un diputado italiano exigió que la Marina de guerra hundiera los barcos de los desplazados que salían de las costas del mar Adriático, entre el estrecho de Otranto y Albania, intentando tocar los caladeros de Malfredonia o Brindisi.
En esos días uno mismo comenzó a sentir el hálito de la costa Amalfitana temblar entre los setos del hotel donde me hospedo siempre que voy a la Italia meridiana, teniendo ante mi mirada, sobre el azulino mar, la isla de Capri, lugar en que espero un día hacerme lanilla en la Torre de Tiberio bajo los viejos pinos de los acantilados de la gruta Maravigliosa que mira a los imperecederos Farallones.
Lo evoco ahora: cuando hurgo en el aire el dolor de los abandonados de toda protección, la sangre comienza a agitarse igual a una marabunta hambrienta entre las venas.
Capri es privilegiada: Uno pisa la Marina y hurga embarcaciones radiantes que jamás serán hechas astillas a cuenta de los cañones de la Marina que explayó Mussolini.
Es ahí, en esas atalayas cuando la voz de Oriana llega revoloteando entre los almendros desnudos. Aún muerta, habla de Ulises y versifica la voz de Petrarca, Dante o Cesare Pavese escribiendo "El muchacho que había en mí".
Ella bien sabía que detrás de nuestra civilización están Homero, Sócrates, Platón, Safo, Aristóteles, Esquilo, Fidias, Plutarco, Marco Aurelio... y todas las guerras del Peloponeso y las Galias. La antigua Grecia y su descubrimiento de la Democracia. Roma, sus códigos y la concepción de la Ley. Del mismo modo la arquitectura, la oratoria y la escultura. No lo rotuló ella y aún así uno lo añade a estas líneas sabatinas con aprensión: igualmente los tiranos Ortágoras, Trasíbulo de Mileto, Nerón y Calígula.
Le aguijoneó hasta el final del sostenimiento el ver la pérdida de su Europa idolatrada, la de los afanes afectivos, ingenua, magnánima, tolerante y, ahora mismo, cerrada a cal y canto a los desplazados de toda patria ante la mirada de un Aquiles o Néstor ante la llegada de un Agamenón irreversible. Quizás los dioses solamente puedan preservar la Alemania de Schiller y Goethe.
Una vez traspasado el tiempo de la sinrazón, será deber registrar en nombre de Oriana Fallaci este tifón de adversidades caído en los aposentos de nuestras encorvadas conciencias.
Y añadimos con aflicción:
En una época tenebrosa como la actual, nada puede hacer el escribidor, a lo sumo, sollozar sobre el diapasón de sus propias entrañas.
rnaranco@hotmail.com
Leíamos las postreras crónicas de la periodista cuyo nombre era, fue y será Oriana Fallaci.
En aquellas páginas anegadas de circunspecciones apesadumbradas, había una mujer menuda, débil sin serlo, de un carácter endemoniado, peleona contra lo injusto, azote del poder establecido, activista huracanada en favor de los abatidos con punteadas heridas de escarcha en cada uno de los rincones pútridos de la Tierra.
Ella puede seguir arrinconada, deshonrada en estos intervalos actuales, debido a odios iracundos y, aún así, seguirá siendo a contra viento una bizarra voz clamando en el yermo del mundo actual, el nuestro, ya que no disponemos de otro a donde ir a evacuar cada una de nuestras consternadas aflicciones.
La periodista de Florencia siempre poseyó respuestas atiborradas de verdades contra los sórdidos seres que encadenan en el lodo de la ignominia a sus semejantes: a esos perennes desterrados en cada uno de los exilios, mazmorras y ergástulas en todos los osarios del planeta.
Y es que al ser más espinoso cada día cruzar una frontera si perteneces a un terruño de negros, aceitunados o musulmanes huyendo con desespero de los campos bélicos del Medio Oriente, África Oriental o Afganistán, terminarás convertido en un paria putrefacto.
A los europeos les parece un mal todo exiliado huido de las guerras a pie, en chalupas, pisando barro y estiércol en estos días finales de un octubre revestido de invierno sobre las aguas mediterráneas o pisando los labrantíos del continente.
Informan organizaciones defensoras de los seres sin tierra ni vientos que los cobijen, que los expatriados son una pequeña parte de los que vendrán buscando cobijo, y que han de seguir haciéndolo incluso a costa de sus vidas. Todo lo han perdido, y únicamente suplican no cercenarles las esperanzas.
Hace años, en los días que los exiliados de los Balcanes comenzaron a evadirse de aquel conflicto cruento, un diputado italiano exigió que la Marina de guerra hundiera los barcos de los desplazados que salían de las costas del mar Adriático, entre el estrecho de Otranto y Albania, intentando tocar los caladeros de Malfredonia o Brindisi.
En esos días uno mismo comenzó a sentir el hálito de la costa Amalfitana temblar entre los setos del hotel donde me hospedo siempre que voy a la Italia meridiana, teniendo ante mi mirada, sobre el azulino mar, la isla de Capri, lugar en que espero un día hacerme lanilla en la Torre de Tiberio bajo los viejos pinos de los acantilados de la gruta Maravigliosa que mira a los imperecederos Farallones.
Lo evoco ahora: cuando hurgo en el aire el dolor de los abandonados de toda protección, la sangre comienza a agitarse igual a una marabunta hambrienta entre las venas.
Capri es privilegiada: Uno pisa la Marina y hurga embarcaciones radiantes que jamás serán hechas astillas a cuenta de los cañones de la Marina que explayó Mussolini.
Es ahí, en esas atalayas cuando la voz de Oriana llega revoloteando entre los almendros desnudos. Aún muerta, habla de Ulises y versifica la voz de Petrarca, Dante o Cesare Pavese escribiendo "El muchacho que había en mí".
Ella bien sabía que detrás de nuestra civilización están Homero, Sócrates, Platón, Safo, Aristóteles, Esquilo, Fidias, Plutarco, Marco Aurelio... y todas las guerras del Peloponeso y las Galias. La antigua Grecia y su descubrimiento de la Democracia. Roma, sus códigos y la concepción de la Ley. Del mismo modo la arquitectura, la oratoria y la escultura. No lo rotuló ella y aún así uno lo añade a estas líneas sabatinas con aprensión: igualmente los tiranos Ortágoras, Trasíbulo de Mileto, Nerón y Calígula.
Le aguijoneó hasta el final del sostenimiento el ver la pérdida de su Europa idolatrada, la de los afanes afectivos, ingenua, magnánima, tolerante y, ahora mismo, cerrada a cal y canto a los desplazados de toda patria ante la mirada de un Aquiles o Néstor ante la llegada de un Agamenón irreversible. Quizás los dioses solamente puedan preservar la Alemania de Schiller y Goethe.
Una vez traspasado el tiempo de la sinrazón, será deber registrar en nombre de Oriana Fallaci este tifón de adversidades caído en los aposentos de nuestras encorvadas conciencias.
Y añadimos con aflicción:
En una época tenebrosa como la actual, nada puede hacer el escribidor, a lo sumo, sollozar sobre el diapasón de sus propias entrañas.
rnaranco@hotmail.com
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