Vivimos el complejo, contradictorio y difícil eclipse de un esfuerzo de gran envergadura, que ha devastado la frágil estructura económica del país, consumido los mayores ingresos recaudados por la Nación en toda su historia, y cuyo fin, de no ser conducido por el hombre adecuado a las graves circunstancias, además de amenazar con la emergencia de un estado de anomia, caos y anarquía sin precedentes, abriría las puertas a una desestabilización sin precedentes en la historia contemporánea de América Latina.
"La política es el enfrentamiento amigo-enemigo."
Carl Schmitt, El Concepto de lo Político
1
Tema de una polémica larvada que subyace al comportamiento de los candidatos y sus comandos de campaña es el de la estrategia y táctica a seguir para vencer a Hugo Chávez. Un tema que va mucho más allá de un simple acto electoral y debe ser comprendido en el contexto de la crisis que vivimos: ¿estamos en medio de circunstancias habituales de todo enfrentamiento político, como sucede en todas las sociedades democráticas? ¿O vivimos circunstancias excepcionales que han llevado la política a las extramuros de una eventual guerra civil, todavía oculta, travestida, pero siempre empujada por el régimen al límite de lo tolerable y a punto convertirse en la insospechada tragedia de una lucha encarnizada por la supervivencia? ¿Ha llegado la política en Venezuela al extremo siempre virtual en sociedades sumidas en crisis existenciales de una guerra letal de dos bandos irreconciliables, que enfrenta a dos modos de vida antinómicos e incompatibles? ¿Vivimos un estado de excepción, cuyas alternativas están polarizadas y se expresan en antinomias irreconciliables, tales como democracia o dictadura, prosperidad o regresión, paz o guerra?
Mi respuesta es afirmativa. Vivimos en Venezuela un estado de excepción que enfrenta opciones irreconciliables. Y que, como en toda experiencia totalitaria, imposibilita la convivencia. Si bien lo engañoso y perverso de esta excepción radica en su naturaleza metamórfica, enmascarada, travestida. El bando gobernante avanza hacia el dominio de todas las posiciones de Poder y persigue tenazmente la destrucción de todos los bastiones de la institucionalidad democrática establecida, agotando el uso de medios aparentemente legales, moviéndose en la línea de sombra entre la legalidad y la violencia, acosando, acorralando y aplastando a las fuerzas opositoras y estableciendo un dominio factual que le permita, en un momento dado, terminar por cerrar las tenazas de su movimiento envolvente y en profundidad para culminar con el establecimiento definitivo de una autocracia tiránica, militarista y posiblemente hereditaria. Final del juego.
El método de esta forma neo fascista de asalto al Poder radica en la extrema simulación: no cierra los medios de comunicación: los fractura; no anula toda propiedad: la inhabilita; no se apodera de las Fuerzas Armadas, las castra; no extermina al empresariado, lo paraliza; no cierra el parlamento: lo esteriliza; no anula la justicia: la pervierte. Es lo que la sabiduría popular expresa con la técnica de cocer a una ranita hirviéndola a fuego lento. Una forma de habituar a la víctima a su muerte y entre tanto convertirla en responsable de su propio fallecimiento. Una toma del poder total mediante un avance sigiloso, pasito a pasito, utilizando tácticas envolventes y distractivas, anestésicas, paralizantes. Un asalto al Poder al abrigo de las formalidades seudo constitucionales y la complicidad consciente o inconsciente de todos los países democráticos. Pero cuya naturaleza totalitaria, salvo para los cortos de entendederas, oportunistas o tontos útiles, incluso con ambiciones presidenciales, ya debiera ser indiscutible.
2
No es un método novedoso, pues fue aplicado en los años veinte y treinta del siglo pasado por el nazi fascismo, si bien comenzó a diseñarse y aplicarse en gran escala en América Latina en los ochenta-noventa luego de la constitución del Foro de Sao Paulo. Bajo las ordenanzas de Fidel Castro y la mano rectora de Lula da Silva, al calor del fracaso del comunismo soviético y los frustrados esfuerzos del castrismo por conquistar el Poder en América Latina. Una virulenta ofensiva del castro comunismo implementada en los años sesenta, setenta y ochenta, fracasada gracias a una violenta reacción de la institucionalidad sistémica y el uso intensivo y extensivo de las Fuerzas Armadas. Como lo ratificara la derrota de la invasión cubana en Venezuela, el fracaso del Che en Bolivia y de Salvador Allende en Chile, así como por la acción de los gobiernos militares en Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil.
Venezuela ha sido el campo de experimentación de esta nueva estrategia y, una vez comprobada exitosamente, su centro de expansión regional. Favorecida por los altos ingresos petroleros, la decadencia de sus elites, la autonomía relativa del aparato de Estado, una cultura igualitaria, estatólatra y socializante infiltrada a todas las capas de su población, la histórica crisis y corruptibilidad de sus instituciones, particularmente de sus Fuerzas Armadas y su sistema judicial, y la aparición de un caudillo demagógico y populista de excepcionales aptitudes mediáticas, absoluta amoralidad y una inescrupulosidad ilimitada, libre de riendas y trabas existenciales. Una tabula rasa de maquiavelismo, ambición y oportunismo político sobre la que el castrismo pudo escribir sus designios sin mayores tropiezos.
La habilidad del régimen impuesto a partir de 1998 para involucrar en su estrategia gradualista a una oposición en desbandada, a unas clases sociales habituadas al clientelismo y a una elite carente de tradiciones y estructurada material y espiritualmente al amparo del rentismo petrolero le ha facilitado a un gobierno amo y señor de la economía nacional y decidido a usar a su arbitrio los ingentes ingresos petroleros de una década de bonanza, lograr un notable avance hacia el dominio social y político de la sociedad venezolana.
Carente de todo control, liberado de fuerzas políticas, sociales o empresariales capaces de oponérsele y ponerlo en jaque, sobre todo a partir del lamentable y patético fracaso de la crisis de abril de 2002, el gobierno venezolano pudo fortalecerse y financiar la expansión de la estrategia forista en Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina, Uruguay y en menor medida en Honduras y Perú; predominar en la OEA, controlar a su Secretario General, afianzar alianzas de cooperación estratégica con gobiernos del extremismo islámico en el Medio Oriente y asegurar simultáneamente tres gobiernos consecutivos del artífice práctico de esta segunda oleada del castrismo marxista en América Latina.
Jamás, al margen de su intervención bélica en algunos países africanos y los fracasados intentos invasores en algunos países de América Latina, Fidel Castro logró la expansión internacional lograda por Hugo Chávez en menos de una década. Pues bien, es el eclipse de esta insólita, aventurada y exitosa operación de insurrecionismo pasivo y expansionismo regional infra institucional de lo que podríamos llamar el castro-chavismo, el que vivimos en la actualidad, cuando todo presagia la posibilidad real de ponerle un fin definitivo.
¿Qué hacer y cómo hacerlo?
3
El fracaso de este osado intento por subvertir la región a partir del establecimiento de un régimen totalitario en nuestro país bajo la etiqueta del socialismo del siglo XXI ha sido señalado y analizado metodológicamente, con las armas del propio marxismo leninismo por el más lúcido exponente del neo marxismo latinoamericano, Heinz Dieterich. Para el cual, el miope pragmatismo y la orfandad ideológica de Chávez y su movimiento, así como su nunca lograda liberación del capitalismo venezolano y su dependencia estructural respecto de los Estados Unidos, le impidieron estructurar un socialismo de nuevo cuño, verdaderamente ligado al movimiento de masas, emancipado de las taras caudillistas, militaristas y burocráticas de una oligarquía bolivariana que lo aprisionan conduciéndolo a su inevitable fracaso. ¿Significa el fiasco del intento por instaurar una inédita forma de dictadura "proletaria" y un régimen "neo socialista" en Venezuela el fin automático del gobierno castro chavista? De ninguna manera. Vivimos el complejo, contradictorio y difícil eclipse de un esfuerzo socio político de gran envergadura, que ha devastado la frágil estructura económica del país, que ha consumido los mayores ingresos recaudados por la Nación en toda su historia, desencajando los tradicionales lazos de interdependencia ideológico cultural de las distintas clases y sectores sociales venezolanos y cuyo fin, vivimos el complejo, contradictorio y difícil eclipse de un esfuerzo de gran envergadura, que ha devastado la frágil estructura económica del país, consumido los mayores ingresos recaudados por la Nación en toda su historia, y cuyo fin, de no ser conducido por el hombre adecuado a las graves circunstancias, además de amenazar con la emergencia de un estado de anomia, caos y anarquía sin precedentes, abriría la puerta a una desestabilización sin precedentes en la historia contemporánea de América Latina. Pues estamos ante una encrucijada histórica, el fin de un ciclo histórico. No sólo ni principalmente el fin de un mal gobierno. Posiblemente, el fin de esta segunda gran oleada del comunismo en América Latina.
¿Es posible, en tales complejas y difíciles circunstancias históricas, hacer un rodeo para evitar el enfrentamiento, apaciguar al monstruo, adormecerlo con los cantos de sirena electorales y vencerlo recurriendo a las mañas nominalistas y a la astucia proverbial de Ulises frente al cíclope? ¿Es posible "pasar agachados" ante las puertas del infierno? ¿Pueden asumir la cruzada por nuestra liberación nacional políticos inexpertos, sin fogueo en el casus belli que enfrentaremos de lograr el magno propósito de derrotarlo electoralmente y obligarlo a reconocer su histórica, su trascendental, su metafísica derrota? ¿Qué liderazgo se requiere para asumir y realizar con éxito la inevitable transición que se nos exige y demanda?
¿Es posible, en suma, acumular las fuerzas sociales, económicas, espirituales e ideológicas indispensables como para lograr una victoria electoral irrebatible, sin escoger al hombre adecuado a la extraordinaria circunstancia que vivimos ni convocar al país nacional en su totalidad, a todos los partidos, tendencias e instituciones para librar esa gran batalla por la liberación y la refundación de la República, a campo traviesa y con todas nuestras armas, por un cambio que, para ser exitoso, deberá modificar el rumbo no solo de la Venezuela chavista sino de la Venezuela democrática en 180º? ¿Es posible esta gran contraofensiva democrática y popular sin enfrentar al régimen en todos los frentes, con todas las armas que la Constitución nos garantiza y haciendo acopio de todas nuestras fuerzas espirituales y morales?
El país democrático tiene la palabra.
E-mail: sanchezgarciacaracas@gmail.com
Twitter: @sangarccs
No hay comentarios:
Publicar un comentario