Universalmente, es aceptado que se puede conocer a los países por la forma en que tratan a sus niños, a sus viejos, y a sus presos.
Venezuela es un país prolífico en leyes, buenas intenciones, y bellos discursos que hacen parecer, no sólo que somos civilizados, sino que además damos lecciones al mundo.
Es justo decir, que de hecho dimos lecciones en una época en la cual el país se arropó con la esperanza de alcanzar la civilidad necesaria para seguir construyendo para las generaciones venideras.
Por supuesto que todos sabemos que poco a poco comenzaron a aparecer las señales que denunciaban el deterioro al cual estábamos sometiendo al país.
Entre las más estruendosas, comenzamos a observar como el venezolano se acostumbró a abusarse a sí mismo y entre sí de formas que hablaban muy mal de nosotros. Empezamos a percibir como normal que, por ejemplo, desechamos valores de respeto, consideración y honorabilidad que nos han regido como pueblo y pertenecen a nuestra cultura.
Se instaló la cultura del privilegio por ejemplo. Si usted era jefe, eso implicaba que abusaras del subalterno. Si tenías placa, o carnet, o chapa, te cubría un aura especial. ¿Nunca vio usted a un papá o una mamá en una piñata coleándosele a un compañerito de su hijo en la fila de los perros calientes? Y así, así, llegamos a no respetar a nuestros padres, abuelos y maestros, parte de los nuevos valores que nos autoinculcamos. Valores que dictaban que el abuso de todo era la pauta a seguir, sin reparar en que los humanos, y más cuando se es ciudadano, necesitamos estructuras mínimas que nos recuerdan que no somos animales. Y máximas que nos catapulten moralmente para poder trascender.
Ahora en el presente, acéptelo, no busque excusas ni escurra el bulto, vivimos el momento más oscuro en cuanto al trato de nuestros pares más vulnerables, que en realidad somos todos, porque fuimos niños, jóvenes, y seremos viejos. Ah, y ninguno está exento de ir preso cuando se vive en un Estado de Derecho. Menos en países con gobiernos totalitarios, en dictaduras clásicas, y adivine qué, aún menos en comunismo.
Hoy deberíamos estar temblando debido a la situación carcelaria que aqueja al país. Esta mañana en camino al colegio tuve que explicar a mis hijos que los ciudadanos pierden esa condición vía la suspensión de sus derechos ciudadanos cuando se les sentencia por un delito cuya pena prescribe cárcel. Pero que siguen siendo personas inclusive a pesar de la atrocidad del crimen por el cual han sido juzgados. Y que los estados tienen la obligación de encerrarlos, castigarlos, pero las legislaciones mundialmente prohíben explícitamente la aplicación de castigos crueles e inhumanos. Pero no hay nada más cruel e inhumano que una cárcel venezolana.
Antes de terminar de escribir este artículo, observé con estupor el ruego de madres venezolanas en El Rodeo con brazos extendidos al cielo suplicando a Dios las socorriera ante la arremetida de la fuerza pública.
Pero es más dantesco aún ver a un ministro esgrimir una orquesta penitenciaria como la obra de gobierno que ha mejorado al sistema carcelario.
Usted no está preso, puede votar en 2012.
frcint@yahoo.com
Razón del nombre del blog
lunes, 20 de junio de 2011
Vergüenza nacional
Vergüenza nacional
FÉLIX R. CHACÓN | EL UNIVERSAL
lunes 20 de junio de 2011 05:06 PM
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