Democracia y cultura popular
Se han profundizado las asimetrías y desarticulado las relaciones humanas
RAFAEL LUCIANI | EL UNIVERSAL
sábado 17 de octubre de 2015 12:00 AM
El conocimiento y la integración de las culturas populares con los distintos sectores que hacen vida en las sociedades latinoamericanas sigue siendo uno de los grandes retos del siglo XXI para la construcción de sistemas democráticos que puedan ofrecer una verdadera estabilidad regional y el bienestar socioeconómico que ha de brotar del bien común. Aún más, cuando las políticas públicas y los sistemas ideológicos que se han venido imponiendo en países como Venezuela, sólo han logrado sembrar mayores divisiones, polarizaciones y prejuicios entre grupos socioculturales y económicos. Se han profundizado las asimetrías y desarticulado las relaciones humanas, haciendo difícil el hecho moral de ver al otro como hermano.
Lo que tanto prometió el socialismo latinoamericano lo ha traicionado, pues la brecha entre ricos y pobres, y la incapacidad de conectar con quien piensa y vive diversamente, cada día crece. Esto es tan grave que la necesidad imperante de contar con Estados estables y conciliadores se desvanece ante la carencia de institucionalidad que cede ante el poder perverso de la corrupción.
Gran parte de nuestros problemas sociales responden a no querer reconocernos como sociedades pluriculturales y no saber integrar esta diversidad en función del bienestar de todos, y no de unos pocos. El reto para cualquier proceso de reconstrucción sociopolítica pasará por la capacidad o no que tengamos de reconocer, valorar e integrar a la cultura popular y los valores más positivos que emergen de ella.
En la exhortación apostólica Evangelii Gaudium Francisco propone una hoja de ruta: sin la inclusión de la realidad de los pobres, y su mundo de vida, nuestras sociedades nunca podrán encontrar un verdadero desarrollo y una paz estable, pues la inequidad siempre podrá ser explotada por las ideologías con el solo fin de obtener el poder político y mantenerse en él. Como dijo el Papa en Cuba, el llamado a «servir a las personas y no a las ideas».
Francisco aporta una noción que proviene de la teología latinoamericana: lamística popular. Con ella plantea un criterio para integrar a la realidad popular "con los académicos y los obreros, con los empresarios y los artistas, con todos" (EG 237). La mística que se vive en las culturas populares se convierte en lugar donde podemos interpretar la fe y medir el desarrollo humano de las naciones (EG 126). Para conocer la realidad de los pobres hay que comprender la mística con la que viven su cotidianidad, «encarnada en expresiones deoración, de fraternidad, de justicia, de lucha y de fiesta» (EG 237).
Esto no significa que el mundo de vida popular pase a ser el criterio de desarrollo de todo otro mundo de vida posible. Pero sí implica que se debe otorgar primacía sociopolítica y económica a la cultura popular -de cualquier nación-; es decir, conocer e integrar el mundo de vida de los más pobres para favorecer condiciones de vida, justas y dignas para todos. En una realidad como la nuestra donde la mayoría vive en pobreza, la acción política en pro de la reconstrucción del país no puede ser ideológica. Debe ser moral, centrada en la dignidad de la persona y orientada a sanar a la sociedad de sus fracturas y heridas para que podamos tener futuro.
¿Conocemos las luchas y las esperanzas de los pobres? (Gaudium et Spes 1) ¿O nos vemos los unos a los otros sólo con la mirada del prejuicio ideológico que logró sembrar la revolución bolivariana durante tantos años? ¿Seremos capaces de reconocer que para reencontrarnos tenemos que construir un proyecto viable que supere la pobreza y devuelva la esperanza a las mayorías?
Doctor en Teología
rlteologiahoy@gmail.com
@rafluciani
Lo que tanto prometió el socialismo latinoamericano lo ha traicionado, pues la brecha entre ricos y pobres, y la incapacidad de conectar con quien piensa y vive diversamente, cada día crece. Esto es tan grave que la necesidad imperante de contar con Estados estables y conciliadores se desvanece ante la carencia de institucionalidad que cede ante el poder perverso de la corrupción.
Gran parte de nuestros problemas sociales responden a no querer reconocernos como sociedades pluriculturales y no saber integrar esta diversidad en función del bienestar de todos, y no de unos pocos. El reto para cualquier proceso de reconstrucción sociopolítica pasará por la capacidad o no que tengamos de reconocer, valorar e integrar a la cultura popular y los valores más positivos que emergen de ella.
En la exhortación apostólica Evangelii Gaudium Francisco propone una hoja de ruta: sin la inclusión de la realidad de los pobres, y su mundo de vida, nuestras sociedades nunca podrán encontrar un verdadero desarrollo y una paz estable, pues la inequidad siempre podrá ser explotada por las ideologías con el solo fin de obtener el poder político y mantenerse en él. Como dijo el Papa en Cuba, el llamado a «servir a las personas y no a las ideas».
Francisco aporta una noción que proviene de la teología latinoamericana: lamística popular. Con ella plantea un criterio para integrar a la realidad popular "con los académicos y los obreros, con los empresarios y los artistas, con todos" (EG 237). La mística que se vive en las culturas populares se convierte en lugar donde podemos interpretar la fe y medir el desarrollo humano de las naciones (EG 126). Para conocer la realidad de los pobres hay que comprender la mística con la que viven su cotidianidad, «encarnada en expresiones deoración, de fraternidad, de justicia, de lucha y de fiesta» (EG 237).
Esto no significa que el mundo de vida popular pase a ser el criterio de desarrollo de todo otro mundo de vida posible. Pero sí implica que se debe otorgar primacía sociopolítica y económica a la cultura popular -de cualquier nación-; es decir, conocer e integrar el mundo de vida de los más pobres para favorecer condiciones de vida, justas y dignas para todos. En una realidad como la nuestra donde la mayoría vive en pobreza, la acción política en pro de la reconstrucción del país no puede ser ideológica. Debe ser moral, centrada en la dignidad de la persona y orientada a sanar a la sociedad de sus fracturas y heridas para que podamos tener futuro.
¿Conocemos las luchas y las esperanzas de los pobres? (Gaudium et Spes 1) ¿O nos vemos los unos a los otros sólo con la mirada del prejuicio ideológico que logró sembrar la revolución bolivariana durante tantos años? ¿Seremos capaces de reconocer que para reencontrarnos tenemos que construir un proyecto viable que supere la pobreza y devuelva la esperanza a las mayorías?
Doctor en Teología
rlteologiahoy@gmail.com
@rafluciani
No hay comentarios:
Publicar un comentario