19 junio 2011
Quiere decir, ¿meditar en la empresa?
No, tampoco hacer que todo el mundo se rasure la cabeza y se vaya por los pasillos cantando mantras. Cuando uno habla de estas cosas con algunos hombres de negocios y les explica la conveniencia de integrar los valores espirituales en la gestión se asustan. Piensan que se pretende abrir santuarios o hacer algún tipo de yoga. No es así, se trata de algo mucho más simple: alentar, demostrar, enseñar la conveniencia de ser más solidarios, más afectuosos, más íntegros. Y, por supuesto, predicar con el ejemplo.
¿Qué es endocalidad?
En parte es una síntesis, porque mi crecimiento técnico corrió paralelo con mi crecimiento espiritual. En determinado momento empecé a trabajar en control de calidad y a reorganizar grandes áreas de producción. Mis proyectos eran excelentes, pero siempre había algo que me inquietaba.
¿Quiénes los llevarían a la práctica? Los hombres de la empresa, claro. Entonces, había que hacer algo para que el desarrollo fuese parejo, hacer crecer la calidad humana. En eso se basa uno de los más importantes descubrimientos del siglo XX: que el mayor capital de una empresa no es el dinero, sino sus hombres. Los hombres no tienen precio, lo primero que había que buscar era la excelencia humana. Bueno, eso es endocalidad, donde participan tanto la sabiduría oriental como la occidental.
¿Puede explicarlo?
En Oriente, el individuo desaparece y el trabajo en equipo asume todo el protagonismo. Cuando en 1989 la empresa Toyota comenzó a captar grandes cuotas del mercado de Estados Unidos, sus tres grandes fábricas Ford, General Motors y Chrysler recibieron la noticia con temor. Descubrieron que Toyota empleaba a 450 personas para fabricar un nuevo auto, mientras que la media entre las tres grandes empresas estadounidenses para un proyecto similar era de 1.300 trabajadores. Una de las causas que explicaba esta diferencia era el hecho de que los 450 empleados de Toyota funcionaban como un nosotros, mientras que en las fábricas de Detroit había 1.300 yo.
¿Y Occidente?
Occidente aporta la garra, el empuje que es la base del esfuerzo personal, imprescindible para poner en marcha procesos y alcanzar resultados. Pero, ¿cómo subrayar la individualidad sin caer en los desagradables extremos del individualismo? Estas y otras preguntas deberían formar parte de nuestra nueva educación.
NOTA. Sin tanto Oriente, en valencia lo logró el equipo de las Juntas Directivas del Ateneo deLa Endocalidad
Hace días, casi desapercibido, estuvo en Venezuela y visitó a Valencia el doctor Ken O Donell, un brillante investigador nativo de Australia, aunque ahora con residencia fija en Brasil, quien empeña esfuerzo desde hace años, dando a conocer la ciencia de la endocalidad, que para él no es nada extraño, pero que para los empresarios es un instrumento nuevo para acelerar el desarrollo y la productividad, aprovechando al máximo el recurso humano. En su estada de una semana participó en una jornada especial de análisis y reflexión con los sectores fundamentales del quehacer carabobeño, evento que patrocinó la Cámara de Industriales, y en la que ODonell dejó plasmados sus conocimientos y la profundidad de su ciencia.Quiere decir, ¿meditar en la empresa?
No, tampoco hacer que todo el mundo se rasure la cabeza y se vaya por los pasillos cantando mantras. Cuando uno habla de estas cosas con algunos hombres de negocios y les explica la conveniencia de integrar los valores espirituales en la gestión se asustan. Piensan que se pretende abrir santuarios o hacer algún tipo de yoga. No es así, se trata de algo mucho más simple: alentar, demostrar, enseñar la conveniencia de ser más solidarios, más afectuosos, más íntegros. Y, por supuesto, predicar con el ejemplo.
¿Qué es endocalidad?
En parte es una síntesis, porque mi crecimiento técnico corrió paralelo con mi crecimiento espiritual. En determinado momento empecé a trabajar en control de calidad y a reorganizar grandes áreas de producción. Mis proyectos eran excelentes, pero siempre había algo que me inquietaba.
¿Quiénes los llevarían a la práctica? Los hombres de la empresa, claro. Entonces, había que hacer algo para que el desarrollo fuese parejo, hacer crecer la calidad humana. En eso se basa uno de los más importantes descubrimientos del siglo XX: que el mayor capital de una empresa no es el dinero, sino sus hombres. Los hombres no tienen precio, lo primero que había que buscar era la excelencia humana. Bueno, eso es endocalidad, donde participan tanto la sabiduría oriental como la occidental.
¿Puede explicarlo?
En Oriente, el individuo desaparece y el trabajo en equipo asume todo el protagonismo. Cuando en 1989 la empresa Toyota comenzó a captar grandes cuotas del mercado de Estados Unidos, sus tres grandes fábricas Ford, General Motors y Chrysler recibieron la noticia con temor. Descubrieron que Toyota empleaba a 450 personas para fabricar un nuevo auto, mientras que la media entre las tres grandes empresas estadounidenses para un proyecto similar era de 1.300 trabajadores. Una de las causas que explicaba esta diferencia era el hecho de que los 450 empleados de Toyota funcionaban como un nosotros, mientras que en las fábricas de Detroit había 1.300 yo.
¿Y Occidente?
Occidente aporta la garra, el empuje que es la base del esfuerzo personal, imprescindible para poner en marcha procesos y alcanzar resultados. Pero, ¿cómo subrayar la individualidad sin caer en los desagradables extremos del individualismo? Estas y otras preguntas deberían formar parte de nuestra nueva educación.
valencia hasta 1991, cuando la misión era que el individuo desaparece y el trabajo en equipo asume todo el protagonismo. Véase fridavalencia.blogspot.com con la experiencia del Cuatricentenario de la ciudad. Con Napoleón Oropeza y su tinterillo de oficio, Alfredo Fermín,
el apoyo de Elis Mercado y de la UC, la cosa se volteó al revés y ahi están las consecuencias....
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