"Muero porque no muero…" Teresa de Jesús
Mente sana en cuerpo sano. Y viceversa. No caigamos en la anécdota fácil. En Venezuela estamos sufriendo algo más que un absceso en la forma de gobernar. Los resultados están a la vista, como síntomas claros y precisos de que algo no estamos haciendo tan bien. Cualquiera que sea el ámbito que analicemos, la sensación es siempre la misma, que no sirve, no funciona, o que la gangrena de la corrupción se está extendiendo hasta hacer simbiosis con el cinismo y el desparpajo. No es normal que mientras el crecimiento de América Latina sea una constante, nosotros nos estemos debatiendo entre el estancamiento y la recesión. Tampoco resulta alentador que entre nosotros convivan viejas pandemias como la tuberculosis o la malaria, cuando han podido ser erradicadas en el resto del continente. Es contraproducente que por segundo año consecutivo tengamos que vivir en las penumbras de un racionamiento eléctrico cuyos únicos culpables, a juicio del gobierno, somos nosotros mismos, acusados de derroche y falta de conciencia revolucionaria. Tampoco es una condición saludable el tener que lidiar con una inflación febril que no hay forma de normalizar en rangos que permitan ahorro e inversión.
Otro síntoma de degradación es la "normal" masacre carcelaria, y la disposición que tienen los reos de armas y municiones para organizar las guerras internas a las que nos tienen acostumbrados. Y que desde allí ellos organicen extorsiones, secuestros, sicariatos y otras felonías que tienen al resto en vilo permanente. No es por supuesto aceptable que el poder judicial acumule retardos que transforman crímenes en situaciones injustas, y que al mismo tiempo el flamante Ministro del ramo no encuentre la forma de garantizar los derechos humanos de la población penitenciaria.
Malo también es que la empresa petrolera del Estado esté siendo saqueada y sacada de quicio, o que las empresas básicas estén siendo desvalijadas por mafias que mientras cometen sus tropelías asesinan a dirigentes sindicales, que en Guayana, ejercen una de las actividades más peligrosas del país. Otro indicador de esta enfermedad autoinmune es la cifra francamente desproporcionada de crímenes y ajusticiamientos que acumulamos en los últimos trece años sin que haya bastado todo ese tiempo para superar varios intentos diagnósticos que al final se estrellan contra la pretensión siempre fallida de hallar una vía revolucionaria y socialista para enfrentar el delito. No puede estar sano un cuerpo social que convive con una realidad en la que abundan presos políticos y personalísimos del Presidente, quien también se ufana de haber provocado el exilio de dirigentes políticos, empresarios, estudiantes, mujeres y niños que no encontraron otra salida al acoso y a la desproporción de una amenaza televisiva, de manera directa o por interpuesta persona, como regularmente pasa en un aberrante programa que transmiten por el canal oficial.
Algo malo tiene que estar ocurriendo si los discursos parlamentarios son los que profieren Cilia, Iris y Carlos, quienes al alimón se burlan de la Constitución y ofenden al país. Solo una enfermedad como esta provoca que la radio y la televisión del parlamento sean comandadas por Cilia a su favor y en contra de todo el mundo, y que con el presupuesto nacional se paguen ofensas, insultos, mentiras y provocaciones. Sabemos que no es la única versión de lo mismo, pero sí es mal síntoma esa guerrilla-gavilla comunicacional institucionalizada.
Que un gobierno no pueda asumir las consecuencias de sus propios actos, y que cuando todo le sale mal salga apresuradamente a buscar culpables y organizar procesos en contra de gente honesta y buena no puede representar otra cosa que una fase terminal. Dicen que Stalin murió un poco antes de organizar la última de sus purgas, y que con el último de sus suspiros comenzaron los ajustes de cuenta entre los que eran su entorno más cercano. Algo similar se está tumorando, todavía no se ve, pero se siente en cada grito destemplado de "patria o muerte" mutando progresivamente desde el entusiasmo al miedo sumiso y domesticado de los que juegan a la lotería gubernamental sabiendo que no es sostenible por mucho tiempo.
Y la persistente anemia de realizaciones. Ni casas, ni puentes, ni nuevos puestos de trabajo, ni empresas sociales exitosas. Nada que pueda demostrar con orgullo como "hecho en socialismo". Nada que pueda exhibir como el avizorar una tierra mil veces prometida. Ninguna otra cosa que el consuelo del agónico que tiene la inconsciencia de pensar en un mañana que se le negará. Y la paranoia del que se siente perdido pero que antes quiere arrebatar. ¿Quién se puede preocupar de otra cosa que de esta enfermedad?
E-mail: victormaldonadoc@gmail.com
Twitter: @vjmc
Lectura TangenteLuego de los apagones registrados en Maracaibo y en otras ciudades del país, un gobierno relativamente competente y con sentido de la responsabilidad, se habría excusado más o menos en los siguientes términos: "Les ofrecemos nuestras disculpas a la ciudadanía por todos los problemas que los recientes apagones de luz han ocasionado. A pesar de los planes y las inversiones realizadas por el Gobierno para atender los requerimientos de la nación, las fallas persisten, lo cual demuestra que nuestro esfuerzo ha sido insuficiente ante la dimensión de los retos. Sin embargo, nos comprometemos a seguir trabajando para que situaciones como éstas no se repitan en el futuro cercano".
Algo parecido realizan las empresas privadas y los organismos públicos cuando, por construcciones u obras de mantenimiento, se ven obligados a interrumpir o desviar el tráfico. También forma parte del estilo de las líneas aéreas cuando los vuelos salen con algún retraso (en Venezuela lo excepcional es que los aviones despeguen a la hora). Aunque haya mucha hipocresía, las víctimas agradecen la cortesía.
El prepotente gobierno bolivariano no recurre ni al menor gesto amable con los sufridos mártires de los prolongados apagones. Al contrario, los insulta a través del abogado Ministro de Energía Eléctrica y del sociólogo que ejerce la vicepresidencia de la República, quienes a lo mejor no saben ni siquiera distinguir entre corriente alterna y corriente continua. "Es que en Venezuela se derrocha la electricidad", dicen el jurisconsulto y el sociólogo. A lo largo de una docena de años ambos se han paseado por campos donde carecen de total formación y experticia. El jurista antes estuvo al frente de Pdvsa y fue el embajador de Venezuela ante la Opep. El sociólogo, al frente del Inti. ¿Dónde adquirieron los conocimientos para desempeñarse en esos cargos clave?
La crisis eléctrica pone al descubierto la total ineptitud del comandante. El año pasado la excusa utilizada para racionar el consumo eléctrico y aplicar penas gravosas a los usuarios, era que la sequía había sido la más prologada y severa en todos los años desde que se llevan registros estadísticos. El Guri se había vaciado. Ahora se propone el mismo plan de austeridad a pesar de que hemos vivido el período más dilatado de precipitaciones del que se tenga memoria. El Guri se desborda, igual que otras represas. Entonces, sin lluvia o con lluvia, da lo mismo: los cortes intempestivos y continuos se multiplican en todo el país. La Naturaleza, luego de castigarnos, ha sido generosa en aguaceros. El común denominador en ambas situaciones extremas es el Gobierno: ha sido el mismo; por lo tanto, la falla reside aquí.
Lo que está sucediendo con las interrupciones en el suministro de electricidad, representa una prueba irrefutable de que el crecimiento del PIB y la reducción de la pobreza de las que habla el caudillo, son pura fantasía. La capacidad actual de generación, transmisión y distribución de electricidad es casi igual a la que teníamos el año pasado, cuando se produjo la crisis. Si el país hubiese crecido a las tasas indicadas por Giordani y se hubiese reducido la pobreza en los niveles señalados por el INI, los cortes habrían sido aún mayores y más dramáticos, por la sencilla razón de que la demanda del fluido se habría incrementado. El crecimiento del PIB va asociado al aumento de las exigencias eléctricas. Más empresas, más industrias, más establecimientos comerciales, mayor volumen de energía. Lo mismo ocurre cuando la gente supera el umbral de la pobreza: eleva su capacidad de compra dotándose de aparatos que le facilitan la vida. Consecuencia: se empina el consumo eléctrico. ¡Tremendos farsantes!
El único que derrocha los recursos de los venezolanos es el teniente coronel, quien les regala nuestra riqueza a manos llenas a sus aliados en el continente y el resto del mundo. Por eso, no le basta que el barril de petróleo haya superado los cien dólares y que el promedio en los últimos doce meses ande por encima de $90. El volumen de recursos provenientes del crudo habrían sido suficientes para iniciar un audaz plan de renovación y actualización de la capacidad eléctrica. No ha sido así. Su infinita incompetencia nos ha arrastrado a la peor crisis eléctrica en la historia nacional. Su respuesta ante el colapso provocado por su gestión se reducen a la arrogancia y el cinismo. A los culpables de la debacle les da poder para colocar multas astronómicas, forma encubierta de aumentar las tarifas.
El socialismo del siglo XXI es idéntico al de Cuba: nos pone a navegar por el mar de la oscuridad.
Twitter: @tmarquezc
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