Fernando Facchin B. || Rehén de la traición
Jaua dijo: "Conmigo no se equivoquen, señores de la derecha, yo soy un hombre de honor, forjado en los valores de la lealtad, de la amistad y de los principios, y voy a defender con mi propia vida el mandato constitucional del presidente Chávez". La desafección nacional responde: "Dime de qué alardeas y te diré de qué careces".
La política nacional está concentrada en la falta temporal del presidente y la polémica basada en la necesidad de designar un "suplente" que cubra la falta hasta su regreso. Amigos, no hay suplente, el presidente desconfía hasta de su sombra y recuerda el episodio Castro-Gómez.
Las crisis sistémicas como la que padece el país están alimentadas por la desconfianza política, la intolerancia, la corrupción, la ambición de poder y la codicia insaciable de los supuestos chavistas fieles al comandante. Los vicios antes mencionados, ejecutados dentro de la función pública, son la desnaturalización o desviación del regular y honesto ejercicio del poder, entendido éste como la entera actividad del Estado, ésta no son sólo las funciones del Poder Ejecutivo como poder administrador, sino el ejercicio de las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales, nacionales, regionales y municipales, frente al comportamiento de sus titulares o el de terceros destinatarios o no del acto funcional. La corrupción no se limita solo a las transacciones de dinero, en determinados casos la corrupción es el precio que se paga a los individuos por participar en decisiones contrarias al interés general y a las que fueran sus propias convicciones.
Otro vicio que alimenta la desconfianza política es la adulación, a sabiendas de que "El amigo que hoy te compra con su adulación, mañana te vende con su traición". La adulación provoca un sentimiento de impotencia y desesperación por provenir de "amigos" aleves, oportunistas, codiciosos e inmorales.
Aparte de lo dicho, el presidente adolece de la desconfianza política y social por cuanto en su interior reconoce los sucesivos incumplimientos al pueblo, sus mentiras y vulgares engaños en campaña electoral y tiene conciencia de que el modelo de Estado que pretende imponer no se adapta a las nuevas demandas de una sociedad más independiente y contestataria, no ideologizada por un falso socialismo.
El estado de corrupción, ambición y codicia es una situación que permanece en el tiempo y mantiene al presidente como rehén de la traición. Esto es mucho más preocupante porque permanece y es contagioso, es una enfermedad moral que tiende a expandirse en contra de todo y a como dé lugar. Se genera un clima de inseguridad e incertidumbre, el líder es vulnerable hacia aquellos que le acompañan y a quienes les ha otorgado excesivo poder y pueden manejar a su antojo las grandes esferas del poder, mostrándose como intocables ante el mismo comandante. La desconfianza es una señal de debilidad, por eso el presidente es rehén de la traición.
Los factores de desconfianza del presidente y sus áulicos están fundados en la ambición de poder, para alcanzar el poder todo se vale, el poder atrae, se pierde el control de los modos éticos de conducta, surgen la traición y la codicia insaciable por la riqueza fácil y mal habida, propia de los seres mediocres. De allí que el chavismo sea un sistema político frágil, enfermo, sufre de polarización, encono, desencuentros irreconciliables por ambición y codicia. El presidente desconfía de sus adláteres por cuanto sabe, por sus actuaciones, que la vocación de servicio público se ve desprestigiada, existe un grave proceso de deslegitimación por mancillar la majestad de la presidencia y la determinación de salirse con la suya sin importar lo que le ocurra al país.
Desde hace 12 años Chávez ha permitido y ejecutado los vicios que han generado su propio descrédito, producto de una disposición cada vez mayor a la mentira indecente y de haber mancillado repetidamente la majestad de la presidencia, ha destruido los cimientos indispensables de nuestra vida pública. Persigue el poder de la manera más deshonesta y sus traidores le recuerdan que lo que es igual no es trampa. Chávez desprecia su responsabilidad elemental como político, cual es procurar el bien común y la vida civilizada. Y eso es una tragedia que puede presagiar desenlaces lamentables, él lo sabe y teme a la traición que le aguarda detrás de cada puerta, así creo que el espiral de desconfianza seguirá creciendo y él será siempre rehén de la traición. Por tales razones el Vice no ocupará oficialmente la presidencia, de él también desconfían todos.
Mi conclusión es que los venezolanos preferimos un liderazgo sustentado más en valores que en habilidades motivacionales o comunicacionales.
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