Ramón J. Velásquez, historiador sin temor
JOSÉ AGUSTÍN CATALÁ tael@.. | |
U n día del mes de mayo de 1995, cuando recién cumplía mis 80 años, Ramón J.
Velásquez me dedicó un manuscrito titulado: "En la cárcel y después de la cárcel", que comenzaba así: "En 1944 conocí a José Agustín Catalá, de visita en El País, en busca de Rómulo Betancourt, editorialista del diario, concejal por San Agustín y fundador de un partido político que en tres años había alcanzado cobertura y renombre nacionales. Pero, ¡qué distante estaba aquel 1944 del 18 de Octubre de 1945! En ese año 44 se multiplicaban los personajes que evitaban el contacto con el joven líder y concejal, pues políticamente les perjudicaba su amistad".
Ambos éramos amigos personales de Betancourt, sin compromiso político. Yo desempeñaba la jefatura de publicidad del diario. Al día siguiente de los sucesos del 18 de Octubre, me llamó por teléfono para encomendarme que le recogiera papeles que había dejado en el escritorio, en la oficina que compartía con el director, Valmore Rodríguez.
Al mes siguiente comencé a desempeñar el cargo de director de la Imprenta Nacional hasta el derrocamiento del presidente Gallegos. Antes había adquirido un pequeño taller tipográfico que transformé luego en Editorial Ávila Gráfica, que recogió firmas de autores como Briceño Iragorry, Key Ayala, Díaz Sánchez, Pastori, Núñez, Liscano, Nazoa, Ravell, Mons. Navarro, entre muchas otras y del peruano José Pareja y Paz Soldán con su Gómez, un fenómeno telúrico, prologado por Ramón J.
Velásquez con el pseudónimo de José Anselmo Coronado.
Este libro causó impresión en los primeros años de la dictadura, y la crítica llegó a considerar que era más valioso el prólogo que el mismo texto.
Ya para comienzos del año 50, escribió Pedro Francisco Lizardo, Ávila Gráfica era una empresa pequeña pero de una impresionante actividad y gozaba de alto crédito. "Según los críticos de la época, marca el inicio de la transformación de la impresión de libros y revistas en el país". Contaba entonces con el respaldo y la colaboración más activa de Liscano, Sanoja Hernández, Velásquez y otros relevantes escritores. Y Catalá figuraba entre los editores de más prestigio. Pero también estaba marcado por la dictadura.
Él no negaba sus vinculaciones personales con Leonardo Ruiz Pineda y Alberto Carnevali, dos de los líderes de la resistencia asesinados, y que también lo estaba y lo había estado siempre, con Ramón J. Velásquez y Simón Alberto Consalvi.
La desaparición de Ávila Gráfica por asalto de la policía política ocurrió en el año 1952, por la impresión clandestina, atribuida al editor, del libro Venezuela bajo el signo del terror, mejor conocido como Libro Negro, que me llevó por quinta vez a la cárcel como sospechoso de su edición nunca comprobada por la policía política.
Ruiz Pineda acogió con entusiasmo la idea de publicar un libro, originalmente planteada por el capitán Juan Bautista Rojas, muerto poco antes de la aparición del libro, en una rebelión militar. Leonardo llamó al editor y puso todo en marcha, con la participación y coordinación de Velásquez, con un equipo de trabajo formado por Carnevali, Hurtado y Consalvi.
El récord de detenciones y prisiones de Velásquez comienza el 27 de noviembre de 1948, en unión de Alejandro Oropeza Castillo. El 4 de abril de 1953 nos reencontramos en la Cárcel Modelo de Caracas hasta despedirnos en el mes de junio por traslado a mi larga pasantía en la Cárcel Nueva de Ciudad Bolívar. En su última prisión, el 23 de julio de 1957, Velásquez fue enviado a la misma cárcel en Bolívar, en compañía de 38 presos que permanecieron encarcelados hasta el 24 de enero de 1958, a la caída del dictador. De la cárcel irá al poder, 384 días después, el 13 de febrero de 1958, como secretario general de la Presidencia de la República, al asumirla Betancourt.
Así digo que a los méritos del insigne historiador conquistados en las barricadas de la resistencia se agregarán otros que merecen un nuevo capítulo.
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