El Día de la Ira
...Las masas estaban en las calles, pero lejos de revoluciones, querían era televisores, computadores....
CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ | EL UNIVERSAL
domingo 3 de noviembre de 2013
Después de 40 años de vagar por el desierto, expulsados sucesivamente por babilonios, asirios, egipcios (y romanos), los judíos regresaron a Palestina, de donde los quieren volver a sacar. La primera ciudad del retorno fue Jericó, protegida por legendarias e inviolables murallas de piedra. Luego del asedio, bastó el trompetazo de Josué, valiente capitán decidido a jugárselo todo, para que su acto personal arrasara las monumentales murallas de piedra y de paso, el sentido común. No hay pasión o necesidad humana que no estén expuestas con profundidad en la Biblia. Todos los mitos, falsos y verdaderos, que hoy forman la cultura occidental aparecen en el Libro y la leyenda de Jericó salta en la subconsciencia colectiva. La moraleja es válida: independientemente de la fortaleza del adversario, es necesario mantenerse en pie de lucha, porque nadie sabe qué fenómeno del azar o la necesidad puede desencadenar el triunfo.
La frase de Burke, que ya tiene el fastidioso tufillo de los lugares comunes, dice que "para que ganen los malos solo se requiere que los buenos no hagan nada", pero merece una acotación: o que hagan las cosas mal. Hasta 2006 las loqueteras de la oposición venezolana atornillaron al Galáctico y hoy se puede afirmar, ante el suicidio del gobierno, que la oposición no lo está ayudando. Por eso sus cabecillas se desgañitan insultándola, a ver si convoca una huelga, una manifestación loca o se abstiene, para meter el sable hasta la empuñadura. El error en el análisis del mito consiste en confundir la metáfora con la realidad: basta el tour de force, un acto heroico, el impromptus de un iluminado, para conquistar cualquier objetivo. La literatura está impregnada de esa mitología, de hombres cuatridotados, dispuestos a escupir el rostro del torturador. Bond enCasino Royal, y lamentablemente, para el twittero heroico los que no se inmolan a su petición, son cobardes, "funcionales", colaboracionistas.
La sangre de los otros
Al final la Historia se escribe con sangre (de los otros)... y con galones de testosterona ajena. Los dirigentes políticos deberían irse a sus casas y entregar la alternativa a toreros de prominentes entrepiernas, para verlos desde el tendido de sombra. Por más de un siglo vivarachos revolucionarios se encubrieron en esa imagen arrebatada del héroe, pero más allá de eso, lo que les permitió llegar al poder y perpetuarse en él no fue solo el Asalto al Moncada, sino una cadena interminable de crímenes que convirtieron la vida humana en el peor infierno. La revolución no es otra cosa que el crimen sistemático, meticuloso, cotidiano, polimorfo. El héroe romántico rápidamente cedió el paso al torturador, asesino, corrupto.
Luego la revolución terminó en el estercolero de la historia. Ahora se produce el hecho increíble de que muchos demócratas desesperados se convierten en revolucionarios 2.0, y cargan la trompeta de Jericó, sacada en una piñata, en el bolsillo. Piensan que basta la acción de mano, la clarinada, para que "las masas" salgan a las calles, y lo único que hace falta es una buena bragueta (o pretina) que tome la iniciativa. La candidez siempre resulta peligrosa y dañina para el objetivo, y sobre todo para los simples que se tragan semejantes pavadas. Por fortuna varias tortas recientes podrían servir para que los interfectos revisen las empacaduras de sus cajas craneales y corrijan botes de aceite, bielas fundidas. No vale descuidarse frente al mito, la versión mesocrática del Día de la Irabíblico, el día aquél, el Gran Castigo, la gran venganza, cuando el pueblo encabezado por un titán de brazo de hierro, el cuatridotado, desquitará lo sufrido. "Día de la Ira, el día aquél/ día de angustia y de aprieto/ día de devastación y desolación/día de tinieblas y oscuridad/ día de nublado y densa niebla /día de trompeta y de clamor" (Jeremías). El mentado estallido social es una visión tumultuaria de los procesos políticos que revela inanidad.
Biela fundida
En algún recoveco de la fisura de Rolando, el mito traiciona al pensamiento, y visualiza los adversarios correteando por las calles perseguidos por la justicia popular, esta vez de "los buenos". Copian la versión marxista del 27-28 de febrero, "el día que bajaron los cerros", la insurrección popular, aunque efectivamente las masas estaban en las calles, pero muy lejos de revoluciones, lo que querían era televisores, computadores y neveras, no un mundo nuevo. Solo la infinita candidez de las elites venezolanas del momento otorgó jerarquía ética, social o política a lo que no fue otra cosa que el desenfreno de las más sórdidas expresiones de la naturaleza humana, de la bestia fugada de las cadenas de la moralidad y el miedo al castigo.
Para decenas de pánfilos dirigentes un acto de delincuencia masiva se convirtió en una reacción sublime "de los pobres" contra una sociedad "egoísta", ricachona y vanidosa, indiferente al clamor, una democracia que "había fracasado", como rápidamente lo asumieron los lobos revolucionarios que estaban controlados por ovejas. El asunto es que el par de llamados que últimamente hicieron para que "las masas" salieran a volcar su ira, en vez de trompetas recibieron trompetillas. "¡Sea la espada dos, tres veces más cruel!, la espada de la carnicería que avanza alrededor... en todas las puertas he puesto yo una espada/hecha para centellear, bruñida para la matanza" (Deuteronomio). Pero en vez de esta estremecedora amenaza de la versión venezolana de El Día Aquél, sólo había una especie de rancho en la Plaza Venezuela con feas pancartas pintadas a malhumorados brochazos.
@carlosraulher
La frase de Burke, que ya tiene el fastidioso tufillo de los lugares comunes, dice que "para que ganen los malos solo se requiere que los buenos no hagan nada", pero merece una acotación: o que hagan las cosas mal. Hasta 2006 las loqueteras de la oposición venezolana atornillaron al Galáctico y hoy se puede afirmar, ante el suicidio del gobierno, que la oposición no lo está ayudando. Por eso sus cabecillas se desgañitan insultándola, a ver si convoca una huelga, una manifestación loca o se abstiene, para meter el sable hasta la empuñadura. El error en el análisis del mito consiste en confundir la metáfora con la realidad: basta el tour de force, un acto heroico, el impromptus de un iluminado, para conquistar cualquier objetivo. La literatura está impregnada de esa mitología, de hombres cuatridotados, dispuestos a escupir el rostro del torturador. Bond enCasino Royal, y lamentablemente, para el twittero heroico los que no se inmolan a su petición, son cobardes, "funcionales", colaboracionistas.
La sangre de los otros
Al final la Historia se escribe con sangre (de los otros)... y con galones de testosterona ajena. Los dirigentes políticos deberían irse a sus casas y entregar la alternativa a toreros de prominentes entrepiernas, para verlos desde el tendido de sombra. Por más de un siglo vivarachos revolucionarios se encubrieron en esa imagen arrebatada del héroe, pero más allá de eso, lo que les permitió llegar al poder y perpetuarse en él no fue solo el Asalto al Moncada, sino una cadena interminable de crímenes que convirtieron la vida humana en el peor infierno. La revolución no es otra cosa que el crimen sistemático, meticuloso, cotidiano, polimorfo. El héroe romántico rápidamente cedió el paso al torturador, asesino, corrupto.
Luego la revolución terminó en el estercolero de la historia. Ahora se produce el hecho increíble de que muchos demócratas desesperados se convierten en revolucionarios 2.0, y cargan la trompeta de Jericó, sacada en una piñata, en el bolsillo. Piensan que basta la acción de mano, la clarinada, para que "las masas" salgan a las calles, y lo único que hace falta es una buena bragueta (o pretina) que tome la iniciativa. La candidez siempre resulta peligrosa y dañina para el objetivo, y sobre todo para los simples que se tragan semejantes pavadas. Por fortuna varias tortas recientes podrían servir para que los interfectos revisen las empacaduras de sus cajas craneales y corrijan botes de aceite, bielas fundidas. No vale descuidarse frente al mito, la versión mesocrática del Día de la Irabíblico, el día aquél, el Gran Castigo, la gran venganza, cuando el pueblo encabezado por un titán de brazo de hierro, el cuatridotado, desquitará lo sufrido. "Día de la Ira, el día aquél/ día de angustia y de aprieto/ día de devastación y desolación/día de tinieblas y oscuridad/ día de nublado y densa niebla /día de trompeta y de clamor" (Jeremías). El mentado estallido social es una visión tumultuaria de los procesos políticos que revela inanidad.
Biela fundida
En algún recoveco de la fisura de Rolando, el mito traiciona al pensamiento, y visualiza los adversarios correteando por las calles perseguidos por la justicia popular, esta vez de "los buenos". Copian la versión marxista del 27-28 de febrero, "el día que bajaron los cerros", la insurrección popular, aunque efectivamente las masas estaban en las calles, pero muy lejos de revoluciones, lo que querían era televisores, computadores y neveras, no un mundo nuevo. Solo la infinita candidez de las elites venezolanas del momento otorgó jerarquía ética, social o política a lo que no fue otra cosa que el desenfreno de las más sórdidas expresiones de la naturaleza humana, de la bestia fugada de las cadenas de la moralidad y el miedo al castigo.
Para decenas de pánfilos dirigentes un acto de delincuencia masiva se convirtió en una reacción sublime "de los pobres" contra una sociedad "egoísta", ricachona y vanidosa, indiferente al clamor, una democracia que "había fracasado", como rápidamente lo asumieron los lobos revolucionarios que estaban controlados por ovejas. El asunto es que el par de llamados que últimamente hicieron para que "las masas" salieran a volcar su ira, en vez de trompetas recibieron trompetillas. "¡Sea la espada dos, tres veces más cruel!, la espada de la carnicería que avanza alrededor... en todas las puertas he puesto yo una espada/hecha para centellear, bruñida para la matanza" (Deuteronomio). Pero en vez de esta estremecedora amenaza de la versión venezolana de El Día Aquél, sólo había una especie de rancho en la Plaza Venezuela con feas pancartas pintadas a malhumorados brochazos.
@carlosraulher
TIEMPO DE PALABRA
"Maduro ha abierto la temporada de caza en contra de los dirigentes democráticos"
CARLOS BLANCO , WWW.TIEMPODEPALABRA.COM | EL UNIVERSAL
domingo 3 de noviembre de 2013
Diseño de un crimen
Es posible que el Führer se haya volteado hacia el panzón Herman Göering, el asesino serial, y con esa risita medio contenida, que permitía que el mal aliento saliera como una culebra pestilente, larga e invasiva, le habría dicho que "los tipos de nariz ganchuda, demasiado cultos, con dinero que si no exhibían era porque lo acumulaban con avaricia para que los arios no pudieran disfrutarlo, debían ser exterminados". El infecto trozo de grasa que era Göering debía hipar entre la gracia que le provocaba su jefe y la morfina que le llegaba hasta la rabadilla, mientras oía la tesis sobre la que se basaría el exterminio en masa.
No es que los judíos fueran malos en la ilustrada versión de Hitler, no; es que los judíos eran el mal. Aquí y allá el Führer descongestionaba el intestino con acusaciones cada vez más miserables, amenazantes y terroristas. Desde su empinada popularidad, generó la inmensa nube tóxica que se esparció sobre Alemania y luego sobre Europa. El discurso antisemita se volvió atmosférico; era la manera de existir de una sociedad enferma; era lo que se convertiría en obvio. La aniquilación de los judíos a partir del discurso del poder fue, apenas, una cuestión de tiempo. El Führer había fijado el objetivo: el sistema se encargaría en su momento de abrir las válvulas del gas que desinfectaría al planeta de la plaga que atormentaba a su contaminado pueblo, cuya pureza procuraba.
Cuando se destapan las primeras acciones oficiales contra los judíos, con Hitler ya instalado en el poder en enero de 1933, los jefes nazis tratarían de disimular porque no había llegado el momento. Ya llegaría. Primero había que fijar el objetivo; crear la mecánica de la segregación; expulsar a los académicos de las universidades, a los empleados de sus oficinas, a los periodistas de sus diarios. Segregar. Convertir la discriminación en algo asumido por la sociedad como natural: de un lado, los judíos; de otro, la gente.
Los grupos de asalto, "los espontáneos", los círculos nazis, darían inicio al hostigamiento. Transcurrirían algunos años antes de desatarse la furia total y homicida de los nazis. La Noche de los Cristales Rotos en las que se quemaron incontables sinagogas y comercios, se mataron decenas de judíos y se encarcelaron decenas de miles, tardaría cinco años en llegar, en 1938. Las instrucciones de Goebbels en ese momento fueron claras: "El Führer ha decidido que... las manifestaciones no deben ser preparadas u organizadas por el partido, pero en la medida que erupcionen espontáneamente, no deben ser obstaculizadas". Ese día los líderes medios del partido nazi, los paramilitares SA y los integrantes de la temible SS se sumaron al ataque "espontáneo" contra la población judía. De allí al asesinato en masa no pasaría demasiado tiempo, en 1939 contra enfermos psiquiátricos, y hacia 1942, el apogeo de los campos de exterminio.
En la sociedad contemporánea el crimen enloquecido de los nazis no volverá a ocurrir en esa escala, pero la lógica del poder criminal sigue intacta aunque sus métodos varíen.
FIJAR EL OBJETIVO. Maduro y los de su corte miserable han decidido que María Corina Machado, Henrique Capriles y Leopoldo López, constituyen "la trilogía del mal". Ellos son tres de los dirigentes que han encarnado las luchas de este tiempo en contra del autoritarismo salvaje de Chávez, ahora prolongado en forma más caricaturesca y tal vez más bárbara por Maduro, presa de su incompetencia e ilegitimidad. Maduro, al describir el trío como el enemigo, ha abierto la temporada de caza de fin de año en contra de los dirigentes democráticos. Ha dicho: esos son; los ha señalado con el dedo criminal del déspota.
Lo que había de seguir siguió, los "colectivos" inundaron Caracas de afiches con los rostros retorcidos de los tres denigrados. El llamado es a "reconocerlos", es decir, a saber que ellos son enemigos de la patria, culpables del desabastecimiento, la inflación y el crimen rampante que el régimen ha propiciado y que sin vergüenza alguna les atribuye.
Esa acusación de Maduro y la campaña de los "colectivos" falsamente espontáneos, está destinada a auspiciar o, en todo caso, tolerar un crimen contra tres ciudadanos venezolanos. Desde luego que de ocurrir algún ataque, el Gobierno "investigará hasta las últimas consecuencias" y algún bobo de la yuca será apresado como aquel que incendió el Reichstag y el Führer lo utilizó como excusa para iniciar la feroz persecución contra los opositores. Por cierto, el objetivo de Hitler entonces era convocar elecciones del Parlamento para tener una mayoría nazi de los dos tercios (digamos que a su modo era lograr el diputado 99) y aprobar una Ley Habilitante que consideraba indispensable para gobernar por decreto.
Fijado el objetivo, desatada la campaña, era natural que siguiera una lista de candidatos a la hoguera. Al día siguiente, en afiches similares a los mencionados, aparecieron rostros de empresarios.
¡Es que estos estólidos no saben vivir si no tienen una lista de a quiénes quieren perseguir!
LA INCUBADORA DE LA VIOLENCIA. El régimen nació en un baño de sangre. Alguna vez Chávez invocó la sangre purificadora. El crimen desatado baña de sangre el país. Las bandas de asaltantes, en autopistas y caravanas funerarias, dentro y fuera de las policías, dentro y fuera de las cárceles, hacen de las suyas. Cada vez que habla Nicolás Maduro o su competidor, Diosdado Cabello, lo que hacen es amenazar: "que no se equivoquen", "sabemos dónde están", "no se podrán esconder", "no habrá contemplaciones", "después no se quejen"; advertencias que funcionan como preludio de un garrote que vendrá. Es una amenaza, sí; pero es una amenaza fundada en el miedo, en la imprecisa conciencia de que esto que ellos han representado se termina, languidece, se muere en medio del caos. Nunca pensaron que la moneda del imperio, el dólar, mediante su escasez o ausencia sería el verde fosforescente que anunciaría algo que si no es el final se le parece demasiado, su mueca torcida y sus dientes pelados y puyudos son idénticos.
Si a estos antecedentes y a este contexto se unen las incitaciones a la violencia para impedir la protesta popular y un lenguaje cada vez más agresivo, pudiera el gobierno estar en el intento de crear condiciones para la suspensión de las elecciones. Quien esto escribe confió alguna vez en que una tenue iluminación podría enderezar el rumbo de una nave al garete, pero el cambio tenía que haber sido deseado y el dúo Maduro-Cabello no estuvo en esa tesitura. Pero, aún si hubiese tiempo ahora, no tiene modo de hacerlo.
Lo que saldrá de este batiburrillo nadie lo sabe ni nadie lo controla. Hace rato ya no es un asunto de gobierno y oposición, sino de algo que lo supera: el reino del caos, inmanejable, brutal. Entretanto, cunde la insoportable y devastadora idea de que si esto no cambia, hoy será peor que ayer y mañana peor que hoy.
Twitter @carlosblancog
Es posible que el Führer se haya volteado hacia el panzón Herman Göering, el asesino serial, y con esa risita medio contenida, que permitía que el mal aliento saliera como una culebra pestilente, larga e invasiva, le habría dicho que "los tipos de nariz ganchuda, demasiado cultos, con dinero que si no exhibían era porque lo acumulaban con avaricia para que los arios no pudieran disfrutarlo, debían ser exterminados". El infecto trozo de grasa que era Göering debía hipar entre la gracia que le provocaba su jefe y la morfina que le llegaba hasta la rabadilla, mientras oía la tesis sobre la que se basaría el exterminio en masa.
No es que los judíos fueran malos en la ilustrada versión de Hitler, no; es que los judíos eran el mal. Aquí y allá el Führer descongestionaba el intestino con acusaciones cada vez más miserables, amenazantes y terroristas. Desde su empinada popularidad, generó la inmensa nube tóxica que se esparció sobre Alemania y luego sobre Europa. El discurso antisemita se volvió atmosférico; era la manera de existir de una sociedad enferma; era lo que se convertiría en obvio. La aniquilación de los judíos a partir del discurso del poder fue, apenas, una cuestión de tiempo. El Führer había fijado el objetivo: el sistema se encargaría en su momento de abrir las válvulas del gas que desinfectaría al planeta de la plaga que atormentaba a su contaminado pueblo, cuya pureza procuraba.
Cuando se destapan las primeras acciones oficiales contra los judíos, con Hitler ya instalado en el poder en enero de 1933, los jefes nazis tratarían de disimular porque no había llegado el momento. Ya llegaría. Primero había que fijar el objetivo; crear la mecánica de la segregación; expulsar a los académicos de las universidades, a los empleados de sus oficinas, a los periodistas de sus diarios. Segregar. Convertir la discriminación en algo asumido por la sociedad como natural: de un lado, los judíos; de otro, la gente.
Los grupos de asalto, "los espontáneos", los círculos nazis, darían inicio al hostigamiento. Transcurrirían algunos años antes de desatarse la furia total y homicida de los nazis. La Noche de los Cristales Rotos en las que se quemaron incontables sinagogas y comercios, se mataron decenas de judíos y se encarcelaron decenas de miles, tardaría cinco años en llegar, en 1938. Las instrucciones de Goebbels en ese momento fueron claras: "El Führer ha decidido que... las manifestaciones no deben ser preparadas u organizadas por el partido, pero en la medida que erupcionen espontáneamente, no deben ser obstaculizadas". Ese día los líderes medios del partido nazi, los paramilitares SA y los integrantes de la temible SS se sumaron al ataque "espontáneo" contra la población judía. De allí al asesinato en masa no pasaría demasiado tiempo, en 1939 contra enfermos psiquiátricos, y hacia 1942, el apogeo de los campos de exterminio.
En la sociedad contemporánea el crimen enloquecido de los nazis no volverá a ocurrir en esa escala, pero la lógica del poder criminal sigue intacta aunque sus métodos varíen.
FIJAR EL OBJETIVO. Maduro y los de su corte miserable han decidido que María Corina Machado, Henrique Capriles y Leopoldo López, constituyen "la trilogía del mal". Ellos son tres de los dirigentes que han encarnado las luchas de este tiempo en contra del autoritarismo salvaje de Chávez, ahora prolongado en forma más caricaturesca y tal vez más bárbara por Maduro, presa de su incompetencia e ilegitimidad. Maduro, al describir el trío como el enemigo, ha abierto la temporada de caza de fin de año en contra de los dirigentes democráticos. Ha dicho: esos son; los ha señalado con el dedo criminal del déspota.
Lo que había de seguir siguió, los "colectivos" inundaron Caracas de afiches con los rostros retorcidos de los tres denigrados. El llamado es a "reconocerlos", es decir, a saber que ellos son enemigos de la patria, culpables del desabastecimiento, la inflación y el crimen rampante que el régimen ha propiciado y que sin vergüenza alguna les atribuye.
Esa acusación de Maduro y la campaña de los "colectivos" falsamente espontáneos, está destinada a auspiciar o, en todo caso, tolerar un crimen contra tres ciudadanos venezolanos. Desde luego que de ocurrir algún ataque, el Gobierno "investigará hasta las últimas consecuencias" y algún bobo de la yuca será apresado como aquel que incendió el Reichstag y el Führer lo utilizó como excusa para iniciar la feroz persecución contra los opositores. Por cierto, el objetivo de Hitler entonces era convocar elecciones del Parlamento para tener una mayoría nazi de los dos tercios (digamos que a su modo era lograr el diputado 99) y aprobar una Ley Habilitante que consideraba indispensable para gobernar por decreto.
Fijado el objetivo, desatada la campaña, era natural que siguiera una lista de candidatos a la hoguera. Al día siguiente, en afiches similares a los mencionados, aparecieron rostros de empresarios.
¡Es que estos estólidos no saben vivir si no tienen una lista de a quiénes quieren perseguir!
LA INCUBADORA DE LA VIOLENCIA. El régimen nació en un baño de sangre. Alguna vez Chávez invocó la sangre purificadora. El crimen desatado baña de sangre el país. Las bandas de asaltantes, en autopistas y caravanas funerarias, dentro y fuera de las policías, dentro y fuera de las cárceles, hacen de las suyas. Cada vez que habla Nicolás Maduro o su competidor, Diosdado Cabello, lo que hacen es amenazar: "que no se equivoquen", "sabemos dónde están", "no se podrán esconder", "no habrá contemplaciones", "después no se quejen"; advertencias que funcionan como preludio de un garrote que vendrá. Es una amenaza, sí; pero es una amenaza fundada en el miedo, en la imprecisa conciencia de que esto que ellos han representado se termina, languidece, se muere en medio del caos. Nunca pensaron que la moneda del imperio, el dólar, mediante su escasez o ausencia sería el verde fosforescente que anunciaría algo que si no es el final se le parece demasiado, su mueca torcida y sus dientes pelados y puyudos son idénticos.
Si a estos antecedentes y a este contexto se unen las incitaciones a la violencia para impedir la protesta popular y un lenguaje cada vez más agresivo, pudiera el gobierno estar en el intento de crear condiciones para la suspensión de las elecciones. Quien esto escribe confió alguna vez en que una tenue iluminación podría enderezar el rumbo de una nave al garete, pero el cambio tenía que haber sido deseado y el dúo Maduro-Cabello no estuvo en esa tesitura. Pero, aún si hubiese tiempo ahora, no tiene modo de hacerlo.
Lo que saldrá de este batiburrillo nadie lo sabe ni nadie lo controla. Hace rato ya no es un asunto de gobierno y oposición, sino de algo que lo supera: el reino del caos, inmanejable, brutal. Entretanto, cunde la insoportable y devastadora idea de que si esto no cambia, hoy será peor que ayer y mañana peor que hoy.
Twitter @carlosblancog
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