Lectura Tangente
02/11/2013 10:08:29 p.m.Luz para el futuro
- Columnista, Notitarde, Ramón Guillermo Aveledo (Notitarde / )
Francisco, el primer pontífice latinoamericano, ha traído nuevos y buenos aires a la Iglesia eterna, y al mundo una natural frescura para ayudarnos a encarar grandes y graves asignaturas pendientes.
Desde el mismo instante del anuncio de su elección, se sintió que aquel hombre sencillo y de buen humor traería, en su equipaje humano, cosas buenas para compartirlas con esta humanidad doliente, desconcertada, pero siempre esperanzada.
Han sido los gestos, que significan y valen, y las palabras que orientan. Juan Pablo y Benedicto fueron la intelectualidad y la doctrina, aquél con el carisma magnético que lo hacía maravillosamente cercano y éste con el rigor profesoral de un académico. Cuando oí al Papa polaco por primera vez en la Plaza me impactó su fuerza. Con Ratzinger, a quien también vi desde los adoquines del pueblo llano, me impresionó una modestia casi dulce que contrastaba con la imagen mediática. Pero si el instante vale, y mucho, no puede perderse la perspectiva histórica. Pablo VI y Juan XXIII dirigieron cambios de gran importancia a una institución sagrada y, no lo olvidemos, humana. Maestra de vida. Condición que trae consigo la de estudiosa, de discípula de la vida. Sino, ¿cómo se aprende a enseñarla?
Francisco empezó por escoger ese nombre que denota humildad y a asumir el pontificado con sencillez de párroco. Un Papa de la gente quiere ser. Todos lo son, por esencia cristiana. Pero a éste no le basta que se sepa, quiere además que se sienta.
Sencillez, ojo, que no es superficialidad. Su primera encíclica, Lumen Fidei, La Luz de la Fe, nos lo presenta en toda su dimensión. La fe no es oscuridad, es luz. Cita a Nietzsche en su crítica al cristianismo. Entiende la objeción contemporánea. La fe no basta en tiempos de razón e innovación. Pero Francisco nos llama a una luz por descubrir, “transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud, y se nos abre la mirada al futuro.”
Al voltear de esa esquina del pesimismo de la inteligencia, la salida a las trampas y laberintos del presente está en las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad.
El Papa que recuerda a Samuel y a David, quienes por su fe pudieron “administrar justicia”, expresión cuyo significado desentraña como relativa “a su justicia para gobernar, a esa sabiduría que lleva paz al pueblo”, recibirá a Henrique Capriles la semana próxima. Otra muestra de paternal atención hacia Venezuela nuestra patria. Es una bendición.
Desde el mismo instante del anuncio de su elección, se sintió que aquel hombre sencillo y de buen humor traería, en su equipaje humano, cosas buenas para compartirlas con esta humanidad doliente, desconcertada, pero siempre esperanzada.
Han sido los gestos, que significan y valen, y las palabras que orientan. Juan Pablo y Benedicto fueron la intelectualidad y la doctrina, aquél con el carisma magnético que lo hacía maravillosamente cercano y éste con el rigor profesoral de un académico. Cuando oí al Papa polaco por primera vez en la Plaza me impactó su fuerza. Con Ratzinger, a quien también vi desde los adoquines del pueblo llano, me impresionó una modestia casi dulce que contrastaba con la imagen mediática. Pero si el instante vale, y mucho, no puede perderse la perspectiva histórica. Pablo VI y Juan XXIII dirigieron cambios de gran importancia a una institución sagrada y, no lo olvidemos, humana. Maestra de vida. Condición que trae consigo la de estudiosa, de discípula de la vida. Sino, ¿cómo se aprende a enseñarla?
Francisco empezó por escoger ese nombre que denota humildad y a asumir el pontificado con sencillez de párroco. Un Papa de la gente quiere ser. Todos lo son, por esencia cristiana. Pero a éste no le basta que se sepa, quiere además que se sienta.
Sencillez, ojo, que no es superficialidad. Su primera encíclica, Lumen Fidei, La Luz de la Fe, nos lo presenta en toda su dimensión. La fe no es oscuridad, es luz. Cita a Nietzsche en su crítica al cristianismo. Entiende la objeción contemporánea. La fe no basta en tiempos de razón e innovación. Pero Francisco nos llama a una luz por descubrir, “transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud, y se nos abre la mirada al futuro.”
Al voltear de esa esquina del pesimismo de la inteligencia, la salida a las trampas y laberintos del presente está en las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad.
El Papa que recuerda a Samuel y a David, quienes por su fe pudieron “administrar justicia”, expresión cuyo significado desentraña como relativa “a su justicia para gobernar, a esa sabiduría que lleva paz al pueblo”, recibirá a Henrique Capriles la semana próxima. Otra muestra de paternal atención hacia Venezuela nuestra patria. Es una bendición.
EL PAPA FRANCISCO
Francisco en el ángelus: Dejemos que Jesús nos llame por nuestro nombre
Invita a dejarnos cambiar y transformar nuestro corazón de piedra en corazón de carne
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 03 de noviembre de 2013 (Zenit.org) - El santo padre rezó este domingo el ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico ante la multitud que llenaba la plaza de San Pedro.
A continuación el texto de las palabras del santo padre con las improvisaciones.
Queridos hermanos y hermanas. ¡Buenos días! La página del evangelio de Lucas de este domingo nos muestra a Jesús que en su camino hacia Jerusalén entra en la ciudad de Jericó. Esta es la última etapa de una viaje que reasume en sí el sentido de toda la vida de Jesús, dedicada a intentar salvar a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Pero cuanto más el camino se acerca a la meta, tanto más entorno de Jesús se va cerrando el círculo de hostilidad.
Y mismo en Jericó sucedió uno de los eventos más gozosos narrados por san Lucas: la conversión de Zaqueo. Este hombre es una oveja perdida, es despreciado y 'excomulgado' porque es un publicano, más aún, el jefe de los publicanos de la ciudad, amigo de los odiados ocupantes romanos, un ladrón y un explotador. Una 'linda figura...' es así.
Impedido de acercarse a Jesús, probablemente debido a su mala fama y siendo pequeño de estatura, Zaqueo se trepa a un árbol para poder ver al Maestro que pasa. Este gesto exterior, un poco ridículo, expresa entretanto el acto interior del hombre que intenta ponerse por encima de la multitud para tener un contacto con Jesús. Zaqueo mismo, no entiende el sentido profundo de su gesto, no sabe bien por qué hace esto pero lo hace. Tampoco osa esperar que pueda ser superada la distancia que lo separa del Señor, se resigna a verlo solamente pasar.
Pero Jesús cuando llega cerca de ese árbol lo llama por su nombre: 'Zaqueo, baja rápido, porque hoy voy a detenerme en tu casa”. Aquel hombre pequeño de estatura, rechazado por todos y distante de Jesús está como perdido en el anonimato. Pero Jesús lo llama y aquel nombre, Zaqueo, en el idioma de aquel tiempo tiene un hermoso significado lleno de alusiones. Zaqueo de hecho significa: Dios recuerda.
Y Jesús va a la casa de Zaqueo, suscitando las críticas de toda la gente de Jericó: porque también en aquel tiempo de habladurías había tanto. Y la gente decía: ¿pero cómo, con toda la buena gente que hay en la ciudad va a quedarse nada menos que a lo de aquel publicano? Sí, porque él estaba perdido y Jesús dice: 'Hoy en esta casa vino la salvación, porque también él es hijo de Abrahán'. En la casa de Zaqueo aquel día entró la alegría, entró la paz, entró la salvación, entró Jesús.
No hay profesión ni condición social, no hay pecado o crimen de cualquier tipo que sea, que pueda borrar de la memoria y del corazón de Dios uno solo de sus hijos. Dios recuerda, siempre, no se olvida de nadie de los que ha creado; él es padre, siempre a la espera vigilante y amorosa con el deseo ver renacer en el corazón del hijo el deseo de volver a casa. Y cuando reconoce aquel deseo, aunque fuera solamente dado a entender, y tantas veces casi inconsciente, le está a su lado y con su perdón vuelve más leve el camino de la conversión y del regreso.
Miremos a Zaqueo hoy en el árbol, ridículo, pero es un gesto de salvación, pero yo te digo a ti, si tú tienes un peso sobre tu consciencia, si tú tienes vergüenza de tantas cosas que has cometido, detente un poco, no te asustes, piensa que alguien te espera porque nunca ha dejado de acordarse de ti, de recordarte, y ese es tu padre Dios. Trépate, como ha hecho Zaqueo, sube sobre el árbol del deseo de ser transformado. Yo les aseguro que que no serán desilusionados. Jesús, es misericordioso y nunca se cansa de perdonarnos. Así es Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, dejemos nosotros también que Jesús nos llame por nuestro nombre. En lo profundo de nuestro corazón escuchemos su voz que nos dice: 'Hoy tengo que quedarme en tu casa', yo quiero detenerme en tu casa, en tu corazón, o sea en tu vida. Recibámoslo con alegría. El puede cambiarnos, puede transformar nuestro corazón de piedra en corazón de carne. Puede liberarnos del egoísmo y hacer de nuestra vida un dono de amor. Jesús puede hacerlo, déjate mirar por Jesús.
A continuación el texto de las palabras del santo padre con las improvisaciones.
Queridos hermanos y hermanas. ¡Buenos días! La página del evangelio de Lucas de este domingo nos muestra a Jesús que en su camino hacia Jerusalén entra en la ciudad de Jericó. Esta es la última etapa de una viaje que reasume en sí el sentido de toda la vida de Jesús, dedicada a intentar salvar a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Pero cuanto más el camino se acerca a la meta, tanto más entorno de Jesús se va cerrando el círculo de hostilidad.
Y mismo en Jericó sucedió uno de los eventos más gozosos narrados por san Lucas: la conversión de Zaqueo. Este hombre es una oveja perdida, es despreciado y 'excomulgado' porque es un publicano, más aún, el jefe de los publicanos de la ciudad, amigo de los odiados ocupantes romanos, un ladrón y un explotador. Una 'linda figura...' es así.
Impedido de acercarse a Jesús, probablemente debido a su mala fama y siendo pequeño de estatura, Zaqueo se trepa a un árbol para poder ver al Maestro que pasa. Este gesto exterior, un poco ridículo, expresa entretanto el acto interior del hombre que intenta ponerse por encima de la multitud para tener un contacto con Jesús. Zaqueo mismo, no entiende el sentido profundo de su gesto, no sabe bien por qué hace esto pero lo hace. Tampoco osa esperar que pueda ser superada la distancia que lo separa del Señor, se resigna a verlo solamente pasar.
Pero Jesús cuando llega cerca de ese árbol lo llama por su nombre: 'Zaqueo, baja rápido, porque hoy voy a detenerme en tu casa”. Aquel hombre pequeño de estatura, rechazado por todos y distante de Jesús está como perdido en el anonimato. Pero Jesús lo llama y aquel nombre, Zaqueo, en el idioma de aquel tiempo tiene un hermoso significado lleno de alusiones. Zaqueo de hecho significa: Dios recuerda.
Y Jesús va a la casa de Zaqueo, suscitando las críticas de toda la gente de Jericó: porque también en aquel tiempo de habladurías había tanto. Y la gente decía: ¿pero cómo, con toda la buena gente que hay en la ciudad va a quedarse nada menos que a lo de aquel publicano? Sí, porque él estaba perdido y Jesús dice: 'Hoy en esta casa vino la salvación, porque también él es hijo de Abrahán'. En la casa de Zaqueo aquel día entró la alegría, entró la paz, entró la salvación, entró Jesús.
No hay profesión ni condición social, no hay pecado o crimen de cualquier tipo que sea, que pueda borrar de la memoria y del corazón de Dios uno solo de sus hijos. Dios recuerda, siempre, no se olvida de nadie de los que ha creado; él es padre, siempre a la espera vigilante y amorosa con el deseo ver renacer en el corazón del hijo el deseo de volver a casa. Y cuando reconoce aquel deseo, aunque fuera solamente dado a entender, y tantas veces casi inconsciente, le está a su lado y con su perdón vuelve más leve el camino de la conversión y del regreso.
Miremos a Zaqueo hoy en el árbol, ridículo, pero es un gesto de salvación, pero yo te digo a ti, si tú tienes un peso sobre tu consciencia, si tú tienes vergüenza de tantas cosas que has cometido, detente un poco, no te asustes, piensa que alguien te espera porque nunca ha dejado de acordarse de ti, de recordarte, y ese es tu padre Dios. Trépate, como ha hecho Zaqueo, sube sobre el árbol del deseo de ser transformado. Yo les aseguro que que no serán desilusionados. Jesús, es misericordioso y nunca se cansa de perdonarnos. Así es Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, dejemos nosotros también que Jesús nos llame por nuestro nombre. En lo profundo de nuestro corazón escuchemos su voz que nos dice: 'Hoy tengo que quedarme en tu casa', yo quiero detenerme en tu casa, en tu corazón, o sea en tu vida. Recibámoslo con alegría. El puede cambiarnos, puede transformar nuestro corazón de piedra en corazón de carne. Puede liberarnos del egoísmo y hacer de nuestra vida un dono de amor. Jesús puede hacerlo, déjate mirar por Jesús.
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