Cantante y compositor Yordano Di Marzo / Foto cortesía www.gastronomiaenvenezuela.com.ve
Nueva York, esa capital del mundo que todos quieren caminar, oler, sentir, es hoy para Yordano Di Marzo una ciudad para mirar a través de una ventana. La ventana del apartamento que Yuri Bastidas, su dedicada esposa, ha acondicionado hasta convertir en el mejor lugar para que se recupere del exitoso trasplante de médula al que se sometió el 23 de enero; ese pequeño espacio en el que compone, escucha música, dibuja y piensa mucho sobre el hombre que es hoy.
Han pasado 121 días desde aquel trasplante y 19 meses desde que aparecieron los primeros síntomas de lo que en febrero de 2014 le fue diagnosticado como síndrome mielodisplásico, una enfermedad en la que la célula madre de la médula ósea produce células anómalas incapaces de realizar sus funciones habituales.
Comenzaba, entonces, una larga batalla cuyo primer obstáculo era vencer la negación, aceptar la enfermedad. La palabra cáncer no estaba en el diccionario de Giordano, el hijo mayor de Vincenzo y Silvana; el hermano de Evio; el padre de Adela, Isabella, Camila y Luna; el esposo de Yuri; el abuelo de Silvana; el músico, el amigo. “Él no quería que nadie se enterara porque pensaba que el primer tratamiento iba a revertir el diagnóstico. Evitaba la palabra cáncer. Yo le decía: ‘Mientras más lo niegues, más difícil será’. Se molestaba, peleábamos. Teníamos mucho miedo”, recuerda por teléfono la esposa del cantautor, en una calurosa tarde de Nueva York.
En este momento, el hombre que el 27 de octubre cumplirá 64 años y que llegó en barco a Caracas desde su Roma natal, reconoce que no fue lo mejor. “Lo negué durante mucho tiempo, diría que demasiado. Aceptar que tenía cáncer era admitir que podía terminar enfermo de leucemia”, dice Yordano, hoy con 20 kilos menos y un porcentaje considerable de masa muscular perdido. “Yo creía que con la quimioterapia íbamos a alcanzar resultados positivos. Pero después de 6 sesiones estábamos en el mismo punto. Fue decepcionante. Entonces nos preparamos para el trasplante de médula; era lo que me tocaba, lo que ya me habían comentado los doctores. Y fue muy difícil concientizar que iba a estar un año sin trabajar, dedicado a una lenta y difícil recuperación”.
Pero en medio de tanta incertidumbre había algo con lo que Yordano y su familia no contaban: la solidaridad de los venezolanos, esos que donaron las ampollas para la quimioterapia; que llenaron cada uno de los conciertos ofrecidos para recaudar fondos; los que escribieron correos; los que oraron; los que enviaron estampitas de santos y vírgenes; los que lloraron cuando aquel hombre de inmensa humanidad y cabello blanco reveló entre lágrimas, en el programa de Ismael Cala, que padecía la enfermedad.
—¿Se sabía tan querido por la gente?
—No, la verdad, no. Me ha costado mucho aceptarlo. Es algo contradictorio. Llevo más de 39 años tocando, haciendo discos, ofreciendo conciertos. Sentía la cercanía de personas que te comentan un tema, sus vivencias con mis canciones; pero todo el cariño que me han manifestado desde que hice pública mi enfermedad ha sido conmovedor. Tanta gente pendiente de mí sin ser invasiva, respetando mis silencios, los de mi familia. Gente que con tanta fe y fuerza me dice que todo va a salir bien. Me he sentido sobrecogido por eso. Y aún no sé cómo manejarlo. No sé qué hacer con tanto amor, con tanto cariño. Lo único que me queda es agradecer todos los días por esto.
Cuando todos los caminos condujeron al trasplante de médula apareció César Miguel Rondón con un nombre, Sergio Giralt, oncólogo venezolano graduado en la Universidad Central de Venezuela, especialista en trasplantes de médula ósea del Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York. “Es un doctor muy espiritual, que en los momentos más difíciles que nos han tocado siempre ha tenido una sonrisa, una palabra que reconforta”, dice Bastidas.
Después de muchos exámenes, en Caracas y en Nueva York, comenzó la búsqueda de un donante que fuera al menos 70% compatible con Yordano. Pero apareció un donante gemelo cuya médula era 100% compatible con la del autor de “Por estas calles”. La operación estaba fijada para finales de año, pero ese personaje anónimo solo pidió que se realizara después de las fiestas decembrinas. Y así se hizo: el 23 de enero el cantante entró en quirófano a sabiendas de que una nueva vida estaba por comenzar para él.
—¿Tuvo miedo?
—Yo también me negué a sentir miedo, lo que hizo que aparecieran todos los dolores posibles en mi organismo. Pero en ningún momento hubo alguna complicación relacionada con la enfermedad. Creo que somaticé el miedo y al final pasó todo lo que tenía que pasar. Hubo momentos muy difíciles de los que nunca tuve conciencia porque los medicamentos me sacaron del mundo real.
Recuerda Yuri Bastidas, su mejor compañera de equipo en esta travesía, que fueron días de mucha oración, de fe ciega, en los que descubrió todo lo paciente que podía ser, una faceta para ella desconocida de su personalidad. “Yo soy una mujer de carácter muy fuerte, acostumbrada a tomar decisiones y a decir lo que se va a hacer. En estos momentos no puedo dar una orden a nadie. Y he aprendido mucho de mí en este proceso”, reflexiona la esposa que renunció a un sinfín de cosas por acompañar al hombre que ama y admira en tan complicada y a la vez aleccionadora situación; una madre que extraña a su hija Miranda, una adolescente de 13 años que quedó al cuidado de su abuela materna, pero con la que habla todos los días y con la que se reencontrará en los próximos meses.
Porque es ahora que la esposa de Yordano se permite llorar. Y bastante. “Antes no tenía tiempo. No quería perderme de nada de lo que sucedía en el hospital. Se me pasaban los días en bata, con mis guantes y mi tapa boca”. Se ha convertido, también, en una suerte de memoria externa de su pareja, porque mucho de lo que sucedió aquellos días antes y después del trasplante el músico no lo recuerda. “Yo no tengo conciencia de muchas cosas que pasaron durante esos días. Estuve como fuera de este mundo”, cuenta el intérprete entre risas.
—¿Es hoy un hombre de fe?
—Siempre he tenido fe y voluntad. Pero siempre he sido realista en cuanto a lo que a uno le toca vivir. Y en la realidad pasan estas cosas. Yo, tan escéptico como soy, me he dado cuenta de que hay gente buena, que está y es capaz de dar sin esperar nada a cambio. Me siento algo culpable porque yo no soy así. Y entonces me encuentro con gente que me dice: “Mereces todo lo que te dan, porque tú has dado mucho”. Y no sé realmente qué tanto he dado. De lo que estoy seguro es que he sido un buen padre para mis hijas. Y en este tiempo me ha costado mucho no estar cerca de ellas. Estamos conectados a través de la tecnología, pero el contacto físico, la presencia, hace falta. Es otra cosa.
—¿Qué música le ha acompañado en todo este proceso?
—Casi siempre en las noches, antes de acostarme, agarro el iPad, me pongo los audífonos y me paseo por Youtube. Siempre recuerdo cosas que me gustan y las busco. Aunque yo no soy de escuchar jazz, recordé a Chet Baker, un trompetista genial que toca balada jazz y me ha ayudado a relajarme mucho. Cierro los ojos, lo oigo y me calma el espíritu.
—¿Ha escrito canciones últimamente?
—Sí, pero trato de no hacer temas que tengan que ver con lo que me está sucediendo. Si salen, bien, pero no es algo premeditado. Tampoco pretendo contar esta historia en una canción. Estoy pensando en otras cosas. La vida cambió para mí, creo que yo no tanto.
“Uno tiene la sensación de que va a ser eterno”, dice Yordano. “Me pasó luego de la muerte de mi madre, algo que no esperé nunca. Y a partir de entonces me empecé a cuestionar muchas cosas sobre la existencia. Lo que es importante, a lo que debo realmente hacerle caso, de lo que me tengo que liberar. Entre otras muchas cosas, pienso en eso”.
—¿Y cuál ha sido el pensamiento recurrente?
—No sabría decirte. Han pasado muchas cosas. Pero medito mucho sobre lo que esto ha significado para mí, para mi familia, para Yuri, cómo lo estamos viviendo juntos y mirando hacia adelante. No sé qué pasará mañana. Pero sí sé que todo lo que ha ocurrido ha sido positivo. Muy positivo. Hoy siento que tengo una vida interior muy rica, puedo quedarme pensando horas y horas. Hay muchas cosas que han cambiado, tengo los sentimientos intactos, pero estoy tratando de encontrarme. Y se me ha hecho difícil.
Yordano señala que, a veces, hasta componer y tocar guitarra le cansan. Desde que fue trasplantado no ve mucha televisión. Eso sí, no se pierde un capítulo de Game of Thrones, tampoco de la recién concluida Mad Men o un partido del Barcelona y la Juventus de sus amores. Prefiere dibujar. Trabaja por estos días en la carátula del que será su nuevo disco. “Hice un boceto sencillo, nada muy elaborado. Espero por los comentarios de mi hija”.
—¿Cómo es hoy su día a día en Nueva York?
—La mayoría del tiempo veo la ciudad por la ventana. A dos cuadras de casa me queda el hospital, así que camino muy poco para llegar allí y es que, además, me canso muy rápido. Estoy muy débil. Debo evitar los sitios en los que hay mucha gente. Algunas veces vamos a comer fuera, pero hay que dar instrucciones muy precisas a los mesoneros de cómo hacer las cosas. Pero tengo que caminar porque he perdido mucha masa muscular y debo fortalecerla. En eso estamos.
—¿Qué se siente ser un sobreviviente?
—Tengo que cuidarme mucho. Y todavía estamos en ese proceso, que es algo muy fuerte, porque aunque me sienta muy bien todavía soy un paciente de alto riesgo. El año que viene, por ejemplo, es que comienzan a vacunarme contra las enfermedades de la niñez. Sí he recuperado mucha energía. Estar cerca de la muerte te hace tomar conciencia de muchas cosas. Aceptar que estarás un año fuera de circulación es muy duro. Todavía estoy sobreviviendo.
Yordano asegura que se ha entregado a hacer lo que le dicen porque no tiene otra opción, aunque reconoce que a veces le cuesta un poco. “Quiero vivir un tiempo más, tengo ganas de hacerlo, así que me cuidaré. Y mucho. Haré todo lo que me digan para lograrlo”.
Hace tres meses su esposa siente que lo tiene “de vuelta”. Desde que salieron del hospital tratan, en la medida de lo posible, de llevar una vida normal. Pequeñas caminatas, comidas fuera de casa, encuentro con amigos. Lo peor pareciera haber pasado. “Ni siquiera es un mal recuerdo, es un sueño lejano”, afirma Yuri Bastidas.
Falta educar las células, dice Yordano. Tratar de que su sistema inmunológico deje de estar deprimido. En equipo, como desde el primer día, los Di Marzo Bastidas siguen rezando y agradeciendo a quienes los han acompañado en este largo año.
Ahora el matrimonio ve a través de la ventana de su apartamento cómo cambia de estación. Se fue el invierno, llegó la primavera y ya se preparan para el verano. Solo esperan el momento en que Caracas esté a la vista. Y Yordano, el artista, sobre el escenario. Cantándole a la ciudad, cantándonos a todos.
—¿Piensa en el futuro?
—Nunca. Ni antes ni ahora. Vivo el presente, que es enfrentarse todos los días con esta situación que me ha tocado vivir. Y gracias a Dios tengo con quien compartirla. Un día a la vez.
Con información de El Nacional.com
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