La migración, un desafío universal para las familias
El Sínodo de los Obispos sobre la familia prosigue con los trabajos y los debates en los círculos menores
Por Rocío Lancho García
Ciudad del Vaticano, 08 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Ciudad del Vaticano, 08 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El Sínodo de los Obispos dedicado a la familia afronta desde el martes por la tarde, en pequeños grupos llamados círculos menores, los temas a tratar en esta primera semana de Sínodo. Uno de los desafíos que se ha sentido como común, ha sido la migración como un factor influyente en los retos relacionados con la familia. Cada continente, cada país e incluso cada región presenta unas problemáticas y unos desafíos concretos, pero lo que supone la migración como fenómeno desintegrador de las familias es un reto transversal para toda la Iglesia.
Así lo han transmitido en la rueda de prensa que tuvo lugar esta mañana en la Sala de Prensa del Vaticano, los padres sinodales que participaron: monseñor Charles Palmer Buckle, arzobispo de Accra (Ghana); su Beatitud Ignace Youssif III Younan, patriarca de Antioquía y el cardenal italiano Edoardo Menichelli, arzobispo de Ancona-Osimo.
En concreto, el patriarca observó que en su región, Oriente Medio, están “muy preocupados ante la situación que se está creando en nuestras comunidades cristianas”. "Es una situación catastrófica, nuestras familias se están desgarrando", advirtió. Por eso, explicó que las familias “hacen todo lo posible para salir de ese infierno, en particular Irak y Siria”. Y aseguró que “nosotros estamos allí para ayudar e inspirar confianza pero nos sentimos impotentes ante esta situación tan trágica. Y lamentamos no poder convencer a nuestros jóvenes, a las nuevas generaciones, para que permanezcan arraigados en sus países”.
Por su parte, el cardenal Italiano Menichelli subrayó también que en el problema de la migración “estamos para la acogida y nos preguntamos por qué sucede esto y por qué ahora”.
También el obispo de Ghana, precisó que en lo que concierne a su país “siempre hemos informado sobre la precariedad de la situación y destrucción que produce en las familias”.
El patriarca Younan, insistió en la dificultad que está viviendo Oriente Medio, no solo por la inseguridad si no por la persecución. Y advirtió que “hacemos todo los posible para dar voz a estas personas, víctimas de las persecuciones y hacer que Occidente conozca el problema, se entere de la situación”. Asimismo condenó que “nos sentimos olvidados y hasta traicionados por los países occidentales”. Porque parece --explicó-- que algunas instituciones occidentales se basan en el oportunismo económico.
Por ello, el patriarca de Antioquía aseguró que “son dramas que no se trata solo de contar porque estamos en una situación difícil cuando vemos e intentamos aliviar el sufrimiento y hacemos lo posible para que todo el mundo se entere y se abandone el oportunismo”.
'Entre los padres sinodales me impresiona el ambiente de fraternidad'
Entrevista al presidente de la Conferencia Episcopal Peruana. 'Los jóvenes aprovechen el noviazgo para prepararse y no como una diversión'
Por Sergio Mora
Ciudad del Vaticano, 08 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
Ciudad del Vaticano, 08 de octubre de 2015 (ZENIT.org)
El presidente de la Conferencia episcopal peruana, Salvador Piñeiro García Calderón, OFM, es uno de los obispos que participan al Sínodo de los obispos sobre la familia que se inició el lunes en Roma y concluye el 25 de este mes.
El arzobispo de Ayacucho le explicó a ZENIT en esta entrevista, la gran fraternidad que existe entre los padres sinodales, los problemas que vive la institución de la familia en Perú y en su región andina, así como la necesidad de apostar en la familia, de ayudar a los jóvenes a que no vivan el noviazgo 'como un vacilón', y ayudar a los jóvenes esposos, especialmente en los primeros años de matrimonio.
¿Cuál es el ambiente del sínodo y las preocupaciones?
-- Mons. Piñeiro: Hay dos cosas que me impresionan muchísimo, la primera es el ambiente fraterno. Estoy alojado en la casa sacerdotal en donde hay 48 obispos con diversos idiomas y tareas, ¡pero que ambiente tan fraterno! Comenzamos en la mañana con la liturgia, la eucaristía. Claro en cada grupo coincidimos por el idioma o por afinidad de trabajo. Compartimos también el camino hasta el aula sinodal.
La segunda, son las mismas preocupaciones sobre la familia, ésto nos urge. Hemos nacido en un hogar, yo me he ganado el derecho de hablar de la familia porque allí aprendí a amar a Jesús, a servir a la Iglesia por el amor de mis padres. Ellos me dieron mi existencia y primero mi mamá y después mi papá murieron en mis brazos. El anillo que llevo de obispo me lo regalaron mis hermanos y es hecho con las alianzas de mis papás. Ellos me acompañan.
Y es también por los temas que conocemos que nos ganamos el derecho de hablar sobre la familia, porque cuánto dolor escuchamos, cuánto abandono, cuántas madres solteras, tenemos que consolar a tantas familias.
¿En Perú, cuales problemas particulares existen en tema de familia?
-- Mons. Piñeiro: En Perú de cada cien niños que nacen hoy en día, setenta no tienen una familia debidamente constituida, ¿entonces cómo no voy a trabajar por la familia?, ¿cómo no voy a predicar el evangelio de la fidelidad matrimonial y sobre la educación de los hijos? Sé que estoy contracorriente y que tendría más público si dijera, sí al aborto, a la contracepción, a la prostitución, al amor libre, pero no estaríamos creando personas sino una sociedad de monstruos. Hay que apostar por la familia, por el amor de los esposos, por la educación de los hijos.
¿Usted ha mencionado el dolor de las madres solteras, a qué se refería?
-- Mons. Piñeiro: Eso lo vimos ya el año pasado en el sínodo. De mi parte presenté la situación de nuestra región, en la que tantas veces se registra una situación preincaica, el ''servinaqui': se casan, se unen con el permiso de los papás y si la cosa funciona siguen adelante, y si no la mujer se queda con los hijos que son su riqueza, y él se vuelve a su casa. Es como un matrimonio de prueba que existe en esta cultura. Eso aplaza mucho al matrimonio y se casan con 'muchos años de servicio'. Y se pierde algo que es fundamental: el sacramento, la gracia. Hoy la fidelidad cuesta, la educación de los hijos da fatiga, necesitamos el auxilio de Dios para llevar adelante una familia.
¿Cómo los jóvenes tienen que prepararse para el matrimonio?
-- Mons. Piñeiro: Que se preparen a la fidelidad y al amor, que no vean el noviazgo o el enamoramiento como un pasatiempo, como 'un vacilón', como dicen. No, desde que tienen estas ilusiones que vayan con firmeza, con fidelidad, que se preparen al matrimonio. No podemos seguir lamentando improvisaciones.
En las familias incompletas o separadas los menores son los que más sufren ¿verdad?
-- Mons. Piñeiro: Cuánto hubiera sufrido yo si mis padres se hubieran separado. Me acuerdo que santa Teresita del Niño Jesús le decía a Dios, 'gracias porque me cuidaste al darme una familia'. Tenemos que dar gracias a Dios si nos dio una familia católica. Además es el primer semillero, cuando yo iba a ser cura les dije a mis papás 'quiero ir al seminario', y me dijeron, tienes mi bendición ve con toda libertad y si no te gusta tienes esta que es tu casa.
¿Qué está elaborando el Sínodo para ayudar a las familias?
-- Mons. Piñeiro: Es muy clara la ilusión del santo Padre: que todos apostemos por la familia, en la iniciación de los sacramentos, en la catequesis, en la pastoral parroquial.
Además tiene que haber una pastoral de acompañamiento de las familias, especialmente las nuevas, incluso cuando se trasladan de la parroquia a otro sitio es necesario que se les acompañe, también en la educación de los hijos. Acompañarlos siempre: el otro día en Ayacucho, fue una familia a la catedral, y les pregunté: ¿No he sido yo quien les ha casado? Me respondieron: 'Sí monseñor, nos casó un día como hoy hace 30 años y hemos venido para que nos de su repasadita'.
El arzobispo de Ayacucho le explicó a ZENIT en esta entrevista, la gran fraternidad que existe entre los padres sinodales, los problemas que vive la institución de la familia en Perú y en su región andina, así como la necesidad de apostar en la familia, de ayudar a los jóvenes a que no vivan el noviazgo 'como un vacilón', y ayudar a los jóvenes esposos, especialmente en los primeros años de matrimonio.
¿Cuál es el ambiente del sínodo y las preocupaciones?
-- Mons. Piñeiro: Hay dos cosas que me impresionan muchísimo, la primera es el ambiente fraterno. Estoy alojado en la casa sacerdotal en donde hay 48 obispos con diversos idiomas y tareas, ¡pero que ambiente tan fraterno! Comenzamos en la mañana con la liturgia, la eucaristía. Claro en cada grupo coincidimos por el idioma o por afinidad de trabajo. Compartimos también el camino hasta el aula sinodal.
La segunda, son las mismas preocupaciones sobre la familia, ésto nos urge. Hemos nacido en un hogar, yo me he ganado el derecho de hablar de la familia porque allí aprendí a amar a Jesús, a servir a la Iglesia por el amor de mis padres. Ellos me dieron mi existencia y primero mi mamá y después mi papá murieron en mis brazos. El anillo que llevo de obispo me lo regalaron mis hermanos y es hecho con las alianzas de mis papás. Ellos me acompañan.
Y es también por los temas que conocemos que nos ganamos el derecho de hablar sobre la familia, porque cuánto dolor escuchamos, cuánto abandono, cuántas madres solteras, tenemos que consolar a tantas familias.
¿En Perú, cuales problemas particulares existen en tema de familia?
-- Mons. Piñeiro: En Perú de cada cien niños que nacen hoy en día, setenta no tienen una familia debidamente constituida, ¿entonces cómo no voy a trabajar por la familia?, ¿cómo no voy a predicar el evangelio de la fidelidad matrimonial y sobre la educación de los hijos? Sé que estoy contracorriente y que tendría más público si dijera, sí al aborto, a la contracepción, a la prostitución, al amor libre, pero no estaríamos creando personas sino una sociedad de monstruos. Hay que apostar por la familia, por el amor de los esposos, por la educación de los hijos.
¿Usted ha mencionado el dolor de las madres solteras, a qué se refería?
-- Mons. Piñeiro: Eso lo vimos ya el año pasado en el sínodo. De mi parte presenté la situación de nuestra región, en la que tantas veces se registra una situación preincaica, el ''servinaqui': se casan, se unen con el permiso de los papás y si la cosa funciona siguen adelante, y si no la mujer se queda con los hijos que son su riqueza, y él se vuelve a su casa. Es como un matrimonio de prueba que existe en esta cultura. Eso aplaza mucho al matrimonio y se casan con 'muchos años de servicio'. Y se pierde algo que es fundamental: el sacramento, la gracia. Hoy la fidelidad cuesta, la educación de los hijos da fatiga, necesitamos el auxilio de Dios para llevar adelante una familia.
¿Cómo los jóvenes tienen que prepararse para el matrimonio?
-- Mons. Piñeiro: Que se preparen a la fidelidad y al amor, que no vean el noviazgo o el enamoramiento como un pasatiempo, como 'un vacilón', como dicen. No, desde que tienen estas ilusiones que vayan con firmeza, con fidelidad, que se preparen al matrimonio. No podemos seguir lamentando improvisaciones.
En las familias incompletas o separadas los menores son los que más sufren ¿verdad?
-- Mons. Piñeiro: Cuánto hubiera sufrido yo si mis padres se hubieran separado. Me acuerdo que santa Teresita del Niño Jesús le decía a Dios, 'gracias porque me cuidaste al darme una familia'. Tenemos que dar gracias a Dios si nos dio una familia católica. Además es el primer semillero, cuando yo iba a ser cura les dije a mis papás 'quiero ir al seminario', y me dijeron, tienes mi bendición ve con toda libertad y si no te gusta tienes esta que es tu casa.
¿Qué está elaborando el Sínodo para ayudar a las familias?
-- Mons. Piñeiro: Es muy clara la ilusión del santo Padre: que todos apostemos por la familia, en la iniciación de los sacramentos, en la catequesis, en la pastoral parroquial.
Además tiene que haber una pastoral de acompañamiento de las familias, especialmente las nuevas, incluso cuando se trasladan de la parroquia a otro sitio es necesario que se les acompañe, también en la educación de los hijos. Acompañarlos siempre: el otro día en Ayacucho, fue una familia a la catedral, y les pregunté: ¿No he sido yo quien les ha casado? Me respondieron: 'Sí monseñor, nos casó un día como hoy hace 30 años y hemos venido para que nos de su repasadita'.
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