Entrevista con Yuval Noah Harari: "El poder está en
manos de quien controla los algoritmos"
En su libro, 'Homo Deus', Edit. Debate Harari nos introduce en el
futuro: la humanidad se dividirá entre una superélite de humanos mejorados y
una masa de personas "inútiles"
Foto: Yuval Noah Harari
Por Esteban Hernández
14/10/2016 –
Yuval Noah Harari (Kiryat Ata, Israel, 1976) se convirtió en
el autor de moda en el mundo del ensayo con 'Sapiens. De animales a dioses', un
texto que vendió más de un millón de ejemplares en todo el mundo. Pero su nueva
obra, 'Homo Deus' (Ed. Debate) va a ser mucho más controvertida. Tiene tesis
muy potentes, pero que se resumen en una: el futuro traerá un ser humano muy
mejorado. La vida es un cúmulo de interacciones donde las debilidades humanas
generan la mayor parte de los problemas. Los accidentes de tráfico están
causados a menudo por errores que cometemos, las enfermedades por pautas de
vida poco saludables, los malos diagnósticos porque al médico se le pasó algo
por alto o porque no estaba prestando suficiente atención, y así sucesivamente.
Pero todo eso tiene solución, que la ciencia nos va a proveer de instrumentos
para que todas esas decisiones equivocadas desaparezcan. El mundo va a cambiar
radicalmente gracias a los algoritmos, el big data y la inteligencia artificial,
y de ahí podremos extraer las mejores soluciones. El mundo no se dividirá entre
ricos y pobres, sino en superhumanos mejorados, humanos que les resultan útiles
y una enorme masa prescindible Según Harari, la ciencia converge en un dogma
universal que afirma que los organismos, incluido el ser humano, no son más que
algoritmos y que la vida es procesamiento de datos. Pronto los algoritmos nos
conocerán mejor que nosotros mismos. ¿Tiene sentido, entonces, que dejemos en
sus manos nuestro futuro? ¿Deben tomar ellos nuestras decisiones? La respuesta
de Harari es afirmativa. Es más, resulta el escenario más probable, incluso
aunque no queramos. Pero eso no ocurrirá sin que se generen problemas. En el
nuevo escenario, los humanos perderán su utilidad económica y militar, de modo
que el sistema económico y político dejará de atribuirles valor, salvo a
aquellos que se convertirán en una nueva élite. El mundo no se dividirá entre
ricos y pobres, sino en superhumanos mejorados, humanos que les resultan útiles
y una enorme masa prescindible. ¿Ciencia ficción? En absoluto. Según nos cuenta
Harari, es una realidad que ya ha empezado a manifestarse. PREGUNTA. Después de
terminar su libro, me he quedado un poco asustado. Lo entiende, ¿no? RESPUESTA.
Es un libro que no hace profecías, intenta analizar diversas posibilidades. Si
alguna de ellas no nos gusta, estamos a tiempo de enmendarlas. La tecnología
nunca es determinista, abre nuevas opciones. Por ejemplo, los coches, los
trenes y el teléfono fueron utilizados por las dictaduras del siglo XX, pero
también por los regímenes liberales. Ninguna de ella nos lleva a tomar un
camino en concreto. Con las tecnologías del siglo XXI y con la inteligencia
artificial pasa lo mismo: pueden generar una masa enorme de personas que no tendrán
ningún poder económico ni político, pero si no nos gusta estamos a tiempo de ir
por otro camino. Según Harari, la ciencia converge en un dogma que afirma que
los organismos no son más que algoritmos y que la vida es procesamiento de
datos P. Describe en 'Homo Deus' cómo la humanidad se dividirá en dos: una
súper élite y una masa de personas que no tendrán ni trabajo ni recursos. R.
Los tratamientos biotecnológicos permitirán que vivamos muchos años más y que
tengamos destrezas físicas y mentales que no imaginamos. Pero van a estar
destinados a una minoría. Nos vamos a dividir en dos grupos biológicos, unos
que simplemente tendrán alimento y refugio y una élite superhumana mejorada
gracias a la tecnología. P. Quizá el libro describa un escenario futuro, pero
la tendencia está presente. Esa desigualdad no solo existe, sino que es cada
vez más pronunciada. ¿El futuro no será más que la aceleración de lo que ya
estamos viviendo? R. Este proceso no es algo del futuro, está comenzando a
ocurrir. Dentro de diez años los coches serán autónomos, más baratos, menos
contaminantes y más seguros. En Madrid puede haber 50.000 taxistas y tienen
cierto poder económico y político, porque si el Ayuntamiento hace algo que no
les gusta pueden ir a al huelga o pueden votar a otro partido. Pero dentro de
un tiempo no van a tener ningún poder, porque serán cinco personas los que sean
los propietarios de esos coches y del algoritmo que les controla, y ellos
estarán sin trabajo. La realidad hoy es que las 60 personas más ricas tienen
más dinero que la mitad de la población mundial. Imagina lo que puede causar la
tecnología en 20 años. P. Desde su perspectiva, además, no hay demasiado que
podamos hacer para frenar esa tendencia. Ni siquiera las teorías que manejamos
pueden ayudarnos en eso. R. No podemos quedarnos en los modelos que tejieron el
liberalismo y el socialismo, que estaban adaptados a las condiciones del siglo
XX. Necesitamos nuevos modelos económicos y políticos. El marxismo fue una
teoría que daba una respuesta a esa realidad radical nueva que fue la
revolución industrial. Ahora estamos en una situación análoga, nos hallamos
ante cambios enormes y lo que necesitamos es un nuevo modelo: las teorías de
Marx no nos sirven para esta nueva realidad. El socialismo estaba basado en la
asunción de que la clase trabajadora era la más importante para la economía, y
la cuestión era cómo traducir ese poder que estaba en sus manos a la política.
Pero si la clase trabajadora desaparece y se sustituye por esta “clase inútil”,
como ocurrirá, el pensamiento marxista ya no podrá dar respuestas a nuestras
dudas. 'Homo Deus' tiene tesis potentes que se resumen en una: el futuro traerá
un ser humano muy mejorado P. ¿Vamos a ver una resistencia a la tecnología
similar a la que se vivió durante el ludismo? R. Este cambio no está generado
para gobiernos, sino que está causado por nosotros mismos, que cada vez damos
poder a las nuevas tecnologías. Si quieres ir a un sitio a menudo sigues las
instrucciones de Google Maps; somos nosotros los que dependemos de los
teléfonos móviles, nadie nos dice que los utilicemos, es solo que nos damos
cuenta de que son eficaces. Reemplazar a los conductores por coches autónomos
traerá muchas ventajas: más de 1.300 millones de personas mueren por accidentes
de tráfico y la mayor parte se producen por errores humanos, porque hay gente
que ha bebido o que conduce mientras escribe un mensaje en el móvil. Nada de
eso ocurrirá con los coches autónomos. No podemos limitarnos a decir que esto
es terrible, que será el apocalipsis. Hay cosas positivas y negativas y debemos
centrarnos en los beneficios e intentar solucionar los problemas. P. Pero los
coches autónomos apenas están presentes en nuestras vidas y todavía no sabemos
bien si esas promesas se cumplirán en el futuro. También ha habido accidentes
causados por coches autónomos. Es decir, estamos hablando de posibilidades, que
se concretarán o no. A veces se actúa como si esas promesas ya se hubieran
convertido en hechos. R. No todas las promesas van a ser reales, muchas de esas
visiones nunca se cumplirán, pero hay otras que sí. En los años 50 todo el
mundo estaba hablando de que gracias a la energía nuclear iríamos al espacio y
colonizaríamos Marte y Júpiter en el año 2.000. Pero también ocurren cosas
inesperadas. Cuando se estaba hablando del espacio, le dijeron al CEO de IBM
que el futuro estaba en los ordenadores personales y pensó que eso no lo iba a
comprar nadie. Es obvio que van a aparecer nuevas tecnologías que
revolucionarán la economía y sociedad más que todos los cambios que hemos
vivido hasta ahora en la historia, y tenemos que estar preparados para esas
revoluciones. Eso no significa que tengamos que creernos todas las
predicciones, pero sí hemos de estar listos para aprovecharnos de los
beneficios económicos y sociales nunca vistos que aportarán y para protegernos
de los impactos peligrosos que van a causar. P. Cierto. Pero esas promesas en
muchas ocasiones las profiere gente que saca partido económico de ellas. Cuando
Elon Musk dice que en pocos años iremos más allá de Marte el día después de que
un cohete de su empresa explote o cuando la Singularity University afirma que
seremos inmortales en 20 años es porque están recaudando mucho dinero con esas
ideas, aun cuando sean altamente improbables. R. Es mucho más que probable que
no seamos inmortales en 20 años porque estamos aún muy lejos de entender todos
los matices del cuerpo y del cerebro. Pero el problema es el marco temporal. Sí
es probable que en 100 o 200 años se pueda entender cómo funciona la muerte en
el cuerpo y que un grupo reducido de personas ricas apliquen esas técnicas
sobre sí mismos. Pero también tenemos que ser escépticos con estas fantasías.
Cuando nació Internet, casi todo el mundo pensó que era algo sin importancia.
Tiempo después, un montón de expertos aseguraron que el ecommerce iba a ser el
futuro y que Internet podía ser una fuente inmensa de generación de negocio, lo
que causó la pérdida de muchas inversiones. Muchas de estas ideas no son un
sinsentido, pero también hay que guardar un punto crítico. P. El centro de su
libro es la capacidad de los algoritmos para proporcionar mucha más precisión y
exactitud. Sin embargo, los algoritmos sirven cuando se trata de operar en
situaciones en las que se repiten los patrones del pasado y siempre y cuando
cuenten con todos los datos necesarios. Reducir la realidad a ellos implica
dejar fuera muchos elementos que pueden ser necesarios para establecer
diagnósticos y soluciones fiables. R. Pero eso es lo que hace el ser humano,
que es también un algoritmo. Cuando un médico diagnostica, lo hace basándose en
patrones que ha observado en su experiencia o lo que ha visto u oído a otros,
ya sea directamente o en artículos científicos. Cuando tiene que enfrentarse a
enfermedades que desconoce, como ocurrió cuando apareció el sida, no podía
diagnosticarlo ni tampoco curarlo. Igual ocurrirá con los robots, que
necesitarán tiempo para introducir esos datos y reconocer la enfermedad. Pero
tienen una ventaja sobre los humanos: el médico de Madrid reconoce de manera
sencilla las enfermedades que está acostumbrado a tratar en Madrid, pero si
viene alguien enfermo de Perú no sabrá que hacer. El ordenador sí, porque
conoce todas las enfermedades del mundo. P. Introduce en su libro un término,
'dataísmo', que señala como la religión de nuestro tiempo. Según su definición,
se trata de la fe en que “el universo consiste en un flujo de datos y que el
valor de cualquier fenómeno o entidad está determinado por su contribución al
procesamiento de datos”. ¿Cuáles son sus consecuencias? R. Si se disponen de
suficientes datos biométricos y del poder informático necesario, un algoritmo
puede tomar mejor que yo decisiones importantes en mi vida. Las grandes
cuestiones de nuestra existencia, desde qué puedo estudiar hasta con quién me
voy a casar o a quién voy a votar no van a estar basadas en sentimientos y
sensaciones sino en datos. Los algoritmos nos dirán qué debemos hacer con mayor
precisión. Y no es algo futuro, cada vez más decisiones están basadas hoy en
ellos. Hay un estudio de las comisarias de policía de EEUU que señala cómo
antes tenían una reunión por las mañanas y el policía con más experiencia decía
los lugares de la ciudad a los que debían salir a patrullar; ahora son los
algoritmos los que a través de la lectura de los patrones del delito señalan en
qué barrios deben estar presentes. Sabemos que a la hora de dictar sentencias
los jueces están condicionados por diversas causas, como el color de la piel:
las penas no son iguales para los blancos que para los negros. Hay una
investigación muy famosa según la cual si el juicio se producía antes de la
hora de la comida, la pena solía ser más elevada y si era después, más suave.
El juez había comido bien, estaba más relajado y eso se trasladaba a sus
fallos. Si le damos el poder a los algoritmos estos condicionantes no jugarán
ningún papel. Si se disponen de suficientes datos biométricos y del poder
informático necesario, un algoritmo puede tomar mejor que yo decisiones de mi
vida P. Eso entronca con otra de las ideas centrales de su libro. Si el ser
humano es un algoritmo y está determinado por procesos bioquímicos, el libre
albedrío es una entelequia. Por eso, afirma, tendría sentido que entidades más
avanzadas tomasen las decisiones por nosotros, porque nos ayudaría a ser más
felices. R. Vivimos en una sociedad humanista y liberal que nos incita a
confiar en nosotros mismos, a seguir a nuestro corazón y a tomar nuestras
decisiones, con lo que no queremos dar autoridad a un Big Brother. Esta postura
tiene cierto sentido, pero quien la defiende olvida que ya lo estamos haciendo.
Si vas al médico y te dice que tienes un cáncer, quizá no notes ningún síntoma,
pero le harás caso en lo que te diga. Igual ocurrirá con los algoritmos. Al
final todo se va a resumir en algo práctico, si estamos satisfechos con lo que
nos diga el algoritmo o vamos a estar satisfechos con lo que nosotros
decidamos. P. Hay una frase llamativa en su libro, “la cabra más inteligente
del rebaño es también la que más problemas genera”. Hace pensar que en este mundo
en el que todo se convierte en datos, la inteligencia es mucho más un problema
que una ventaja. ¿Es así? R. A los humanos menos inteligentes o menos capaces
es más fácil conectarles en una red que se pueda controlar, de modo que es
fácil pensar que se puede estar animando a las personas para que sean menos
inteligentes y menos creativas porque de esa forma se las controlará mejor. Ese
es uno de los problemas: saber si estamos mejorando al ser humano o
degradándolo.

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