Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

sábado, 31 de enero de 2015

¿Quién era, en realidad, José Gil Fortoul?

Apasionado Gil Fortoul

José Gil Fortoul
José Gil Fortoul
A la muerte del General Gómez, las casas de sus acólitos fueron totalmente desvalijadas menos la de José Gil Fortoul. Grupos de estudiantes se turnaron durante días para custodiar la casa "Chicudamai" de La Florida. Una vida intensa da cuenta de un hombre que supo llevar las cosas hasta las últimas consecuencias y nos legó uno de los más importantes estudios históricos del país, y una ristra de libros, artículos de prensa y correspondencias claves para comprender –y a veces descomprender– a Venezuela

José Gil Fortoul habría deseado morir en el atardecer; sin embargo la mañana del 15 de junio de 1943 no pudo concluir la cotidiana tarea de afeitarse. Quedó la navaja suspendida en el aire mientras el cuerpo grávido se desplomaba, abandonado ya de cualquier conexión con este mundo. Su hija política, doña Chepa Dagnino de Gil Fortoul se encerró en su alcoba “porque no quería saber nada de muertos”. Tal vez las jornadas dominicales de agregar bromuro en la sopa de don José y sus dos hijos (Henrique y Adelaida) para apaciguar las explosiones de rigor –mantel, vajilla y cristalería desbaratándose contra el suelo– la habían dejado exhausta.
De la vida del historiador se presume que todos sus actos estuvieron signados por pasiones, aunque militase en una disciplina que exigía, y de la que se exigía, la más absoluta ecuanimidad. Por eso, y tal vez porque el calor le producía una “invencible pereza intelectual”, tardó demasiado tiempo en escribir los tres tomos de la Historia constitucional de Venezuela, sin duda el libro que marcó el hito de la modernidad en los estudios históricos del país. En ella dio lo mejor de sí, aunque no dejó nunca de publicar libros y escribir artículos para El Cojo ilustrado y El Nuevo Diario.
Su disciplina cientificista lo hizo doctrinario del positivismo, y su espíritu nacionalista lo convirtió en acólito de Gómez, razón por la cual algunos intelectuales han pretendido desmerecer su carácter pionero en el pensamiento científico de la Historia venezolana. Si el progreso era la utopía para la época, Gómez representaba esta posibilidad después de un intenso período de atraso y abandono. Aunque el precio sería demasiado alto, e insignificantes los resultados.
¿Quién era, en realidad, Gil Fortoul?
Difícil saber quién era José Gil Fortoul. El hombre de la pipa y el monóculo, ese que en una fotografía emblemática nos ofrece un seño fruncido, rasgos pronunciados y mirada interrogativa, luce una rosa prendida en el ojal que incita a pensar en cierta sutileza, cosa extraña tratándose de un hombre que, en el decir de su familia, vivió poseído de un carácter endemoniado.
Ostentaba un temperamento volátil. Bebía, sí, pero jamás se le vio borracho. Era introvertido, aunque mujeriego. Tal vez la clave de su éxito con las mujeres fue haber tenido un miembro muy bien dotado, y una indiferenciada sensibilidad para la belleza de las mujeres y de las rosas. Es posible que el escritor, como tantos otros, sufriera de doble personalidad: aseguraba recrearse en “cosas risueñas”, “paisajes atractivos”, apartándose “en lo posible de tristezas y miserias” y cortando alguna flor fresca al lado del camino para prenderla, “cuando puedo”, en el “corpiño transparente de una mujer hermosa...”. Pero era tan egoísta que se encerraba durante horas en el único baño de la casa, y tan radical que no comía en Venezuela ningún alimento que no fuese producido en el país (a menos que le aseguraran que los petits-pois eran cultivados en el jardín y entonces fingía creerlo), y tan incontenible su mal carácter que cada vez que se enojaba con el chofer lo hacía poner preso aunque lo rescataba al día siguiente. Nadie supo cuánto había de ira y cuánto de diversión perversa en ese gesto.
Se casó en Europa con una francesa de nombre María Luisa Macadet que, con toda razón, vivió siempre atormentada por los celos. Su venida a Venezuela, los avatares del trópico y la melancolía, la condujeron más temprano que tarde a la enfermedad. En su “lecho de muerte” hizo jurar a Gil Fortoul que nunca más se casaría, juramento que él cumplió hasta el fin de sus días, mas no por eso renunció a los placeres de una buena compañía femenina. Tal vez había aprendido que la soltería le brindaba mayores ventajas que el matrimonio.
El carácter irascible lo heredó de su padre, “el pelón Gil”, de quien se dice era un poderoso y déspota terrateniente tocuyano, acólito del general Páez, antes y durante su dictadura. Nació en Barquisimeto, hijo de José Gil y Adelaida Fortoul, un 29 de noviembre de 1861. Era éste un padre ejemplar y un hombre de cultura; leía fundamentalmente sobre derecho y filosofía, y se preocupó sobremanera por la educación de su hijo.
Parte de la leyenda relata que un día don Egidio Montesinos (uno de los enemigos que José Gil se había forjado a pulso), director y fundador del colegio La Concordia, se hallaba leyendo en su sillón (podrían haber sido los “versos tristes” de Ovidio) cuando un empleado le notificó que don José Gil preguntaba por él. Contraviniendo las advertencias de los sirvientes hizo pasar al camorrero, que en son de paz vino a pedirle que aceptase a su hijo como discípulo, que lo educara “a su estilo y con sus ideas”. Bien sabía que en La Concordia se formaban los mejores cuadros intelectuales del país. A don Egidio debió Gil Fortoul el amor a la ciencia y la filosofía. Y a Adolfo Ernst y Rafael Villavicencio, en la Universidad Central de Venezuela, su incursión en ellas. De Ernst aprendió el método científico, clave de suHistoria Constitucional.
Un caballero en la corte de Gómez
Daba Gil Fortoul poca importancia al dinero. Era honesto hasta donde sus creencias y doctrinas se lo permitían, o al menos él estaba convencido de que lo era. Sería tal vez por eso que renunció a la herencia de su padre –nada despreciable en términos cuantitativos. Y fue tal vez por eso que murió en la ruina. Por qué nunca regresó a Barquisimeto, es un misterio. Solo se sabe que allí falleció de forma trágica su único hermano varón, Juan Antonio, en alguna venganza al estilo western.
Sin duda fue un tipo bizarro si intentamos verlo desde nuestros días, cuando los valores de la amistad y la caballerosidad han pasado a ser argumentos nostálgicos para el cine. Hoy sería tema cinematográfico Gil Fortoul aunque solo fuera por su lealtad al régimen gomecista. No era nada extraño que en su época sobresaliera al polemizar públicamente con sus amigos sin comprometer su integridad, aunque con sus enemigos fuera implacable, cosa que, desde el poder, resulta siempre poco riesgoso. Era un artista de la diplomacia, –como tal ejerció importantes cargos en el extranjero en tiempos del General– sabía hablar en lugar de callar. Era apasionado en sus ideas y paradójicamente profesaba una fe ciega hacia la objetividad científica. Desde el Senado defendió los derechos de la mujer y manifestó su pensamiento anticlerical, en cuanto a leyes se refiere. Se negó a la prohibición del matrimonio civil para los eclesiásticos y se mostró partidario del divorcio. Por todo eso fue acusado de antirreligioso.
Se batió a duelo con Enrique Gómez Carrillo (“el mosquetero guatemalteco”), por causa de un “desencuentro político”, pues al parecer Gómez Carrillo quería sacar ventaja económica al pretender el nombramiento de un amigo suyo en un cargo diplomático. El duelo tuvo lugar en el bosque de Boulogna, y Gil salió herido en el hombro izquierdo mientras su contrincante recibió dos heridas: una en el pecho por un puntazo “calculado y graduado para que no pasara de la superficie; un botonazo de advertencia”, y otra herida en el hombro para demostrar su superioridad técnica. Bobadilla, uno de los padrinos en el duelo, definió su estilo como “frialdad aristocrática”, y Gil Fortoul ganó para siempre la admiración de Gómez Carrillo, quien no perdió oportunidad para manifestarlo públicamente. Pero como era, en efecto, un hombre de conocimiento, el historiador tuvo la osadía de escribir su Manual de esgrima moderna, en un país “donde se peleaba a machete” –Polanco Alcántara dixit.
Ese mismo sentido de limpieza en el combate le permitió conservar para siempre, aún en las más álgidas polémicas, el afecto de sus amigos, entre los cuales se contaban Lisandro Alvarado en primera instancia, Pedro Emilio Coll –de quien celebraba el humor del que él mismo carecía–, y Carracciolo Parra Pérez. Con ellos fue tan duro como generoso. A Alvarado lo admiró siempre y también lo protegió como a un hermano menor, tanto material, como espiritual y políticamente.
Gil Fortoul, el excéntrico
Se presume que sus gustos estéticos estuvieron influidos por el impresionismo. Adoraba la música, a la que definía como el arte más perfecto, junto a la poesía. Amaba a Grieg, a Mussorgski, a Falla, a Brahms y a Wagner. En Tristán e Isolda hallaba la "divina voluptuosidad", lo hacía "soñar en cosas bellas, sublimes y perfectas". Y por todo esto iba el excéntrico escritor vestido de smoking a los conciertos. Y nadie, absolutamente nadie estaba dispuesto a comprender su traje y sus estremecidos comentarios que nunca hallaron interlocutor en la Caracas de entonces. Su retórica también estuvo influenciada por el modernismo, y entre sus amigos intelectuales se hallaban Rubén Darío y Miguel de Unamuno, con quienes sostuvo prolija correspondencia, aunque él mismo no tuvo nunca éxito como literato sino más bien como historiador y filósofo. Sus novelas (Julián, Idilio y Pasiones) de estilo objetivista al modo de Flauvert y de acercamiento a la novela de crecimiento (bildungsroman) al estilo Galdós, eran demasiado excéntricos para un país de gustos rurales.
“Compondremos la vida como una sinfonía”, llegó a escribir Gil Fortoul, quien sobre la muerte y la vejez tenía criterios muy claros. Anhelaba una vida plena hasta el fin de sus días. “En arte, envejecer es abdicar o morir. En arte y lo demás, nada importan los años si el corazón permanece rojo y caliente. La vejez no son los años es la indolencia, la desesperanza, la impotencia.” Por eso soñaba con una muerte al atardecer: “un cualquiera que ame el arte y los ademanes bellos preferiría decirle adiós a la vida en un crepúsculo de oro y púrpura como los crepúsculos vespertinos de este valle de Caracas, tan rápidos, que no dejan tiempo para la angustia ni para la tristeza”. “¿Qué importa que la vida no sea larga, si es intensa?” “Tiempo y espacio –dijo– son meras convenciones del entendimiento metódico para medir lo que huye, para fijar lo impalpable...”.
Aunque dice Polanco Alcántara que Gil Fortoul falleció plácidamente contemplando el Ávila y las algodonosas nubes que tanto lo conmovieron, hay quien afirma que en verdad murió afeitándose una mañana de junio, mientras su hija política se encerraba en la alcoba para no asistir al espectáculo de la muerte.

Una sinfonía inacabada
José Gil Fortoul es el autor del más importante tratado de Historia nacional, la Historia Constitucional de Venezuela. En él aplicó todo el rigor del que fue capaz, para mirar el país desde una perspectiva inédita. Si por un lado renunciaba a escribir una historia “completa de Venezuela”, por el otro lo consideraba innecesario. Su mirada se concentró en el pretexto jurídico, lo que le proporcionó una estructura completamente innovadora, y la aplicación de un método, categoría hasta entonces inexistente para las humanidades. Esto dice en su prólogo: “Dará lugar muy amplio para el examen de las leyes fundamentales, porque ellas resumen cada período, ...de suerte que, aún violadas con frecuencia, y aún no practicadas en su integridad, tienen siempre esas leyes importancia capital…”. Su concepción positivista de la Historia se ve en lo que sigue: “… reflejan las leyes el verdadero estado de un pueblo o el criterio de quienes lo dirigen…, cual si fuesen un organismo en perpetuo movimiento y desarrollo". Pero no quiso Gil Fortoul desarrollar su historia constitucional contemporánea. Demasiada gente todavía viva, demasiado vivos todavía los acontecimientos.

Historia de una historia sin término
Por Jesús Sanoja Hernández
De la pentarquía ideológica del gomecismo, rica en ensayos sociológicos, artículos polémicos e interpretaciones positivistas, solo Arcaya y Andara, ambos corianos, carecieron de formación intelectual, más o menos temprana, en Europa o Estados Unidos. Los otros tres tuvieron mejor suerte: Zumeta en su mirador norteamericano, que le permitió examinar la democracia de Estados Unidos desde adentro y también hacia afuera, con la expansión imperialista; Vallenilla en Holanda, y nuestro Gil Fortoul en largo y aprovechado deambular, como cónsul o encargado de negocios, por Burdeos, Hamburgo, Liverpool, París y Berna, durante aquella primera etapa comprendida entre 1886 y 1896. Recorrió así, a partir de los 24 años, puntos de excelencia en la geografía cultural del viejo continente.
Hace justamente una centuria, el presidente Andrade, como acto celebratorio del siglo que se avecinaba, solicitó de Gil Fortoul una Historia de Venezuela, seguro como estaba de que era el más apropiado para escribirla, en razón de sus antecedentes positivistas, sus modernos conceptos historiográficos y sus conocimientos puestos al día en los centros europeos. Castro, que derrocó a Andrade un poco más tarde, reenganchó a José Gil Fortoul en el servicio consular y diplomático, y a finales de 1906, éste, que contaba ya en su haber con Filosofía constitucional y El hombre y la historia, dio por concluido el primer tomo de la Historia constitucional de Venezuela. Según anotó Helena Plaza en su libro Los nuevos caminos de la razón, los comentarios favorables se iniciaron en El Cojo Ilustrado el 1° de febrero de 1907 y continuaron con los de Miguel de Unamuno y Lisandro Alvarado, larense como él y amigo entrañable, y quien dividió esa Historia… en tres partes, una referida a las “labores diplomáticas”; otra, a la “evolución constitucional”; y la tercera, a los “fenómenos psicosociales”.
Poco antes de Gómez expulsar del poder a su compadre Castro, éste había destituido a Gil Fortoul como representante en la II Conferencia de Paz de La Haya, y si bien los tiempos serían más felices al lado de Gómez, esta vez, hasta 1916, transcurrieron en Caracas, o como senador en 1910-11 y 1914-16, o como Presidente del Consejo de Gobierno ­¡y de Venezuela! en 1913, en vista de que el Jefe Supremo había salido a repeler “la invasión castrista”. Gil Fortoul, aclimatado, cantaba loas a Gómez en los periódicos, justificaba al caudillo, proponía la tregua de los partidos y, si acaso, en sus intervenciones parlamentarias, introducía innovaciones no aceptadas en torno a los derechos de la mujer, la educación y los contratos laborales.
En 1909 dio a conocer la segunda parte de la Historia y de pronto y a lo largo de los 34 años que lo separaron de su muerte, aquélla, como hecho editorial y como proceso, se detuvo en 1863, año decisivo para el federalismo. Los lectores se quedaron esperando que don José descubriera los secretos de los gobiernos de ciclo federal y los del castrismo y los del gomecismo, pero nada sucedió. La Historia, con mayúscula, había enmudecido, y hasta la orgía bibliográfica de Gil parecía convertirse en recopilaciones sin mayor unidad. Entre este Gil Fortoul posterior a 1909 y aquel del decenio 1887-1896 había una distancia creadora que asustaba. Gil Fortoul, en este primer lapso, escribe hasta novelas, tres en total, y en una de ellas, Pasiones, retrataba a la juventud caraqueña, ávida de conocimientos y reformas, como más tarde la dibujarían Díaz Rodríguez (Ídolos rotos), Gallegos (Reinaldo Solar) y Otero Silva (Fiebre).
¿Por qué congeló Gil Fortoul la historia en los finales de la Guerra Federal? Hay quienes alegan que a lo largo del gomecismo sus inquietudes de buceador en el pasado entraban en conflicto con su legitimación del régimen y hasta de sus vínculos con los anteriores, incluido el del entonces execrado Cipriano Castro.
Podría ser. Lo cierto, para los estudiosos actuales, es que aquella Historia inacabada dividió en dos las maneras de juzgarla y, también, de escribirla. La polémica vino por otros lados.

*Publicado el 5 de abril de 1998

Asi como en el "hermano país" suceden en Venezuela muchas cosas similares...

La caída de un capo, el resurgimiento de un país


“Así como hay fenómenos que compulsan el desaliento y la desesperanza, no vacilo un instante en señalar que el talante colombiano será capaz de avanzar hacia una sociedad más igualitaria, más justa, más honesta y más próspera”. Fue el último editorial del periodista, Guillermo Cano Isaza, director del diario El Espectador de Colombia. Horas más tarde, el 17 de diciembre de 1986, aproximadamente a las siete de la noche, fue asesinado por dos sicarios en una moto pagados por Pablo Escobar.
Eran tiempos oscuros en el país hermano, las mafias se habían apoderado del país, del poder político, de la justicia, habían tejido alianzas con el poder económico. Todo parecía podrido, Colombia era conocida mundialmente por el negocio de la droga y por la guerra. El narcotráfico era la industria más rentable. Nadie parecía insobornable, todos era susceptibles a caer ante tanto poder. Otros, para “salvarse”, optaron por guardar silencio frente a todo aquel terror que se había apoderado de Colombia.
En medio de todo este panorama el periodista Guillermo Cano escribió su editorial. En el momento más difícil de su país se mostraba optimista, aferrado al futuro, sin saber que perdería la vida por defender la verdad, por ser frontal contra las mafias, por denunciar, por no asumir la complicidad. Su lema: “Hay que decirle a la mafia: ¡Ni un paso más!”. Nunca lo dio, tampoco el diario El Espectador, quien no solo soportó la muerte de su ilustre director, sino que el sábado 2 de septiembre de 1989, el periódico fue blanco de un atentado terrorista orquestado por Pablo Escobar y sus sicarios.
Fue Guillermo Cano quien encontró en las mismas páginas del periódico la prueba de los vínculos de Pablo Escobar con el tráfico de drogas: en junio de 1976 el diario había publicado una noticia que daba cuenta de la captura de Escobar, cuando intentaba sobornar a dos agentes policiales para evitar que un cargamento de droga fuera incautado. También se conoció que los dos agentes que lograron la captura del capo fueron asesinados y la jueza que llevaba el caso había sido amenazada.
Escobar quedó expuesto y aunque intentó a toda costa buscó evitar que El Espectador circulara, su nombre ya estaba asociado con el narcotráfico. Fue entonces cuando un juez llamado Gustavo Zuluaga reabrió el proceso por el asesinato de los agentes del DAS y firmó una resolución de acusación contra Escobar que llevó a que el 20 de octubre de 1983, con el impulso de Rodrigo Lara, para entonces Ministro de Justicia, la Cámara de Representantes le levantara la inmunidad parlamentaria al capo. Escobar tuvo que dar un paso al costado y renunciar a su cargo.
Desde ese momento comenzó la guerra de Pablo Escobar contra el Estado, que manchó de sangre al pueblo colombiano durante años.  El 2 de diciembre de 1993 Colombia cerró una de las páginas más violentas de su historia con la muerte del capo de la droga. Hoy, 21 años después, Medellín, principal campo de operaciones de Escobar, es ejemplo de gobernabilidad, innovación y cultura ciudadana. Es la misma ciudad donde hace apenas dos décadas, prácticamente la única opción para los jóvenes era ser sicarios.
Hoy Colombia exporta mises y nosotros cocaína, son cada vez más venezolanos los que se refugian en el país hermano por la violencia, hoy el eslogan turístico de Colombia es “el riesgo es que te quieras quedar”. Es el país donde reinaba el terror y de desesperanza, donde todo parecía podrido y corrompido. Nadie apostaba a que Colombia pudiese levantarse y lavarse el rostro. Es el resurgimiento de una nación.
Yo hoy suscribo las palabras de don Guillermo Cano y me permito adaptarlas a nuestra realidad: Aunque los hechos que vive Venezuela puedan llenarnos de desaliento y desesperanza, no vacilo un instante en señalar que el talante nuestro será capaz de avanzar hacia una sociedad más igualitaria, más justa, más honesta, más próspera y sobre todo más democrática. Eso júrenlo. Contra la mafia ¡Ni un paso atrás!
@Brianfincheltub

El texto que sigue a continuación está extraído de mi libro por publicar Zapata y la caricatura: un ejercicio de libertad: La insurrección de febrero de 1992

La insurrección de febrero de 1992


(El texto que sigue a continuación está extraído de mi libro por publicar Zapata y la caricatura: un ejercicio de libertad)
Para ese momento, las relaciones entre el alto mando militar eran patéticas: el comandante del Ejército hablaba mal del Director de Inteligencia Militar (DIM); este último lo hacía igual con respecto al primero, así como del inspector y contralor de las Fuerzas Armadas; el contralor tampoco se quedaba atrás y tenía desconfianza del director de Inteligencia Militar y del jefe del Ejército y del inspector; y el inspector, por su parte, estaba enfrentado al director general del Ministerio de la Defensa que, a su vez, parecía aliado con el director de la DIM –en contra del inspector y del jefe del Ejército- en su carrera por el Ministerio de la Defensa. Unos a otros se descuartizaban. Lo anterior explica los hechos que se escenificaron a partir de la noche del 2 de febrero, como veremos de seguida.
El capitán René Gimón Álvarez, oficial de planta de la Academia Militar, fue contactado por dos sediciosos (los capitanes Ronald Blanco la Cruz y Antonio Rojas Suárez) para informarle que el levantamiento militar tendría lugar el lunes 3 de febrero. Su misión era detener al general Manuel Delgado Gainza, director de la Academia Militar, e insurreccionar al Batallón de Cadetes. La acción a ejecutar no se le planteaba fácil al oficial de planta, toda vez que el general Delgado Gainza era el padre de su novia. Al final no se sabe si se impuso el corazón o el sentido del honor o ambas cosas a la vez. En la mañana del día 3, el capitán Gimón Álvarez se trasladó a la Dirección de la Academia Militar e informó al director de la misma de la acción que se produciría en horas de la noche de ese día y de la intención de tomar el Aeropuerto Internacional de Maiquetía para impedir la entrada del Presidente de la República. De inmediato, el general Delgado Gainza se comunicó con el comandante del Ejército, general Pedro Rangel Rojas, para informarle la novedad y el último pidió que se trasladara con el denunciante para oír su versión antes de tomar medidas. Adicionalmente, el general Delgado Gainza se puso en contacto con el director de Inteligencia del Ejército para enterarlo de los hechos. Este último ordenó redactar un radiograma de alerta a todas las unidades del Ejército. Más tarde, en una reunión en el Comando General del Ejército, se descartó la recomendación del director de Inteligencia del Ejército respecto al envío del radiograma redactado y sólo se decidió adoptar algunas medidas dentro del Fuerte Tiuna. Inexplicablemente, el general Rangel Rojas no transmitió al Ministro de la Defensa, general Fernando Ochoa Antich, la información recibida.
En la mañana del 3 de febrero, el Ministro de la Defensa se trasladó a Maracaibo para reunirse con el gobernador Oswaldo Álvarez Paz. En dicho viaje lo acompañó Pastor Heydra. A las 7:00 p.m. tomó el avión de regreso a Caracas junto con Heydra y el coronel Marcelino Rincón Noriega quien prestaba servicios en la Primera División de Infantería, en la capital zuliana. Al salir de Maiquetía rumbo a Caracas, Ochoa se comunicó con el general Freddy Maya Cardona, comandante de la Guardia Nacional y éste le informó los rumores de un posible atentado en contra de CAP, en el aeropuerto de Maiquetía, a su regreso de Davos. Ya la Casa Militar y el Comando Regional No. 5, responsables de la seguridad del Presidente y del Aeropuerto de Maiquetía estaban alertados. Heydra quedó encargado de llevar al coronel Rincón a su destino. El general Ochoa tomó algunas medidas de reforzamiento de la seguridad del Presidente y se trasladó más tarde a Maiquetía para recibirlo y enterarlo de las novedades. A las 10:00 p.m. aterrizó el avión presidencial y minutos después el Ministro de la Defensa informó a Pérez de los rumores que circularon ese día. La respuesta del jefe de Estado fue: “Ministro, rumores y más rumores. Esos rumores son los que le hacen daño al Gobierno. Lo espero a las 7:00 a.m. en Miraflores para iniciar una investigación”. Más allá de la molestia de CAP, el hecho es que, gracias a las medidas adoptadas por la Casa Militar, la Disip y el destacamento No. 53 de la Guardia Nacional, así como la presencia del mismo ministro de la Defensa en Maiquetía, se había impedido que oficiales de la Guardia de Honor, comprometidos en el alzamiento, pudieran detener al Presidente. Ochoa entonces se dirigió a su casa y allí recibió una llamada de Pastor Heydra, quien le dijo que el coronel Rincón deseaba hablarle con urgencia. Una vez en el teléfono el oficial le comentó que había llamado por teléfono a su esposa que se encontraba en Fuerte Mara y ésta le informó que una compañía del Batallón “Aramendi” se insurreccionó y se dirigía hacia Maracaibo.
El presidente Pérez, por su lado, llegó a La Casona, la residencia presidencial, apenas habló con su hija Carolina y se dirigió a su cuarto a descansar. Una hora más tarde, fue despertado por la llamada del ministro Ochoa que le comunicó lo del alzamiento en Maracaibo. De inmediato se vistió y partió hacia Miraflores, en compañía de su chofer, un edecán y el jefe de su escolta civil, en el único carro que estaba a mano, pues no quiso esperar a que sacaran los vehículos blindados del estacionamiento. Cinco minutos más tarde empezó un despiadado ataque contra La Casona, donde se encontraban la esposa del presidente, su hija menor (Carolina), dos de sus nietos, una tía –de ochenta años- y algunos empleados. Al llegar al Palacio de Miraflores, el Presidente llama a La Casona y su hija Carolina le informa la situación que se vive allí. Pérez le promete enviarles refuerzos. Sin dilación, se comunica con el general Ochoa que ya se encuentra en el Ministerio de la Defensa y le pide enviar hombres leales al Gobierno a la residencia presidencial. El ministro le promete que lo hará aunque está en cuenta que no tenía ningún control sobre la situación.
El lúgubre redoble de los tambores de la lluvia comenzó a sonar para la democracia venezolana el día 3 de febrero y no el 4, como lo registra la historia oficial. A las 9:00 de la mañana se inició la movilización -en autobuses y unos camiones del batallón de transporte-, de una columna del batallón Briceño que comandaba el teniente coronel Hugo Chávez Frías. El propósito era apoyar la logística de la insurrección. A la 1:00 de la tarde, Chávez se reunió con el general Efraín Visconti Osorio, de la Base Libertador, y éste le pidió posponer las acciones por un tiempo. Ante la imposibilidad alegada por Chávez, pues el levantamiento ya estaba en marcha, Visconti le prometió una “neutralidad activa”, es decir, “si salen aviones a bombardearlos, nosotros iremos contra esos aviones”. Visconti también exigió que no entraran paracaidistas a la Base Aérea, que sólo permitiría que la rodearan.  En horas de la noche, los insurrectos ya tenían control sobre la base de paracaidistas, el cuartel Páez y el cuartel San Jacinto, en Maracay. El capitán Edgar Hernández Behrens lo tenía sobre el Fuerte Conopoimaen San Juan de los Morros, ya que el comandante de esa plaza se encontraba de comisión en Caracas. El teniente coronel Francisco Arias Cárdenas estaba al mando de su cuartel, en Maracaibo, reuniéndose a las 10:30 p.m. con sus oficiales para plantearles los objetivos políticos y militares del alzamiento. A las 11:30 p.m., el teniente coronel Jesús Urdaneta Hernández tenía bajo su mando al comando de la Cuarta División de Infantería. Chávez y sus soldados, por su lado, comenzaron a las 10:00 de la noche el avance hacia Caracas, a bordo de autobuses civiles. Su destino era comandar las operaciones desde el Museo Histórico (Museo Militar). También hacia Caracas partió el Batallón de Paracaidistas “José Leonardo Chirinos”, comandado por el teniente coronel Joel Acosta Chirinos. Su propósito: atacar la Base Francisco de Miranda y el Comando General de la Aviación. Una compañía de paracaidistas, al mando del capitán Carlos Rodríguez Torres, atacaría la residencia presidencial. Joel Acosta Chirinos alcanza inicialmente sus objetivos, pero no así el capitán Rodríguez que al ver la caravana oficial (los vehículos blindados que partieron minutos más tarde detrás del Presidente) salir de La Casona, pensó que ahí se le escapaba el jefe de Estado. A pesar de eso, llevó a cabo un despiadado ataque contra la residencia presidencial, lanzando una gran cantidad de morteros, muchos de los cuales no estallaron, lo que salvó la vida a la familia del presidente Pérez. En un momento de la refriega, el teniente coronel Luciano Bacalao von Shambert, a cargo de la defensa de La Casona, propuso a la primera dama rendirse para evitar un derramamiento de sangre, a lo cual ésta se negó.
A las 11:45 p.m. de ese 3 de febrero, un grupo de oficiales y cuarenta soldados insurrectos, a bordo de doce unidades del Batallón de Tanques “Ayala”, salieron de Fuerte Tiuna rumbo al Palacio de Miraflores. Cuarenta minutos después llegan a su objetivo y son recibidos a tiros. Perciben que no había presencia de paracaidistas. Uno de los oficiales, Antonio Rojas Suárez, trató de comunicarse con Chávez para pedirle urgentemente refuerzos de infantería con armas de apoyo, pues no querían disparar los cañones de los tanques y provocar muertes de soldados inocentes. Pero no detienen sus acciones golpistas. Dos de los tanques se estrellaron contra las rejas del Palacio Blanco. Otro lo hizo contra la verja del Palacio de Miraflores. De este último se baja un capitán con un fusil al hombro y se dirige al despacho presidencial. Allí se encuentra con un edecán del Presidente y el jefe de la escolta civil. De inmediato comienzan los disparos de parte y parte. Luego se oyeron detonaciones de bazucas. En cuenta de la situación, el Presidente llamó al ministro de la Defensa para ponerlo al tanto de tales hechos y éste le prometió enviarle refuerzos. Desde una de las tanquetas ametrallan la oficina de Pérez pero los vidrios blindados soportan la descarga. Allí se encontraba CAP armado de una subametralladora, acompañado por varios de sus escoltas. En ese momento el Palacio de Miraflores es defendido por diez y seis funcionarios de la escolta civil que se encontraba de guardia, más el jefe de la unidad; cinco soldados, un sargento de la Guardia Nacional, un oficial de la Fuerza Aérea, dos edecanes, el subjefe y el jefe de la Casa Militar. Del lado de los atacantes hay cuarenta soldados dirigidos por cuatro capitanes y un sargento segundo. Los atacantes debían ser reforzados por la gente de Chávez pero eso no ocurre. Ambos bandos desconocen la situación que el oponente maneja. En un determinado momento se produjo un fuerte intercambio de disparos, hasta que dos soldados insurgentes cayeron heridos por unas de las ráfagas que disparaban desde las oficinas de la Casa Militar. Eso desmoralizó a los atacantes y permitió a las fuerzas leales al Gobierno controlar la parte interna de Miraflores.
Mientras tanto, el ministro Ochoa se ponía en contacto con los diferentes comandantes de Fuerza y obtenía información detallada acerca de las unidades que se habían rebelado. Recibe además una llamada de un puesto de la Guardia Nacional de la autopista Regional del Centro y le informan que acaba de pasar una columna de tanques hacia Caracas. Se comunica entonces con el jefe del Comando Logístico del Ejército y le ordena establecer una posición defensiva en la autopista Regional del Centro para impedir el acceso de los tanques a Caracas, y si es necesario debe volar con armas antitanques la salida de los túneles de Los Ocumitos. Luego recibe una llamada telefónica de otro puesto de la Guardia Nacional, ubicado en la Encrucijada y le advierten que una unidad misilística se dirigía hacia Caracas. En ese momento a Ochoa le preocupa que la conspiración pueda extenderse sino había alguna demostración de éxito por parte de los militares aliados al Gobierno. Decide llamar al presidente Pérez:

-Presidente, es necesario que usted se dirija a los venezolanos.
-Ochoa, estoy totalmente rodeado en el Palacio de Miraflores. Sería imposible salir. Me detendrían de inmediato o me dispararían.
-Es verdad Presidente, pero la situación es de tal gravedad que tiene que hacerlo. Si usted no se dirige al país, el Gobierno está derrocado.
-¿Es tan delicada la situación?
-Sí Presidente, la situación es de inmensa gravedad.
-¿Y por dónde salgo, Ochoa?
-Por los túneles, presidente. Debe haber alguna puerta sin control.
-Lo haré Ochoa. Es mi responsabilidad.

Carmelo Lauría (1936-2010), enterado del asalto a La Casona, llama al Presidente y éste le pide verificar cuál televisora no está custodiada por los rebeldes. Lauría se pone entonces en contacto con Marcel Granier quien le indica que en RCTV hay tropas. Se comunica luego con Ricardo Cisneros y éste le dice que en Venevisión no hay nadie. Inmediatamente le transmite la información a Pérez. Con Lauría se encuentra Reinaldo Figueredo Planchart y éste hace contacto con la Disip y la Policía Metropolitana para que custodien la televisora. Lauría por su lado habla con el comandante de la Guardia Nacional, Freddy Maya Cardona y se entera que ese cuerpo respalda al Gobierno. También llama al comandante del Regional 5 de la Guardia Nacional y éste le ratifica el apoyo al Gobierno. Lauría está consciente de que, por las funciones que cumple la Guardia Nacional, su respaldo es fundamental para la estabilidad democrática; además, es la única fuerza de tropas profesionales. Toma entonces la decisión de trasladarse hasta Venevisión.
Después de hablar con Ochoa y Lauría, CAP llamó al contralmirante Iván Carratú Molina, jefe de la Casa Militar para que planificara su salida del palacio. Procede a comunicarse con La Casona y habla con su esposa, doña Blanca, y ésta le dice: “Carlos Andrés, tiene que irse de ahí, tiene que irse. Acuérdese de Rómulo, acuérdese de que usted tiene que salir por televisión”. El Presidente le responde: “Sí, Blanca, no se preocupe, voy en camino”. Pérez aprovecha el momento en que ya hay completo control de la parte interna de Miraflores y, a bordo de un vehículo blindado, acompañado de Carratú, Virgilio Ávila Vivas y una pequeña escolta civil, sale por una puerta que da a la calle que pasa por el Liceo Fermín Toro y se dirige hacia la Avenida Baralt para luego tomar la Cota Mil. Por segunda vez logra burlar a los rebeldes. A los pocos minutos llega a Venevisión, donde le tienen ya preparado el estudio en el que pronuncia una breve alocución, transmitida en vivo a todo el país, a la 1:30 a.m. Ese corto mensaje fue fundamental para torcer el rumbo de la situación:

Un grupo de militares traidores a la democracia, liderando un movimiento antipatriota, pretendieron tomar por sorpresa al gobierno. Me dirijo a todos los venezolanos para repudiar este acto. En Venezuela el pueblo es quien manda. Su presidente cuenta con el respaldo de las Fuerzas Armadas y de todos los venezolanos. Esperamos que en las próximas horas quede controlado este movimiento. Cuando sea necesario volveré a hablar.

Poco después, Eduardo Fernández y Teodoro Petkoff también se dirigieron al país rechazando la asonada militar. Y una hora más tarde, el presidente Pérez volvió a dirigirse al país. Para ese momento ya había recibido llamadas de varios jefes de Estado del continente, quienes le manifestaron que jamás reconocerían una dictadura militar. Tan importante respaldo fue hecho del conocimiento de todos los venezolanos. A las 4:00 a.m., CAP regresó a Miraflores, después que las tanquetas del Regional 5 de la Guardia Nacional apoyaron en el rescate de Miraflores. Su desplazamiento fue ordenado por el mismo Presidente, a sugerencia de Carmelo Lauría, en virtud de que los tanques del Batallón Bolívar y algunos del Batallón Ayala no aparecían.
Chávez dice que llegó al Museo Militar entre las 00:30 y 01:00 a.m. para comandar desde allí las operaciones. Esperaba que el lugar estuviera tomado por fuerzas insurgentes. Pero para su sorpresa, el lugar estaba controlado por gente afecta al Gobierno. El jefe bolivariano da dos versiones acerca de lo que ocurrió inmediatamente después. A Agustín Blanco Muñoz le dice: “Cuando yo llego al Museo Histórico, y entro, nos reciben con una ráfaga de ametralladora que por poco nos barre. Éramos cinco hombres y el resto aún permanecía en el autobús”. Y a Ángela Zago le expresa que al llegar a la Planicie, con un oficial y tres soldados, se generó “una confusión que degeneró en un nutrido intercambio de disparos”. En su primera versión sólo es amedrentado con una ráfaga de ametralladora; y en la segunda se produce un intercambio de disparos. Por los desarrollos de los acontecimientos en ese lugar, pareciera que hay otra variante. En realidad, Chávez trata de convencer al responsable de la custodia del Museo Histórico y les dice que él viene a reforzarlo. En eso llegó un oficial insurrecto con más apoyo en dos autobuses, lo cual es aprovechado por el jefe de la asonada militar para exigir la rendición del lugar, lo que es aceptado por el oficial a cargo del museo. De ese modo se apoderan del puesto casi a las 2:00 de la madrugada. A esta versión, sin embargo, se contrapone otra que introduce un pequeño pero significativo cambio: la del coronel Marcos Yánez Fernández, director del Museo Militar. Este oficial afirma lo siguiente:

A las 11:50 p.m. del 3 de febrero de 1992 se empezaron a escuchar disparos en los alrededores de Miraflores. El guardia de comando me llamó para informarme lo que ocurría. De inmediato salí de mi casa (…) A las 00:15 a.m. del 4 de febrero se acercó un convoy precedido por un automóvil Malibú verde y dos Jeeps de comunicaciones. Detrás venían varios autobuses con personal de tropa. El oficial superior que los comandaba se identificó como el teniente coronel Hugo Chávez Frías, le informó al sargento segundo Yajure Álvarez, oficial del día, que venía a reforzar la seguridad del Museo Militar por los hechos que estaban ocurriendo.
El sargento Álvarez no estuvo de acuerdo con permitir la entrada del personal de tropa, aduciendo que no tenía instrucciones mías al respecto. De repente, en medio de la discusión, el teniente coronel Chávez sacó la pistola y lo obligó a abrir la reja de entrada (…) El teniente coronel Chávez se hizo conducir por el sargento Álvarez hasta la fachada del edificio. En ese momento exclamó: “¡Perfecto! Yo sabía que era el Museo Militar y no el Observatorio el mejor sitio para ubicar mi puesto de comando. Desde aquí puedo observarlo todo”. 

A las 00:40 a.m., el coronel Yánez Fernández se presentó en el Museo Militar y habló con Chávez. Éste le explicó las razones del movimiento. Más tarde, cuando Pérez apareció en pantalla (01:30 a.m.), Yánez llamó a Chávez para que lo viera. Después de oír al Presidente, el comandante rebelde se retiró molesto. Poco después, Yánez salió hasta donde se encontraba Chávez y lo vio observando con sus binóculos los combates que se llevaban a cabo en Miraflores, sin tomar ninguna decisión. Al darse cuenta Yánez que el jefe bolivariano se encontraba en estado de shock, se retiró hasta su oficina. De acuerdo con esta versión, Chávez tuvo tiempo de reforzar a su gente en Miraflores y –quizás- impedir la salida de Pérez. Surge entonces una pregunta: ¿son los hechos anteriores lo que explican que Francisco Arias Cárdenas le haya expresado después a Zago que: “No me atrevo a decir lo que debió o no debió hacer el comandante porque sé y lo saben muchos, que en estas situaciones pasan cosas inexplicables”? Es cierto: a veces el miedo inmoviliza. Y eso es lo que da a entender Urdaneta Hernández cuando comenta la experiencia vivida por el grupo de los comandantes, primero en los calabozos de la Dirección de Inteligencia Militar y luego en la cárcel:

Cuando nos sacaban a cada uno, no nos podíamos ver, pero pasando por las ventanitas uno le podía decir al compañero cualquier cosa muy rápidamente. La primera vez que me sacaron, pasé por al lado de Chávez y le digo: oye vale, qué rápido te entregaste, ¡qué maravilla!, en tono irónico. Recuerdo que tenía los chicharrones [los cabellos] todos alborotados, así grandísimos, y me impresionó porque nunca lo había visto así. Llega él y me dice: “Bueno compadre es que me sentí solo”. Le dije: ¿Ah, te sentiste solo? Pero es que yo también andaba solo. Andaba con mi batallón y mis oficiales, no tenía a diez tenientes coroneles al lado mío. Tú también andabas con tu batallón y tus oficiales. ¿Qué querías tú? Y me responde: “Bueno, me sentí solo”. Lo mismo le dijo a Arias. Ya en la cárcel, un día caminando Hugo y yo tomados de los hombros, le dije: “cónchale, Hugo, ¿qué te pasó, por qué no lanzaste ni siquiera un cañonazo? Y me contestó: “Coño, me quedé solo, sin comunicaciones (…)  me hiciste mucha falta”. 

Lo cierto es que, de acuerdo con el Plan de Acción definitivo elaborado por Arias Cárdenas, Chávez tenía que llegar al Palacio de Miraflores. Eso lo sabía muy bien el capitán Ronald Blanco, uno de los atacantes de Miraflores; por esa razón, a la 1:00 de la madrugada llama por teléfono a Herma Marksman, la amante de Chávez que ha colaborado con los insurrectos, y le dijo: “¿qué sabes tú de mi comandante Chávez? Él también sabía que tenía que estar aquí, y aquí estamos nosotros solos cayéndonos a plomo”.Lo anterior explica que Urdaneta Hernández llegara después a una triste y definitiva conclusión: “Hugo siempre supo hacia donde iban las cosas, él no arriesgó, pero utilizó a los demás como carne de cañón”. Por su lado, Pérez expresó también su parecer en estos términos:

Chávez demostró su falta de condiciones, que no tenía valor ni integridad ni capacidad técnica para la acción, porque estoy absolutamente convencido de que si él, en lugar de irse a La Planicie, va con los hombres que tenía allí y los tanques que rodeaban a Miraflores, era inevitable la toma del Palacio, pues el regimiento presidencial había sido aislado en su sede. Yo sólo estaba con 19 hombres mal armados, sin municiones. De modo que la toma de Miraflores no ocurrió debido a su indecisión, a su falta de coraje y de capacidad. 

Lo señalado por Pérez es ratificado también por un colaborador del Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 (MBR-200), el profesor de la Universidad de Los Andes Pedro Solano (alias Camilo), cercano a Arias Cárdenas y enlace con los sectores civiles. Al pedírsele sus reflexiones sobre el 4 de febrero, dijo sin asomo de duda:

En primer lugar un planteamiento que ya es casi un lugar común, y se relaciona con la pregunta de por qué el comandante Chávez no participó en la toma de Miraflores, dejándole esa función a un capitán, cuando teníamos claro que la captura de Miraflores, independientemente de que se hiciera o no preso al Presidente, era fundamental para demostrar que ya se disponía del poder. Pienso que ese fue un error táctico y de logística que tuvo mucho que ver con el fracaso militar. 

Sin embargo, Chávez ha querido siempre cambiar esa página oscura de su gesta golpista. En ese afán él no ha perdido oportunidad de aludir a los hechos de ese día en términos que borren para siempre la verdad de su actuación en tan crucial momento. En la conversación que sostuvo con Heinz Dieterich, el 23 de marzo de 1999, Hugo habla acerca de los soldados que murieron en la toma del Palacio de Miraflores. Dieterich le pregunta que dónde estuvo cuando cayeron los muchachos y el entonces Presidente responde:

…yo llegué de Maracay directamente al puesto de comando, pero no estuve en este sitio específicamente. Aquí estuvo parte de las tropas de Caracas, un batallón de tanques y un batallón de infantería. Eran a las tropas de Caracas que les correspondía este objetivo. (Las negrillas son nuestras).

Así pues, toda posibilidad de victoria por parte de los insurrectos se perdió desde muy temprano, entre las fisuras del nuevo día. A partir de las 0:15 a.m. las fichas del dominó comenzaron a caer una a una. Primero fue la compañía de paracaidistas del Batallón José Leonardo Chirinos que tenía la misión de tomar las distintas alcabalas del Fuerte Tiuna; después siguió la unidad que atacó la Comandancia General de la Armada (1:45 a.m.); más adelante le tocó el turno a los oficiales y soldados  que atacaron Miraflores (2:45 a.m.); luego vino la compañía que mantuvo rodeado al Ministerio de la Defensa y la Comandancia General del Ejército (2:45 a.m.); después la compañía de tanques que llegó hasta Tazón (3:30 a.m.); y luego se rindió Arias Cárdenas, en Maracaibo (10:30 a.m.). Las conversaciones con la cabeza del movimiento arrancaron desde tempranas horas de la madrugada pero la rendición se concretó a las 6:30 a.m., después que aviones F16 sobrevolaron el Museo Militar. Hugo Chávez fue trasladado armado, por el general Ramón Santeliz, al Ministerio de la Defensa, pero antes se le permitió que se bañara, afeitara y cambiara el uniforme militar (sudado pero con poca acción efectiva), en las instalaciones de la Proveeduría de las Fuerzas Armadas, ubicada en la Avenida Sucre, a la entrada de la autopista Caracas-La Guaira. Se ha señalado que en ese trayecto se destruyeron importantes documentos.
A pesar del evidente fracaso, algunos oficiales rebeldes no aceptan deponer las armas. Entonces, con el fin de evitar mayor derramamiento de sangre, el Alto Mando Militar consideró que era conveniente presentar al jefe rebelde ante los medios de comunicación social para lograr un cambio de actitud en los militares alzados que aún se mantenían en la lucha. La propuesta fue presentada a la consideración del ministro Ochoa y éste, a su vez, se la comunicó al presidente Pérez, quien luego de pensarlo dijo: “Ochoa, lo autorizo, pero antes graben el mensaje”. El ministro transmitió la instrucción al Alto Mando pero éste alegó que era importante actuar con rapidez, pues la crítica situación así lo ameritaba. Ante esa situación, el ministro dio la autorización para que se presentara a Chávez ante los medios, sin grabarlo previamente. A nadie se le ocurrió que el llamado para deponer las armas, dirigido al resto de los oficiales aún insurrectos, lo hiciera un miembro del Alto Mando, con Chávez detenido a su lado. Así las cosas, a las 11 de la mañana, cuando el cielo ya había renacido de nuevo con su esplendorosa luz, el teniente coronel habló:

Compañeros: lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros acá en Caracas no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor. Así que oigan mi palabra. Oigan al comandante Chávez, quien les lanza este mensaje para que por favor reflexionen y depongan las armas porque ya, los objetivos que nos hemos trazado a nivel nacional es imposible que los logremos. Compañero: oigan este mensaje solidario. Les agradezco su lealtad, les agradezco su valentía, su desprendimiento, y yo, ante el país y ante ustedes asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano.

El mensaje no se transmitió en directo, a través de microondas. Los diferentes medios de comunicación presente grabaron la declaración y llevaron el material informativo a sus respectivas estaciones de televisión y radio para su difusión. Los efectos fueron los previstos. Poco después se rindieron el teniente coronel Jesús Urdaneta Hernández y los demás insurgentes que aún no lo habían hecho. Con un saldo de veinte muertos, la partida había concluido para los rebeldes. Ganó la democracia. Sin embargo, la suerte de Pérez quedó echada con la fallida acción militar. García Márquez hizo después la siguiente valoración del mensaje de Chávez: “muchos partidarios como no pocos enemigos han creído que el discurso de la derrota fue el primero de la campaña electoral que lo llevó a la Presidencia de la República menos de nueve años después”.
Un último capítulo se registró como anécdota singular, como algo consustancial con las logias. No olvidemos que los miembros de esas organizaciones se protegen y apoyan entre sí. Ni qué decir del buen trato que se dan. Lo anterior explica que las consideraciones que recibió Chávez de parte del general Santeliz no se detuvieran ahí. Luego de la declaración del jefe rebelde, Ochoa se trasladó hasta el Ministerio de la Defensa y habló un rato con él. Llegada la hora del almuerzo, el ministro lo invitó a comer, en su comedor privado, en compañía de varios de sus generales. Como era de esperarse, durante la comida se habló de los acontecimientos ocurridos en las últimas horas. No sabemos si para justificar un trato tan especial, en el libro que después escribió el ministro Ochoa sobre la rendición de Chávez, se recoge el siguiente episodio:

En un momento determinado intervine para hacerle ver su responsabilidad en los hechos ocurridos: “Chávez, usted es responsable de los muertos y heridos que ocurrieron durante la insurrección. Son jóvenes venezolanos que perdieron injustamente la vida. Muchos de ellos fueron conducidos al combate engañados por usted y por los oficiales que se alzaron”. Su respuesta me pareció cínica: “Mi general es imposible hacer historia sin utilizar la violencia”. Molesto le respondí con dureza: “Chávez, usted no sólo incumplió sus deberes militares traicionando a sus superiores sino que lo hizo también con sus subalternos. Usted se rindió sin combatir. Por el contrario la mayoría de los oficiales insurrectos honraron su palabra hasta el último momento. Algunos murieron, otros están heridos. Los demás sólo rindieron sus armas  después que usted lo hizo. Estaban dispuestos a morir por sus ideales. Definitivamente, usted no lo estaba”. Chávez no respondió. Observé que mis palabras lo habían afectado profundamente. Se puso pálido. Bajo los ojos y guardó silencio.

De acuerdo con análisis posteriores, la asonada militar fue vencida por tres motivos: mal diseño del golpe, ejecución incoherente de las acciones en Caracas y falta de apoyo de la población civil. Respecto a lo primero, resulta inconcebible –tratándose de una operación militar que fue planificada por muchos años- que los insurrectos no definieran como objetivo vital la toma de las estaciones principales de televisión y de radio, limitándose a tomar tan solo el Canal 8, de mínima cobertura nacional. Cualquier manual sobre el golpe de estado moderno establece como acción primordial el control de todos los medios de comunicación masiva electrónicos. En cuanto a lo segundo, Hugo Chávez delegó el mando de la toma del Palacio de Miraflores, alejándose así del puesto de combate fundamental para la insurrección. Por si fuera poco, comprometió negativamente el asedio al centro de poder, desplazando a centenares de soldados bien apertrechados hacia un lugar carente de toda importancia táctica (el Museo Militar). Y para colmo, los encargados del sitio del palacio no controlaron con efectividad las vías de salida y acceso del mismo. Finalmente, pese la impopularidad del régimen, el pueblo desplegó su vocación democrática al no apoyar activamente al golpe militar. Esto último pone de manifiesto la falacia de Chávez y sus seguidores al querer presentar su acción militarista como una “rebelión cívico-militar”.
@EddyReyesT

Cuando la revolución chavista apenas mostraba su fachada ignorante, el jefe del Estado aconsejaba a la gente que vivía en los cerros, en la marginalidad, que se regresara al campo a cultivar la tierra. Un consejo que para cualquier citadino significa crudamente morirse de hambre. Esa absurda regla de tres, que hizo que el responsable de la escasez actual, Jorge Giordani, llorara en el consejo de ministro y en cadena nacional cuando vio que sembraban arroz en tierras no adecuadas para ese cultivo en el expropiado hato El Frío, con la creencia de que sembraban futuro, acabó con la agricultura en Venezuela. Ignaros y ambiciosos en grado superlativo han reducido –con reglamentos absurdos, mordidas, imprevisión, corrupción, alcabalas, burocracia, decretos y caprichos– la industria del café a polvo cósmico.

Sin café y sin flor de patria

En las lluviosas, brumosas y acogedoras montañas de Trujillo la tierra es bondadosa con los cafetos y con todas las otras semillas que el hombre le entregue, y atienda. Sin embargo, sigue siendo una de las zonas más pobres de Venezuela, con alto índice de desempleo y de embarazos de adolescentes.
Los recursos que atienden a la población no tienen su origen en el trabajo de su gente ni en el esfuerzo de su industria y su agricultura. No. Provienen del situado constitucional, del reparto de la plusvalía de la venta del petróleo; pero no al precio real del crudo, sino de acuerdo con la cifra que el gobierno le haya asignado en el presupuesto. Es el rentismo petrolero.
Café, tabaco, cacao, añil y caña de azúcar han sido los cultivos tradicionales de exportación. Su alta calidad y la rigurosidad en la entrega le permitieron ganarse un particular prestigio en los mercados internacionales. Lejos de nevadas, huracanes y sequías indomables, solo los desafueros e iniquidades de las montoneras, guerras civiles y levantamientos de gamonales obstaculizaban que las cosechas llegaran a su destino, o se perdieran.
En los primeros tiempos, los atropellos de los intermediarios, los abusos de los banqueros, los altos precios de los insumos y su escasez derivada de los conflictos mundiales llevaron a la ruina a muchos productores, que abandonaron sus tierras y se mudaron al centro del país a ejercer los oficios más dispares. Pero con el amago de reforma agraria y fomento a la producción, además de la paz, la actividad cafetera cubría la demanda del país y exportaba. 
Cuando la revolución chavista apenas mostraba su fachada ignorante, el jefe del Estado aconsejaba a la gente que vivía en los cerros, en la marginalidad, que se regresara al campo a cultivar la tierra. Un consejo que para cualquier citadino significa crudamente morirse de hambre. Esa absurda regla de tres, que hizo que el responsable de la escasez actual, Jorge Giordani, llorara en el consejo de ministro y en cadena nacional cuando vio que sembraban arroz en tierras no adecuadas para ese cultivo en el expropiado hato El Frío, con la creencia de que sembraban futuro, acabó con la agricultura en Venezuela.
Ignaros y ambiciosos en grado superlativo han reducido –con reglamentos absurdos, mordidas, imprevisión, corrupción, alcabalas, burocracia, decretos y caprichos– la industria del café a polvo cósmico. Una tragedia. Con miles y miles de víctimas en el campo y en la ciudad. Ahí está la causa de que no encuentre en ninguna parte, y que cuando la suerte lo ayuda y pueda colarlo, ese “café” le sepa a palo húmedo quemado, y no al grano arábica que tanta fama tuvo en el mundo. Vendo cafetera por falta de uso, y de grano.
@ramonhernandezg

Sonia Chocrón (Caracas, 1961) sintió nostalgia por la ausencia de su madre apenas terminó de ver Mary Poppins con su hija hace ya más de 10 años. La película desató la escritura de un poema que se convirtió luego en un libro sobre cine. Un pequeño catálogo de aquellos filmes que marcaron a la escritora en clave poética.

Sonia Chocrón, escritora

"Mary Poppins": cine y poesía

"Utilicé el cine como cronograma de eventos de mi vida: es mi libro más autobiográfico", señala la autora de "Mary Poppins y otros poemas".

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La autora venezolana ya espera por la publicación de su novela negra "La dama oscura" (Oswer Díaz)
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DANIEL FERMÍN |  EL UNIVERSAL
viernes 30 de enero de 2015  08:38 AM
Sonia Chocrón (Caracas, 1961) sintió nostalgia por la ausencia de su madre apenas terminó de ver Mary Poppins con su hija hace ya más de 10 años. La película desató la escritura de un poema que se convirtió luego en un libro sobre cine. Un pequeño catálogo de aquellos filmes que marcaron a la escritora en clave poética.

Mary Poppins y otros poemas, publicado por Lugar Común, es un homenaje personal al cine. Una forma de combinar en un mismo trabajo las dos artes. "El cine y la poesía son dos mundos en los que me muevo. La película que le da título a la obra es un tributo a mi madre. El libro recuerda siempre momentos de una vida que ya no es. Es un poemario en el que elijo rescatar de la muerte a seres que he querido mucho, a través de títulos, personajes o escenas que han estado presente", dijo la autora venezolana, que ha hecho de guionista.

Sonia Chocrón escribió varios poemas del libro justo después de ver los largometrajes. Hay otros que son evocaciones. Un lector no tiene por qué haber visto todas las cintas para involucrarse en los textos. "La excusa de las películas son apenas un guiño a mi vida paralela en el mundo de las imágenes. Los poemas son independientes a los largometrajes".

La propia autora advierte en las páginas preliminares que su poemario no es una lista sesuda de las mejores películas. Tampoco es una selección de todas sus producciones favoritas. Apenas es un intento de fijar recuerdos a través de filmes. La sociedad de los poetas muertos (Peter Weir), 8¿ (Federico Fellini), La vida es bella (Roberto Begnini), Lo que el viento se llevó (Victor Fleming), Las horas (Stephen Daldry), entre varios otros títulos de realizadores europeos y de Hollywood.

Mary Poppins y otros poemas es, según su autora, el testimonio más personal que he hecho. Los filmes incluidos en el libro también reflejan sus etapas. "Utilicé el cine como especie de cronograma de eventos de mi vida. No sólo recorre la nostalgia de la madre, también los años de mi adolescencia, mis momentos locos, mi maternidad. Es el libro más autobiográfico de todo lo que he escrito, incluida la narrativa".

Los poemas fueron escritos poco a poco durante una década. Todos son previos a la incursión de la autora en la novela. "Me tardé muchísimo en concluir porque por un momento sentí que la poesía se había ido de mí. Fue un libro que terminé de construir a pulso, con bastante trabajo. El cine hizo de mecanismo conductor".

Sonia Chocrón ya se dedica a un próximo libro de poesía sobre la magia negra en el amor. Lo hace en paralelo a la escritura de otras dos novelas. También espera por la publicación de La dama oscura, la segunda parte de una trilogía policial que empezó con Sábanas negras. Mientras, el cine de Mary Poppins y otros poemas ocupa su espacio en las librerías.

dfermin@eluniversal.com

Comunidades de 14 estados de la unión americana llevan el nombre de Simón Bolívar. Es su manera de rendir tributo al Libertador tal como lo describe, de manera muy personal, en el libro Bolívar, USA, el ingeniero civil, oficial retirado del Ejército venezolano e investigador Álvaro Muñoz.

Un libro registra la admiración de Estados Unidos por Bolívar

"Bolívar, USA" fue escrito por el investigador Álvaro Muñoz.

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En www.bolivarusa.com hay información sobre la publicación (Cortesía)
EL UNIVERSAL
viernes 30 de enero de 2015  08:42 AM
Comunidades de 14 estados de la unión americana llevan el nombre de Simón Bolívar. Es su manera de rendir tributo al Libertador tal como lo describe, de manera muy personal, en el libro Bolívar, USA, el ingeniero civil, oficial retirado del Ejército venezolano e investigador Álvaro Muñoz.

Estos honores, que datan desde 1819, se reflejan en comunidades como Bolívar County (Municipio) en Mississippi; Bolívar Península en Texas; City of Bolívar en Missouri; City of Bolívar en Tennessee; Bolívar Town y Bolívar Village en Nueva York; Village of Bolívar en Ohio; Bolívar en West Virginia, y Bolívar en Pennsylvania, entre muchas otras.

Muñoz también menciona en su libro una tradición iniciada por la familia Buckner, de bautizar sus hijos primogénitos con el nombre del prócer venezolano, en el Kentucky de 1823 y que aún se mantiene hasta el presente.

La compositora Thea Musgrave escribió la ópera Simón Bolívar, estrenada en Norfolk, Virginia, en 1995, donde se presentan importantes detalles de la gesta libertadora, y el Servicio Postal de Estados Unidos hizo una edición de estampillas de correo Héroes de la libertad, donde incluyeron una serie dedicada al Libertador, editada el 24 de julio de 1958.

Hay otros tributos narrados en Bolívar, USA: el homenaje que le rindió la Marina de Estados Unidos al poner su nombre en un submarino nuclear, el SSBN-641 USS Simón Bolívar, y el que le fuera otorgado al Libertador al bautizar con su nombre el Mount Bolívar, en Oregón.

Un detalle muy particular se describe en un capítulo del libro: la visita de los presidentes de Estados Unidos, Harry S. Truman, y de Venezuela, Rómulo Gallegos, a la ciudad de Bolívar, en Missouri, el 4 y 5 de julio de 1948 para inaugurar una estatua del prócer, donada por el gobierno de Venezuela. Álvaro Muñoz recopila videos, fotografías y entrevistas a personas que estuvieron en esa celebración.

Del libro, escrito en español y en inglés, hay más informacmación en la página www.bolivarusa.com. Actualmente, Muñoz, quien vive en Texas, prepara un documental para mostrar en pantalla todos los homenajes que en EEUU se le han hecho a Simón Bolívar.

miércoles, 28 de enero de 2015

Cuando creíamos haberlo visto todo en política, se nos aparece este cuestionado personaje, por su ideología y trayectoria de vida, ateo y solapado enemigo de todo lo que huela a religión, a invocar la bendición de Dios para que lo ayude a resolver los agobiantes problemas que aquejan a su país, causados precisamente por las tantas bendiciones que el mismo recibió en abundancia de ese Dios y que, corrupción, dilapidación, orgullo, abuso, demagogia, violación de derechos, derrocharon durante 16 largos años y que ahora faltan dramáticamente. Como me decía un veterano sacerdote, cuando están por morirse, siempre se acuerdan de Dios. Enhorabuena, pues.

Dios proveerá

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Cuando creíamos haberlo visto todo en política, se nos aparece este cuestionado personaje, por su ideología y trayectoria de vida, ateo y solapado enemigo de todo lo que huela a religión, a invocar la bendición de Dios para que lo ayude a resolver los agobiantes problemas que aquejan a su país, causados precisamente por las tantas bendiciones que el mismo recibió en abundancia de ese Dios y que, corrupción, dilapidación, orgullo, abuso, demagogia, violación de derechos, derrocharon durante 16 largos años y que ahora faltan dramáticamente. Como me decía un veterano sacerdote, cuando están por morirse, siempre se acuerdan de Dios. Enhorabuena, pues.
El abuso del poder se ha apoderado de nuestros países. Ello, además de pisotear los derechos humanos de nuestras poblaciones y de convertir los sistemas políticos en especies de caricaturas, genera pobreza y destrucción, afectando a los más necesitados. Hablan de que favorecen a los pobres pero al final son estos los que más se perjudican.
La Conferencia Anual de Davos, Suiza, congregada la pasada semana, ha planteado preocupación por lo que está sucediendo en Venezuela, Argentina y Brasil. Países ricos, pero inexplicablemente pobres en términos de transparencia y rodeados de la incertidumbre que causan grandes nubarrones de corrupción política y excesos de poder
Panamá no está en esa lista, pero bien pudo estarlo de ganar en mayo pasado el partido Cambio Democrático que llevó a la presidencia a Ricardo Martinelli en 2009 con 62% de los votos. Lo que se está descubriendo con el encarcelamiento de algunos de los personeros del gobierno anterior, además de procurar destruir las instituciones democráticas, se dilapidaron en enormes actos de corrupción varios miles de millones de dólares.
Gracias a la sociedad civil y al esfuerzo de los medios de comunicación en el descubrimiento de los ilícitos cometidos durante ese quinquenio, con el apoyo decidido de la Iglesia Católica solicitando transparencia en los pasados comicios y para dotar a la gestión gubernamental de mayor transparencia, ganó las elecciones Juan Carlos Varela y hoy Panamá enfrenta un reto jamás afrontado en nuestra historia.
Por un lado funcionarios de muy alto nivel presos pero con posibilidad de encarcelar al ex presidente Martinelli, tal como ha ocurrido en Guatemala y Costa Rica. Esto logró que evitásemos que Panamá se encaminara a escenarios parecidos a los de Chávez en Venezuela. Disfrazaron con el populismo la corrupción jamás vista en Panamá al igual que ocurrió en Venezuela con Chávez y con Maduro.
Afortunadamente, en Panamá aún podemos esperar mucho para elevar al cielo ese Dios proveerá que ha invocado Nicolás Maduro en su incapacidad de seguir manteniendo a flote una Venezuela que por largos 16 años ellos mismos ayudaron a hundir tan profundamente como hoy se encuentra.
Como el ave fénix Venezuela se levantará rápidamente para ocupar el sitial que le corresponde dentro del continente americano.
 *Abogado y diplomático
Carta de Dios a Maduro
Sabes que por ser Dios me encuentro en todas partes. Me calé completico tu discurso de memoria y cuenta, cumpliendo con mi deber ineludible de ser omnisciente. En un determinado punto –frente a las adversidades que se le avecinan al país por la crisis de los precios del petróleo– te oí decir, haciendo uso de tu libre albedrío: "Dios proveerá"
LAUREANO MÁRQUEZ
Mi muy querido y predilecto hijo pródigo: Sabes que por ser Dios me encuentro en todas partes. Me calé completico tu discurso de memoria y cuenta, cumpliendo con mi deber ineludible de ser omnisciente. En un determinado punto –frente a las adversidades que se le avecinan al país por la crisis de los precios del petróleo– te oí decir, haciendo uso de tu libre albedrío: "Dios proveerá".
Mi pequeña y hermosa criatura. Yo ya proveí. ¿Es que acaso no te has dado cuenta? Te explico, mi estimado moldeado del barro primigenio: El día que creé a Venezuela la coloqué en la zona tropical, para que los rigores del invierno y las nieves no les acosaran y el sol brillara todo el año.
Sin embargo, les puse los Andes con nieves perpetuas para que los maracuchos tuviesen donde pasar frío y usar guantes y gorritos tejidos con orejeras. Las tierras de que les doté son fértiles casi todas. Los llanos son propios para una buena ganadería. En las selvas costeras tienen el mejor Cacao del planeta y donde cultivar un excelente café. Les di tierras productivas en el sur del Lago, en los Andes, en toda la zona central.
Muchos ríos les hice, para que nunca les faltara el agua. Es más, puse dos bien caudalosos uno al lado del otro, para que usaran uno para producir electricidad y el otro -navegable- para que saquen los productos de exportación mineral, que además los coloque al ladito del río para que no hagan mucho esfuerzo en sacarlos.
Les di playas maravillosas para que lleven turistas: Margarita, Los Roques, Morrocoy y la Gran Sabana con su Salto Ángel para que se sintieran maravillados y orgullosos de lo que son.
En el subsuelo les puse las reservas petroleras más grandes del planeta. Tienen también oro, aluminio, bauxita, diamantes y tantas cosas más. Hijito bello: les mandé mensajes, les mandé personas, les envié inspiración: Bello, Bolívar, Vargas, Miranda, Gallegos, Reverón, Picón Salas, el Maestro Abreu, Zapata, Andrés Eloy, Soublette, Convit, Cabré, Davalillo, Lauro, Simón Díaz, Dudamel... (La lista es larga y mis caracteres no son eternos) y hasta Uslar con un mensaje: transformen el petróleo en otras formas de riqueza, siémbrenlo.
Tesoro hermoso de mi corazón. Como si lo anterior fuese poco, les acabo de enviar 15 años de la bonanza petrolera más grande que ha conocido la historia de la humanidad. Multiplica, bebé: dos millones y medio de barriles diarios X 100 X 30 X 12 X 15.
El resultado es el dinero que les envié, para que convirtieran a Venezuela en un Paraíso Terrenal de abundancia y progreso.
Les di todo, Nicolás del alma mía, hijito tierno de mi corazón: ¿Cómo te atreves a decirme que "Dios proveerá"? Mira, si en algún proyecto tenía yo esperanzas era en Venezuela. Les va a costar mucho que yo entienda cómo convirtieron una de mis mejores obras en esta ruina.
Lo siento, hijo, tengo que decirte que tu petición a las finanzas celestiales también ha fracasado.
Mira, te doy un consejo, así de panita: sienta en una mesa a Pedro Palma, Asdrúbal Oliveros, José Guerra, Orlando Ochoa y a Luis Vicente León al que tanto mientas y diles que te den una lista de 10 acciones urgentes para salvar al país de la debacle que le sobreviene y párales bola, que te lo digo Yo, que ya veo lo que viene y no por ser Dios, sino por puro sentido común.
A pesar de todo, te amo.
DIOS