DEBATE SOBRE LA MISERIA, SOBRE LA MISERIA DEL DEBATE
admin | 07/11/2017 | Web del
Frente Patriotico
En Venezuela rige solapada e implícitamente la norma vigente
en las peores dictaduras: PROHIBIDO PENSAR
Antonio
Sánchez García @sangarccs
“Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras
fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es
el hecho de que fomenten la idiotez.”
Jorge Luis Borges
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No recuerdo, en estos 18 años de socialismo bolivariano ni en estos veinticinco
años transcurridos desde el golpe de Estado que rompiera el hilo constitucional
y quebrantara para siempre el Estado de Derecho, tras la intención de derrocar
al gobierno constitucional e imponer una dictadura militar, una sola discusión,
ni un miserable coloquio o un desangelado debate – tampoco libros, ensayos o
artículos que versaran sobre la naturaleza que subyacía a ese Estado de Derecho
fracturado ni sobre el proyecto político y socioeconómico del movimiento
golpista que pretendía suplantarlo. Cuando más, memorias. El venezolano
prefiere recordar que pensar. Tampoco recuerdo, luego de diciembre de 1998, que
se planteara la discusión sobre la esencia del gobierno presidido por Hugo
Chávez que pretendía instaurar no sólo una dictadura, travestida como casi
todas ellas, sean comunistas o fascistas, de “democracia directa y
participativa”, sino incluso un régimen totalitario en Venezuela. Recuerdo
algunos pálidos aportes de Alberto Garrido sobre la influencia del argentino
Humberto Ceresole sobre la mancuerna fuerzas armadas, caudillo, pueblo. Con
fuertes resonancias del fascismo carapintada de los militares golpistas
argentinos y un desmarque radical respecto de la influencia del castro
comunismo cubano, que destacado críticamente por Ceresole le merecería ser
expulsado del reino rojo y carapintada venezolano. No advirtió el pobre que el
régimen en vías de implantación ya era rojo rojito. Ninguna sobre el fascismo cotidiano
del subdesarrollo que subyacía a dicha fórmula, ni muchísimo menos sobre el
vínculo Chávez-Fidel Castro, escandalosamente divulgado luego de su primera
visita a Cuba, en 1995. Entonces como hoy, en la América Latina irracional y
delirante, no causaba asombro ni disgustos identificarse con los tiranos, si se
proclaman de izquierdas. Pero que ni J.V. Rangel ni Luis Miquilena
permitieron subrayar. Eran sus principales asesores en manipulación electorera,
al extremo de llevar a su discípulo golpista a socializar, un vaso de whiskey
en la mano, con John Maisto, el embajador norteamericano en Caracas. “Miren sus
manos, no su boca”, dijo el torpe y menguado funcionario del Departamento de
Estado luego de uno de esos cordiales encuentros en la sede de la embajada
americana en Caracas. Ya entonces me previno sobre la oprobiosa complicidad del
Departamento de Estado frente al castro comunismo que se avizoraba en
Venezuela. Borges, el indoblegable genio argentino, lo había avizorado
mucho antes: “En Estados Unidos se espera que uno sea
partidario de los indios, que hable mal del país y que sea comunista. Cuando me
niego a estas tonterías, a veces defraudo a los que me escuchan.” Y
temí que absolutamente desvinculado de los principios del marxismo, que ninguno
de esos militares golpistas conocía, el socialismo bolivariano no hiciera más
que cumplir el horror de la tragedia soviética, reconocida con lucidez y coraje
por su primer disidente, León Trotzky en La revolución traicionada:
sin el más elemental desarrollo de sus fuerzas productivas, Chávez no haría más
que reafirmar el pronóstico que el joven Marx presagiara dos años antes de
publicar su Manifiesto Comunista: “(…) el desarrollo de las fuerzas
productivas es prácticamente la primera condición absolutamente necesaria (del
comunismo). Por esta razón: sin él sí se socializaría la indigencia y ésta
haría resurgir la lucha por lo necesario, rebrotando, consecuentemente, todo el
viejo caos (…)”. Bíblico: la revolución proletaria y el comunismo no
se produjeron en ninguna sociedad desarrollada. En aquellas sociedades pre
capitalistas e donde se impusieron gracias al voluntarismo de vanguardias
decisionistas no hicieron otra cosa que socializar la indigencia. Y, por ello,
montar sobre esa indigencia socializada monstruosos totalitarismos policiacos.
No se ha tratado,
pues, en la bolivariana, de una revolución socialista: se ha tratado de un
brutal asalto del gorilaje tropical castrista al Poder y a las riquezas
venezolanas. Había que travestir el asalto castrocomunista in status nascendi
de rebelión democrática. Como en su momento lo hiciera Fidel Castro desde la
Sierra Maestra. Primero el asalto. Luego, la verdad. Más nada: confundir al
eventual enemigo. Y salvo algunos pocos avispados, todos se tragaron el cuento.
Chávez no era el enterrador de la democracia: era el partero de la nueva,
resplandeciente e impoluta democracia tropical venezolana. ¿Cómo definir la
estrategia y la táctica políticas correctas y adecuadas con las que enfrentar
al mortal enemigo, si jamás se ha sabido real y verdaderamente en qué consiste
y por qué razón nos vemos envueltos en esa mortal enemistad que nos enfrenta?
¿Si quienes defenestraran a Carlos Andrés Pérez y hoy, gangosos y estridentes,
cacarean su usurpado liderazgo, habían decidido pasar agachados y acechar por
tiempos mejores? A la carencia de todo pensamiento crítico, que jamás lo
tuvieran, inmoral connivencia con la barbarie: inolvidable el silencio
alcahuete y aprobatorio de los líderes de entonces ante la burla, el sarcasmo y
el desprecio de la asunción de mando. Me refiero a Ramos Allup y a Henrique
Capriles. Y lo que da cuenta de la miseria opositora: siguen al frente de la
oposición oficialista.
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A juzgar por los hechos y luego de las
docenas de elecciones de todo orden habidas desde entonces, jamás se debatió en
Venezuela por qué y para qué se elegía, qué proyectos diferenciaban a las
distintas posiciones, que ideologías inspiraban a los partidos de una y otra
banda. Cuál era, en rigor, el proyecto del gobierno y cuál aquel con el que la
oposición de los partidos del establecimiento, viejos y nuevos, pretendían
enfrentarlo. Salir de Chávez y luego salir de Maduro: fuera o no fuera cierto,
esa ha sido toda la razón que ha asistido a la llamada oposición desde diciembre
de 1998. Salir no de quienes nos aherrojan, los dictadores de siempre, sino de
los estorbos de malos gobiernos. Es más: aún al día de hoy no existe consenso
entre las fuerzas opositoras sobre la caracterización del régimen. Aún en 2006,
durante una visita a la presidenta Michelle Bachelet en Santiago de Chile, una
comitiva opositora formada por Teodoro Petkoff, Manuel Rosales, Julio Borges y
Timoteo Zambrano – sólo faltaban Henry Ramos Allup y Leopoldo López para que
ella hubiera sido la fiel y completa expresión del conjunto de las fuerzas
opositoras que hoy, a once años de distancia, conforman y constituyen la
llamada Mesa de Unidad Democrática – sostuvo sin titubeos y con una
firmeza axiomática que no dejaba lugar a dudas: “Hugo Chávez es un demócrata”.
El periódico El Nuevo País, de Caracas, lo destacó con foto principal, a todo
lo ancho de la portada.
La historia, en cambio, se encargó de
desmentirlos y confirmar lo que algunos analistas veníamos sosteniendo desde la
alborada del 11 de abril de 2002, fecha de la insurgencia popular y el
pronunciamiento militar que lo separara durante algunas horas de su cargo:
Chávez no sólo no era un demócrata. Era un dictador populista de la peor
ralea y un tirano en ciernes, ya se había entregado a los brazos de
Fidel Castro y había decidido pública y verbalmente convertir a
Venezuela en una “segunda Cuba”: “vamos hacia la isla de la felicidad”
(sic). Hasta el día de hoy ninguno de los mencionados propagandistas
del talante democrático del caudillo que odiaba a Venezuela y prefirió irse a
morir en brazos de su padre putativo en La Habana, ha expresado una sola
palabra de auto crítica. Es más: todos ellos continúan actuando como si la
colosal falacia que entonces expresaran, sin rubor alguno, siguiera impoluta.
Como si ahora su sucesor, Nicolás Maduro, y su régimen – ya mundial y
reconocidamente forajido, terrorista y narcotraficante – fuera tan democrático
como lo fuera en tiempos del boyante y dispendioso Hugo Chávez.
Que la oposición que llamaremos “oficialista”,
vale decir: acordada tácita o explícitamente con el oficialismo
castrocomunista, continúa negándose a reconocer la naturaleza dictatorial,
ilegítima, fraudulenta, narcotraficante y terrorista del régimen, lo demuestra
el fervor con el que todos sus dirigentes, de AD a PJ y de UNT a Voluntad
Popular – dialogan con sus autoridades, el sacrosanto respeto a su
legalidad eleccionaria, así sea impuesta por una quisicosa ilegítima de toda
ilegitimidad mediante el fraude más notable, descomunal y llamativo de la
historia, falsamente bautizada de Asamblea Nacional Constituyente, y
los acuerdos de convivencia establecidos como para haber aplastado todos los
intentos insurreccionales de la Resistencia, ante la cual han hecho como que sí
pero como que no, azuzándola cuando le convenía para presionar al acorralado
gobierno dictatorial tras sus propósitos electorales, llevando incluso al
matadero a decenas de jóvenes esperanzados en el desalojo del régimen,
desgastándola a ella y a los millones de combatientes de la sociedad civil en
un sacrificio continuado y estéril, y traicionándola cuando obtenidos sus
propósitos electoreros constituía un estorbo a la pax Ramos-Borges-Maduro
necesaria como para montar los centros electorales y darle curso al simulacro
de enfrentamiento celebrado en los colegios electorales. A la tragedia del 2014
sucedieron las parlamentarias del 2015. A la tragedia del 2017 suceden las del
15 de octubre. Muertos por voto. Casa por cárcel.
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Suena insólito, y cuando menos absurdo,
que quienes dirigen los partidos políticos más importantes del establecimiento,
controlan todas las universidades y centros de investigación económicos,
políticos, históricos y sociales, y disfrutan de una cohorte de asesores,
doctores en diversas disciplinas de las ciencias económicas y sociales, no
hayan resuelto debatir pública, abierta, democráticamente sobre la naturaleza
del régimen, la caracterización del período, el proyecto estratégico que
inspira las acciones de la dictadura, el proyecto global que, desde La Habana y
Sao Paulo, lo inspira. Es más: sobre las características de la crisis
humanitaria a que ha dado lugar, el papel que desempeña en el conflicto que
enfrenta a las grandes y medianas potencias, las perspectivas abiertas a
nivel global para su resolución y, desde ese análisis profundo y descarnado,
pueda justificar sus acciones o alterar sus programas y puntos de vista. Y que
en lugar de avanzar por la senda de la investigación, el pensamiento y la
reflexión acerca de los que somos y deseamos ser, se desgasten pariendo un
bodrio farandulero y ominoso para difamar en el más puro estilo nazifascista a
quienes se resisten a pasar por el aro de las madamas del CNE y su ANC. Votar o
no votar: hasta allí llegan nuestras angustias intelectuales.
Llevado al nivel de los partidos,
directamente responsables de la miseria del debate, aún no expresan sus
proyectos tácticos y estratégicos. ¿Qué diferencia a AD de PJ, a UNT de VP, a
AP del MAS, a la Causa R de COPEI? Los que se confiesan socialdemócratas, ¿son
socialistas? ¿Los justicieros son socialcristianos? ¿Dónde encasillar a los
huérfanos de partido capaces de encuadrarse en cualquiera de ellos y ser su
candidato a gobernador? ¿Qué fuerzas o sectores sociales y qué ideología
representan un Ismael García o un Luis Florido, un Henrique Capriles o un Henry
Falcón, un Leopoldo López o un Julio Borges? Salas Römer ¿puede representar
indistintamente las misteriosas ideologías de VP o de PJ? Asunto difícil de
dilucidar, toda vez que muchos de ellos han transitado de un partido al otro
como quien se muda de ropa interior. Sin traumas aparentes en su universo de
certidumbres. ¿O carecen de ellas?
De una sola cosa podemos estar ciertos: todos se reconocen de izquierda. Que en
Venezuela, reconocerse de derechas es poner el cuello en la guillotina. La
derecha, sepa Dios en Venezuela qué y a quiénes represente, es un clavo
ardiente. Ser liberal, un verdadero y gran honor para hombres de la talla y la
estatura de un Mario Vargas Llosa, un Enrique Krauze, un Macri o un Pedro
Pablo Kuczynski es poco menos que pecaminoso. Ser de izquierdas, un
honor. Ser de derechas, un improperio.
Mientras continúe la miseria del debate, no habrá debate sobre la
miseria. Sus protagonistas están demasiado ocupados en participar de las
próximas elecciones como para pensar en las próximas generaciones. En Venezuela
rige solapada e implícitamente la norma de las peores dictaduras: SE PROHIBE
PENSAR.
CULPA
admin | 06/11/2017 | Web del
Frente Patriótico
No recuerdo a ciencia cierta si fue John Kennedy quien habló
de la orfandad de las derrotas y de la paternidad plural de las victorias. Pero
independientemente de quien haya sido el constructor de esta gran verdad, la
debacle producida por los resultados prácticos de las votaciones el 15 de
octubre, han puesto a los jefes de la MUD a buscar -desesperadamente- un padre
para la criatura, dado que no la pueden convertir en hijo expósito.
La decisión del partido Acción Democrática de Ramos Allup
(para diferenciarlo del de Alberto Carnevali y Leonardo Ruiz Pineda), de
ordenar a los gobernadores adecos electos por los pueblos de Táchira, Mérida,
Anzoátegui y Nueva Esparta de que se juramentaran ante la espuria Asamblea
Nacional Constituyente, les puso más que brillante la calva de la ocasión. En
lo sucesivo, llamarán traidor al líder y al partido de los adecos y echaran al
saco del olvido que la traición primigenia fue haber concurrido a unas
votaciones dirigidas, claramente, a dar un barniz de democracia a un régimen tiránico
y un poco de legitimidad política a la ANC.
Ya empezaron los operadores cibernéticos de la MUD a lanzar
pestes contra Ramos Allup y sus gobernadores acólitos y a resaltar la digna
actitud del maracucho Guanipa (PJ), quien al parecer fue el único que entendió
que el mundo no se acaba mañana y que una conducta asociada a la traición lo
podía convertir en un eunuco político.
El 10 de octubre, cinco días antes de las malhadadas
votaciones, tuve la oportunidad de leer un twitt que decía así: «Hoy nos piden
el voto para ganar espacios y mañana se arrodillarán ante la ANC para no
perderlos.». Usando menos de 140 letras, este compatriota resaltó el antes y el
después del 15O; hizo notorio que no habían planteamientos ideológicos ni
ofertas de obras públicas o mejoras sociales, que todo lo que se deseaba era que
la gente mostrara una vez más su rechazo al régimen, cuidándose muy bien de
comentar que la moneda tenía otra cara: el beneficio directo y personal de los
caciques de la MUD y de los antidemocráticos partidos que dirigen.
En sus afanes burocráticos, la MUD tuvo la desfachatez de
convocar al pueblo a lograr una victoria imposible; señalo como imposible esa
victoria prometida, por cuanto no hay victoria sin dignidad, independientemente
del terreno en que se plantee la batalla. Imposible vencer cuando reiteradamente
hemos sido sometidos a la humillación de esperar la sacrosanta decisión de
Tibisay Lucena para saber si el voto que depositó el elector llegó al destino
deseado o fue negociado entre gallos y medianoche.
El 15 de octubre me hizo recordar las proféticas palabras de
Churchill ante la conducta timorata de Chamberlain ante Hitler: «han perdido el
honor y ahora tendrán la guerra».
La búsqueda de culpables por parte de la MUD es incansable;
su docena de cagatintas que nos fatigan con sus sandeces en las redes sociales,
no cesan de repartir culpas ni de inventar excusas. La primera, sostenida
durante varios días, fue que la derrota era culpa de los abstencionistas, pero
cuando Henry Ramos se quitó el disfraz y ordenó a sus conmilitones que
concurrieran a juramentarse ante la ANC, cambiaron radicalmente el discurso y,
con él, las víctimas de sus denuestos, demostrando que para ellos poco importa
la verdad, la cual siempre tienen arrodillada en el altar de sus conveniencias.
Ramos Allup es culpable, quizás el más culpable de haber
traicionado la confianza popular, pero señalarlo como el único culpable de la
debacle ética de la MUD, es falso, interesado y absurdo. Cuando él sorprendió a
Venezuela entera anunciando su participación en unas votaciones que a todas
luces fueron convocadas para dar visos de legitimidad a la ANC, los demás
líderes han debido negarse rotundamente y haberlo castigado por su dislate
político; en vez hacer tal cosa, se embarcaron en la misma canoa que los
conduciría a la catarata de la ira popular.
La MUD debe desaparecer, pero no para renacer con otras
siglas y las mismas caras; es hora de constituir una nueva oposición dispuesta,
sin titubeos ni diálogos mezquinos, a restaurar la libertad y la prosperidad
perdidas. Que Dios nos ayude.
LA MUERTE DE LA CRÍTICA
admin | 06/11/2017 /Web del Frente
Patriotico
El régimen pena la crítica con expulsiones y marginamientos.
Se sabe. Es la vocación autocrática y policial. Dentro de la oposición debería
ser distinto; pero, no lo es. Especialmente entre quienes siguen sin chistar lo
que dice –o decía- la MUD. Progresivamente, los factores que la dominan
marginan -cuando pueden- el pensamiento y las actitudes críticas.
Hay escribidores, articulistas, políticos de la tercera
edad, jóvenes atrevidos e improvisados, analistas y periodistas, que funcionan
como la infantería que ataca toda disidencia y que funciona como el Santo
Oficio en defensa de las decisiones de la MUD; sean unas o las contrarias. En
las semanas recientes se pudo ver un episodio nuevo de la vieja intolerancia.
Los dirigentes habían dicho en los meses de la protesta que
jamás aceptarían ir al disparate de las elecciones regionales. Toda la
oposición compartió tal criterio. Luego cambiaron de política y adoptaron la
tesis de las elecciones regionales. Otros factores de la sociedad se opusieron
a esa súbita mutación. Pues nada, comenzó el pelotón de censores a arremeter en
contra de los que opinaban distinto. Más adelante, un número importante de
ciudadanos expresó su decisión de no votar; allí se desató una de las más
lamentables e inútiles guerras, esta vez en contra de “los abstencionistas”.
Misteriosamente, cuatro días antes de las elecciones, al observar el desastre
de la MUD que atacaba a una parte de la propia oposición llena de dudas, los
jefes ordenaron detener la campaña en contra los que se negaban a votar. Esta
conducta duró poco tiempo, porque una vez conocidos los resultados, se achacó
la catástrofe de esa política de nuevo a los abstencionistas, siendo que los
números mostraban que la abstención no era la causa del desastre sino el
colosal fraude que esos dirigentes de la MUD decían que no era posible, dada la
vigilancia que los testigos mantendrían (y no mantuvieron) en todas en las
mesas electorales. Viraron de nuevo al evidenciarse el fraude.
El nuevo episodio es que, contra toda previsión, los
partidos que ayer participaron en las regionales, ahora son “abstencionistas”
para las municipales, y la infantería de la antigua MUD se mueve, sin el más
mínimo asomo autocrítico, a respaldar la posición que ayer apenas les revolvía
el hígado.
Lamentablemente, los incondicionales se han convertido en
acríticos portadores de la represión intelectual para servir –falsamente- a la
unidad, dinamitada por sus dueños. Y la crítica “interna” no sirve porque no
hay nada “interno” que no sea del dominio público.