David Placer | Editorial Dahbar
Los brujos de Chávez (2017)
Por RICARDO BELLO
05 DE NOVIEMBRE DE 2017 12:00 AM
La interpretación de la religiosidad que utiliza como
fundamento teórico David Placer en su crónica Los brujos de Chávez,
publicada este año por la Editorial Dahbar, gira en torno a la magia. Es una
dimensión de lo sobrenatural que a veces satura por completo la realidad social
del venezolano, sobre todo si pertenece al ámbito militar. El sociólogo alemán
Max Weber aventuró la tesis de que la coacción a Dios –la acción simbólica que
busca mover a la divinidad a fin de conseguir una respuesta, generalmente
material– está relacionada con la magia. Pero de ahí a pensar que todo fenómeno
religioso es magia o está vinculado de forma esencial a los trabajos de
brujos y hechiceros, hay un buen trecho, una distancia que nunca logró cruzar
el difunto en sus búsquedas “espirituales”. Otro gran investigador alemán, Otto
Frank, muy superior a Weber a nuestro juicio, al menos en lo referido a los
estudios sobre la naturaleza de la religión, se planteaba una realidad
diferente: la fe intenta acercarse a la experiencia de lo santo, esa zona de la
realidad esquiva a la razón, asociada al concepto latino de numen, lo
desconocido que solemos encontrar en los relatos de los santos de la Iglesia
Católica o el Budismo. El título del libro de David Placer es acertado: los
brujos de Chávez, nunca la experiencia mística del difunto o la toma de
conciencia de una finura ética asociada al cumplimiento de los diez
mandamientos, por ejemplo, en particular el no robar y el no matar. De eso no
se trata, los brujos chavistas estaban y todavía lo siguen estando, vinculados
al poder y a la conservación del mismo.
Bien lo decía Norberto Bobbio, las teorías políticas se
reducen a dos: el liberalismo, que intenta limitar y controlar el ejercicio del
poder y el marxismo, que lo acumula y quiere todo, sin límites ni control.
Fidel Castro reconoció y aprovechó esa debilidad (o deberíamos decir
desequilibrio psicológico) del venezolano. A comienzos de la década
de los sesenta intentó, aunque sin éxito, controlar por la vía de las armas a
nuestro país y su petróleo, pero lo que no pudieron los fusiles, fue logrado
con los collares. Desde Cuba, afirma Placer, los babalawos empezaron a llenar
los ministerios, las Fuerzas Armadas y las principales empresas del Estado
venezolano para crear la mayor red de información y espionaje creada hasta ese
entonces en el país; tal como lo hizo en Cuba y explicó Andrés Oppenheimer en
un extraordinario reportaje: “La hora final de Castro”. Si eres santero o
babalawo, más chance tienes de subir en la jerarquía militar, en la
burocracia estatal o en Pdvsa. Es un sistema de creencias que satisface lo que
cierta antropología de las religiones reconoce como teoría de la persecución:
no soy responsable de mi bienestar, sino que me veo en la necesidad de culpar a
otro de mis fortunas o desgracias. La conciencia del mal no está dentro de mí,
soy inocente de todo cuanto me acontece y sin injerencia personal real en mi
salud o suerte, delego mi responsabilidad a otros seres, cuyo poder invoco con
mis actos de brujería, fumando un tabaco o sacrificando animales.
Los santeros latinoamericanos se encontraron con un Estado
petrolero que apoyaba y financiaba sus actividades, al punto de que a partir
del año 2003 y durante varios años tuvo lugar el llamado Festival Internacional
de Tradiciones Afroamericanas (FITA). Los militares asistían y podían
inscribirse en talleres de formación a fin de obtener más conocimientos sobre
esas religiones en pleno apogeo bajo el visto bueno del Comandante. Pero al
final de su vida, el difunto tuvo una crisis, provocada por esa terrible
enfermedad que humilla y regresa a tierra a todos y cada uno de sus pacientes y
empezó a acercarse a la Biblia. Se fue distanciando del culto a Changó, así
como de las organizaciones que lo promovían y comenzó a frecuentar a los que
siempre permanecieron cerca de las Sagradas Escrituras. El libro de Job,
naturalmente, fue uno que intentó descifrar. La investigación de David Placer
es un muestrario de horror, algo así como el descenso a una cultura pre-moderna
que persigue trasladar el foco de la responsabilidad personal a una zona ajena
al libre albedrío. Ya no soy dueño de mi destino, ni quiero esforzarme por
mejorar mi condicion económica, no tiene sentido, para eso tengo las Misiones y
el Estado que velan por mí; y en su defecto, un buen babalawo. Siempre
eludiendo la necesaria toma de conciencia que debería colocar in situ,
en el interior de uno mismo, a todo proceso de transformación espiritual y
material.
La dimensión persecutoria se unió al marxismo. Los
individuos ya no son responsables de sus actos, sino víctimas de explotadores y
demonios que atentan contra su bienestar. El marxismo venezolano, visto así,
resulta más bien una manifestación de lo gótico, ese afán por encontrar en el
sótano de nuestras estructuras psíquicas personales y colectivas, la presencia
de un ser o una energía que dirige y controla nuestras vidas, lo cual termina
siendo una conducta grata para quien se niega a reconocer sus crímenes y
perversiones. Como decía mi papá, nadie queda mal con su conciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario