Recuerdo. El sociólogo alemán Heinz Dieterich todavía
conserva una boina que le regaló el fallecido presidente venezolano Hugo
Chávez. /DPA
Clarin/El Mundo 15/09/2017
Andrea Sosa Cabrios y Denis Düttmann
DPA
El sociólogo alemán Heinz Dieterich conserva una boina roja
que le regaló Hugo Chávez en 1999. Eran tiempos de cercanía entre el impulsor
del “socialismo del siglo XXI” y el entonces presidente venezolano, que adoptó
esa idea como impronta. La boina dedicada a Mirna, su pareja, luce intacta en
su departamento de Ciudad de México, donde vive desde 1976. La amistad con
Chávez, en cambio, se resquebrajó a partir de 2005, cuando Dieterich dijo que
en Venezuela en realidad no había socialismo en el sentido histórico del
término. A Chávez le molestó. Hoy Dieterich, de 74 años, es duro crítico del
presidente Nicolás Maduro, al que considera una “mala imitación” de Chávez, y
vaticina para el país un “desenlace catastrófico”.
- ¿Cómo describe lo que está pasando ahora en Venezuela?
-Con la decisión de estrangulamiento financiero de Donald
Trump, la situación se acerca a un desenlace catastrófico. Siendo Estados
Unidos el centro financiero del mundo, la medida de Trump tiene impactos mucho
más allá de la simple posibilidad de contraer nueva deuda vía nuevos bonos.
Todas las corporaciones privadas se orientan en lo que hace no sólo Wall Street
sino el Tesoro de Estados Unidos. Ni China ni Rusia tienen una logística
mundial comparable. Esto es un regreso a los años 60, a la Guerra Fría. Es lo
que pasó con el bloqueo de Cuba: o estás con nosotros o eres nuestro enemigo.
Maduro y su tropa no entendieron que tenían que buscar la solución negociada.
-¿Qué sigue?
-A mi juicio, esa medida financiera, junto con algunas otras
medidas que vemos en la reconquista conservadora proestadounidense de América
Latina, inician esa espiral de violencia en la cual a Maduro no le va a salvar
que trate de equilibrar geopolíticamente con China y Rusia lo que Washington no
le va a dar. No entendieron que si bien iban a perder una elección, podían
negociar con el futuro gobierno el control de la fuerza armada y la policía,
que quedara en sus manos para que no hubiese violencia. Esa fue la solución en
Nicaragua cuando los sandinistas perdieron las elecciones. Esa era la única
posibilidad de que la cosa en Venezuela no se convierta en una guerra civil o
de paramilitares, como los “contras” en Nicaragua. Y ahora están a un paso del
abismo.
-¿Qué es el abismo?
-Es la repetición de Nicaragua. Fuerzas paramilitares
organizadas en Colombia, en sectores de la Amazonia de Perú y Brasil, que
empiezan a destruir la infraestructura. Y eso lleva entonces a una situación
más represiva todavía. Ya está prácticamente cerrada la Asamblea Nacional y la
involución democrática interna en Venezuela se enfoca cada vez más hacia un
desenlace trágico, sangriento. Y con las medidas de Trump ahora pienso que
hemos pasado el rubicón y no veo cómo se pueda arreglar esto pacíficamente. Se
podría todavía, pero eso implicaría un cambio de software del grupo en el
poder. Y no hay ningún indicio de que estén dispuestos a reconsiderar la
situación.
¿El objetivo de las sanciones financieras de Estados
Unidos cuál es?
-El objetivo de la política de Washington en Venezuela es
romper la unidad monolítica de los militares, porque como el gobierno sólo se
sostiene por los militares, si logras dividir esto, el gobierno cae de
inmediato. Todos los factores se enfocan en los militares: el gobierno tiene
que mantener la unidad, la oposición tiene que lograr la división de los
militares, Washington también. Es el centro del poder del sistema.
-¿No ve otra alternativa?
-Cuando tú analizas científicamente una sociedad, en el
centro del poder está el Estado. Y el Estado es como una cebolla, que tiene
diferentes estratos, pero en el núcleo está la fuerza armada. Por eso, una
revolución nunca ha terminado mientras no se destruya al Ejército del enemigo.
Y eso vale en tiempos de paz. El último criterio del éxito es la fuerza armada.
En Venezuela eso es muy característico porque el Gobierno está ya con las manos
vacías. Hay diferentes formas de poder en una sociedad: las masas, los medios
de comunicación, el carisma, los dólares. ¿Pero con 20 por ciento de apoyo, a
Maduro qué le queda? Sólo los militares. Todo intento de cambiar al sistema,
desde la izquierda, desde la derecha, se dirige a ese punto.
-¿Hay alguien que esté asesorando a Maduro?
-A mi juicio él no tiene un equipo de calidad. Cuando
encabezas una empresa o un gobierno lo que puedes hacer depende de la calidad
de tu equipo. El que realmente tiene el poder es Diosdado Cabello (número dos
del chavismo), que en el levantamiento de 1992 era un teniente de la fuerza
armada ideológicamente derechista. Pero luego se convirtió en la eminencia
gris, a través de sus dossiers que comprometían, porque cuando era ministro del
Interior espiaba a otros ministros. Es un mago de la guerra sucia palaciega.
Maduro ha sido la fachada cómica de la política que Diosdado Cabello manda. Él
tiene toda la información para comprometer a gente, es magistral en intrigas.
Un Montesinos, para usar el ejemplo peruano.
-Hace unos meses usted escribió que si la crisis se
agravaba el próximo paso sería la dictadura militar. ¿Ve a Venezuela en esa
ruta?
-A mí me parece que Venezuela es una dictadura
socialdemócrata. No es una dictadura fascista, pero se justifica hablar de
dictadura porque la voluntad de la mayoría es absolutamente clara: que quiere
un cambio en la política y un cambio de gobierno. El gobierno ha bloqueado y
saboteado sistemáticamente todas las fechas de elecciones, ha bloqueado al
Parlamento con mayoría opositora. Esto para mí es una dictadura basada en las
bayonetas. El paso a una dictadura militar abierta es muy corto.
-¿Y qué pasaría entonces?
-Los militares son muy pragmáticos. Cuando vean que esto no
tiene más futuro, entonces ellos mismos van a dar el golpe. Es lógico porque
ellos van a ser los salvadores de la Patria. Toman el poder, convocan a
elecciones y salvan el pellejo porque van a decir: nosotros les devolvemos la
democracia formal con la condición de que nadie de nosotros va a la cárcel. Y
Maduro va al exilio. Cuando la solución se vuelva desesperada es el paso que
van a dar, pero ese momento no ha llegado todavía.
-Un golpe militar, pero no para instalarse en el poder.
-La idea de una dictadura militar estable sería
absolutamente descabellada. Los militares sólo pueden gobernar en determinadas
condiciones y en Venezuela no hay condiciones. Ellos saben que una prolongación
de un régimen de facto no tendría posibilidad de consolidarse porque el gran
problema es la economía. ¿Qué saben los militares de economía? Nada. No lo
pueden arreglar. ¿De dónde consiguen el dinero? Ellos no pueden resolver el
problema de fondo, pero podrían ser el puente hacia el regreso a la normalidad
de la democracia burguesa.
-¿Eso es bueno o malo?
-Sería mejor la presión de China, Rusia y Cuba para que se
negociara la “solución sandinista” de 1990 cuando fueron las elecciones. Eso
sería la solución óptima, pero si no, la segunda, muy arriesgada y con
desenlace poco previsible, es la división de los militares y un golpe militar
de una fracción. Al inicio, habrá muertos.
-Una “solución sandinista” para Venezuela. ¿Qué
significa?
-Cuando los sandinistas pierden las elecciones, hay dos
fracciones. Una que dice “nosotros no entregamos el poder” y otra fracción, la
de Daniel Ortega, que dice “eso no tiene futuro, vamos a quedar aislados”.
Ortega va con Violeta Chamorro y le dice: “Ustedes, después de esta guerra
criminal de agresión, ganaron. Pueden tener el gobierno, pero nosotros
controlamos la fuerza armada y la policía por un tiempo”. Los contras tuvieron
que aceptar porque los “gringos” aceptaron. Y eso funcionó y no hubo más
sangre. Ni de un lado ni de otro lado corre la sangre. Es la única solución
razonable en esta situación. En la medida que pase el tiempo, en la medida que
Washington se mete más, ya no puedes hacer esto porque el próximo paso son los
paramilitares.
-¿Qué opina del papel de la oposición reunida en la MUD
(Mesa de la Unidad Democrática)?
-La oposición está fragmentada. Es un conglomerado
heterogéneo, unido por un solo interés de sustituir el gobierno de Maduro y
quedarse ellos. Cuando ganan las elecciones en 2015, piensan que lograron lo
que querían. Subestimaron al grupo de Maduro. Han perdido la iniciativa
estratégica. Maduro y su grupo, a su vez, la han tomado al inventarse la
Asamblea Constituyente. Cuando Washington ve que va a ganar Maduro arma una
estrategia hemisférica para Venezuela a través de Brasil, Argentina, México y
algunos otros, para aislarlo políticamente y, cuando esto no es suficiente,
decide el estrangulamiento financiero.
-¿Se mantendría unida la Mesa de Unidad Democrática en
caso de llegar al poder?
-Eso depende de quién se imponga. Si esa coalición ganara
elecciones entonces tendría que negociar internamente quién ocupa las
posiciones de poder real. Lo demás es secundario. No sabemos cuáles serían
realmente las fuerzas decisivas dentro de la coalición y no sabríamos cómo
sería la correlación de fuerzas en Estados Unidos, porque a Trump le importa un
carajo Venezuela. Yo dudo inclusive que sepa dónde queda, pero tienes una
fuerza en el Congreso que es extremadamente reaccionaria, fuerte y violenta,
como Ted Cruz de Texas, Marco Rubio en Florida. Eso va a decidir si esa
transición puede ser medianamente pacífica o no.
-¿Hay espacio todavía para una salida negociada?
-La gente solo negocia cuando piensa que no puede ganar por
otra vía, pero el gobierno de Maduro no ha llegado todavía a la convicción de
que su estrategia lo va a llevar al abismo. Lo hemos visto en Colombia: 50 años
de guerra hasta que todo el mundo aceptó que militarmente nadie podía ganar. Y
cuando llegan a esa conclusión, entonces negocian. Los que podrían hacérselo
entender serían los chinos y los rusos. Pero China no está todavía con el
software de una potencia mundial de ese tipo, Rusia lo tiene, pero no tiene el
poder que tiene China. A uno le falta el poder, al otro le falta el software.
"Maduro es una mala imitación de Chávez"
-Se dice que usted es el ideólogo de Hugo Chávez. ¿Cómo
se autodefine?
-Siempre definí la relación con él como una amistad. Una
noche en el Palacio de Miraflores tocamos el tema de si uno es asesor o no. Y
le dije: “Mira, un asesor cobra y un asesor es un empleado. Yo soy tu amigo
porque yo quiero decirte lo que yo pienso y eso no lo puede hacer un empleado”.
Y por lo tanto dejamos nuestra relación en el concepto de amistad.
-¿Cuánto influyeron sus ideas en Chávez?
-Él era teniente coronel y tenía cierta cultura general. Lo
que le faltaba era el contacto con la política y la cultura global. En esto yo
podía ser útil. La segunda cosa era algo más inmediato: la política en cierto
sentido es empresarial. Cuando lanzas un producto, necesitas un “brand name”
(marca) y un discurso de marketing. Le encantó el concepto de socialismo del
siglo XXI. Entonces se apropió de ese concepto. La tercera aportación era que
yo le advertía sobre ciertas ilusiones de gente que lo rodeaba y que no sabía
de economía y que pensaban que se podían modificar sistemas tan complejos como
la economía de mercado moderna simplemente por deseo ideológico.
- ¿En qué son diferentes Chávez y Maduro?
-La diferencia es que Chávez era extremadamente inteligente.
Y tenía una vitalidad que le permitía trabajar 18 horas, 20 horas al día. La
tercera cosa es que aprendía muy rápidamente. Hugo tenía un tipo de pensamiento
dialéctico, veía un fenómeno desde distintos puntos de vista. Maduro no tiene
nada de esto. Tiene un pensamiento dogmático. Es incapaz de aprender y eso
tiene que ver con que no lee. Chávez igual que Fidel (Castro) siempre estaba
leyendo. Eso explica en gran modo la catástrofe que estamos viendo. El
dialéctico ve más allá de ciertas estructuras mentales. Maduro es incapaz de
abrirse a nuevas visiones de los fenómenos. Él se llama maoísta porque, según
su autodefinición, su ideología lo es, pero si algo caracterizaba a Mao es el
pensamiento dialéctico.
-Muchos dicen que Chávez tenía más carisma.
-El carisma en la política es fundamental. Cuando tienes
carisma, puedes convencer y entusiasmar. Los grandes líderes generalmente
tienen ese atributo. Maduro no lo tiene. Es una mala imitación de lo que era
Chávez, pero es tan mala que es caricaturesco. Carisma viene del griego y
significa don. Y Chávez lo tenía, como Fidel lo tenía también, Kennedy, George
Washington. Ese atributo facilita la comunicación con la gente y el respeto de
la gente, que es fundamental para seguir las orientaciones estratégicas del
líder. Maduro, cuando imita a Chávez, y en todo lo imita, enseguida ves que es
“fake”, que es una falacia, que es una imitación barata, una tira cómica. Es
una gran hipoteca que él lleva consigo.
-¿No tiene otra fuente de respaldo Maduro más que los
militares?
-Si solo 20% de la población te apoya y tienes una tasa de
inflación este año como del 700%, si en los últimos tres años el producto
interno bruto ha caído un 35%, si la producción de petróleo de 2016 a hoy ha
caído 20%, en una situación así, donde tú no tienes la mayoría contigo, en la
cual la economía no está contigo, en la cual tú gobiernas sobre una mentira, lo
único que te mantiene en el poder son los aparatos de seguridad. La gran
narrativa de que el desastre es el resultado de la agresión imperialista es
como que el capitán del Titanic diga que no chocó contra un iceberg porque
todos estaban borrachos, sino que una potencia hostil hundió el Titanic con un
torpedo. Tal es la magnitud de la falsificación.
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