Veinte
años de su muerte y el consiguiente reportaje de CNN aun saca una que otra
lágrima ¡Sorprende ese dolor! El dolor por una persona a quien nunca conocimos.
Probablemente sea debido al recuerdo del momento en el que llegó la noticia.
Durante las vacaciones escolares. En La Florida, el centro de esparcimiento
favorito de los venezolanos. Era la época del “boom” económico. La época del
“ta´barato, dame dos, mayamero”. La de la superficialidad y el despilfarro. La
de las Mis Universo venezolanas. Y la de las Miss Mundo también. Pero
igualmente, era la época en la que las familias venezolanas vivían, crecían y
envejecían juntas ¡Felices! Los hijos muy cerca. Los abuelos y los padres
vivos. Hoy… sólo queda el recuerdo de esos momentos en el que las familias
-unidas- recibimos la noticia. Los abuelos y los padres se fueron para siempre.
Y los hijos… tuvieron que abandonar su hogar y su tierra, probablemente para no
volver… ¡Sorprende ese dolor! Tal vez se deba al sueño hecho añicos. La
historia de hadas. La hermosa niña plebeya convertida en princesa.
Bastó el toque mágico de su príncipe azul. El corto noviazgo y la
resplandeciente boda. Los títulos y las riquezas del imperio británico a los
pies de la joven casi adolescente todavía y sólo…por amor. Ella se apoderó del
protagonismo mundial. Los medios de comunicación pasaron a ser sus más
fervientes adoradores. Y ella, su diosa más dedicada. La espectacularidad de
sus trajes, la elegancia de sus movimientos y esa mirada tímida, casi ausente
de la princesa ¿triste? que contrastaba con el lujoso entorno,
cautivaron al planeta. Y es que las embestidas de la realidad estaban empezando
a abrir algunas grietas... Lo cierto es que ella, la princesa, supo desde antes
de casarse que había otra. Supo que ella no era la elegida. Tal vez eso explica
la mirada triste… Y también supo que esa otra ayudó en la
elección de su persona, como esposa de su amante. Y… de repente
¡visualizó la prisión! Esa prisión eterna que se acercaba a pasos agigantados.
No encontró camino de huida. Aceptó su prisión a la muy temprana edad de
diecinueve años. Vino la espectacular boda. Esa que fue seguida desde todos los
rincones del planeta. La misma que está grabada desde muy temprana edad en la
mente de todas las niñas. Y mientras ello ocurría… la realidad la acechaba…
¡Implacable! Y la otra -la amante- también… Poco a poco las fue conociendo. A
ambas. Y nosotros poco a poco, también. Ambas se fueron dejando colar a través
de los medios de comunicación. Las cartas íntimas, casi obscenas,
que se enviaban los amantes. Los besos públicos -políticos- del
príncipe. Fríos, rápidos y casi fuera de la cara…Besos casi, casi, en el
aire. Los gestos de desapego…y las cámaras atentas difundiéndolos al
mundo entero… ¿Estaba ya allí, en esas imágenes, la denuncia de la princesa?
¿Eran su llamado de atención? Y es que la acechadora realidad… y la
otra, dejaban múltiples rastros. En los más insólitos rincones se escondían
ambas y con demasiada frecuencia le llegaban con sus afiladas uñas
¡desgarrándola! Y fue tanto el acoso que casi podría decirse que fue
entre los cuatro -los dos amantes, la princesa y la dura realidad- que se
procrearon los hermosos retoños… Resintió en el alma el rechazo de su príncipe.
El de toda la familia real. El de toda la institución monárquica. Demasiada
presión para una sola persona. Y a esa edad…Y nosotros, paralelamente,
empezamos a ver a través de los medios de comunicación, a una frágil e inocente
princesa acosada por la poderosa monarquía británica ¿Una fábrica de imágenes?
¿Estaban ya bajo su control esas imágenes que se colaban al
mundo? ¿Y desde cuando lo estuvieron? En esa época empezamos a ver
también, a una madre excepcional, cálida y amorosa… Admiramos su
dedicación. Todos admiramos también, la disposición de esa hermosa
mujer para bajar del trono y acercarse a los enfermos y necesitados.
Su conversión paulatina en una “dama de la caridad”, que llevaba
alegría y aliviaba los sufrimientos del mundo. Tan distinta de las
frías y distantes figuras de la monarquía británica… ¿Era
esa su venganza? ¿Enamorar al mundo? ¿Enamorar a los británicos? ¿Destruir los
inmemoriales sentimientos de amor y lealtad que los británicos sienten por sus
reyes? ¿Destruir la monarquía británica? Lo único que realmente sabemos es que,
aquello que poco a poco se fue haciendo evidente, terminó en separación y en
divorcio ¡Se terminó de romper el cuento de hadas! Y el mundo entero lo
resintió profundamente ¡Sorprende ese dolor! Probablemente sea debido a la traición.
La traición de un príncipe azul ¿Pueden imaginarse mayor traición?
Probablemente sea debido a la ausencia, “evidente”, del apoyo de la monarquía.
Todos estábamos -muy sorprendidos y ofendidos- y apoyamos a ultranza a la
princesa traicionada y acorralada… Buscamos culpables y en esos momentos… se
comenzó a estremecer la monarquía... Entraba en un peligroso túnel negro… Ya a
esta altura del “conocimiento” de los hechos, “sabíamos” quiénes eran los
culpables. La otra. La intrusa. ¡Fea y por ello, mala… fue lo que pensamos
todos! ¡La reina… por supuesto que también! Y toda la
institución monárquica. ¿Había logrado vengarse Lady D? Y con la búsqueda de
culpables, el estremecimiento de la monarquía se comenzó a transformar en
fuerte temblor -6.0 en la escala Richter-. El túnel negro en el que se
encontraba parecía no tener salida… Mientras tanto… la princesa libre de
ataduras se enamora enloquecidamente de un “príncipe” paquistaní. La fuerza e
intensidad de estos amores contribuyeron a resarcir por momentos, todos los
rechazos sufridos desde muy joven. Pero… sorprendentemente. Nuevamente, ella no
sería la elegida… El paquistaní rechazó su amor. Un torbellino incontrolable de
emociones peligrosas le sobrevino. ¡Con el mundo a sus pies dispuesto a
complacerla en lo que quisiese, ella se encontraba al borde del abismo! Vaya
contradicción ¡Qué final terrible parecía anticiparse a ese cuento
de hadas! Y… el torbellino incontrolable, enlazó casi por accidente a Dodi Al
Fayed y juntos enfrentaron la muerte ¡Sorprende
ese dolor! El planeta entero
lloró. Lloró Elton John al entonar Candle on the wind, el arreglo musical que
le cantó en su funeral. Todos lloramos con él… Nada así sucede en un cuento de
hadas. Rotas las ilusiones del mundo entero y también sus sueños más preciados.
Rotos los mitos y las creencias con las que durante siglos, se amamantaron a
las niñas del mundo. Lady Di murió y con su muerte logró hacer tambalear
peligrosamente a la monarquía ¡Desaparece la monarquía fue el grito de atención
de Tony Blair! ¡Es necesario apuntalarla! Era urgente acercarse a la gente que
sufría y lloraba -en un ataque de histeria colectivo- la muerte de la bella
princesa. Brindarle algún alivio en su dolor. Ofrecerle calor humano a las
masas adoloridas. Experimentar empatía frente a su sufrimiento. Y, es cuando,
la reina Isabel, es “obligada” a salir de su encierro en la torre de cristal y
dirigirse a sus muy adoloridos súbditos. Murió su princesa… La princesa de
todos… dijo la reina con voz desgarrada de dolor. Todos vieron su honesta
congoja. Y… casi mágicamente… ¡se restableció la monarquía! Y este resultado me
lleva a preguntarles: ¿La piedad real y honesta hacia la Venezuela que sufre
podría ser el elemento catalizador de su resurrección?
Caracas
5 septiembre, 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario