Por MAGALY RODRÍGUEZ / MRODRIGUEZ@EL-NACIONAL.COM
30 DE ABRIL DE 2017 12:10 AM
Hay sueños que tardan pero llegan. Después de tantos años,
el de Norah Suárez acaba de hacerse realidad: tener un espectáculo
unipersonal. El Show de Norah es un mosaico de varios de sus
personajes más entrañables: la recelosa Fátima, la irascible Bruja, la elegante
Maite Delado, la cándida Escarlata y la inconfundible Lila.“Me estoy estrenando
como escritora. Las conozco tan bien que sé cómo piensan y estoy muy contenta
con cómo quedaron”, explica. Bajo la iniciativa y dirección de Daniel
Ferrer, Suárez se embarca en esta aventura para celebrar con una gira sus 45
años de carrera artística, una que comenzó inesperadamente al pie del Salto
Ángel.
Acompañar a su papá, el cantante Mario Suárez, la puso en la
mira de Renny Ottolina cuando tenía 17 años.“Fuimos a cobrar una plata y
un productor le preguntó a mi papá que si yo cantaba”. La muchacha, en efecto,
era afinada, tocaba cuatro y guitarra y componía sus propios temas como
un hobby, sin pretensión alguna de estrellato. Corría 1973 y la
llevaron a la oficina de Ottolina, quien buscaba un rostro nuevo para un hito
en la televisión nacional: la primera transmisión a color como parte de la
primera expedición venezolana al Salto Ángel. “Casi me muero cuando vi a Renny
porque era mi héroe. Cuando me preguntó si quería cantar en televisión y que le
mostrara mis canciones pensé que se había vuelto loco, pero llegué a mi casa y
agarré mi grabadorcito para hacerle un cassette”. Todas le gustaron
y eligió una que él mismo cantaría a dúo con ella. Carlos Moreán y José Luis
Rodríguez fueron sus compañeros musicales en la transmisión.
Así se le consigue en YouTube: una muchacha dulce y
lánguida, apenas maquillada, cantándole a un amor perdido al pie de un río,
rodeada de tepuyes. “Qué bella canción. Y es de la propia Norah”, anunciaba
Ottolina. Sin embargo, su destino no sería la música. Al graduarse de
bachiller, la adolescente prefirió estudiar locución y actuación en la escuela
Antillano mientras cultivaba un pasatiempo de rigor en su hogar: imitar a los
visitantes. “Mi papá es un imitador extraordinario; a todos sus amigos artistas
los copiaba. Esa costumbre suya se me pegó como desde los 12 años. Si venías a
mi casa, al final de la visita ya podía hablar y caminar como tú”.
La afrenta y la suerte. La vida la obligó a
madurar antes de tiempo. El prematuro fallecimiento de su madre a los 37 años
forzó a la mayor de tres hermanos a avanzar con decisión. Su segundo aire en la
televisión local llegaría en VTV. Fue la contrafigura de Amanda Gutiérrez en el
primer dramático de ambas. “Hice como cuatro telenovelas. No me preguntes los
nombres porque te juro que no me acuerdo”. Hizo infinitos jingles y
comerciales. Trabajar en radionovelas en Radio Rumbos la llevó a conocer a
Joselo, quien también tenía un programa en esa emisora. Tiempo después, Suárez
se interesó por hacer comedia. Ariel Fedulo vio desde el principio su
potencial.
Acudió a un casting en RCTV para
hacer un programa con el mexicano Carlos Villagrán ―el Kico de El Chavo― quien
le espetó sin anestesia que no tenía madera alguna para el humor. Devastada,
Suárez salió llorando hasta que un compañero actor la consoló reuniéndola con
Joselo, quien también buscaba una nueva humorista. Se enjugó las lágrimas y aún
temblorosa hizo otra audición que terminó en aplausos y un contrato. Así
comenzó su carrera cómica con el sketch de Los
Argentinos, con el que ambos popularizaron la frase “linda chica, peeero…”. Por
cuatro años fueron llave hasta que Suárez se fue a Radio Rochela. Allí
encontraría nuevas pieles. “Nunca he pedido que me metan en nada. Dios me lo ha
dado todo. A veces propongo cosas y a los productores les ha gustado”.
Imitando a Emilio Lovera en su personaje de comerciante
portugués, terminó involucrada en el sketch del abasto como la
reactiva Fátima. Luego de visitar por diversión a varias brujas que leían las
cartas y el tabaco, sugirió una con problemas de ira, inspirada en las
aparatosas quejas de su hermano Mario. De él, quien colaboraba como escritor,
nació la ingenua Escarlata: una tierna indigente, siempre enamorada del latero
Perolito y con un despiste total para calcular el costo de la vida. Quizás su
personaje más vigente en tiempos de hiperinflación.
“Era un personaje para Martha Piñango y cuando ella se
enfermó me lo pasaron a mí. Escarlatica es un ser tan bello, con un alma tan
pura… Creo que también es el personaje que más me ha hecho sufrir porque Emilio
buscó siempre la manera de improvisar y hacerme reír, que es lo peor que puede
pasarle a un buen comediante. Si yo bajaba la cara para disimular, me decía:
‘Escarlata, mírame. Tu marido te está hablando”, recuerda con gracia. “Hasta el
sol de hoy, la gente en la calle todos los días me pregunta dónde dejé a
Perolito y a él dónde anda Escarlata. YouTube también nos ha expuesto a otras
generaciones: hay muchachitos que nos dicen que aman La Rochela”.
Recrear a una larga lista de actrices, cantantes y políticas
es para ella tan natural como cambiarse de ropa. De un día para otro puede
tenerlas listas luego de observar gestos y cadencias, tomar nota y practicar
frente al espejo. Asegura que nadie se ha ofendido con sus interpretaciones.
“Gracias a Dios, todas lo agradecen y entienden que lo hago desde el respeto.
Con Fátima me invitaron varias veces al Centro Portugués y se morían de risa.
Cuando se estaba acabando una novela y se preparaba la parodia, las actrices de
RCTV me caían encima en la silla de maquillaje y me decían: ‘Yo quiero que me
hagas tú”.
¿Es verdad que a las humoristas exitosas les cuesta
conseguir pareja? “Sí. Cuando eres muy pilas y además no dependes de nadie
económicamente, tus parejas se intimidan. Yo me casé y me divorcié las dos
veces, porque a las personas que no te apoyan o te halan la capa para que no
vueles tienes que sacarlas de tu vida”. A pesar de la hilaridad que genera, se
define como una mujer seria. “No ando rocheleando por la calle.
Paradójicamente, de todos mis hermanos el cañón soy yo, pero eso no quita que
sea muy educada. Si alguien me pide una foto, me la tomo con todo el amor del mundo”.
¿Cómo quiere que la recuerden? “Uy, no. Que me recuerden no. ¿Para qué? Yo
quiero estar, siempre”.
Piense rápido
¿Una cualidad en un buen humorista? Necesitas vis
cómica: esa habilidad innata para hacer reír. Si eso te falta, ni el mejor
libreto del mundo te ayuda.
¿Quién le da risa? Mi hermano Mario me priva. Es
de esa gente que mientras pelea contigo te hace reír. Inventa demasiado.
¿Un invitado entrañable? Rocío Dúrcal. Me
pareció muy agradable y se involucró totalmente.
¿Un comediante clásico al que admire? Charles
Chaplin. Inventó todo lo que todavía hacemos en escena y, además de actuar y
escribir, dirigía y componía la música de sus películas. Un genio.
¿Un momento inolvidable? Una vez tenía que
cantar en un teatro y estaba aterrada. Renny me dijo: “El día que no sientas
ese susto, ya no eres artista. Eres una descarada”. Y es así. La valentía de un
artista reside en que los demás no se den cuenta de lo nervioso que estás.
¿El mejor halago? Tú sí me has hecho reír.
Gracias por hacerme reír tanto.
La nueva generación
¿Qué le parecen los comediantes que se están abriendo paso
en las redes y el stand up comedy? “Pienso que muchos tienen que
prepararse más. En este momento cualquiera se memoriza un monólogo de media
hora con vulgaridades y groserías y listo. Ven esto como una oportunidad de
ganar dinero fácil y no debe ser así. Así como a nadie se le ocurre levantarse
una mañana y ejercer como médico o ingeniero, con esta carrera pasa lo mismo:
como en todo, tienes que estudiar, prepararte muy bien y seguir renovándote por
el resto de tu vida. A los que me piden consejos les he recalcado ese respeto
al oficio, porque lo más difícil es ser realmente creativo y original”, opina.
“Todos mis personajes son blancos: puedes traer a tu abuela o a tu hijo a un show mío
y los tres lo van a disfrutar, porque son aptos para todo público”.
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