Las columnas neoclásicas de la entrada están manchadas. El piso, en zonas agrietado, también. El blanco de sus paredes es otro que se ha ensombrecido: el descuido ha sabido imponerse en uno de los edificios más importantes del país. El Museo de Bellas Artes, que el próximo año celebrará su centenario, es un cuerpo débil y enfermo, sostenido por los esfuerzos de quienes se niegan a verlo sucumbir, pero sin políticas concretas que le permitan un resurgimiento.
Diseñado por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva, fue creado en octubre de 1917 y ha sido sometido a dos ampliaciones: en 1953 y en 1976. Su nutrida colección contrasta con una infraestructura abandonada.
Para su modernización, renovación y mantenimiento, el 13 de noviembre Nicolás Maduro anunció la aprobación de 1,85 millardos de bolívares, como parte de una propuesta que recibió del ministro de Cultura. “Para nuestra juventud, para nuestros artistas, para nuestro pueblo”, dijo en su programa Contacto con Maduro.
Cuando todavía no se ha hecho efectiva la inversión, son evidentes las deficiencias externas al hacer un recorrido por la programación aniversaria. Las fallas institucionales también se dejan ver: los guías no están debidamente identificados ni ofrecen la información correspondiente a las exposiciones. “Pero en la Sala 12 creo que todavía quedan folletos”, dice amablemente una de ellas.
El comienzo. La Sala 1 no tiene aire acondicionado y su exposición escultórica Pesos específicos lucha contra la mala iluminación: La cinta (1962) de Gego se mantiene en la penumbra, pues las lámparas suspendidas desde el techo escasean; en su sector solo hay tres bombillos. Otra pieza que tiene más suerte es Paralelas (1992) de Pedro Fermín.
Afuera llueve y los vidrios de los techos se llenan de hojas. África roja de Alexander Calder se mece con la brisa en la más absoluta soledad del pasillo. Al fondo, en las paredes han quedado clavos sin sus obras.
En la Sala 3 sí hay aire. Las piezas respiran mejor. Allí aún se exhiben las propuestas fotográficas Más allá de un lugar de Alexis Pérez-Luna y Tan lejos, tan cerca de Leo Álvarez. La iluminación también es mejor.
Los baños es otro tema. El de mujeres no tiene la señalización, solo un escrito a lápiz “DAMAS”, con la “d” y la última “a” borradas a medias por un brochazo torpe de pintura blanca. El de hombres sí cuenta con su cartel, pero no escapa de la suciedad. Pasos más allá se encuentra la sala de la Cinemateca Nacional, en cuya fachada hay evidencias de humedad y de una tubería hueca, de la que cae el agua de lluvia acumulada en el techo.
En la Sala 7 el aire acondicionado es caliente y surge de un aparato portátil que está ubicado en el suelo, junto a una botella de agua mineral a medio terminar. Alberga la exposición Espacios bifurcados, en la que sorprende el Mural de Bruselas de Jesús Soto, WDT de Roberto Obregón y varias piezas de la artista conceptual Antonieta Sosa.
En las salas 10 y 11 está la muestra Arqueologías del cuerpo, que reúne pintura, escultura y fotografía. La figura humana aparece desnuda, enmascarada, hecha materia y como reflejo de poder. Piezas de Francisco Narváez, Fernando Botero, Pablo Picasso, Claudio Perna, Alirio Rodríguez, Armando Reverón, Antonio Saura y Cornelis Zitman conviven con otras tantas.
En el edificio moderno, de la sala 12 a la 18, se ofrecen las muestras de arte europeo del siglo XV al XIX (El lugar de las imágenes), arte latinoamericano (Continente de lo imaginario), dibujo, fotografia y estampa (Gabinete), cubismo (Transformar la percepción), cerámica (Entre el comercio, el arte y la vida cotidiana) y arte egipcio (Crear mundos).
Cambios. El MBA perdió su autonomía en 2005, cuando pasó a formar parte de la Fundación Museos Nacionales. La intención era regir las políticas museológicas y “repensar el papel que tenían en el país”, de acuerdo con el entonces ministro de Cultura, Francisco Sesto. Cinco años después se trasladaron todas las colecciones a la Galería de Arte Nacional, hecho que para muchos desdibujó los perfiles de cada institución.
Su actual directora, Irene Guillén, declaró el año pasado que la intención desde su llegada al museo en 2014 ha sido restaurar las salas, trabajar en los ascensores y en el anexo: “La idea es que sigamos en el proceso de recuperación para prestar un mejor servicio. Relanzaremos el museo para todos los caraqueños”. Mientras, las esculturas que custodian la laguna central del MBA están a la espera de que estas palabras se cumplan a cabalidad.
LA CIFRA
1,85 millardos de bolívares aprobó el presidente Nicolás Maduro para la modernización y restauración del MBA
El dato
La institución artística que actualmente dirige Irene Guillén perdió su autonomía, en el año 2005 cuando, junto con otras, pasó a formar parte de la Fundación Museos Nacionales. De acuerdo con el entonces ministro de Cultura, Francisco Sesto, el objetivo era “repensar el papel que tenían en el país”
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