By Mª ANGELINA CASTILLO BORGO |
MCASTILLO@EL-NACIONAL.COM
21 DE FEBRERO DE 2017 11:59 PM
Ese país cultural que fue y del que queda poco. Ese que
Sofía Ímber amó y defendió. Esa intelectualidad que lucha por no quedarse muda
se reunió ayer para despedirla, para darle el último adiós, porque hoy su
cuerpo será enterrado a las 10:00 am. No así su alma, que ya va camino a la
pinacoteca de la eternidad.
La Capilla II de la
Funeraria Monumental del Cementerio del Este comenzó a llenarse de
flores y amigos de la que fuera figura del periodismo y la cultura nacional
cuando aún no se abrían sus puertas. Rodolfo Izaguirre aguardaba aferrado a su
bastón; Ramón Guillermo Aveledo pasó rápido, como sin querer ser visto. “Fue
una mujer muy importante, una trabajadora de verdad. No solo amaba la
excelencia, la procuraba”, señaló el político.
Entre coronas enviadas por la
Fundación Oswaldo Vigas, Globovisión, Televen y la
Galería Dimaca se encontraba el féretro de madera. Sobre él, un cojín
con la Medalla Picasso que le otorgó la Unesco. A la
izquierda, la fotografía de 1975 tomada por José Sigala en la que su rostro
está intervenido por el artista plástico israelí Yaacov Agam. Al fondo, un
tótem de Rubén López que ella tenía en la entrada de su casa. Todo
delicadamente dispuesto para recibir a los de siempre.
“Esto es un mar de apoyo, de cariño. Me llena de orgullo que
estén aquí, esto habla del trabajo hecho. A ella le hubiera encantado verlo”,
dijo su hija Adriana Meneses antes de que la abrazara Rolando Salazar. “Eres
muy afortunada de estar rodeada de esta gente”, le dijo.
Junto a ella estaban los nietos. También las personas que
durante muchos años trabajaron en el que fuera Museo de Arte Contemporáneo de
Caracas Sofía Ímber. Empleados de los departamentos de publicaciones, registro,
secretaría, montaje y talleres estaban allí, acompañándola. Incluso la subdirectora,
Glenda Dorta, que no estaba autorizada por el ministro de Cultura para dar
declaraciones.
“Continúa siendo un museo, porque sigue la colección. No se
la han llevado. Hay espacios para recordar la maravilla que fue. Ahora queda la
nostalgia de los buenos tiempos, de la época en la que llegó Botero, en la que
se expuso a Soto. Una época en la que llegaron piezas de Miró, Chagall, Picasso
y Matisse, la obra de Georges Braque”, recuerda una de las trabajadoras del
MAC.
La poeta Patricia Guzmán, el diseñador Álvaro Sotillo, Diego
Arroyo Gil –que escribió su biografía–, Mara Comerlati, María Luz Cárdenas,
María Elena Ramos, Alfredo Chacón. Tantos. Tantos.
“La conocí en París, a través de Antonia Palacios.
Comenzaban los años sesenta. Era una persona sumamente inquieta. Una mujer
incontenible”, expresó Chacón.
También asistieron el artista plástico Perán Erminy, quien
recordó a Guillermo Meneses como el hombre que introdujo a Ímber en el mundo
cultural; Helios Zapata (hijo del caricaturista), que recordó a la
Sofía que conoció de niño, cuando montaba bicicleta junto a Adriana en el
patio de la casa; y Carlos Delgado Flores, que reconoció en ella a la maestra
del periodismo comprometido, “ese que es un ejercicio constante de solidaridad,
que se consagra en la verdad de ponerse en los zapatos del otro”.
Julia Cohen, que coordinó talleres en el Ateneo de Caracas y
en el MAC, mencionó su carácter de mujer internacional y su aporte al traer las
mejores exposiciones. “Con ella nos construimos todos intelectualmente, en el
arte, como personas”, dijo con las manos temblorosas.
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