LUIS BETANCOURT OTEYZA Y EL ARTÍCULO DE GUSTAVO CORONEL
INTITULADO: FALSOS Y VERDADEROS LÍDERES EN LA VENEZUELA DEL SIGLO XXI
Luis Betancourt Oteyza y Gustavo Coronel | febrero
22, 2017 | Web del Frente Patriotico
Estimados amigos:
Sé, no creo, sé, que todos a quienes voy a dirigir este
reenvío saben del autor de este artículo; unos lo conocen y otros han oído
sobre o de él. No lo he tratado en persona pero lo sigo con persistencia y
mucho respeto. Respeto intelectual, político y profesional, en lo que cabe de
mi ignorancia sobre el tema petrolero. En algunos temas, quizás en uno solo,
discrepo de sus opiniones, como cuando se desahoga, explicable pero no
justificablemente, contra los malos militares, militaristas, al decir de Andrés
Eloy Blanco: “El militarismo es la ausencia de buenos y reales militares”, y
pregona acabar con la Institución Militar en nuestro país. Algo imposible,
innecesario, imprudente e inconveniente. Pero esa es harina de otro paquete,
como dicen.
Hoy he recibido este maravilloso razonamiento sobre nuestros
líderes, y no líderes, de la oposición, que coincide con el editorial de El
Nacional de hoy en su análisis de la presunta “renovación ” de la MUD, y creo
mi deber oportunista de hacérselo llegar. Mas adelante reenvio el
editorial de marras.
Este artículo es una sucinta pieza de razonamiento, buena
fe, sensatez y valor político de un venezolano que no se resigna y tampoco
quiere dejar de serlo. Nunca le he dado la mano pero abrazo estas posturas. Saludos,
LBO
Editorial de EL NACIONAL WEB
21 DE FEBRERO DE 2017 Después de mucho anunciar, por fin la
MUD ha informado sobre su reestructuración. Hemos esperado la información con
el interés que merecía, pero nuestras expectativas no quedaron satisfechas.
Sabemos que se trata de un primer paso en un plan de renovación, y que, por lo
tanto, deben seguir otros capítulos ante cuyo advenimiento seguimos pendientes,
pero hasta hora los partidos coligados solo nos han sorprendido con un parto de
los montes.
La MUD es importante para la sociedad que clama por cambios
urgentes en la política venezolana. A su organización debemos pasos trascendentales
para la recuperación de la democracia, como el triunfo en las elecciones
parlamentarias. Ha tratado de mantener la llama de la controversia civilizada
frente a la dictadura y se ha ocupado de movilizar a sus líderes en las
diferentes regiones de nuestra geografía. Llevó los anhelos de la sociedad
hasta cúspides que parecían inaccesibles, en suma, pero después, en poco
tiempo, en cuestión de un año desolador, protagonizó o acompañó un declive que
apenas permite hacer reminiscencia de los logros obtenidos. De allí la
necesidad de mirar con cuidado lo que hace, pero especialmente lo que deja de
hacer.
De momento, apenas ofrece una nómina de dirigentes que en
general son poco conocidos, un repertorio de ciudadanos de buena voluntad a
quienes deben presentar en detalle para conocimiento de la ciudadanía. Se trata
de personalidades honorables, no cabe duda, pero sin un trabajo previo que no
obligue a solicitar que los presenten en detalle, que los suban a la pasarela
para apreciar a cabalidad las cualidades que deben tener y sobre las cuales no
dudamos, pero que requieren un desfile previo para que no sigan inadvertidas.
El refrescamiento de las élites es bueno y necesario, por
supuesto, pero tal vez estemos ante un desfile de medianías de las cuales no se
pueden esperar las hazañas que requiere la sociedad para recuperar la confianza
en sus dirigentes, para tener la seguridad de que su destino está realmente en
las mejores manos. No descalificamos a los integrantes del elenco que ahora se
nos presenta, entre otras cosas porque hay que dejarlo actuar para juzgarlos
con propiedad, pero parece evidente que, si no son debutantes en la escena,
hacían hasta la fecha el papel de segundones en el reparto.
Las circunstancias exigen un esfuerzo político
de proporciones extraordinarias. La situación no está para medias tintas. Los
reproches se hacen en función de la trascendencia del reto de salir de una
dictadura que está acabando con el país. La lucha contra la adversidad requiere
de políticos capaces de convocar inmediatamente la atención y el entusiasmo de
las masas. ¿Está en eso la MUD actualmente? ¿Dio en el calvo con la nómina que
ahora nos ofrece? El hecho de que nos ponga a averiguar la identidad de los
miembros de su nuevo equipo de coordinación
Gustavo Coronel Falsos y verdaderos líderes en la Venezuela
del siglo XXI
Gustavo Coronel
MARTES, 21 DE FEBRERO DE 2017
Gustavo Coronel
Para
escribir esta nota me he apoyado en la obra de Joanne Ciulla: “Ethics, the
Heart of Leadership”, 2004
Una cosa es el liderazgo y otra cosa es el ejercicio del
poder político. Nicolás Maduro ejerce el poder político pero carece de
liderazgo. Luis Ugalde es un líder pero carece de poder político. Más aún, un
gobernante puede cambiar la fisonomía de una nación pero no sería un líder a
menos que cambie esa fisonomía para el bien de la Nación, no para su deterioro.
Un gobernante puede ser eficiente en la consecución de
sus objetivos. Pero si esos objetivos son de engrandecimiento personal, de
satisfacción de deseos de poder eterno, ese gobernante no es un líder sino, a
lo sumo, un buen operador político. Esa es la historia del difunto, a quien sus
herederos políticos llaman el Comandante Eterno, tratando de vivir
políticamente llevando su ataúd a cuestas. Hugo Chávez fue un mandatario que
ejerció el poder con eficiencia para lograr sus fines pero esos fines estaban
lejos de ser los que necesitaba su país. Por ello, dejó al país en la ruina.
Fue un operador político eficaz, no un líder en el verdadero sentido moral de
la palabra.
James McGregor Burns, a quien hemos citado en el pasado,
decía que un líder debe actuar en todo momento en un plano de valores de mayor
nivel que sus seguidores, a fin de elevar la calidad de la conciencia
colectiva. Un líder que trate de liderar en base a consensos, arreglos y
negociaciones, tratando de lograr beneficios personales a costa de sus
seguidores, ese no es un verdadero líder.
Por ello McGregor Burns ha desarrollado la teoría del
verdadero liderazgo como un liderazgo transformador. Este tipo de líder no
diluye sus valores y sus principios para complacer a la galería sino, de ser
necesario, promueve el conflicto a fin de elevar la conciencia ciudadana. En
Venezuela
han surgido en el siglo XXI dos ejemplos de ese tipo de liderazgo:
María Corina Machado y Leopoldo López, ambos dispuestos a transitar el camino
más largo en aras de sus principios.
Ese liderazgo transformador requiere de dos ingredientes
esenciales: uno es el uso moral del poder y el otro es la congruencia entre la
vida pública y la vida privada. El operador político ordinario generalmente
exhibe un desdoblamiento entre su vida privada y su vida pública. Chávez fue un
líder que careció de esos dos ingredientes. Su ejercicio del poder fue inmoral
y su fachada pública era muy diferente a su vida privada, caracterizada por el
machismo y la codicia. Usaba relojes de $50.000 pero decía que ser rico es
malo, decía que donaría su sueldo a los niños de la calle pero llegaba a los
hoteles más costosos del planeta con una legión de guardaespaldas, familiares,
cocineros y correveidiles pagados por el pueblo. Se burló de sus seguidores y,
para hacerlo, se entregó en brazos de los cubanos, quienes lo manejaron a su
antojo y luego lo desecharon, cuando les pareció oportuno.
Lo que diferencia un operador político eficiente como
Chávez del verdadero líder es el uso que se le da al poder. Si el uso del poder
es para enaltecer, inspirar, unir, educar y mejorar a su pueblo, ese es un
verdadero líder. Si el uso del poder es para el endiosamiento, el culto a la
personalidad, el vivir a costa de la nación y enriquecer a su familia y
amigotes, estamos ante un fraude.
El problema del verdadero liderazgo se complica cuando el
falso líder tiene carisma. Se habla mucho del liderazgo carismático pero el
carisma que le permite a una persona persuadir al pueblo a seguirlo puede ser
el peor atributo del verdadero liderazgo. Si ese carisma no se usa para
enrumbar a sus seguidores por el buen camino no es posible hablar de verdadero
liderazgo, el cual siempre debe tener un substrato ético y moral. Ese fue el
caso de Hugo Chávez, un operador político de gran carisma, quien utilizó ese
carisma para engañar a sus seguidores y tratar de convertirse en gobernante
eterno, propósito frustrado por el destino. Si el destino no se hubiera
atravesado probablemente lo tendríamos todavía mandando, consultando la hora en
Rolexes, Patek Phillipes, Omegas y Vaucheron Constantines.
Llegará el día en el cual el líder venezolano será un
seguidor de su pueblo, un líder de servicio. Estamos todavía lejos de ello.
Cuando tenía unos seis años vi una película que nunca he logrado
olvidar:
“Gunga Din”, basada en el poema de Ruydard Kipling, quien – a su vez – se
basó en un hecho real. Es la historia del humilde ayudante que llevaba agua a
los soldados ingleses en India y que se convirtió en el factor fundamental de
la victoria, por su iniciativa y heroísmo. El humilde seguidor se convirtió en
el líder. La autora Joanne Ciulla cita otro ejemplo de este tipo de
liderazgo
en la obra de Herman Hesse: “Viaje hacia el Este”. El carga maletas
de la expedición, Leo, es quien organiza al grupo, lo mantiene unido con sus
canciones pero desaparece un día, lo cual causa la disgregación del grupo. El
carga maletas era el verdadero líder.
En Venezuela hemos confundido por muchos años la figura
del operador político con la figura del líder. De allí que con excepciones notables
como Betancourt y algunos destellos de Leoni, Caldera I y CAP, lo que
hemos tenido en el poder a partir de 1958 son operadores políticos
bastante
mediocres, una mediocridad que llegó a su apogeo con Chávez y Maduro.
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