El régimen no tiene posibilidad de supervivencia y a
medida que el tiempo pasa se estrechan las posibilidades de salvación personal
para sus capitostes. El hallazgo, anunciado esta semana, de un nuevo colosal
bolsón de petróleo y gas en las bocas del Orinoco, pone el tema sobre la mesa
de Rex Tillerson, quien está en la Secretaría de Estado para resolver cosas
así. Después de la payasada trágica del plebiscito para imponer una
Constitución soviética, el proceso se hará vertiginoso y ganará fuerza la solución
propuesta por el Comando Sur.
El Caso Venezuela pudiera ser único en los tiempos
modernos y contemporáneos. No ha habido ni hay una situación comparable. Una
banda criminal se apodera de toda una nación, la somete por fuerza de las
armas, la humilla, la saquea y la arruina, poniéndola además al servicio del
terrorismo y el narcotráfico, los dos enemigos que proclaman su propósito de
acabar con la civilización.
Esto ya no tiene que ver con la política ni las
ideologías. A la derecha le gusta decir que esto es comunismo o socialismo,
para que cuando la tragedia concluya comunismos y socialismos queden
desacreditados. Este cronista lo definió como fascismo, porque lo fue en su
fase inicial, cuando Chávez y sus militares contaban para algo. Todo eso ya no
vale. Aquí no hay un proyecto político. Esto es puro delito común. En nada se
parece a lo que ocurrió en Italia, Alemania y Rusia entre las dos guerras
mundiales. Mussolini, Hitler y Stalin padecían una enfermedad distinta a la de
estos canallas que nos someten. Eran megalómanos con una hipertrófica voluntad
de poder montados sobre una armazón ideológica coherente consigo misma -aunque
no lo fuera con la realidad. Los de aquí y ahora ya ni se preocupan por cuidar
la vestidura socialista con que se disfrazaron al principio. Son
macro-atracadores que someten a treinta millones de rehenes y ya no tienen
tiempo ni voluntad para disimularlo. Si pataleas te matan, y listo.
Lo atípico de la novedad es lo que tiene perplejos a los
grandes poderes mundiales que no sólo quieren cambiar la situación venezolana
sino que tienen que hacerlo por su propia supervivencia -miren el mapa e
imagínense lo que sería la consolidación de un enclave del terrorismo y el
narcotráfico en el punto clave del continente americano. No saben qué
hacer porque están frente a una enfermedad que ellos no estudiaron. Los altos
funcionarios que manejan Occidente no son talentos excepcionales sino
profesionales salidos de universidades que les enseñaron las enfermedades
políticas que fueron, no las que aún no habían sido. Se mueven por fórmulas, no
son creativos. Inútilmente buscan en su vademécum un remedio para este mal.
Fascismo y nazismo fueron detenidos porque Roosevelt, Churchill, De Gaulle y el
mismo Truman -quien con su aire de tendero de provincia hizo lo que tenía que
hacer- eran genios heterodoxos que no necesitaban consultar el libro para
identificar lo que estaba pasando y cómo conjurarlo. En cuanto al comunismo
soviético, quien lo lidió fue la Iglesia, en faena encubierta de la cual por eso
mismo no puede blasonar.
A los venezolanos no les gusta que se los diga, pero es
lo que sé y lo que veo: esto no es chavismo. Los juramentados del Samán
de Güere tenían el sueño de un país ideal. Sueño equivocado, pero sueño. Su
propósito no era saquear la patria, sino reconstruirla según una imagen ideal
que tampoco era comunista porque ni siquiera estaba definida en su mente. La
debilidad de los políticos de La Cuarta puso en sus manos un poder con el cual
los comandantes no supieron qué hacer. El momento crucial fue cuando cambiaron
el Movimiento Quinta República -la idea vieja de una república nueva- por el
Partido Socialista Unido. El PSUV fue invadido por oportunistas como Cilia
Flores, antigua adeca del bando policial de Cecilia Matos encabezado por Yanes
Pasarela. Flores introdujo en el permeable círculo íntimo de Chávez un haragán
profesional a quien Fidel Castro, cuando Chávez se le puso pesado, hizo
presidente porque era el más manejable. La Historia enseña que las revoluciones
siempre paran en eso.
Hasta hace muy poco, el alto funcionariado de las
potencias occidentales no había hecho más que meter la pata en el tratamiento
del Caso Venezuela. Hasta que la rebelión del pueblo venezolano, que
simplemente no se deja joder, ha coincidido con su librito de burócratas
ansiosos de ascenso y jubilación. Esto no hubiera bastado si en las bocas
del Orinoco Exxon Mobil no hubiera descubierto un fabuloso yacimiento de
petróleo y gas que obliga a renegar de cualquier preocupación por el medio
ambiente: ese contaminante hay que extraerlo y convertirlo en dinero, aunque
nuestros nietos tengan que vivir noche y día con tapabocas.
Gracias a ese excremento del diablo sobre el cual tienen
decisión Guyana y Venezuela, en ninguno de estos dos países puede haber gobiernos
forajidos. La enorme inversión necesaria para poner esa porquería en las
gasolineras requiere seguridad jurídica, algo que no pueden dar malandros como
los que te conté. Así que se van, pero no se sabe cómo. Por suerte, ellos
tampoco saben cómo quedarse. La idea de reunir una Asamblea Constituyente para
montar un Estado comunista como era la URSS ha resultado altamente tóxica para
el régimen. Por más que Padrino y Tibisay inventen votos, no habrá suficientes
para compararlos con los 7.500.000 que la MUD metió quince días antes. En los
últimos días los atracadores han intentado canjear su evento del domingo por
algo que les dé un poco más de tiempo. Pero hasta Zapatero, quien ha actuado
como un corredor de bienes políticos -un “realtor”, pero no de bienes raíces
sino de libertades, ha tirado la toalla.
La burocracia del Departamento de Estado y la Unión
Europea aguardan el resultado de esa maroma inverosímil donde el trapecista
debe romperse la crisma. Ellos tampoco saben qué hacer. Si no se les ocurre algo,
Tiranosaurus Rex, que es puro Exxon Mobil, hasta puede abrir la puerta al
Comando Sur, que se dice capaz de arreglar eso en seis horas. Un petrolero es
mejor para estas situaciones que un burócrata profesional de carrera.
De verdad que este viejo cronista hubiera preferido otra
solución.
P.S. El primer hallazgo de petróleo y gas frente al
Esequibo se anunció poco después de ganar Trump las elecciones, y fue
importante en la decisión de que Rex Tillerson dejara la presidencia de Exxon
Mobil para asumir la Secretaría de Estado de EE.UU., donde estos temas se
manejan. Esta semana se anunció otro hallazgo de parecida magnitud, lo cual
debería decirle a Maduro que no hay nada que hacer.
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