MARTES 28 DE DICIEMBRE DE 2010
Astrología y Fe (I)
Cristo, Rey del Universo
Cuando hablo aquí de astrología, no hablo de los horóscopos de periódicos y revistas. Estos no son nada serios. Tampoco hablo de programas de computación que se alimentan con los datos de una persona, y después se imprimen unas decenas de páginas que quieren decir "Ud. es así". Hablo de una astrología donde se domina el arte de saber leer e interpretar símbolos. Además, no hablo a gente que, de antemano, descarta la astrología como superstición y "cosa rara". Hablo a gente que se maravilla de lo acertado que puede ser la información de una carta natal, pero que no sabe cómo combinar esta información con su fe en Dios.
Antiguamente, y hasta el siglo XVI aproximadamente, la astronomía y la astrología andaban de la mano. Los datos astronómicos tenían su interpretación, un arte que tiene que ver mucho con la sicología. Desde hace unos cuatro siglos no sólo se las distinguió sino que se las separó, tildando la astrología de oscurantismo. Por este sobre-énfasis de lo intelectual, también la mística y la contemplación cristianas, así como la sicología, fueron marginadas de nuestra consciencia. Esta marginación llevó a la astrología a unos abusos y aberraciones que ahora, desde nuestra soberbia intelectual, volvemos a tildar de superstición y "cosas raras".
No vamos a caer en este error de decir que "las estrellas rigen nuestro destino"; ¡de ninguna manera! Pero se puede observar una coincidencia de las constelaciones y los movimientos astronómicos con la historia y con nuestra vida personal, que nos causa maravilla. Dios es un arquitecto que no ha creado el universo como un caos incoherente, sino como un conjunto bien ordenado donde las diferentes partes, aspectos y niveles se reflejan el uno en el otro y se relacionan entre sí. Los astrólogos serios dicen "como arriba, así abajo", y dejan bien claro que los astros no influyen, ni mucho menos causan, sino que reflejan en su nivel cósmico lo que pasa en nuestro nivel personal. Las estrellas "inclinan, pero no obligan". Esto nos permite conocimientos muy precisos acerca de predisposiciones y tendencias, positivas y negativas, limitaciones, salud y carácter de una persona o de un acontecimiento.
Los antiguos griegos, y también otras culturas, les dieron a los planetas nombres de dioses. De esta manera proyectaban hacia fuera unas fuerzas que todos experimentamos dentro de nosotros. Estas fuerzas no son Dios, pero, sí, son fuerzas sobrehumanas. Por eso, lo interesante es que precisamente aquella gente que más niega la astrología, y no sólo la astrología, sino toda el área del inconsciente, como intuiciones, sueños, sentimientos, etc., más vive de manera inconsciente los patrones de su carta natal. Lo que uno rechaza o reprime, eso lo domina. ¡Qué ironía! Y lo que es peor: uno que conoce algo del inconsciente de otra persona, la puede manipular a su antojo, sin que ella sepa qué le está pasando.
Ahora bien, aquí no se trata de defender la astrología. Lo que quiero es más bien mostrar por qué la astrología puede ser un peligro para nuestra fe. ¿Por qué la biblia, ya desde el Antiguo Testamento, y hoy en día la iglesia, se oponen tanto a la astrología? Veamos:
¿Por qué acude alguien al astrólogo? A veces es gente seria que quiere conocerse más; hay sicólogos que usan la astrología para ver más claro el cuadro de una persona. Hasta aquí, todo está bien. Pero el peligro está en que esta persona llegue a decir, "yo soy así", sin asumir la responsabilidad por su manera de ser y de actuar. De esta manera, uno se haría esclavo de sus tendencias inconscientes, reflejadas en los astros. Y eso, sí, es contra la práctica de nuestra fe que nos invita a asumir la responsabilidad por nuestra vida.
En esta línea habrá que ver también la sinastría (la comparación de dos cartas natales) que buscan dos personas, para ver si son "compatibles", por ejemplo para el matrimonio. Si bien la sinastría puede indicar puntos de fricción o de mucha compatibilidad entre personas, estos son apenas tendencias; de ninguna manera nos absuelven de nuestra responsabilidad de cultivar una relación personal, como es el matrimonio. Si renunciáramos a esta responsabilidad, nos haríamos esclavos de nuestros instintos, y negaríamos la libertad que Dios nos ha dado. Además, un buen matrimonio no depende de las estrellas, sino de nuestra relación con Dios, desde la cual sabremos amarnos mutuamente.
El caso más frecuente será el de gente que quiere conocer su futuro. Pero, ¿qué áreas de nuestro futuro queremos conocer? Normalmente, se pregunta por finanzas, amor, buena suerte, y cosas semejantes. Intentamos controlar el futuro; o nos asustamos frente a lo que se nos pinta como inevitable. Y no nos deja actuar de manera positiva. En el fondo, es una falta de confianza en Dios, el Señor de la historia. Y esta confianza es precisamente la que Él nos pide constantemente. Además, en este contexto, prefiero ver una carta astral como un mapa: el mapa puede indicarte que, después de unos kilómetros, habrá una curva muy fuerte. Ahora, decir que en esta curva tendrás un accidente, es una locura. Lo que sí te dice el mapa es que debes tomar precauciones y andar con un cuidado especial. Así pasa también en nuestra carta natal: puede haber momentos en el futuro que indican dificultades o crisis. Pero eso no significa, como lo toman algunos, que entonces todo se acabará o, en el peor de los casos, que en ese día morirás. Solo quiere decir que estemos bien conscientes en los caminos de la vida.
He dicho que los antiguos llamaban a los planetas "dioses". Reflejan fuerzas sobrehumanas porque están arraigadas profundamente en nuestro inconsciente. PERO: por encima de los dioses está Dios, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Si nos abrimos a Dios en una relación con amor, Él nos manifestará quiénes somos de verdad. Nos permite descubrirlo en la otra persona que se nos vuelve una "caja de sorpresas" de los dones que Dios quiere darnos a través del prójimo. Y Dios es también el Señor de los astros y de nuestro destino, que siempre será un destino glorioso si ponemos nuestra confianza en Él.
¿Podríamos ver en este contexto el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto, tal como nos lo cuenta el Evangelio de San Marcos? "Fue tentado,… y los ángeles le servían" (Marcos 1,12-13). Estos "dioses", representados por los astros, mientras no estamos en relación de confianza y amor con Dios Padre, pueden sernos piedra de tropiezo; pero, una vez que estamos en relación con Dios, estas fuerzas en lo profundo de nuestro corazón se convierten en "ángeles". En vez de manifestar lo peor de nosotros, sacan a relucir lo mejor.
MIÉRCOLES 19 DE ENERO DE 2011
Astrología y Fe (II)
La mayoría de nosotros vive en poblados y ciudades donde la iluminación artificial no permite apreciar las estrellas. El hombre moderno ya no sabe lo sobrecogedor que puede ser el firmamento en una noche sin luna y sin nu-bes.
He leído – no recuerdo dónde – que los beduinos, para atravesar el desierto, prefieren caminar por la noche. Eso les permite orientarse por las estrellas. An-tiguamente, los marineros hacían lo mismo. En el hemisferio norte tenemos la estrella polar que indica dónde está el norte. Recuerdo que en la escuela pri-maria nos enseñaron cómo orientarnos por esta estrella si un día nos perdié-ramos en el campo. Por supuesto, uno no va a la estrella, pero se orienta por ella. De esta manera, la gente estaba familiarizada con las estrellas. Y cual-quier fenómeno extraño tenía que llamar su atención.
Para los antiguos - y también para los de hoy que saben ver más allá de la su-perficie – las diferentes constelaciones y movimientos celestes tenían un significado más profundo. De allí, que guiaban también sus vidas por las estrellas.
En el evangelio de San Mateo (Mateo 2,1-12) hay un relato muy bello que nos describe un poco este proceso.
Unos "magos" llegan a Jerusalén, para ver al recién nacido Rey de los Judíos. "Magos": así llamaban en oriente a los que tenían conocimientos secretos o sabían interpretar diferentes fenómenos. Según el contexto, los podemos lla-mar astrólogos, porque habían interpretado un fenómeno en las estrellas.
No sabemos cuál fue este fenómeno. Pero por los años del nacimiento de Jesús hubo una conjunción triple de Júpiter y Saturno, es decir, que los dos planetas más grandes de nuestro sistema solar se vieron juntos, como si fuera una sola estrella muy luminosa. Por la retrogradación, o sea, el aparente regre-so, y su vuelta al camino directo, se juntaron tres veces en un lapso de pocos meses. Esto ocurrió en la constelación de piscis, que los orientales relaciona-ban con la tierra al occidente de ellos, especialmente con Israel. Según datos de tablillas con escritura cuneiforme, de los tiempos de Babilonia, Júpiter signi-ficaba un rey. Saturno reflejaba la ley y el sábado (todavía en inglés, el sábado se llama Saturday, es decir, día de Saturno). Por eso se lo relacionaba también con Israel. Como la órbita de Júpiter es más pequeña, él es más rápido y, cuando se produce una conjunción, es Júpiter quien llega a Saturno. En la interpretación de los babilonios: un rey llega a Israel.
Como dije, no hay pruebas de que el texto de Mateo se refiera a este fenóme-no. Pero las coincidencias son muchísimas.
Ahora, si alguien busca a un rey, por supuesto se va a la capital. Allí residen los reyes. Y así, los magos llegan a Jerusalén. La astrología contempla todo a nivel humano, y los pensamientos humanos no son necesariamente los pensamientos de Dios. Por eso, ven la sorpresa y consternación en Jerusalén, donde nadie sabía nada. Si en nuestro camino espiritual nos fiamos solamente de nuestros criterios humanos, nos desviamos fácilmente. Esto se puede aplicar también a nuestras ciencias modernas, incluyendo la psicología.
En este impase, los magos oyen la Palabra de Dios, del Dios de Israel. La orientación definitiva en nuestro camino es la Palabra de Dios. Los magos, dando crédito a esta Palabra, se van a una aldea donde menos se esperaba un rey. Pero allí lo encuentran. Y, al llegar, vuelven a ver la estrella, lo que les causa una inmensa alegría.
Dios atrajo estos magos, hablándoles primero en el lenguaje que ellos entend-ían: la interpretación de los astros. Para nosotros, puede ser una superstición, pero Dios nos sale al encuentro donde estamos. Es el movimiento del Espíritu, no percibido conscientemente todavía. Pero nos pone en camino. En la crisis, cuando nos damos cuenta de que nuestros criterios humanos no son suficien-tes para llegar a la meta, es la Palabra de Dios la que nos orienta. Cuando le damos crédito, veremos que nuestros rodeos y errores de la vida pasada tam-bién estaban en el plan de Dios. Y eso no solamente como tiempo perdido, sino como algo valioso que nos puso en camino hacia una meta que sólo conocíamos difusamente.
Lo importante, como vemos en este evangelio, no es "tener" la Escritura, la Pa-labra de Dios, como Herodes y los de Jerusalén, sino el corazón abierto que acepta esta Palabra y sigue el camino que le marca, aunque comience con errores.
Al fin, dentro del contexto del evangelio de Mateo, éste es el argumento: hay unos que tienen las Promesas y la Palabra de Dios, pero no le hacen caso; en cambio, los que no conocen la revelación de Dios, pero tienen un corazón abierto y un espíritu de búsqueda, llegarán a un encuentro con el Señor.
Esto puede ser un consuelo para nosotros cuando a veces damos muchas vueltas en la vida; en algún momento, cuando tomamos en serio la Palabra de Dios, es cuando nos llenamos de una profunda alegría. Y es una advertencia para los que se creen seguros con tener su religión cristiana, pero nunca quie-ren ir más allá de lo que ya conocen. Las sorpresas de Dios pueden causarles un susto grande.
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