¡ARRE HERRERA LUQUE, ARRE UROGALLO!
Orlando Viera Blanco | abril 19, 2017 | Web
del Frente Patriotico
“Su encanto irreverente por su tierra violentada y
profanada, imploraba amarnos hasta morir como insigne desafío”
A dos escritores Venezolanos le preservo incólume admiración
por haberles leído desde niño y tener que releerles en estos días a la saga del
plasma causal de tanta violencia, desviación y desdén. Son Rómulo Gallegos y
Francisco Herrera Luque.(Francisco José Herrera Luque (Caracas, 14 de diciembre de 1927 - Caracas, 15 de abril de 1991) Dos sabios a quienes les confiero el mérito de haberme
estrenado con no poca cosa: el amor, la historia y el quicio de nuestra
razón de ser…
En Doña Bárbara me enamoré de Marisela, la hija no deseada
con Lorenzo Barquero. Mujer “cunavichera” y blanca de orilla,
de irreverencia ingobernable, propia de quien habiendo vivido entre el abandono
y la incuria, se sobrevino a la belleza y la justicia. En Boves me
volví a enamorar. Esta vez de Eugenia. Mujer noble y sensual a la vez, que
desanudó el talante indomable de José Tomas, haciéndole cabalgar hacia la
muerte en un caballo inexperto, encabritado a la zafra del lanzón que le
atravesó el corazón. Así muere el Boves de Herrera. Como el pájaro espino del
cantábrico, el Urogallo, desde cuya alegoría el autor diviniza el
origen de nuestras cegueras: el desamor.
En las historias “verídicas, fabuladas y verosímiles”
de Herrera Luque-al decir de Benedetti-están todas las respuestas a todas las
preguntas. Para el psiquiatra historiador no fue suficiente un reporte
epistolar de patografías hereditarias. Fue necesario mutar de cientista a
novelista, de Viajeros de Indias y la Huella Perenne a la
tríada de vocación ficticia, de Los Amos del Valle, Boves el urogallo y
la Casa del pez que escupe el agua, para dar con la búsqueda seminal del
por qué somos como somos. Comprender la exuberancia socio cultural del país,
desde la colonia hasta nuestros días, arrastrada por atavismos, mitos, castas,
guerras y taras, iba más allá de cabalgar “papelotes y archivos”.
Ya lo advertía otro gran psiquiatra, Olivar Sacks (Awakenings/The man who
Mistook his wisfe for a hat) citando a Hipócrates: “las enfermedades no se
describen, se cuentan, se narran en vivencias, en perdidas…”
Entonces [Herrera] decidió penetrar las verdades ocultas de
la Casa Guipuzcoana, dando vida a Juan Manuel Blanco y Palacio,
personaje central de “los amos del Valle”, donde ilustra como 20
familias mantuanas que controlaban la capitanía, justifican luchar por la
independencia más por el cacao, que por la libertad. Decide develar los
intereses de los banqueros Weleser, encarnados por Felipe Von
Hutten-personaje de la Luna de Fausto-a quienes la corona española
hipotecó nuestra amazonia de techos dorados o desmigajar las conductas
psicopáticas de más de 1200 monarcas y hombrecillos de manto ducal, tras la
alucinante sucesión de más de cuatrocientos personajes y 6 siglos, desde Don
Pelayo hasta Doña Juana la Loca, los Borbones y los Habsburgo. Todo un enjambre
humano de poder, ambiciones, vicios e incestos, que amorfa nuestra trepidante
realidad psicosocial. Es lo Herrera Luque no quiso investigar, sino revivir.
Por ello dejó que “las ideas y las palabras, por ellas mismas, encontraran
su forma…dando vida al novelista que siempre vivió en mi” (Carta Herrera
Luque a R. Lovera De-Sola 3/5/1976).
Con el testimonio “fabulado”, Herrera no idolatraba a Boves
o a Piar, sino alertaba el origen de su rebeldía, agresividad y demencia. Por
eso nos enamora de la sensualidad de una mulata, llamada Venezuela, plasmaba en
la Eugenia de Boves, en la María de Rufino de Blanco Fombona (El
hombre de hierro), en la María Eugenia Alonso de nuestra
Teresa de la Parra, (Ifigenia) o en “su negrita”, como llamaba a
su esposa, Margarita. Es la anomia de los miserables convierte en héroes a los
impíos, por lo que narra como en el llano, monte adentro, “la imagen del Taita [Boves],
continua presente y omnisciente; un caudillo para algunos simpático y
dicharachero, que creció en el repudio y la blasfemia de palizas en plaza
pública” (Boves en la voz de los viejos. FHL. El Nacional 09/09/71).
Entonces Herrera lo condena y lo redime [Boves] entre atrocidades y pasiones
desbordadas; la frontera entre el bien y el mal, desde donde el
narrador-psiquiatra nos grita desesperadamente: ¡suprimir la barbarie con
los afectos, los cariños y las adhesiones!. Era su encanto irreverente
por tierra profanada, donde amarnos hasta morir, será nuestro insigne desafío.
Reto que lo agobiaba y le hizo confesar: “No es cosa fácil ni productiva
echarle en cara a un pueblo sus lacras e iniquidades por más que una lección
semejante sea expresión de amor y de una firme voluntad terapéutica”.
Deseaba rendir tributo a la memoria de un insigne Venezolano
que se nos fue sin vivir lo que profetizó, pero que su verbo seguirá vivo
con su Fundación, ahora en US. Se nos marchó cómo un personaje de sus épicas,
haciéndole el amor a Venezuela. Hoy le escucharía decir desde su butaca en la
Qta. San Martin de Altamira: “mira a la gente hija, mira a ese
viejo hurgando en la basura, a esa señora en la marcha o esos jóvenes ataviados
de libertad. ¿Dime si no es una maravilla Mariana? A pesar de las penurias, de
los momentos de cambio que vivimos, ¡somos alegres! y así tenemos que seguir.
Esa es Venezuela…”. Pues nada Don Pancho, como Boves en su arpegio: “!Arre
Urogallo, arre Francisco, arre Venezuela! Muy pronto ella renacerá
alegre, como tiene que seguir, como no será descrita sino bien narrada…
@ovierablanco
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