Sandra Bracho-CORTESÍA
La autora señala que la crisis actual es la misma de
los años ochenta y noventa, empeorada con las prácticas del socialismo del
siglo XXI
Por HUMBERTO SÁNCHEZ AMAYA HSANCHEZ@EL-NACIONAL.COM
@HUMBERTOSANCHEZ
10 DE ABRIL DE 2017 12:39 AM
La historiadora Margarita López Maya acaba de publicar El
ocaso del chavismo. Venezuela 2005-2015 (Editorial Alfa), un análisis
pormenorizado de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Pero más que la
mera enumeración de hechos, la autora explica cómo cada elección, decreto, ley
aprobada y discurso socavó la institucionalidad en el país para cimentar un
régimen autoritario que no quiere perder el poder, aunque ha perdido el apoyo
de la población.
—¿Por qué como sociedad dejamos que todo esto ocurriera?
—Sí han pasado cosas, por eso es que muchos dicen que
vivimos una dictadura del siglo XXI. Al principio se presentó como una
profundización de la democracia venezolana cuando las élites tradicionales
estaban agotadas y eran insensibles a la sociedad, pero se erosionaron
paulatinamente las bases institucionales de la democracia representativa. Había
un líder carismático en el que la gente confió. Si Chávez hubiera dicho que
quería establecer un sistema budista, también lo habrían seguido. Los años
ochenta y noventa fueron muy duros, pero la gente no se acuerda.
—¿Actualmente la sociedad es consciente de esto?
—Cuando uno lee las encuestas se puede interpretar que la
sociedad ha aprendido algo, mas no estamos seguros. También ha faltado un
liderazgo más honesto. A los políticos no les gusta decirles la verdad a sus
bases.
—¿Y cuál es la verdad que no se atreven decir?
—Que en este momento no hay posibilidad de salir de esta
crisis con un milagro. Es la misma de los años ochenta y noventa, empeorada con
las prácticas del socialismo del siglo XXI. No podemos seguir viviendo de la
renta petrolera. Es una sociedad que no sabe vivir de su propia productividad,
talento, conocimiento y esfuerzo.
—¿Cómo se inscriben las recientes sentencias del TSJ en
lo que llama el ocaso del chavismo?
—Es una de las señales de que el chavismo se extingue. Es un
régimen cuya legitimidad está basada en el líder carismático. Él le ofreció a
la sociedad salir de una crisis a través de una profundización democrática y
luego de un socialismo. Todo eso fracasó. Las sentencias del TSJ son un paso
más hacia un régimen militar con cierta fachada civil. Un camino que comenzó
desde que Nicolás Maduro ganó en 2013, con una ventaja de 1,4% de los votos.
—Hay quienes aseguran que se consolidó un golpe de
Estado. ¿Está de acuerdo con esos términos?
—Con la suspensión del referéndum revocatorio el año pasado,
se suspendió también la democracia. Como eso no tuvo mucho costo político, el
gobierno continuó. Hizo una farsa en la mesa de negociación, engañó a unos
facilitadores y la oposición no supo jugar bien. Salió airoso y continuó. Este
año el gobierno tiene que seguirse endeudando, pedir créditos para los pagos
que están próximos a vencerse. Pero la Asamblea Nacional, presidida por Primero
Justicia, ha dejado claro que mientras eso no sea aprobado por el Legislativo,
Maduro no se puede endeudar. Entonces, el gobierno le pasa las atribuciones al
TSJ, para que este le dé el permiso de endeudarse.
—En el libro usa poco la palabra dictadura, aunque habla
de régimen autoritario. ¿Quiere decir entonces que hay un antes y un después?
—El término dictadura tiene muchas definiciones. El clásico
es el que viene del derecho romano, cuando se le daba a una autoridad en una
situación de peligro; sin embargo, en ese caso tenía límites temporales y
pautas legales. En Latinoamérica ha sido escurridizo cuando no es una dictadura
militar por golpe de Estado. Aquí ha habido un régimen autoritario creciendo
con legitimidad de origen, aunque con Maduro es más confuso por el escaso
margen de diferencia en las elecciones de 2013, en un contexto de altísima
desigualdad en la competencia pero con aparente transparencia en los votos. Por
esa razón preferí, académicamente, el término de régimen autoritario. En el
país gobierna un régimen patrimonial. Se repartieron el poder amigos y
familiares de Chávez y Maduro, con algunos militares que forman parte de ese
núcleo. Cuando le quitas a la gente el derecho de decidir no queda nada.
—Se eliminó el año pasado el derecho de decidir, pero
muchos opinan que la sociedad se quedó pasiva.
—No lo llamaría pasividad sino desconcierto, que se expresa
con un malestar que no logra aglutinar en una protesta masiva. Si ves los
indicadores de conflictividad, los del año pasado fueron los más altos desde el
Caracazo; pero fueron focalizados, con líderes desconocidos y con poca
capacidad de hacer una diferencia política.
—¿Qué papel debe desempeñar el Estado ante un eventual
cambio de gobierno?
—Vendrá un desafío muy grande. Hay medidas de emergencia que
espero que el liderazgo de las fuerzas de transición sepa tomar. Como dije, el
escenario más claro parece ser el de la consolidación de un régimen militar que
trate de darle un poco de racionalidad a la economía e intente controlar la
pauperización de la población. Si nos montamos en un escenario democrático, al
que apostamos, será un contexto difícil. Necesitará mucha pericia y madurez
para determinar cuáles son las medidas económicas y sociales que permitirán
sostener a la población.
—¿Cuáles deberían ser esos cambios?
—Para eso están los políticos, no yo. Ahora, por lo que he
leído y discutido, en economía hay dos dimensiones. La inmediata es parar la
inflación galopante y crear las condiciones para que el país vuelva a producir.
Los economistas tienen agendas al respecto que tratan sobre la unificación
cambiaria, la confianza en la legalidad, el respeto a la propiedad y el proceso
de privatización de algunas empresas expropiadas. Sin embargo, he visto menos
trabajo con las políticas sociales, que considero deben darse primero que las
económicas para proteger a esas personas que se verán afectadas. También está
la independencia de los poderes del Estado, que es otra tarea urgente, así como
convocar a elecciones y la recuperación de la institución militar, confiscada
por grupos de interés, al igual que la sociedad.
—Algunos académicos reivindican las medidas que usted
califica en el libro de neoliberales, incluso la figura de Carlos Andrés Pérez.
—Es natural que parte de una sociedad que sufre tienda a
tener nostalgia. Le hice una reseña al documental CAP 2 intentos para recordar
que aquellos polvos trajeron estos lodos. Carlos Andrés en su primer gobierno
actuó de forma análoga, guardando las diferencias notorias porque entonces
había una democracia. Él actuó de forma populista, personalista, sin negociar
políticas. Están dadas las condiciones para que vuelva a aparecer un mesías. El
liderazgo político no ha comprendido la gravedad de lo que está pasando. Viajo
mucho al exterior y me dicen que cuando ellos salen, incluso pelean entre
ellos. Entonces los actores internacionales se quedan perplejos ante lo que
ven. Quieren ayudar, pero no confían lo suficiente en estos actores, que no
terminan de comprender lo que pasa. Es el peor momento de la historia
contemporánea de Venezuela.
—Entonces, ¿el chavismo no dejará el poder?
—Yo sí creo. El chavismo liderado por Maduro se extingue.
Pero podemos tener un escenario de un régimen militar que se consolida, es la
posibilidad más clara. Ellos pueden asegurar que gobiernan en nombre de Chávez,
pero es imposible señalar que esto tiene algún resabio en lo que él decía o su
poca capacidad de saber lo que entendía por socialismo. Lo que vivimos es lo
más parecido a la Venezuela del siglo XIX.
—Hay quien piensa que nada de esto hubiese ocurrido si
Hugo Chávez continuara vivo. ¿Qué opina usted?
—Como historiadora es muy difícil responder eso. Chávez sí
era el líder con el pensamiento y la confianza de la población. Por eso tenía
más juego, la gente confiaba en él. No sé si él hubiera mantenido estas
oprobiosas políticas económicas y sociales. Maduro está a merced de estas
tribus, incluida su familia, que se han adueñado del Estado y que él necesita
para mantenerse en el poder.
No quiso ser rectora del CNE
En 2004, Margarita López Maya fue la oradora de orden de
la sesión solemne que se llevó a cabo en la Asamblea Nacional para ratificar
a Hugo Chávez como presidente, después de su victoria en el referéndum de
aquel año. “El discurso fue sorpresivo para mí. Me llamaron de la Asamblea,
entonces presidida por Francisco Ameliach. Me contactó su secretaria y me
dieron 48 horas para hacerlo. Esa es una oportunidad en la vida, no podía
decir que no. Recuerdo que el ministro de Comunicación e Información, Andrés
Izarra, me preguntó si le podía dar antes el texto para reproducirlo. Le
respondí que no. Solo recibí otra llamada después, de Willian Lara, para
introducirme en una lista de rectores del CNE. Le dije que no, que tenía un
compromiso académico en el exterior. Esa no es mi función en la sociedad, lo
mío es construir opinión”.
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