El Nacional 17 DE ABRIL DE 2017 12:33 AM
Durante la guerra civil española, miles de jóvenes
estadounidenses partieron hacia España para unirse a la lucha contra el
fascismo como parte de la “Brigada Abraham Lincoln”. Hoy en día, a medida que
más personas despiertan ante la amenaza que plantea el presidente Donald Trump
al Estado de Derecho, los derechos humanos y el orden internacional, está
surgiendo un nuevo movimiento de resistencia mundial para defender la democracia
y la decencia básica.
La resistencia puede adoptar tres tácticas. Un enfoque es
simplemente esperar y guardar esperanzas de que Trump se convierta en un pato
cojo por las revelaciones condenatorias sobre su administración gubernamental.
Mejor aún, Trump podría ser destituido o removido de su cargo bajo la vigésimo
octava enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, si bastantes miembros
de su propio gobierno lo consideran incapaz de cumplir con las funciones de la
Presidencia.
Una segunda táctica, menos optimista, es aceptar que Trump
completará su primer mandato, por lo que quienes se oponen a Trump pueden
elegir utilizar ese tiempo forjando alianzas más fuertes con el Partido
Demócrata, los medios de comunicación, los grupos de la sociedad civil y todos
los demás opositores de Trump en el ámbito académico, las instituciones
religiosas y los sindicatos de trabajadores.
La tercera opción es desbaratar la agenda de Trump en los
tribunales, impugnando sus prohibiciones de viajes, el muro en la frontera con
México, las deportaciones y las propuestas que buscan recortar el
financiamiento para las Naciones Unidas y los programas de ayuda externa en
África.
Como observa Jeffrey
D. Sachs, hay razones para creer que Trump ni siquiera sobrevivirá al escándalo
actual sobre los vínculos de su campaña con Rusia. Las inquietantes preguntas
van mucho más allá de las acciones de piratería informática de agentes rusos
contra las computadoras centrales del Comité Nacional Demócrata con el
propósito de difundir públicamente mensajes internos de la campaña de Hillary
Clinton. Muchos tienen curiosidad sobre los vínculos entre Trump y los
oligarcas rusos, y sobre por qué bancos con conexiones rusas
extendieron préstamos a Trump cuando nadie más quería hacerlo.
Por otra parte, muchos se preguntan si los servicios de
inteligencia rusos tienen evidencia con la cual chantajear a Trump; o, si
espías estadounidenses, franceses, británicos y bálticos pueden filtrar
materiales que confirmen esa sospecha. Puede que Trump sea una persona
paranoica, pero es posible que sí esté en lo correcto al preocuparse sobre que
la comunidad de inteligencia de Estados Unidos crea que él no es apto para
desempeñar el papel de comandante en jefe, y que los medios de comunicación
estadounidenses informen sobre cada fuga de información que sea creíble.
Debido a la caída de la popularidad de Trump, los
republicanos pronto comenzarán a temer por sus escaños en el Congreso en las
elecciones del año 2018. Si emerge evidencia incontrovertible de hechos
delictivos graves, los republicanos del Congreso, o incluso los miembros del
Poder Ejecutivo, podrían iniciar procedimientos contra el presidente.
Al mismo tiempo, los demócratas del Congreso ya han lanzado
un ataque sin cuartel contra las iniciativas de Trump, como el muro fronterizo
y los recortes propuestos al presupuesto del Departamento de Estado. A nivel
estatal, los gobernadores demócratas han presentado demandas para impugnar las
órdenes ejecutivas de inmigración de Trump, y muchos alcaldes demócratas han
reafirmado el estatus de santuarios para inmigrantes indocumentados de sus
ciudades.
Los demócratas están en la lucha no solo porque les disgusta
Trump y se oponen a sus políticas, sino también porque están siendo presionados
por los votantes –por votantes demócratas y republicanos por igual–, quienes
participan en cabildos abiertos y llaman a las oficinas del Congreso. Tal como
las masivas manifestaciones públicas y las últimas encuestas ponen en claro, la
mayoría de los estadounidenses que no apoyaron a Trump pueden votar por los
demócratas en el año 2018. Mientras tanto, están haciendo convocatorias a favor
de la desobediencia, no a favor de llegar a acuerdos u otorgar concesiones.
Las organizaciones de la sociedad civil estadounidense
también están desempeñando un papel central en la oposición. Muchas más
personas acudieron a la Marcha de Mujeres en Washington, un día después de la
toma de posesión de Trump, en comparación con las que estuvieron presentes
durante el propio acto de posesión. Las donaciones a grupos como la Unión
Estadounidense por las Libertades Civiles –que ha liderado la acusación contra
las órdenes ejecutivas de Trump– han aumentado. Y aquellos que se pronuncian en
contra de las acciones de la administración Trump incluyen a 500 presidentes de
universidades y a muchas organizaciones religiosas, incluyendo a la Iglesia
católica.
Debido a que un número creciente de grupos de defensa de
intereses se movilizan para impugnar las políticas de Trump, Estados Unidos
puede estar atravesando por el mayor estallido de activismo político desde que
el ex presidente Ronald Reagan lanzó guerras en América Central en los años
ochenta. Y estos grupos son aliados naturales de las víctimas de Trump en el
extranjero. Muchos de ellos simpatizan con los inmigrantes y los refugiados, y
apoyan los derechos humanos y otras causas progresistas, ya sea que ello
signifique luchar contra el muro fronterizo de Trump, defender el acuerdo
climático de París o unirse a Canadá y Alemania para recibir a refugiados de
Siria.
Sin duda, los oponentes implacables de Trump son minoría
tanto en el Congreso como en la mayoría de las asambleas legislativas
estatales, pero esto puede cambiar fácilmente. Y, aun antes de que ello ocurra,
las minorías políticas tienen muchas herramientas a su disposición para
desbaratar a las mayorías abusivas. Esto es cierto incluso en el caso de
gobiernos, empresas y personas individuales extranjeras, quienes, en algunos
casos, pueden acudir a los tribunales estadounidenses para impugnar las
políticas de la administración Trump que les afecta (e incluso cuando no lo
hacen, los grupos nacionales pueden tener la capacidad de actuar en su
representación).
Además, la administración Trump podría en el futuro violar
uno de los muchos acuerdos internacionales, en cuyo momento otros gobiernos
podrían entablar demandas en su contra ante la Corte Internacional de Justicia
en La Haya. A pesar de que el ex presidente estadounidense George W. Bush
limitó la medida en la que Estados Unidos debe cumplir con las sentencias de la
Corte Internacional de Justicia, tales casos aumentarían aún más la presión que
la administración Trump ya está sintiendo.
En Estados Unidos, hay muchos abogados que con mucho gusto
trabajarán pro bono para impugnar la constitucionalidad de las
órdenes ejecutivas de Trump, o para demandar al gobierno federal por
violaciones de derechos civiles, religiosos o humanos. Muchos de estos casos
enfrentarán obstáculos si llegan a la Corte Suprema, debido a que esta Corte
pronto tendrá una nueva mayoría conservadora; sin embargo, la acumulación de
estos casos, así como la acumulación de demandas civiles sobre el
comportamiento de Trump como empresario y candidato, erosionarán de manera
constante la legitimidad de Trump.
La mejor estrategia de resistencia combinaría los tres
enfoques descritos aquí: esperar, encontrar amigos y litigar. Si la presidencia
de Trump se derrumba, la oposición tendrá que moverse rápidamente. En este
momento, ir en búsqueda de una estrategia integral probablemente se constituya
en la mejor preparación para ello.
Copyright: Project Syndicate, 2017.
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