¿MIERDA?
Un
grupo de personas se arriesga a atravesar la endeble estructura de servicios
para salvarse del estiércol, pero no todos caben ahí. Ya hay algunos que
lograron cruzar y ahora deben superar la pendiente y confrontar a los efectivos
que están en la otra orilla. Un grupo pequeño, en la imagen parecen ser cinco,
se sujetan de los hombros e intentan superar la corriente pútrida. Otro grupo
más pequeño está a punto de cruzar, pero se sujetan de una sola mano. Varios de
quienes ya cruzaron se han virado, miran hacia quienes vienen detrás de ellos.
Del lado derecho de la imagen están quienes todavía no saben cuál es la manera
correcta de entrar en ese río para salvarse.
El miedo sólo podrá transformarse en asco allá, en la otra
orilla.
¿Cuán cruel debe ser la represión para que unos
manifestantes conviertan las aguas del río podrido que atraviesa Caracas en la
única guarida, el único resguardo? ¿Cuán feroz puede ser el ataque como para
que quienes huyen de aquello prefieran hundirse en la mierda?
1
Carlos estuvo ahí. Él atravesó el río. Tuvo que hacerlo
huyendo de la represión con bombas lacrimógenas con las cuales las fuerzas
públicas impedían que la marcha avanzara hacia la Defensoría del Pueblo. Carlos
cuenta que tuvo una sensación que nunca antes había tenido. Algo nuevo en el
cuerpo. Tenía que salvarse y se lanzó al río. Se quitó la franela que llevaba
para empaparla y la usó para aliviarse el ardor en los ojos, la nariz, el
rostro. “Agradecí el agua podrida”. Luego caminó unos cien metros con la
corriente llegándole hasta la cintura. Dice que mientras corría hacia el río
vio ancianos que no sabían qué hacer. Gente indefensa, sin armas, que sólo
quiere llegar una vez hasta la Defensoría del Pueblo como si la ciudad también
fuera de ellos. El fondo del río es muy resbaloso. Y la corriente estimulada
por todas las cloacas de la ciudad es fuerte. Muy fuerte. “Es mucha mierda”.
2
El Partido Socialista de Venezuela difundió
un meme cruel, macabro. Utilizó la misma foto de los manifestantes
espantados hasta el punto de atravesar el río Guaire y le colocó un texto
encima: “A Dios lo que es de Dios. Al César lo que es del César. Al Guaire lo
que es Guaire” [sic.]. Usaron un hashtag para corregir la falta:
#AlGuaireLoQueEsDelGuaire.
Ver el mensaje podría movilizar a cualquiera a preguntarse
si ése era el espíritu de la militancia o si esta acción dos punto cero debía
tomarse como una línea del partido. En segundos, en lo que parece una broma
pesada de los bots, el Poder convertía la ofensa en un anuncio oficial: la cuenta del presidente Nicolás Maduro hizo retuit automático
del mensaje.
Existe una máxima del arte de la guerra que aconseja escoger
muy bien a los enemigos, porque es posible terminar transformado en algo que se
les parezca después de la última batalla. ¿Qué fuerza puede mover a un partido
de gobierno hasta el extremo de tratar al contendor político como estiércol,
como mierda?
3
Al Guaire lo que es del Guaire. En agosto de 2005, Hugo Chávez Frías invitó a quien todavía sigue siendo presidente de Nicaragua a bañarse en el río Guaire:
“El río Guaire será limpiado bajo mi gobierno y los
caraqueños podrán navegar en él. […] Invito a todos a bañarnos en el río
Guaire. […] Daniel Ortega, te invito a que nos bañemos en el Guaire el próximo
año. La invitación es de la ministra [Jacqueline] Faría”.
Doce años después, el río Guaire sigue siendo un caudal de
estiércol donde hacen vida indigentes, animales carroñeros y delincuentes. El
dinero del presupuesto de la Nación y de entes como el Banco Interamericano de
Desarrollo ha sido arrojado a las cloacas. Aun así, el partido de gobierno se
atreve a confesar esta falta sólo por el brevísimo placer de ofender a sus
contendientes políticos.
Así de escatológico.
Así de mierda.
4
Después de caer varias veces y sentir el agua alcanzándole
la cara, Carlos consiguió unas cabillas enterradas en el falso lecho del río.
Las usó como apoyo y así logró salir por el lado del Farmatodo. Ahí estaba la
Guardia Nacional. Al salir, empapado y son el pecho descubierto, levantó las
manos para que no le dispararan. Carlos dice que prefería entregarse antes que
volver a cruzar el río. Los efectivos se rieron de él. Entre ellos se decían
“Dispárale, vale. Dispárale”. Ahí pudo ver que estaba cerca del puente de
servicios. Arrancó a correr y aún así seguía escuchando a los guardias. Cruzó
el puente y escapó hacia la otra orilla.
Tiene la cabeza rota por culpa de un bombazo. No pudo ver de
dónde vino la lata que lo golpeó.
¿Carlos cree que esto valió la pena? ¿Cómo saberlo? ¿Cómo
medir su experiencia con unas expectativas que jamás consideraron que tendría
que hundirse en la mierda?
5
En diciembre de 2007, Hugo Chávez Frías decidió
utilizar la forma vulgar de referirse al excremento y convertirlo en vocería
oficial. Lo hizo recordando una mítica entrevista al político (y
poeta) griego Panagulis:
“Oriana Fallaci [en Entrevistas con la historia]
interroga a Alekos Panagulis, en un diálogo maravilloso. Él le dice: Mira,
cuando te acerques a esos grandes símbolos donde está la historia reflejada…
los grandes escudos de armas… tú te acercas en torno a los cuales hay leyendas
y glorias de los hombres de la historia pasada… tú te podrás acercar a esos
escudos de armas y podrás ver que hay como una herrumbre. El tiempo convirtió
cosas, materias, en una herrumbre. Y eso tiene dos componentes: sangre y mierda”
Aquella fue la primera vez que Hugo Chávez sufrió una
derrota electoral. Nueve años después de esta alocución disruptiva, quienes en
2007 eran líderes estudiantiles llegaron a la Asamblea Nacional como diputados
electos en la victoria electoral más reciente de la oposición.
Desde entonces no ha habido más elecciones.
“¡Eso es! ¡Mierda! Y aquí lo que hay es dignidad. Dejen
quieto al que está quieto. Sepan administrar su victoria, pero ya la están
llenando de mierda. Es una victoria de mierda”.
6
Una acción de calle nunca ha bastado para que un gobierno
totalitario deje el Poder. Este tipo de acciones forman parte de lo que en la
retórica política se conoce como “presión popular”. Y este tipo de acciones,
por naturaleza, tiene objetivos concretos: demostrar capacidad para generar
movilizaciones masivas, poner en evidencia los abusos de las fuerzas públicas y
capitalizar el rédito simbólico de la acción para que los aliados naturales del
Poder sientan que existe un nuevo equilibrio político.
¿Cómo puede medirse el éxito de una movilización como la del
miércoles 19 de abril de 2017?
Haga el ejercicio de revisar los objetivos naturales de una
acción como la convocada por la oposición. ¿Considera que, más allá del cerco
mediático, la convocatoria fue exitosa y el liderazgo político acompañó a la
militancia? ¿Considera que las acciones de las fuerzas públicas para impedir
que la marcha llegara hasta la Defensoría del Pueblo fueron excesivas y
desproporcionadas? ¿Considera que hubo nuevos elementos simbólicos
involucrados, como presencia en territorios que antes no habían sido abordados
por esta fuerza política? Finalmente pregúntese si esta acción puede motivar
acciones similares capaces de las mismas conquistas, y usted podrá concluir si
la acción tuvo éxito o no.
Ahora bien, notará que esta evaluación no tiene nada que ver
con sus expectativas individuales ni con su experiencia singular de la acción
de calle. Las expectativas individuales muy pocas veces están en completa
sintonía con las conquistas colectivas. Y eso es bueno porque permite que los
manifestantes siempre puedan exigir más al liderazgo y haya crecimiento
político.
¿Y cómo saber si hay crecimiento político? También puede
intentar medirlo mediante tres preguntas. ¿Siente que el colectivo ha aprendido
algo? ¿Puede identificar elementos estratégicos nuevos que hayan sido exitosos?
¿Estaría dispuesto a acompañar una nueva acción convocada por las mismas
fuerzas?
En efecto, una vez más la evaluación de una acción política
no tiene nada que ver con sus expectativas previas a la marcha, sino con el
análisis que haga después y con lo que pueda imaginar a partir del nuevo
contexto político. Porque, aunque no es sencillo controlar nuestras
expectativas, ésa es la única manera de prevenir el desgaste que genera la
frustración.
Y, al menos para la oposición, repetir la receta de la
frustración política en un clima político como el que ahora determina el rumbo
político en Venezuela no sería sino eso: una mierda.
7
El mismo día en que su líder político hablaba de diálogo y
paz, el partido se burlaba de la dignidad de unos manifestantes que sólo
deseaban llegar a la oficina del Defensor del Pueblo, martirizados hasta el
extremo literal de verse hundidos en excremento.
¿Qué significa que un pueblo esté dispuesto a atravesar el
Guaire para seguir protestando, para manifestar su desacuerdo con el Poder,
para salvarse?
¿Cómo leer que el liderazgo opositor, después de que parte
de su militancia atravesara agua podrida, se atreva a convocarla para repetir
el empeño de llegar a la Defensoría del Pueblo el día siguiente?
¿A qué puede tenerle miedo Carlos, después de haber cruzado
el río dos veces para poder contarlo?
¿Qué habrá después?
¿Más mierda?
Quizás no la suficiente.
Al menos no tanta como ocultar que el partido de gobierno
fue capaz de convertir el sufrimiento de un grupo de ciudadanos en un cruel
juego de palabras, en un chiste escatológico, en una victoria de mierda.
Y eso no puede interpretarse sino como un estruendoso
fracaso político, histórico.
¿Es esto el tiempo convirtiendo la revolución en herrumbre?
¿En sangre? ¿En lo mismo?
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