Antonio Sánchez García | 20/10/2017 | Web
del Frente Patriótico
Ellos, nadie más, son los responsables de la debacle. Y
quienes por oportunismo, ignorancia o ambición secundan sus juegos. Ya
incorporados al proyecto de esa que he llamado Sexta República. La ilusión
óptica de un futuro anclado en el más remoto pasado. Es el fúnebre cortejo de
los gananciosos cómplices de la dictadura. Fija tu mirada en quienes no
perdieron, rechazan que hubiera fraude y se aprestan a juramentarse ante el
mastodonte de la tiranía: tendrás el espejo de los culpables.
Antonio Sánchez García @sangarccs
Se le atribute a Albert Einstein la definición de la locura
como el porfiado intento de repetir una y mil veces lo mismo esperando
resultados distintos. ¿Están locos quienes en Venezuela llevan dieciocho años
intentándolo o es que parten de premisas comprobadamente falsas? ¿Aún no
comprenden que el régimen imperante que rige y norma los procesos electorales,
de los que es amo y señor, es dictatorial, totalitario y consustancial,
intrínsecamente antidemocrático, tramposo, avieso y no permitirá ser desalojado
del poder bajo sus normas y prerrogativas? ¿O aún sabiéndolo creen posible
convivir con un sistema totalitario como el hoy imperante en Venezuela e
integrarse a su proyecto de supervivencia en un extraño contubernio de
conveniencias?
La dictadura venezolana, como todas las dictaduras de su
género, no atienden a otra lógica que la de entronizarse, afianzarse y
mantenerse en el Poder hasta que las circunstancias lo permitan. Si fuera
posible, eternamente. Y actúan en consonancia. No aceptan ni reconocen otra
legalidad que la establecida de una vez y para siempre por los regímenes
totalitarios que las precedieran: la comunista soviética instaurada por Lenin y
la tiranía nazisocialista, instaurada por Hitler. Y en nuestro caso, la cubana,
instaurada por Castro. Llegaron al poder por medios legales o ilegales, y se
mantienen con vida mediante el uso de la violencia extrema de las armas, el
poder sobre la vida y la muerte de los ciudadanos o los clásicos arcanos del
Poder: el engaño, la trampa, la simulación, el simulacro y la estafa. Contando
con el suficiente campo de maniobra y la fuerza como para bordear, con sus
promesas, los límites del entendimiento y la legalidad, apartando de un
manotazo los resultados de sus simulacros si les fueran adversos. Como decía la
ranchera: Jalisco nunca pierde.
Si la clamorosa victoria del 6 de diciembre de 2015 pareció
desmentir nuestra aseveración – las oposiciones, en regímenes totalitarios, no
ganan elecciones – los hechos inmediatamente posteriores la confirman: inventó
de la nada un TSJ absolutamente inconstitucional, que castró la asamblea
obtenida por votos convirtiéndola en un ornamental jarrón chino. Las elecciones
mismas y sus resultados no fueron más que otra simulación totalitaria. Y la
dictadura esperó el momento crítico para terminar de subordinarla a otra
institución írrita y espuria, falsamente legitimada con el más descomunal de
los fraudes electorales de nuestra historia: la ANC. Dictaduras totalitarias no
aceptan el juego democrático y si los usan, se limitan a sus formas externas:
simular democratismo para afianzar el totalitarismo.
Por supuesto que todos los partidos democráticos agrupados
en la llamada Mesa de Unidad Democrática lo saben. Si es así, y aún sabiéndolo,
¿por qué han preferido descabezar la resistencia – única opción real y valedera
para desalojar a esta dictadura mediante el soberano ejercicio insurreccional
de las mayorías – aceptando concurrir a unas elecciones que nadie,
absolutamente nadie en su sano juicio y en conocimiento de la esencia dictatorial
y totalitaria del régimen, podía garantizar: ecuánimes, transparentes,
legítimas y verdaderamente democráticas? ¿Puede un observador imparcial que
conozca las trayectorias de los líderes de los partidos hegemónicos que
aceptaran el envite de la dictadura creer en la inocencia, ignorancia,
desconocimiento del fraude inexorable que les esperaba, estando conscientes de
los datos objetivos entregados por todas las encuestas, según los cuales la
dictadura cuenta con un 85% de rechazo, y en condiciones de normalidad
democrática les darían una victoria arrolladora? Siendo así, y nadie en su sano
juicio puede desconocer que así sea, ¿por qué aceptaron el simulacro y se
prestaron a la farsa, convirtiéndose en servil instrumento del fraude que les
esperaba, inexorable, al cabo de las elecciones? Bien dice la sabiduría
popular: quien sufre una estafa una vez, es una víctima. Quien la sufre dos
veces, es el culpable.
Aún así: debemos aceptar como un dato objetivo de la
realidad venezolana la ignorancia, la mala fe e incluso la estupidez de un buen
número de ciudadanos que, a pesar de la monumental evidencia de los hechos
mencionados, aún creen en la decencia electoral de la dictadura, aceptan la
legitimidad de un CNE viciado de todos los vicios e incluso operante a pesar de
haberse vencido su vigencia constitucional por meses de meses y aún aceptan y
creen en sus resultados. Llegando a la insólita inssensatez de creer que con un
15% de aceptación el régimen dueño, amo y señor de ese CNE puede obtener un 85%
de respaldo. Es más: ignorancia teñida de maldad y locura cuando en lugar de
aceptar los hechos y denunciar el fraude, sale a culpar a “los
abstencionistas”, pasando por sobre el derecho a la libertad de conciencia. Y
contribuyendo, con ello, a ahondar el dominio tiránico de la dictadura. Doble
resultado exitoso del totalitarismo: aplastar a la oposición mayoritaria y
dividirla a su antojo.
Lo que no es dable es aceptar tal ignorancia en políticos
profesionales con una vida de experiencia en los callejones y andurriales del
pantano electoral venezolano, animales políticos perfectamente dotados de
suficiente “prostíbulo” – uso su término preferido – como para saber al más
mínimo detalle de las malas artes y la estafa propios de una tradición
electoral que aseguraba desde mucho antes del asalto al poder por el
caudillismo militarista y ahora castrocomunista del patio que “acta mata voto”.
En este caso, como abrumador agravante, teniendo a las espaldas la realización
de un escandaloso fraude de dos meses de antigüedad que hiciera aparecer de la
nada a 8 millones de electores.
De modo que ante los hechos, puede aceptarse que los
desencantados electores que siguen creyendo en los pajaritos preñaos de la sra.
Tibisay Lucena hayan concurrido de buena fe y una vez más al matadero y en el
colmo de su estulticia culpen a quienes se negaron a pasar bajo las horcas
caudinas de Nicolás Maduro por la derrota infringida a sus candidatos. De todo
hay en la viña del Señor.
Lo único verdaderamente incuestionable es que, sin pretender
exonerar de culpas a ninguno de los altos dirigentes de la MUD que aceptaron el
sacrificio de la simulación – Julio Borges, Leopoldo López, Henrique Capriles,
Andrés Velásquez, que del resto se puede esperar cualquiera trastada – hubo
quienes no sólo supieron del simulacro, sino que lo impusieron y avalaron, pues
servía a sus propios intereses, independientemente de lo que quiera o no
quiera, crea o no crea el venezolano de a pie. Y lo que sirva o no sirva a los
intereses de Venezuela.
Me refiero, concretamente, a quienes rechazan y se oponen
por principio al desalojo del régimen y la transición inmediata a una nueva
República, a una nueva Democracia, a una nueva Venezuela. Que arranque de cuajo
las raíces de la politiquería y la demagogia tradicionales, el populismo
inveterado de la vieja élite política, a la que ellos y sus partidos y
partidarios pertenecen, y abra los portones al futuro de una auténtica, joven y
renovada democracia. Quienes sabiendo que la crisis es monumental y sus efectos
inevitables, prefieren adelantarse y boicotear los anhelos y aspiraciones
históricas de los venezolanos de bien, darle una mano a la tiranía, abrazarse
en un matrimonio de conveniencias con el castro comunismo esperando heredar los
despojos de una Venezuela exangüe y moribunda para reciclar la vieja democracia
de partidos que ellos encarnan y representan. Incluso en connivencia con
quienes han saqueado escandalosamente los bienes de la Nación y asesinado con
absoluta impunidad a cientos de idealistas y martirizados jóvenes venezolanos.
Si todo ello fuera posible, asunto nada seguro, pero muy probablemente acordado
ya con los administradores del Poder. No por causalidad exoneran de culpas y
aceptan los dictados.
Ellos, más nadie, son los responsables de la debacle. Y
quienes por oportunismo, ignorancia o ambición secundan sus juegos. Ya
incorporados al proyecto de esa que he llamado Sexta República. La ilusión
óptica de un futuro anclado en el más remoto pasado. Es el fúnebre cortejo de
los cómplices. Fija tu mirada en quienes no perdieron: tendrás el espejo de los
culpables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario