Graziano Gasparini en la antesala de sus 90 años
La Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela acaba de publicar Selección de ensayos, reflexiones, críticas y opiniones sobre temas de Arquitectura, que reúne 31 trabajos que, lejos de ofrecernos un Gasparini al que se puede clasificar con unas etiquetas, nos entrega al hombre inquieto, al cuestionador, al hombre que toma una posición y la defiende con ideas
Cuando Graziano Gasparini llegó a Venezuela en 1948, no sabía que esta tierra se convertiría en su hogar para siempre ni, mucho menos, que su pasión venezolanista sería tan intensa y duradera. Como Alejandro Moreno Olmedo, Pedro Cunill Grau, Pedro Trebbau, Antonio Pascuali, Juan Nuño o Rafael López Pedraza, hombres magníficos que vinieron de otras partes del mundo, también Gasparini, que nació en Gorizia, Italia, en 1924, ha sido un catalizador del país. Un instigador, un sujeto de vocaciones, un obsesivo que ha creado una obra extraordinaria pero, sobre todo, como los otros mencionados, alguien que ha venido a incidir, a ofrecer un vínculo perceptivo y El viaje a las regiones como exploración, como búsqueda de sentido histórico-cultural; la casa, la iglesia y la hacienda colonial como expresiones de una arquitectura representativas
de un particular orden colonial; la significación histórica y estética de lugares de nuestra geografía como Amuay, La Guaira, Valencia o Paraguaná, pero también los signos visibles de materias fascinantes como los muros de Venezuela, los muros de México, los retablos coloniales o las alturas de Machu Picchu; la cuestión vital de la conciencia patrimonial y su proyección sobre realidades urbanas y arquitectónicas: esta lista de asuntos que han ocupado la vida de Graziano Gasparini podría crecer, pero ni siquiera así, ello daría cuenta de su condición polifacética.
de un particular orden colonial; la significación histórica y estética de lugares de nuestra geografía como Amuay, La Guaira, Valencia o Paraguaná, pero también los signos visibles de materias fascinantes como los muros de Venezuela, los muros de México, los retablos coloniales o las alturas de Machu Picchu; la cuestión vital de la conciencia patrimonial y su proyección sobre realidades urbanas y arquitectónicas: esta lista de asuntos que han ocupado la vida de Graziano Gasparini podría crecer, pero ni siquiera así, ello daría cuenta de su condición polifacética.
La Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela acaba de publicar Selección de ensayos, reflexiones, críticas y opiniones sobre temas de Arquitectura, que reúne 31 trabajos que, lejos de ofrecernos un Gasparini al que se puede clasificar con unas etiquetas, nos entrega al hombre inquieto, al cuestionador, al hombre que toma una posición y la defiende con ideas. Al menos tres de los ensayos que he leído aquí, “Convivencia de lo antiguo, lo nuevo y lo falso”, “El incómodo patrimonio cultural” y “Patrimonio histórico y pandemonio histérico”, se proyectan como interrogantes sobre nuestra condición cultural.
Como señala Guillermo Barrios en la Presentación, “su carrera se ha construido sobre los principios de exploración sistemática de la realidad, de exposición franca al diálogo y la controversia, de aperturas de líneas de investigación, de orientación pedagógica y doctrinaria,
de análisis crítico de tradiciones epistemológicas instaladas, de denuncia de la ortodoxia y las malas prácticas
y de propuesta de nuevos abordajes conceptuales”.
de análisis crítico de tradiciones epistemológicas instaladas, de denuncia de la ortodoxia y las malas prácticas
y de propuesta de nuevos abordajes conceptuales”.
A lo largo de los últimos años, este Papel Literario ha tenido la honra de tenerle como un colaborador frecuente. Cada texto suyo es el de un hombre preocupado, incansable, que vive en el pálpito de los hechos. Graziano Gasparini, que cumplirá 90 años el próximo 2014, es un admirable ciudadano. Uno que no se rinde. Que se afirma y se pronuncia ante el mundo que le rodea. En un texto memorable incluido en este mismo libro, titulado “Desprenderse”, escribe Graziano Gasparini: “Cuando percibo con mayor claridad que se acerca la hora de la despedida, lamento no disponer del tiempo para seguir activo en las tantas y tantas áreas que aún esperan por ese alguien que les preste atención. Toda despedida es un exilio y todo exilio implica abandonar seres queridos, sitios, cosas y problemas que nos acompañaron y pertenecieron”
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