Cincuenta años
Hace cincuenta años apagaron una estrella. Al menos yo sigo viendo su luz
SOLEDAD MORILLO BELLOSO | EL UNIVERSAL
domingo 24 de noviembre de 2013 12:00 AM
No podemos hacernos una idea completa de lo que perdió el mundo el día que mataron a John Kennedy. No me refiero tan solo haber perdido a un gran hombre. Es un asunto que trasciende al tiempo y a los cambios generacionales. Da risa nerviosa, o grima, escuchar a los neocomunistas recurrir al tópico de ensalzar a JFK, cuando si bien Castro y los barbudos cubanos no pueden ser inculpados de su asesinato, el festejo de ellos fue grande. Se habían quitado un enorme peso de encima; el camino a sus perversas intenciones quedaba sin el que hubiera sido uno de sus mayores escollos.
Cincuenta años han transcurrido. No es dato menor que todavía en Cuba sigan mandando los mismos tiranos. El planeta ha dado cincuenta vueltas alrededor del Sol y esos seres, que solo han traído desolación e involución a su pueblo, siguen ahí, chupando como sanguijuelas. No es poca cosa. A saber si Kennedy no hubiese sido vilmente matado, cuán distinta hubiera sido la historia que nos ha tocado transitar. Muchos suponen que a partir de la crisis de los misiles, el mundo cambió. Es cierto. Pero lo es también que la muerte de JFK resultó harto conveniente para los planes del pérfido Castro. Sin Kennedy, y con Johnson y luego Nixon, ambos hombres protagonistas de la guerra fría, los caminos de Castro para intentar pervertir a las corrientes que propiciaban justicia social en el mundo y especialmente en América Latina se vieron penetradas por el veneno de un tirano tropical cuyo único propósito era hacerse un espacio en la historia.
A Obama
Uno se pregunta qué le diría Kennedy al hoy presidente de Estados Unidos. Es un ejercicio de imaginación, ciertamente, pero no por ello inútil u ocioso. Al fin y al cabo, Obama es el producto de las luchas de los Kennedy por un sistema de equidades que para el momento de su asesinato lucía como un sueño inalcanzable. Aunque luzca lejano en los recuerdos sociales, para ese año aún había segregación racial en aquel país que luego de la II Guerra Mundial habría de liderar buena parte del planeta.
Hay miles de fotos de Kennedy. Acaso la más reproducida es la que supuestamente fue tomada la noche de la crisis de los misiles cuando, forzado por las circunstancias que auguraban la inminencia de un ataque nuclear a suelo norteamericano, el hombre más poderoso hubo de jugar en el más temerario ajedrez, siendo sus contrincantes esos líderes a quienes la vida, o la muerte, de millones de inocentes no les quitaba ni un minuto de sueño. En esa foto, tomada en un reunión en la sala oval, a Kennedy se le ve consternado, afligido.
Pero aun muerto por una bala asesina, la influencia de Kennedy continuó. Asesinaron al hombre. No pudieron aniquilar sus ideas. Mucho lo intentaron. La comercialización de la famosa foto del che Guevara fue una hábil estrategia de marketing político para hacerle sombra. Allí sí tuvieron éxito. Millones de jóvenes creyeron que usar una camiseta con la foto del guerrillero simbolizaba ser un luchador social. Engañados en su inocencia y buena fe por una estrategia de propaganda repetían consignas una y otra vez, sin fijarse en que tras esa táctica se escondía la voracidad de Fidel, un barbárico personaje que haría cualquier cosa para mantenerse en el poder y convertirse en el tirano que sigue siendo hoy a pesar de su decrepitud.
Claro que el liderazgo perverso existe y puede ser tan poderoso como el progresista. Bien que se sabe que pueden coexistir. Fueron contemporáneos Churchill, Stalin, Roosevelt, De Gau-lle, Franco, Mao y una larguísima lista de buenos y malos. Cuando Kennedy lideraba, también lo hacían Krushev en la URSS y Tito en la entonces Yugoeslavia. Y era la España de Franco, la China de Mao, el Egipto de Nasser, el Israel de Ben-Gurion, la Cuba de Castro, la Venezuela de Betancourt. Y ya Perón era Perón. En 1961 se erigió el Muro de Berlín, que duraría hasta su caída en 1989.
Al papa Francisco
Seguramente Kennedy, primer presidente católico de Estados Unidos, y el Papa actual, Francisco, primer papa originario de tierras de América, tendrían muchas cosas de qué hablar de poder compartir una tasa de té. Al fin y al cabo, ambos simbolizan la revisión y la renovación; son el replanteamiento del papel que los buenos líderes deben desarrollar en los procesos civiles, sociales, políticos y religiosos.
A Maduro
Poco o nada tendrían en común Jack Kennedy y Nicolás Maduro. Kennedy fue un hombre de ideas maduradas; Maduro es la flor y nata de la improvisación. Kennedy era un líder; Maduro desconoce el significado de la palabra liderazgo. Kennedy era un extraordinario orador hasta el punto que aún hoy sus frases retumban en la historia. Los discursos de Maduro son pura salmodia, un mejunje anoréxico de ideas. Kennedy, a quien se le atribuye un carácter muy mujeriego, casó con una mujer de alto calibre, una fémina que entendió su papel como esposa de un hombre que llevaba sobre su adolorida espalda la responsabilidad de estructurar un mundo nuevo; Maduro casa con alguien a quien vaya si le abunda la ambición pero que ni siquiera ha tenido el carácter para exigir que se cumpla la ley y ella y su marido residan en la casa presidencial La Casona, y se desalojé de ella a los parásitos que la habitan en contravención de toda normativa.
El adiós
Al sepelio de JFK asistieron personalidades y líderes de todo el planeta. 19 jefes de Estado o Gobierno. Líderes sociales y religiosos. Su viuda, Jacqueline Bouvier Kennedy, pidió que se cantará el Agnus Dei de Bizet, pieza que había sido incluida en el repertorio de la ceremonia de su matrimonio diez años antes.
En sus muy sentidas palabras de ese día, Earl Warren dijo que pasarían muchos años para que la nación (EEUU) y el mundo entendieran a cabalidad el inmenso costo del fanatismo. Y es cierto. Cincuenta años más tarde, el fanatismo sigue siendo uno de los problemas más graves de los países, de las sociedades de todos los continentes y de la humanidad. Y aquí en nuestra Venezuela estamos sentados sobre el polvorín de un fanatismo que nos separa como ciudadanos, que nos impide quitarnos las lagañas de los ojos para ver con claridad el camino, que nos sumerge en un lodazal de emociones.
Muchos líderes progresistas han caído por la vileza de manos asesinas. La lista es larga y dolorosa. Las víctimas no han sido solo ellos. Lo somos todos quienes dedicamos nuestra vida a la lucha por un mundo mejor. Hombres como JFK nos han inspirado a muchos.
A John F. Kennedy le debemos mucho. Yo lo tengo claro. Recuerdo muy bien el infausto día de su asesinato. Yo era una niña y vivía en Maracaibo. Mi padre entró a la casa y con angustia dijo tres palabras: "mataron a Kennedy". Desde ese momento y por los siguientes cuatro días el televisor estuvo encendido. Las fotos del funeral son memorables. Igual las tomas. Han sido reproducidas miles o más bien millones de veces. Están tatuadas en la retina de cuanto menos dos generaciones vivas hoy. No estoy segura de si esas imágenes han tenido impacto en nuestro aprendizaje. Sospecho que hoy no somos mejores.
Hace cincuenta años apagaron una estrella. Al menos yo sigo viendo su luz. En la canción "Simpatía por el diablo" de los Rolling Stones, Mick Jagger canta: "yo grité quién mató a los Kennedy, cuando después de todo fuimos tú y yo".
soledadmorillobelloso@gmail.com
Cincuenta años han transcurrido. No es dato menor que todavía en Cuba sigan mandando los mismos tiranos. El planeta ha dado cincuenta vueltas alrededor del Sol y esos seres, que solo han traído desolación e involución a su pueblo, siguen ahí, chupando como sanguijuelas. No es poca cosa. A saber si Kennedy no hubiese sido vilmente matado, cuán distinta hubiera sido la historia que nos ha tocado transitar. Muchos suponen que a partir de la crisis de los misiles, el mundo cambió. Es cierto. Pero lo es también que la muerte de JFK resultó harto conveniente para los planes del pérfido Castro. Sin Kennedy, y con Johnson y luego Nixon, ambos hombres protagonistas de la guerra fría, los caminos de Castro para intentar pervertir a las corrientes que propiciaban justicia social en el mundo y especialmente en América Latina se vieron penetradas por el veneno de un tirano tropical cuyo único propósito era hacerse un espacio en la historia.
A Obama
Uno se pregunta qué le diría Kennedy al hoy presidente de Estados Unidos. Es un ejercicio de imaginación, ciertamente, pero no por ello inútil u ocioso. Al fin y al cabo, Obama es el producto de las luchas de los Kennedy por un sistema de equidades que para el momento de su asesinato lucía como un sueño inalcanzable. Aunque luzca lejano en los recuerdos sociales, para ese año aún había segregación racial en aquel país que luego de la II Guerra Mundial habría de liderar buena parte del planeta.
Hay miles de fotos de Kennedy. Acaso la más reproducida es la que supuestamente fue tomada la noche de la crisis de los misiles cuando, forzado por las circunstancias que auguraban la inminencia de un ataque nuclear a suelo norteamericano, el hombre más poderoso hubo de jugar en el más temerario ajedrez, siendo sus contrincantes esos líderes a quienes la vida, o la muerte, de millones de inocentes no les quitaba ni un minuto de sueño. En esa foto, tomada en un reunión en la sala oval, a Kennedy se le ve consternado, afligido.
Pero aun muerto por una bala asesina, la influencia de Kennedy continuó. Asesinaron al hombre. No pudieron aniquilar sus ideas. Mucho lo intentaron. La comercialización de la famosa foto del che Guevara fue una hábil estrategia de marketing político para hacerle sombra. Allí sí tuvieron éxito. Millones de jóvenes creyeron que usar una camiseta con la foto del guerrillero simbolizaba ser un luchador social. Engañados en su inocencia y buena fe por una estrategia de propaganda repetían consignas una y otra vez, sin fijarse en que tras esa táctica se escondía la voracidad de Fidel, un barbárico personaje que haría cualquier cosa para mantenerse en el poder y convertirse en el tirano que sigue siendo hoy a pesar de su decrepitud.
Claro que el liderazgo perverso existe y puede ser tan poderoso como el progresista. Bien que se sabe que pueden coexistir. Fueron contemporáneos Churchill, Stalin, Roosevelt, De Gau-lle, Franco, Mao y una larguísima lista de buenos y malos. Cuando Kennedy lideraba, también lo hacían Krushev en la URSS y Tito en la entonces Yugoeslavia. Y era la España de Franco, la China de Mao, el Egipto de Nasser, el Israel de Ben-Gurion, la Cuba de Castro, la Venezuela de Betancourt. Y ya Perón era Perón. En 1961 se erigió el Muro de Berlín, que duraría hasta su caída en 1989.
Al papa Francisco
Seguramente Kennedy, primer presidente católico de Estados Unidos, y el Papa actual, Francisco, primer papa originario de tierras de América, tendrían muchas cosas de qué hablar de poder compartir una tasa de té. Al fin y al cabo, ambos simbolizan la revisión y la renovación; son el replanteamiento del papel que los buenos líderes deben desarrollar en los procesos civiles, sociales, políticos y religiosos.
A Maduro
Poco o nada tendrían en común Jack Kennedy y Nicolás Maduro. Kennedy fue un hombre de ideas maduradas; Maduro es la flor y nata de la improvisación. Kennedy era un líder; Maduro desconoce el significado de la palabra liderazgo. Kennedy era un extraordinario orador hasta el punto que aún hoy sus frases retumban en la historia. Los discursos de Maduro son pura salmodia, un mejunje anoréxico de ideas. Kennedy, a quien se le atribuye un carácter muy mujeriego, casó con una mujer de alto calibre, una fémina que entendió su papel como esposa de un hombre que llevaba sobre su adolorida espalda la responsabilidad de estructurar un mundo nuevo; Maduro casa con alguien a quien vaya si le abunda la ambición pero que ni siquiera ha tenido el carácter para exigir que se cumpla la ley y ella y su marido residan en la casa presidencial La Casona, y se desalojé de ella a los parásitos que la habitan en contravención de toda normativa.
El adiós
Al sepelio de JFK asistieron personalidades y líderes de todo el planeta. 19 jefes de Estado o Gobierno. Líderes sociales y religiosos. Su viuda, Jacqueline Bouvier Kennedy, pidió que se cantará el Agnus Dei de Bizet, pieza que había sido incluida en el repertorio de la ceremonia de su matrimonio diez años antes.
En sus muy sentidas palabras de ese día, Earl Warren dijo que pasarían muchos años para que la nación (EEUU) y el mundo entendieran a cabalidad el inmenso costo del fanatismo. Y es cierto. Cincuenta años más tarde, el fanatismo sigue siendo uno de los problemas más graves de los países, de las sociedades de todos los continentes y de la humanidad. Y aquí en nuestra Venezuela estamos sentados sobre el polvorín de un fanatismo que nos separa como ciudadanos, que nos impide quitarnos las lagañas de los ojos para ver con claridad el camino, que nos sumerge en un lodazal de emociones.
Muchos líderes progresistas han caído por la vileza de manos asesinas. La lista es larga y dolorosa. Las víctimas no han sido solo ellos. Lo somos todos quienes dedicamos nuestra vida a la lucha por un mundo mejor. Hombres como JFK nos han inspirado a muchos.
A John F. Kennedy le debemos mucho. Yo lo tengo claro. Recuerdo muy bien el infausto día de su asesinato. Yo era una niña y vivía en Maracaibo. Mi padre entró a la casa y con angustia dijo tres palabras: "mataron a Kennedy". Desde ese momento y por los siguientes cuatro días el televisor estuvo encendido. Las fotos del funeral son memorables. Igual las tomas. Han sido reproducidas miles o más bien millones de veces. Están tatuadas en la retina de cuanto menos dos generaciones vivas hoy. No estoy segura de si esas imágenes han tenido impacto en nuestro aprendizaje. Sospecho que hoy no somos mejores.
Hace cincuenta años apagaron una estrella. Al menos yo sigo viendo su luz. En la canción "Simpatía por el diablo" de los Rolling Stones, Mick Jagger canta: "yo grité quién mató a los Kennedy, cuando después de todo fuimos tú y yo".
soledadmorillobelloso@gmail.com
simpatía por el diablo - YouTube
www.youtube.com/watch?v=Ob-t_6OHv4Y27/06/2011 - Subido por edaniuxUn proyecto de narración audiovisual. Solo con imágenes. Project for the subject Audiovisual Narrative. Just ...
Simpathy for the devil subtitulada Español Rolling Stones ... - YouTube
www.youtube.com/watch?v=7ORUCCU_ye0
15/01/2012 - Subido por RollingBilbao...Magnífica versión en directo de simpatía por el diablo, que dió fama a sus "Satánicas Majestades". En ésta versión debido a los largos solos de guitarra está completamente suprimida la estrofa que habla de alcanzar Bombay, el asesinato de Kennedy, crear reyes y reinas, o poner trampas a los trovadores (supuestamente los Beatles)......curioso.
He traducido al castellano la letra en los subtítulos para mejor comprensión del tema, espero que os guste.
«Sympathy for the Devil» es una canción de la banda británica de rock The Rolling Stones. Fue escrita por el cantante del grupo Mick Jagger inspirándose en la novela de Mijaíl Bulgákov El maestro y Margarita, que llegó a sus manos a través de su novia de ese tiempo: la actriz y cantante Marianne Faithfull.
El propio autor mencionó que también pudo haberse inspirado en algún escritor francés, tal vez en Baudelaire, aunque algunas estrofas se asemejan a The Devil and Daniel Webster, de Stephen Vincent Benét.
Su grabación se produjo a principios de junio de 1968 bajo la producción del estadounidense Jimmy Miller y en ella participaron como voces invitadas Marianne Faithfull y Anita Pallenberg. Se lanzó el 6 de diciembre de 1968 como la pista inicial del álbum Beggars Banquet.
En la letra, Mick Jagger interpreta a un misterioso personaje que se resiste a dar su nombre y que reclama ser la principal fuerza motora que está detrás de todos los actos de maldad que han tenido lugar a lo largo de la historia de la humanidad, citando sucesos como el asesinato de la familia Romanov durante la Revolución rusa, la Segunda Guerra Mundial o el asesinato de Robert y John F. Kennedy.
En el apartado musical, destaca el papel protagonista del bajo, tocado por el guitarrista del grupo Keith Richards, y la batería; la adición de congas y maracas le dio un sonido tribal a la composición.
Aunque no fue editada como sencillo, su aparición en Beggars le propició a la banda británica numerosos problemas al ser sus miembros acusados de adoradores de Satanás.
Es considerada por la crítica musical como una de las mejores grabaciones de la banda y una de las mejores de la historia del rock: así, en el año 2004 la revista Rolling Stone incluyó a la canción en el puesto 32 en su de Lista de Rolling Stone de las 500 canciones más grandes de la historia, mientras que la cadena televisiva estadounidense VH1 la puso en el número 26 en su lista de Las 100 canciones más grandes de rock and roll.
La grabación también da título a la película de 1968 de Jean-Luc Godard (aunque también llamada One Plus One en Europa); en ella se produce una descripción de la contracultura estadounidense de finales de los años sesenta mezclada con escenas de los Stones grabando «Sympathy»
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