El Papel Literario pasa a formato digital
La escasez de papel para las rotativas se inscribe en la lógica del programa económico gubernamental: instaurar una economía de la escasez
A partir de este domingo 27 de octubre, el Papel Literario se ofrecerá de forma exclusiva en la página Web de El Nacional. La falta de divisas necesarias para la compra de papel, ha alcanzado también a este diario, como a tantos otros en el país. Mientras este asunto encuentra solución, los lectores podrán encontrarnos en la Web. Mantenernos en la red será nuestro modo de resistir, nuestro modo de denunciar el estado de cosas hoy en Venezuela.
Tal como lo ha señalado Miguel Henrique Otero en distintos foros, lo que está en juego es nada menos que el derecho a informar. Se dijo desde el primer momento en que se anunció el control de cambio: el régimen se hacía de un poder total, el de decidir qué puede y qué no puede importarse, en el marco de una economía cada vez menos productiva, es decir, cada vez más dependiente del ingreso petrolero y de la importación de los bienes necesarios para la vida corriente.
El régimen en el poder ha creado una economía fundada en dos criterios esenciales: despilfarrar y acabar con la producción. La escasez de papel para las rotativas se inscribe en la lógica del programa económico gubernamental: instaurar una economía de la escasez. Una economía del malvivir. Una economía de colas kilométricas. Una economía de 2 kilos por persona. Una economía absurda a este punto: que penaliza a quien se atreva a decir la tasa de cambio no oficial, es decir, la tasa real de cambio, de la moneda con que en Venezuela se compra casi todo.
No hay papel para la prensa. No hay papel para los lectores: en otras palabras, no hay papel para la sociedad venezolana. Se equivocan los que piensan que esta carencia es un asunto que afecta solo al sector de la sociedad que lee diarios. Se trata de otra irradiación, de mayor hondura y alcance. La experiencia totalitaria del siglo XX es elocuente: sin prensa independiente se produce una distorsión perceptiva del entorno y del mundo. La realidad adquiere las formas y contenidos de la propaganda oficial. Las dimensiones de diversidad, complejidad, inmediatez, cercanía y distancia, afirmación y negación que demanda nuestra relación con todo lo que nos rodea, se pierde.
El ciudadano desinformado deja de serlo: se torna una mera existencia, sometida al poder unilateral. No hay papel para la prensa, como no hay ciudades ni calles por las que circular sin poner la vida en riesgo. No hay papel para la prensa como no hay garantía alguna de que al ir de compras uno podrá encontrar los bienes que necesita para vivir. No hay papel para la prensa como no hay certidumbres sobre el futuro del país. Los venezolanos llevamos vidas cada vez más estrechas. La cotidianidad de todos se hace cada vez más precaria. Cada vez faltan más cosas y hay más cosas fuera de su lugar. Cada vez son mayores las realidades que nos despojan y nos arrinconan: vivimos mal, vivimos bajo el dictado de un poder insaciable.
Tal como lo ha señalado Miguel Henrique Otero en distintos foros, lo que está en juego es nada menos que el derecho a informar. Se dijo desde el primer momento en que se anunció el control de cambio: el régimen se hacía de un poder total, el de decidir qué puede y qué no puede importarse, en el marco de una economía cada vez menos productiva, es decir, cada vez más dependiente del ingreso petrolero y de la importación de los bienes necesarios para la vida corriente.
El régimen en el poder ha creado una economía fundada en dos criterios esenciales: despilfarrar y acabar con la producción. La escasez de papel para las rotativas se inscribe en la lógica del programa económico gubernamental: instaurar una economía de la escasez. Una economía del malvivir. Una economía de colas kilométricas. Una economía de 2 kilos por persona. Una economía absurda a este punto: que penaliza a quien se atreva a decir la tasa de cambio no oficial, es decir, la tasa real de cambio, de la moneda con que en Venezuela se compra casi todo.
No hay papel para la prensa. No hay papel para los lectores: en otras palabras, no hay papel para la sociedad venezolana. Se equivocan los que piensan que esta carencia es un asunto que afecta solo al sector de la sociedad que lee diarios. Se trata de otra irradiación, de mayor hondura y alcance. La experiencia totalitaria del siglo XX es elocuente: sin prensa independiente se produce una distorsión perceptiva del entorno y del mundo. La realidad adquiere las formas y contenidos de la propaganda oficial. Las dimensiones de diversidad, complejidad, inmediatez, cercanía y distancia, afirmación y negación que demanda nuestra relación con todo lo que nos rodea, se pierde.
El ciudadano desinformado deja de serlo: se torna una mera existencia, sometida al poder unilateral. No hay papel para la prensa, como no hay ciudades ni calles por las que circular sin poner la vida en riesgo. No hay papel para la prensa como no hay garantía alguna de que al ir de compras uno podrá encontrar los bienes que necesita para vivir. No hay papel para la prensa como no hay certidumbres sobre el futuro del país. Los venezolanos llevamos vidas cada vez más estrechas. La cotidianidad de todos se hace cada vez más precaria. Cada vez faltan más cosas y hay más cosas fuera de su lugar. Cada vez son mayores las realidades que nos despojan y nos arrinconan: vivimos mal, vivimos bajo el dictado de un poder insaciable.
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