Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 27 de octubre de 2013

En el calce del documento que solicita la ley habilitante para Maduro, se repite una coletilla elocuente. La coletilla aparece desde hace tiempo en el cierre de los documentos oficiales, pero no le hemos prestado la debida atención

Habilitados por la historia

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En el calce del documento que solicita la ley habilitante para Maduro, se repite una coletilla elocuente. La coletilla aparece desde hace tiempo en el cierre de los documentos oficiales, pero no le hemos prestado la debida atención. En el caso de la mencionada petición, se lee: “Dada, firmada y sellada en el Palacio Federal Legislativo, sede de la Asamblea Nacional, en Caracas, a los ocho (08) días del mes de octubre de dos mil trece. Año 203° de la Independencia, y 154° de la Federación y 14° de la Revolución Bolivariana”. No es un colofón cualquiera. Establece una analogía entre sucesos estelares como la guerra contra España o las hazañas de los federales, y el régimen de la actualidad. Coloca la administración heredada por el peticionario como un fenómeno no sólo cabalmente establecido, sino llamado también a convertirse en suceso irreversible, en parte de una historia consagrada contra la cual no valen las resistencias.
Nadie se pone a discutir sobre la Independencia y sobre sus protagonistas. Forman parte de un capítulo inmaculado que merece los honores del santuario. Todo lo que se hizo entonces fue adecuado, incluso el derramamiento de sangre. Por eso los ponemos en el escudo y en el resto de los símbolos patrios, en torno a los cuales no queda sino una conducta de sumisión y veneración. Aunque en menor escala, pasa lo mismo con los hechos de la Guerra Federal y con sus héroes. Habitan un Olimpo de menor estatura, pero están también en la cima del monte. Sus próceres son menos perfectos, si se comparan con los patriotas de antes, pero la costumbre nos ha llevado a considerarlos como piezas fundamentales de un proceso que convoca respetos cercanos a la unanimidad. Por eso decimos “Dios y Federación”, sin darnos cuenta de lo que expresamos en un rótulo que no necesita explicación pese a que nadie sabe lo que significa de veras. En ambos predicamentos topamos con procesos ante los cuales no caben los reproches, sino solo en los escritos de ciertos intelectuales que buscan la quinta pata del gato. No solo porque consideramos que ocurrieron para nuestro bien, sino también porque son fenómenos que llenaron un ciclo redondo ante el cual no existe la alternativa de soñar que pudieran ser de otra manera por obra del futuro. Si no modificaron el rumbo en su ayer, menos pueden ser distintos mañana. Así está escrito, diría el orador de turno.
Los bolivarianos de nuestros días quieren que sintamos lo mismo sobre su “revolución”. No solo están dispuestos a jurar por las virtudes del proceso en la ruleta de las comparaciones anacrónicas, sino también a que consideremos que ocurrirá con ella lo mismo que pasó con los acontecimientos ante los cuales buscan parejería. Es decir, que vino para cumplir su tránsito a cabalidad contra viento y marea, como los fenómenos encabezados por don Simón y por don Juan Crisóstomo. Que sus bolivarianos vinieron para quedarse, como los patriotas de 1810 y los federales de 1858. Que está escrito en los anales de la patria que haya llegado Chávez, mandado por la historia, a introducir en el ámbito de los símbolos la proeza que faltaba de una “revolución” estable y permanente. Que no hay manera de cambiar un rumbo que, debido a sus atributos, se debe mencionar a diario en los documentos públicos y en el pie de las estatuas y en las estatuas mismas, como profecía de continuidad a largo plazo.
La “revolución” que ahora encabeza Maduro no solo tiene el soporte de la renta petrolera, de los poderes públicos sometidos al interés del régimen, de las armas de un ejército dedicado a custodiar el socialismo del siglo XXI como la niña de sus ojos, de la connivencia y la influencia del régimen cubano, del reparto de los tratos de la corrupción y del repertorio inagotable del populismo. En ocasiones, cuando los aprietos lo aconsejan, pretende más poder para el Ejecutivo mientras desprecia los otros poderes públicos, pero apenas en ocasiones contadas. Si las cosas se ponen duras, como a veces sucedió cuando se alzaron los enemigos de la Independencia y de la Federación, conviene pedirle una correa prestada al Congreso para las correcciones de rigor, pero como salida pasajera. La “revolución” siempre está por encima de las circunstancias, porque está habilitada por la historia. Pero quizá nosotros no la hayamos habilitado, según quiere Maduro, como habilitamos a la Independencia y la Federación.

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