El Imperio Romano como espejo
- Vicente Lozano (Notitarde / )
Vicente Lozano
La frase que surge a esta introducción tiene 2.068 años, se trata de una cita del Emperador Romano Marco Tullius Cícero que vivió entre los años 106 y 43 Antes e Cristo.
“El presupuesto debe equilibrarse, el tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y la ayuda a otros países debe eliminarse, para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado”.
Año 55 antes de Cristo. Después de leer esta cita de Marco Tulio cualquiera queda mudo, sin hacer ningún comentario y la mente se le traslada al país, a Venezuela.
Y no es para menos, porque Roma fue la sede de un Imperio que dominó una gran parte del globo terráqueo. Europa, Medio Oriente y parte de Asia, estuvo en manos de ese Imperio.
El poder del Emperador era inmenso, sin embargo, el mal manejo en la administración de toda esa riqueza, lo devoró.
Roma se fue reduciendo por su incapacidad de hacerle frente a la corrupción. Así ha sucedido con muchas otras naciones, hasta el tiempo que hoy vivimos.
Muchos países latinoamericanos han sucumbido por la corrupción que los llevó a guerras, divisiones y estado de pobreza muy marcado. Y es que la corrupción es como un cáncer, si no se diagnostica a tiempo, va comiéndose el cuerpo y todo acaba en muerte o destrucción.
Aquí en Venezuela estamos viviendo esa experiencia y lo peor es que ahora, los recursos no alcanzan ni siquiera para cubrir las necesidades que el país demanda.
El deterioro de los servicios públicos y la necesidad de invertir en obras públicas porque el país las requiere para su desarrollo y crecimiento natural no tienen asegurados los recursos. La población crece y demanda educación, salud, trabajo, recreación, seguridad, vivienda y el país debe darle la oportunidad para que todo ciudadano crezca en un medio de satisfacciones personales.
Esa es la responsabilidad del Gobierno, porque es quien administra y la gente involucrada en esa tarea debe ser honesta, responsable y preparada para cada función.
Si Roma vivió eso, ¿podríamos nosotros evitar lo mismo?
“El presupuesto debe equilibrarse, el tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y la ayuda a otros países debe eliminarse, para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado”.
Año 55 antes de Cristo. Después de leer esta cita de Marco Tulio cualquiera queda mudo, sin hacer ningún comentario y la mente se le traslada al país, a Venezuela.
Y no es para menos, porque Roma fue la sede de un Imperio que dominó una gran parte del globo terráqueo. Europa, Medio Oriente y parte de Asia, estuvo en manos de ese Imperio.
El poder del Emperador era inmenso, sin embargo, el mal manejo en la administración de toda esa riqueza, lo devoró.
Roma se fue reduciendo por su incapacidad de hacerle frente a la corrupción. Así ha sucedido con muchas otras naciones, hasta el tiempo que hoy vivimos.
Muchos países latinoamericanos han sucumbido por la corrupción que los llevó a guerras, divisiones y estado de pobreza muy marcado. Y es que la corrupción es como un cáncer, si no se diagnostica a tiempo, va comiéndose el cuerpo y todo acaba en muerte o destrucción.
Aquí en Venezuela estamos viviendo esa experiencia y lo peor es que ahora, los recursos no alcanzan ni siquiera para cubrir las necesidades que el país demanda.
El deterioro de los servicios públicos y la necesidad de invertir en obras públicas porque el país las requiere para su desarrollo y crecimiento natural no tienen asegurados los recursos. La población crece y demanda educación, salud, trabajo, recreación, seguridad, vivienda y el país debe darle la oportunidad para que todo ciudadano crezca en un medio de satisfacciones personales.
Esa es la responsabilidad del Gobierno, porque es quien administra y la gente involucrada en esa tarea debe ser honesta, responsable y preparada para cada función.
Si Roma vivió eso, ¿podríamos nosotros evitar lo mismo?
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