Angel Rafael Lombardi Boscán: Nosotros, la violencia
incansable
Jun 26, 2017 8:23 am
En Venezuela padecemos una constancia del desarreglo. Una
enfermedad sociológica y psicológica inadvertida para la inmensa mayoría. El
extravío nos define y por ello la involución histórica es más permanente que la
idea de progreso y modernidad. El chavismo ha durado casi veinte años porque es
un ancla en nuestro subconsciente colectivo sustentado en un imaginario del
escape alrededor de un naufragio perenne.
En nuestro primitivo mundo venezolano la Justicia es una
entelequia. Y la Libertad, otro mito romántico. Aprender a vivir aquí es un
reto. Celebrar batallas como la de Carabobo (1821) y esgrimir la Independencia
como el nacimiento marcial de la Nación es contradecir el proyecto
civilizatorio y hacer de la identidad una confusión. Lo indígena, hispánico y
africano quedaron abolidos dentro de un engranaje social solapado por una
armonía criolla de formalidades que nos hizo hacer creer que el igualitarismo
fue la partida de nacimiento del alma venezolana.
Miguel Ángel Campos (1955), en su imprescindible “La fe de
los traidores” (2005) disiente del pensamiento mágico e ideológico construido
por el Estado luego de 1830 y de tesis consagradas como la de Manuel Caballero
(1931-2010) que señaló que el siglo XX fue el de la Paz.
En Venezuela el Estado negó a la Nación y terminó siendo un
“sembrador de espanto” (Giovanni Papini, 1871-1956). La Nación es una
representación simbólica de mitos superpuestos a la misma realidad histórica de
los que se vale el Estado para dominar. El déficit civil de la mano de caudillos,
macheteros, doctores y oligarquías a lo largo del ominoso siglo XIX hace de la
aparición del petrolero y la democracia en el siglo XX una prueba alentadora de
la llegada de la Paz.
Miguel Ángel Campos hace añicos éste supuesto bucólico, que
hoy en pleno siglo XXI, queda terriblemente constatado por la brutalidad de la
represión chavista. ¿Luego de la muerte de Gómez en 1935 de qué Paz hablamos?
El 14 de febrero de 1936; el 18 de octubre de 1945; el 24 de noviembre de 1948;
el asesinato de Delgado Chalbaud en 1950; el 23 de enero de 1958; el Porteñazo;
Cantaura; la matanza de pescadores del Amparo en 1988; los levantamientos de
1992; 12 de abril del 2002, son sólo hitos de una evidencia reveladora: la
violencia incansable.
Sólo destellos de civilidad de un “ser autodestructivo” y
pendenciero que de cortesía y moral y luces apenas sabe las primeras tres
letras del abecedario. “Cualquier proyecto de redención deberá enfrentar la
disolución de los lazos orgánicos de convivencia, la perspectiva perversa de
una sociedad estructurada desde el Estado y cuya identidad descansa menos en
valores que en hábitos, y actúa menos por convicciones que por pulsiones”,
sostiene Miguel Ángel Campos.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ
@LOMBARDIBOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ
@LOMBARDIBOSCAN
Miguel
Ángel Campos (2004). La fe de los traidores. Mérida, Instituto
de Investigaciones Literarias "Gonzalo Picón Febres". 106 pgs.
(Cuadernos de Crítica y Ensayo, nº 1)
Arnaldo E. Valero
¿Cuál ha sido la constante en la (des)estructuración de la nación venezolana?
¿Cuáles son los valores más arraigados del hombre de la calle? ¿Cuáles son los
elementos de la cultura venezolana que han erosionado la competencia de sus ciudadanos
para sustentar un proyecto de país? ¿Hasta qué punto la sociedad venezolana se
ha limitado a interpretar la democracia como el ejercicio formal de una
actividad inocua, es decir, votar?
Las respuestas a estas preguntas difícilmente podrán ser halladas en esa
cuantiosa producción bibliográfica consagrada a enaltecer la condición del
venezolano como digno exponente del noble linaje del Libertador. En las
interpretaciones bienintencionadas, en las mistificaciones románticas de la
idea de pueblo, en las exaltaciones demagógicas, en la adulación de la masas
jamás será posible dar con las razones de la naturaleza autofágica de la
sociedad venezolana. Absolutamente consciente de esta realidad, e impulsado por
la imperiosa necesidad de dar con la estructura de continuidad del venezolano,
el ensayista Miguel Ángel Campos (Motatán, Edo. Trujillo, 1955) se ha
incorporado de lleno a ese conjunto de hombres, como Julio César Salas, Mario
Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas, que han hecho todo lo humanamente
posible por comprender una realidad tan movediza como hostil con el hacer
intelectual y el resultado de su esfuerzo intelectual ha sido La fe de
los traidores.
La sociedad de la cual Miguel Ángel Campos da cuenta es una sociedad desvastada
en lo social y sacralizadora de todo estado tutelar, paternalista y ventajista
que aspire a administrar las riquezas para retener el poder. La sociedad de la
cual se tiene noticias en La fe de los traidores es una
sociedad convencida de que no haber podido desarrollar procedimientos
diferenciadores es una virtud, por eso ha encallado en el igualitarismo, es
decir, en la negación de la igualdad y el aplazamiento indefinido de toda
posibilidad de justicia, a pesar de pasársela proclamando la superación a
través de la educación y la gestión personal. Este impactante conjunto de
ensayos advierte sobre los peligros a los que se está expuesto cuando se vive
en el seno de una sociedad estructurada desde el Estado, cuya identidad
descansa en hábitos más que en valores y cuya actuación se debe más a pulsiones
que a convicciones. Esta implacable cartografía de la venezolanidad expone un
imaginario sin referentes de socialización pero absolutamente seducido por la
fuerza, una identidad inmediatista, una cultura de la violencia, del ventajismo
y de la destrucción de la solidaridad. Así pues, no sería exagerado decir
que La fe de los traidores es el resultado de una catábasis,
es decir, de un descenso al infierno anticivilista de la venezolanidad.
"En el orden de las letras, de la moral, de la política, de la geografía,
de la historia y de la economía, nuestra misión es dar forma permanente a los
valores de la venezolanidad", sostenía el ensayista venezolano Mario
Briceño Iragorry; aún sabiendo que el hombre común no aprecia el valor de
quienes velan por su cultura o luchan por diseñar una sociedad basada en firmes
principios civilistas, Miguel Ángel Campos ha hecho de estas palabras su credo
intelectual. Sin duda alguna, ha sido este principio incuestionable lo que ha
contribuido a dar forma a cada una de las páginas del libro que nos ocupa.
Siendo que la tesis implícita a lo largo de este
estimulante conjunto de ensayos es que la irregularidad de lo civil es la
constante de la cultura nacional venezolana, no es difícil imaginar la reacción
que su edición puede llegar a causar en el actual contexto de ese país.
En un territorio colonizado por todas las variantes posibles del
discurso de la autoayuda y la adulación, es bastante probable que el destino
de La fe de los traidores sea semejante al de Ciudad
velada, su inmediato predecesor; es decir, tal vez termine siendo acosado
por el silencio, implícitamente hostil, artero, desaprobatorio. Sin embargo,
también existe la posibilidad de que surja una polémica en torno a la verdadera
naturaleza de la ciudadanía en ese país. Al parecer, ha sido ésta la razón que
ha impulsado a los miembros del Instituto de Investigaciones Literarias
"Gonzalo Picón Febres" de la Universidad de Los Andes a
iniciar la serie Cuadernos de Crítica y Ensayo con la edición de esta
infalible invitación a pensar a Venezuela negándose a asumir
posiciones cómodas.
Por Luis Manuel Aguana
No
existe mejor obra acerca de cómo ejercer y conservar el poder que aquella
escrita en 1513 por Nicolás Maquiavelo, El Príncipe, dedicada al Magnifico
Lorenzo de Médeci (ver la obra completa utilizada en esta nota en http://tinyurl.com/yddnwlaf ).
Políticos de todos los tiempos la han referenciado como su manual
de cabecera porque “presenta como característica sobresaliente el
método de dejar de lado sistemáticamente, con respecto a las estrategias
políticas, las cuestiones relativas a la moral y a la religión. Solo interesa
conservar el poder” (ver El Príncipe, en https://es.wikipedia.org/wiki/El_príncipe).
Es por esa razón que sobresale que el régimen pretenda
conservar el poder haciendo precisamente todo lo contrario a lo que recomendó
desde hace mas de 500 años el tocayo de Maduro en su obra, que es algo así como
pretender ir en contra de las leyes de la gravedad política.
Pero también resalta que desde un comienzo la oposición
oficial no haya hecho uso de ese manual para identificar el mal que nos
aquejaba. De allí que se encuentren también en la obra de Maquiavelo líneas que
le corresponden a ella. Los
males de Venezuela comenzaron hace mucho tiempo. El gobierno de Chávez intentó
constitucionalizar el comunismo en el año 2007. Pero ese comunismo comenzó
antes, cuando el pueblo se echó a las calles en el año 2002 oponiéndose a una
Ley Habilitante que pretendía imponer 48 leyes inconstitucionales. Para esa
época ya era una dictadura comunista en gestación -y algunos lo identificamos
así-, aunque la dirigencia política de la oposición lo llamaba mal gobierno:
“Sucede
lo que los médicos le dicen al tísico: que al principio su mal es difícil de
conocer, pero fácil de curar, mientras que, con el transcurso del tiempo, al no
haber sido ni conocido ni atajado, se vuelve fácil de conocer, pero difícil de
curar. Así pasa en las cosas del Estado: los males que nacen en él, cuando se
los descubre a tiempo, lo que solo es dado al hombre sagaz, se los cura pronto;
pero ya no tienen remedio cuando, por no haberlos advertido, se los deja crecer
hasta el punto de que todo el mundo los ve. Pero como los romanos vieron con
tiempo los inconvenientes, los remediaron siempre, y jamás les dejaron seguir
su curso por evitar una guerra, porque sabían que una guerra no se evita, sino
que se difiere para provecho ajeno…” (El Príncipe, Cap. III, Sobre los
Principados Mixtos).
Pero
los venezolanos no hicimos como los romanos y ya está a la vista de todo el
mundo que estamos muy enfermos. En el 2002 no era tan evidente. El mal siguió
su curso y la oposición oficial evitó llamar al pan, pan y al vino, vino “por
evitar una guerra”. Pero “una guerra no se evita sino que se difiere para
provecho ajeno” como escribió Maquiavelo. Y vaya que el régimen la ha
aprovechado en su beneficio…
Sin
embargo, la “guerra” comenzó y el régimen pensó que el pueblo venezolano se
quedaría con la imposición pura y simple de una ideología que rechaza el 85% de
la población. Y ahora es el gobierno el que necesita garantizarse su
gobernabilidad y poner orden en las calles. La regla de Maquiavelo está
operando ahora en sentido opuesto a sus intereses porque son ellos los que
ahora necesitan paz: “…para evitar una guerra nunca se debe dejar que
un desorden siga su curso, porque no se la evita, sino se la posterga en
perjuicio propio” (El Príncipe, Cap. III, Sobre los Principados
Mixtos). Es por eso que el régimen a finales de mayo ordenó a toda
costa acabar con las protestas en la calle en 8 días (http://soncriticos.com/2017/05/31/maduro-quiere-acabar-las-protestas-en-8-dias-con-las-fuerzas-del-estado-video/).
Vano intento porque se la postergado en perjuicio propio.
Claramente en este momento el perjudicado en las calles es
el régimen, al punto que se ha erosionado su estabilidad. Al parecer entonces
han decidido seguir el manual de Maquiavelo, intentando destruir a toda costa
lo que encuentran en su camino. Lo estamos viendo con las atrocidades en contra
de los Derechos Humanos cometidas en invasiones salvajes de la GNB a edificios
y casas en Caracas y en el interior: “Porque, en verdad, el único medio
seguro de dominar una ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla. Quien se
haga dueño de una ciudad así y no la aplaste, espere a ser aplastado por ella.
Sus rebeliones siempre tendrán por baluarte el nombre de libertad y sus
antiguos estatutos, cuyo hábito nunca podrá hacerle perder el tiempo ni los
beneficios…” (El Príncipe, Cap. V, De qué modo deben gobernarse las
ciudades o principados que, antes de ser ocupados, se gobernaban con leyes
propias). De acuerdo a esto, tendrán que aplastar la rebelión con mucha gente
muerta o esperar “ser aplastado por ella”, porque nuestra rebelión tiene, como
bien indicaba Maquiavelo, “el nombre de libertad”.
Pero si en algo no siguió Maduro las enseñanzas de El
Príncipe fue esforzarse en conservar el afecto de la gente. Tal vez con Chávez
eso hubiera resultado mucho más fácil, dada su condición de liderazgo natural.
Pero en el caso del Ilegitimo, al acabarse los reales se acabó el afecto y
comenzó la represión: “El que llegue a príncipe mediante el favor del
pueblo debe esforzarse en conservar su afecto, cosa fácil, pues el pueblo sólo
pide no ser oprimido.” (El Príncipe, Cap. IX, Del Principado Civil).
De acuerdo a Maquiavelo, conservar el afecto es cosa fácil pues el “pueblo solo
pide no ser oprimido”. Sin embargo observando lo que pasa en las calles, ni
Maduro, ni Padrino, ni Benavides ni Reverol están de acuerdo con eso.
Al esfumarse el afecto comienza el abandono de los más
cercanos en el poder, que en su obra Maquiavelo los llama “nobles”. Ese es el
caso de la Fiscal Luisa Ortega Díaz y el resto del chavismo original, y que
además se vuelven sus enemigos: “Lo peor que un príncipe puede esperar
de un pueblo que no lo ame es el ser abandonado por él; de los nobles, si los
tiene por enemigos, no sólo debe temer que lo abandonen, sino que se rebelen
contra él; pues, más astutos y clarividentes, siempre están a tiempo para
ponerse en salvo, a la vez que no dejan nunca de congratularse con el que
esperan resultará vencedor.” (El Príncipe, Cap. IX, Del Principado
Civil).
¡Qué interesante! ¿Con quién se estarán congraciando
aquellos que se bajan del barco que se hunde? Ya se están rebelando contra el
régimen. Entonces, en esta regla rota de Nicolás esta su perdición: “…en
definitiva, no hay mejor fortaleza que el no ser odiado por el pueblo, porque
si el pueblo aborrece al príncipe, no lo salvarán todas las fortalezas que
posea, pues nunca faltan al pueblo, una vez que ha empuñado las armas,
extranjeros que lo socorran.” (El Príncipe, Cap. XX, Si las
fortalezas, y muchas otras cosas que los Príncipes hacen con frecuencia son
útiles o no). ¡Lean bien eso! ¿Será que Maquiavelo ya predijo lo que pasará en
Venezuela?
La poca ilustración de Nicolás tampoco le favorece en este
momento: “Porque ésta es una regla general que no falla nunca: un
príncipe que no es sabio no puede ser bien aconsejado y, por ende, no puede
gobernar, a menos que se ponga bajo la tutela de un hombre muy prudente que lo
guíe en todo. Y aun en este caso, duraría poco en el poder, pues el ministro no
tardaría en despojarlo del Estado.” (El Príncipe, Cap. XXIII, Cómo
huir de los aduladores). Muchos “ministros” podrían andar detrás de despojar
del Estado a Maduro y tal vez esa sea la reciente advertencia de Henry Ramos
Allup (ver http://epmundo.com/2017/ramos-allup-advierte-golpe-de-estado-contra-maduro/).
Ramos sin duda prefiere que Maduro se quede en el poder hasta el 2019 –o más si
el fraude constituyente se lleva a cabo- porque de ser despojado perjudicaría
su futuro electoral personal, a que alguien detenga ahora mismo de alguna
manera la debacle de este “Príncipe” que está matando venezolanos en las
calles. Es cuestión de perspectivas…
No hay que haber leído a Maquiavelo para advertir que el
régimen ha ido en contra de su propia permanencia en el poder, al punto que
Nicolás contradice lo que Maquiavelo dejo para la historia como las reglas
básicas para su conservación. En consecuencia no es de esperar que lo conserve
por mucho tiempo.
La obra El Príncipe dejó también algo para aquellos que
desesperadamente buscan el poder: identificar cuando las circunstancias de un
Estado están dadas para que surja un liderazgo nuevo que sea capaz de asumir el
control. Maquiavelo lo identificó para la Italia de 1513 en palabras que pueden
ser perfectamente aplicadas a la Venezuela de 2017, en especial cuando los
bárbaros están de salida. Cambiando solo el nombre de Italia por Venezuela, lo
escrito por Maquiavelo en el último capítulo de su obra es increíblemente
aplicable:
“Después de meditar en todo lo expuesto, me preguntaba si
en Italia (Venezuela), en la actualidad, las
circunstancias son propicias para que un nuevo príncipe pueda adquirir gloría,
esto es necesario a un hombre prudente y virtuoso para instaurar una nueva
forma de gobierno, por la cual, honrándose a sí mismo, hiciera la felicidad de
los italianos (venezolanos). Y no puede menos que
responderme que eran tantas las circunstancias que concurrían en favor de un
príncipe nuevo, que difícilmente podría hallarse momento más adecuado. Y si,
como he dicho, fue preciso para que Moisés pusiera de manifiesto sus virtudes
que el pueblo de Israel estuviese esclavizado en Egipto, y para conocer la
grandeza de Ciro que los persas fuesen oprimidos por los medas, y la excelencia
de Teseo que los atenienses se dispersaran, del mismo modo, para conocer la
virtud de un espíritu italiano (venezolano), era
necesario que Italia (Venezuela) se viese llevada
al extremo en que yace hoy, y que estuviese más esclavizada que los hebreos,
más oprimida que los persas y más desorganizada que los atenienses; que
careciera de jefe y de leyes, que se viera castigada, despojada, escarnecida e
invadida, y que soportara toda clase de vejaciones. Y aunque
hasta ahora se haya notado en este o en aquel hombre algún destello de genio
como para creer que había sido enviado por Dios para redimir estas tierras, no
tardó en advertirse que la fortuna lo abandonaba en lo más alto de su carrera.
De modo que, casi sin un soplo de vida, espera Italia (Venezuela) al
que debe curarla de sus heridas, poner fin a los saqueos de Lombardia (Cuba) y
a las contribuciones del Reame y de Toscana (a las contribuciones
de todos los chulos de Venezuela) y cauterizar sus llagas desde
tanto tiempo gangrenadas…” (El Príncipe, Cap. XXVI, Exhortación a
liberar a Italia de los bárbaros). (Resaltado y subrayado nuestro) Imposible
algo más cercano a nuestra realidad…
Les dejo para el final el cierre de El Príncipe que
igualmente nos aplica como si fuera escrito para nosotros, en una frase de
Petrarca: “La virtud tomará armas contra el atropello; el combate será
breve, pues el antiguo valor en los corazones italianos (venezolanos) aun no ha
muerto…”. Amén…
Caracas,
19 de Junio de 2017
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana
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