Maduro y sus secretos
26 DE JULIO DE 2017 12:01 AM
Cuando los momentos fundamentales de la historia de un
país se asoman con toda nitidez en el horizonte, entonces la impaciencia y la
duda entran en un juego de sombras y misterios extremadamente doloroso. La
cercanía de un triunfo hace que las horas se alarguen regocijándose en nuestra
angustia, en la inesperada jugarreta que la camarilla civil y militar siempre
tiene como una carta bajo la manga para desviar el curso de la victoria y
afianzarse por un tiempo más en el pillaje del poder.
Ha sido un largo y amargo camino el que los venezolanos
han tenido que recorrer no solo para rescatar al país de su inmediato derrumbe,
de las garras del narcotráfico y de la dictadura más cruel y ladrona que nos ha
tocado vivir, sino de la falta de futuro y de la ausencia de esperanzas, de la
inmoralidad más abyecta y de la mediocridad ética impropia de una Venezuela que
se merecía y se merece una nueva oportunidad para lograr la felicidad de sus
ciudadanos.
No conocemos todavía las profundidades de este daño
material y moral cuyas consecuencias no alcanzamos siquiera a proyectar en el
corto y mediano plazo. No sabemos hasta dónde llega la destrucción, el robo
descarado de nuestras riquezas y la gigantesca traición que un grupo de
aventureros se atrevieron a cometer hincándole el diente al tesoro público,
acumulando riquezas en sus cuentas personales en el exterior, practicando el
asesinato y la complicidad judicial, persiguiendo a quienes valientemente se
oponían a convertirse en hampones que atracaban a la luz del día a su propio
país.
Lo que nunca imaginaron es que Venezuela es un país de
valientes, de gente con coraje y arrojo, de un amor por la democracia que raya
en la obsesión y la entrega total. Hace poco lo decía un general chavista al
analizar el curso de los acontecimientos y del comportamiento heroico de
nuestros demócratas, de los jóvenes estudiantes y de la nueva generación de
líderes que no solo reinventan el lenguaje y la praxis política que muchos
creían hundidas en el pantano. Enhorabuena se equivocaron estruendosamente sus
críticos y los decrépitos pesimistas de larga data.
Acostumbrados a descalificar a la gente joven, a las
mujeres, a los intelectuales y a las minorías que exhibían su diversidad
sexual, hoy han tenido que callar porque el coraje y la valentía no es
propiedad de nadie. Si bien la multitud de jóvenes que se juegan la vida en las
manifestaciones, porque salir a la calle y protestar es desafiar a la muerte y
los disparos cobardes de la Guardia Nacional contra gente desarmada,
nadie ha retrocedido, nadie ha desertado y más bien exhiben un desplante ante
el peligro.
Tiene razón el Pollo Carvajal al decir que el gesto que
más lo impacta es la ausencia de miedo a la muerte entre los jóvenes. Si eso
ocurre es porque el objetivo final es lo suficientemente heroico para ofrendar
la vida. Ello indica que, de múltiples y hermosas maneras, la vida es
despreciable si un mediocre como Nicolás Maduro dirige nuestras pobres vidas.
La esperanza está en liberar al Estado del lazo cruento que el crimen
organizado tiene en el seno de nuestras vidas.
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