Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 17 de noviembre de 2013

Ni la Chinita apura a Cadivi...Pura sinvergüenzura vestida de Alí Primera. La revolución bolivariana terminará siendo solo un gran negocio...El gobierno que tiene y ha tenido todo el poder para consolidar un nuevo sistema de privilegios cuyas distorsiones ahora empezamos a sufrir. El mercado negro es rojo. El dólar negro es rojo. La especulación es, también, roja rojita.

La imagen prohibida

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Por su situación geográfica –y por ciertas complicidades que el lector seguramente detectará–, el Zulia tiene un boquete por donde escapan constantemente los productos de consumo masivo que escasean en los mercados de Venezuela. La vecindad con Colombia y el tradicional flujo de personas y mercancías han favorecido un negocio creado por los controles económicos: el llamado bachaqueo, así llamado porque requiere de una multitud de diligentes acarreadores que se pasan el día llevando paquetes de comida sobre sus hombros.
Cada vez que “llega” un producto regulado, y por tanto escaso, a un supermercado, los bachaqueros son informados rápidamente y acuden en tropel. Dado que las ventas de bienes con control de precio están limitadas a un número determinado por persona, los bachaqueros deben ser muchos para que funcione el trajín. Una vez en el establecimiento, se valen de mil argucias para adquirir la mayor cantidad posible de mercancía regulada. No solo las compran ellos mismos sino que inducen, en muchos casos con maneras agresivas, a otros clientes a llevar en sus carritos esas mercancías escasas hasta las cajas registradoras. De esta manera, los bachaqueros arrasan con los bienes regulados en pocas horas. Vale la pena el esfuerzo. Toda esa mercancía será llevada a Colombia y vendida por su precio real, que generalmente triplica el que se ha pagado en Venezuela. Pocas actividades son tan rentables y exigen tan poco esfuerzo.
Los bachaqueros son muy conocidos en el Zulia, donde se sabe muy bien cómo operan y nadie los confunde con clientes regulares, entre otras cosas, porque arman largas colas para comprar pocos rubros (estrictamente los regulados) y porque compran todo lo que les permitan. Exhiben, además, una fiereza de minero, una adrenalina de cazador y no el aire concentrado de comprador normal, que analiza los entrepaños con los espejuelos en la mitad de la nariz.
Cuando Maduro convocó las masas para que se constituyeran en verdugo de los comerciantes, los primeros en escuchar la clarinada en el Zulia fueron los bachaqueros, que corrieron a las tiendas de electrodomésticos a arrasar. Y así salían de los locales, como los vendedores de flores que pintaba Diego de Rivera: doblados bajo el peso de la mercancía arrojada a la rebatiña estimulada por el gobierno.
Al día siguiente, los camiones que en largas hileras trasponen las fronteras del Zulia en dirección a Colombia no llevaban harina de maíz, aceite, leche, azúcar, papel sanitario o gasolina (que es, por cierto, el rubro más provechoso y que ha procurado inmensas fortunas a militares activos y retirados), sino electrodomésticos. Son mucho más rentables que la comida y se venden de manera más expedita.
Concéntrese usted y vea mentalmente la imagen. Tiene años desplegándose en el paisaje. No son uno ni dos. Llegan a ser hasta veinte camiones llenos de pacas de comida. Desfilan airosos frente a las alcabalas. Los ven los viajeros. Los contemplan, por ejemplo, los jóvenes médicos colombianos que vienen a Maracaibo a estudiar los prestigiosos posgrados de Medicina de la Universidad del Zulia, donde sobran cupos porque los profesionales locales ya no copan las plazas, en otros tiempos tan apetecidas y competidas. Esos estudiantes, que eligen la capital zuliana porque la devaluación ha humillado el bolívar y les resulta muy barato venir a formarse en LUZ, se han acostumbrado a ver las hileras de camiones llevando contrabando de extracción sin cesar. Es el entretenimiento del camino, cuando van los fines de semana a visitar a sus familias, contar las unidades que integran las caravanas.
Debe usted imaginar la escena, porque nunca la verá en la prensa y mucho menos en la televisión. Ya usted sabe que se le ha prohibido enterarse de la historia de Remates Daniel, en Ciudad Ojeda, el negocio de un “botado de Pdvsa” que con mil sacrificios logró hacerse de un medio de vida, hasta que este lunes sus propios vecinos fueron a saquearlo, le destrozaron el local y se llevaron toda la mercancía… adquirida con un dólar al precio que a usted le prohíben saber, pero cuya variación sigue cada día, y, por tanto, sabe muy bien cuál es.
Insisto: haga el esfuerzo de figurarse el convoy. Son varios cada día. Son millones de dólares. Son un negocio redondo para varios jerarcas. Son otra forma del desangramiento constante de Venezuela.

Teoría y práctica de la usura

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Cambio una revolución por una licuadora. Por fin el paraíso ha llegado a nosotros. Ahora resulta que consumir nos devuelve la autoestima, que comprar barato o comprar sin pagar nos da seguridad en nosotros mismos, nos afirma como pueblo. El socialismo del siglo XXI es el antiguo consumismo del siglo XX. Devuélvanse. La utopía queda atrás.
Los hijos de Bolívar son capaces de hacer 30 horas de cola para obtener un televisor rebajado. Y algunos miembros de la Fuerza Armada, revolucionaria y antimperialista, son capaces de organizar las filas y cobrar algún dinero por los cupos. Y, del otro lado de la vitrina, los comerciantes son capaces de esconder la mercancía o de ponerse a re-remarcar los precios a una velocidad insospechada. Y el gobierno, mientras tanto, es capaz de declararse víctima de todo este sistema que él mismo promueve, ordena y controla. Si este proceso tenía algo de socialista y de izquierda, Nicolás Maduro lo enterró definitivamente esta semana. En muy pocos días, han convertido la autoproclamada revolución en un gran festival de homenaje al capitalismo.  Ahora, la Venezuela saudita es su bandera.
Es evidente que no se trata de un plan sino de un desespero. Ven venir el colapso total de todos sus gobiernos y quieren salvarse. No saben cómo hacer para que ese 50% de inflación no los manche. Basta con realizar un seguimiento de las declaraciones oficiales para darse cuenta de que solo tienen un hipo discursivo. El presidente llama un día a ahorrar, al día siguiente nos insta a consumir de cualquier manera, hasta dejar limpios los anaqueles; luego amenaza a comerciantes y empresarios, después los invita a que inviertan en el país; más tarde nos pide que denunciemos a los saqueadores… Maduro practica un extraño aerobics retórico que cambia radicalmente de rutina cada dos segundos. Sus colaboradores lo siguen con entusiasmo. El vicepresidente declara que el dólar paralelo es una “ficción”. El ministro de Comercio afirma que la inflación es “el resultado de una estrategia de la oposición”.  Nadie entiende nada. Necesitamos urgentemente un nuevo Órgano Superior de Traducción Simultánea.
Creo que todos estamos de acuerdo: los especuladores deberían ser perseguidos y castigados. Pero no dejemos fuera al gobierno, que lleva años viviendo y beneficiándose de la especulación. Que con un barril a más de 100 dólares diseña su presupuesto a 60 y jamás nos rinde cuentas claras sobre lo que hace o no hace con los otros 40 dólares. Que nunca ha sido transparente y nos ha comunicado la lista de empresas a la que les otorga millones de dólares. Peor aún: que ha despedido a aquel funcionario que se ha atrevido a denunciar las empresas fantasmas a las que se les dieron más de 20.000 millones de dólares. Ese es nuestro gran especulador. El gobierno que recibe y distribuye las divisas. Que cambia y juega a su antojo con el dinero. El gobierno que tiene y ha tenido todo el poder para consolidar un nuevo sistema de privilegios cuyas distorsiones ahora empezamos a sufrir. El mercado negro es rojo. El dólar negro es rojo. La especulación es, también, roja rojita.
¿Alguien recuerda, ahora, cómo se llenaban la boca hablando de los dos modelos, convocando al país a un profundo debate ideológico? Puro descaro. Pura sinvergüenzura vestida de Alí Primera. La revolución bolivariana terminará siendo solo un gran negocio. El socialismo del siglo XXI se está descascarando. Cada vez tiene menos maquillajes. Necesita secuestrar y encarcelar a periodistas. Como lo hizo en estos días con Jim Wyss, reportero del Miami Herald. Necesita la vulgar complicidad del CNE, que sigue sin pronunciarse sobre el decreto oficial del 8D como “Día de la lealtad a Chávez”. Necesita sobornar o extorsionar a diputados, realizar maniobras oscuras, para desconocer cada vez más la voluntad del pueblo. ¿Acaso eso no es usura? ¿Acaso no nos están robando, día a día, el Estado y la democracia?

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