El Gusano de Luz
Texto tomado de Las peñas y las tertulias: puentes de saber, cultura y cordialidad, publicado por la Fundación Venezuela Positiva, Caracas, 2012.
I. Introducción
Caracas no ha sido pródiga en la existencia de "tertulias" propiamente dichas. Me refiero a la tertulia literaria, que ha dado origen a una verdadera tradición en ciudades como Madrid. Pero sí hemos tenido en Caracas grupos que periódicamente -a veces todos los días- se reúnen para conversar de lo humano y de lo divino. Son, desde luego, "tertulias" en el sentido amplio que nos da una de las acepciones de esta palabra en el Diccionario de la Real Academia Española: “Reunión de personas que se juntan habitualmente para conversar o recrearse”.
La tertulia literaria propiamente dicha supone, en principio, que quienes habitualmente concurren a ella sea gente vinculada con la literatura, es decir, escritores de cualquier género, críticos literarios, gente de teatro, profesores de literatura, periodistas dedicados a la fuente literaria, etc. En ellas se conversa y, habitualmente, se leen textos literarios inéditos de algunos de los contertulios. Pero como no se trata de organizaciones institucionales regidas por normas y reglamentos, no se puede impedir la asistencia también de personas no pertenecientes al mundo de la literatura, generalmente amigos o admiradores de determinados tertulianos, y hasta sujetos que quieren presumir de intelectuales y hacer alarde de su vinculación, espontánea o forzada, con gente de letras.
La tertulia literaria propiamente dicha supone, en principio, que quienes habitualmente concurren a ella sea gente vinculada con la literatura, es decir, escritores de cualquier género, críticos literarios, gente de teatro, profesores de literatura, periodistas dedicados a la fuente literaria, etc. En ellas se conversa y, habitualmente, se leen textos literarios inéditos de algunos de los contertulios. Pero como no se trata de organizaciones institucionales regidas por normas y reglamentos, no se puede impedir la asistencia también de personas no pertenecientes al mundo de la literatura, generalmente amigos o admiradores de determinados tertulianos, y hasta sujetos que quieren presumir de intelectuales y hacer alarde de su vinculación, espontánea o forzada, con gente de letras.
Una palabra semánticamente cercana a “tertulia” es el sustantivo “peña”, al que el DRAE define, en dos de sus acepciones, como “corro o grupo de amigos o camaradas” y como “grupo de personas que participan conjuntamente en fiestas populares o en actividades diversas, como apostar, jugar a la lotería, cultivar una afición, fomentar la admiración a un personaje o equipo deportivo, etc.” De ahí que también se hable frecuentemente de “peña literaria”, cuando el grupo de amigos o camaradas que se reúnen en una “peña” son gente de letras. La “pena literaria”, lo mismo que la “tertulia”, suele reunirse en torno a la figura de un escritor importante, admirado por todos, que en cierto modo hace la función de líder del grupo, desde luego que estirando al máximo el significado de la palabra líder. Además, frecuentemente, aunque no siempre, la “tertulia” y la “peña” se relacionan con la bohemia, y muchas veces sus reuniones, aparte de ser propicias para la conversación, dan ocasión a la ingesta de bebidas alcohólicas.
II. La Generación de 1918
II. La Generación de 1918
En Caracas ha habido grupos que, con cierta liberalidad, podrían calificarse de “tertulias” o “peñas literarias”. Uno de ellos fue el que se llamó Generación de 1918, un grupo de escritores, mayoritariamente poetas, que coincidieron en destacarse ese año, cuya literatura tuvo un marcado signo renovador, y fueron importantes precursores en nuestro país de la vanguardia, que va a florecer principalmente en la década de los veinte. Entre los escritores que figuraron en la Generación de 1918 se destacan principalmente el narrador Rómulo Gallegos y los poetas Fernando Paz Castillo, Luis Barrios Cruz, Rodolfo Moleiro, Jacinto Fombona Pachano, Luis Enrique Mármol y Pedro Sotillo.
III. Grupo Viernes
Otro grupo literario venezolano, muy importante, fue el llamado Grupo Viernes, fundado en 1936, formado por algunos de los poetas más significativos de nuestro país: Vicente Gerbasi, Ángel Miguel Queremel, Pascual Venegas Filardo, Otto De Sola, José Ramón Heredia, Luis Fernando Alvarez, Oscar Rojas Jiménez, Pablo Rojas Guardia y algunos más. Estos poetas fueron, en cierto modo, una repercusión del vanguardismo.
Un grupo que tuvo mucha resonancia en los años 70 fue el conocido como República del Este. Fue más que todo un grupo que cultivaba sobre todo la bohemia, en el cual participaban personas de las más variadas ocupaciones, entre ellos algunos escritores: Caupolicán Ovalles, Salvador Garmendia, Orlando Araujo, Adriano González León, Mary Ferrero y algunos más.
Un grupo que tuvo mucha resonancia en los años 70 fue el conocido como República del Este. Fue más que todo un grupo que cultivaba sobre todo la bohemia, en el cual participaban personas de las más variadas ocupaciones, entre ellos algunos escritores: Caupolicán Ovalles, Salvador Garmendia, Orlando Araujo, Adriano González León, Mary Ferrero y algunos más.
IV. El Gusano de Luz
Con frecuencia se habla de un grupo que durante varios años se reunía en la librería El Gusano de Luz, situada inicialmente en la planta baja de un pequeño edificio, de Pele el Ojo a Misericordia, frente al Parque Carabobo, y luego, cuando se tuvo que desalojar aquel local porque iba a ser afectado al construirse la estación Parque Carabobo del Metro de Caracas, se mudó a un local cercano, en un amplio edificio situado entre las esquinas de Puente Anauco y Puente Nuevo, en la Parroquia Candelaria.
El grupo de El Gusano de Luz no fue ni tertulia ni peña literaria. Pero sí puede decirse que era una tertulia, en el sentido más amplio de esta palabra. Allí se reunían, ciertamente, varios escritores, entre ellos algunos de gran significación en Venezuela, y aún fuera de ella, pero también concurrían personas totalmente ajenas al quehacer literario, y habitualmente se hablaba de todo, incluso de literatura, aunque en menor grado. Entre los asiduos, en efecto, podría mencionarse a un joven boxeador que comenzaba su carrera profesional en ese deporte pero ya se perfilaba como famoso; también un oficial del cuerpo de bomberos -fallecido, por cierto, en la tragedia de Tacoa-, e incluso algunos agentes del Cuerpo Técnico de Policía Judicial (PTJ), cuya sede principal estaba muy cerca de donde inicialmente estuvo El Gusano de Luz. Sin embargo, es justo reconocer que algunas de esas personas extrañas al mundo de la literatura concurrían a aquellas reuniones porque se sentían atraídos por la presencia de algunos de los escritores que con ellas alternaban. Después de todo no es corriente que los escritores y artistas se reúnan, menos aún de manera frecuente, con personas de esa condición, ajenas a los medios intelectuales. De modo que no debe extrañar que estas personas sintiesen como un privilegio participar en las tertulias de El Gusano de Luz.
V. Aquellas reuniones
V. Aquellas reuniones
Se realizaban especialmente la tarde de los viernes y a mediodía de los sábados, que era cuando concurrían mayor número de contertulios. Pero de hecho todos los demás días laborales de la semana había gente que se acercaba cotidianamente a la librería en las últimas horas de la tarde. Habitualmente, los viernes y los sábados, y esporádicamente los otros días, aparecía inesperadamente una botella de whisky, aportada casi siempre por Freddy Cornejo, que era el dueño de El Gusano..., aunque eventualmente la botella podría ser llevada por alguno de los concurrentes. No era extraño, por supuesto, que una vez consumida la botella apareciesen otras.
Comúnmente se vincula la tertulia de El Gusano de Luz con don Julio Garmendia, y se piensa que aquellas reuniones lo tuviesen como la figura central. Sin embargo, aunque en cierto modo así fue durante algún tiempo, ya antes de que don Julio comenzase a concurrir habitualmente a la librería algunos solíamos reunimos allí, entre quienes destacaba Aquiles Nazoa. Ese hecho fue precisamente lo que atrajo a Garmendia, aunque de hecho con el tiempo algunas personas se acercaban a la librería atraídas por la presencia del genial autor de La tuna de oro, a quien deseaban conocer, o compartir con él, quienes ya lo conocían, un rato de amena y variada charla. Además, las reuniones continuaron aun después de fallecido don Julio.
Don Julio solía aparecer de pronto, con una discreción que tenía algo de misterioso, un poco como si fuese un inesperado. Generalmente iba primero al Parque Carabobo, particularmente grato en sus recuerdos, en uno de cuyos bancos se sentaba unos minutos, solo, y luego se deslizaba hasta la librería. Después de un rato de conversación, en que destacaban la ironía, la amena mordacidad y el agudo sentido del humor que caracterizaban su conversación, desaparecía de la misma manera cuasi misteriosa como había llegado.
VI. Habituales en el Gusano de Luz
Comúnmente se vincula la tertulia de El Gusano de Luz con don Julio Garmendia, y se piensa que aquellas reuniones lo tuviesen como la figura central. Sin embargo, aunque en cierto modo así fue durante algún tiempo, ya antes de que don Julio comenzase a concurrir habitualmente a la librería algunos solíamos reunimos allí, entre quienes destacaba Aquiles Nazoa. Ese hecho fue precisamente lo que atrajo a Garmendia, aunque de hecho con el tiempo algunas personas se acercaban a la librería atraídas por la presencia del genial autor de La tuna de oro, a quien deseaban conocer, o compartir con él, quienes ya lo conocían, un rato de amena y variada charla. Además, las reuniones continuaron aun después de fallecido don Julio.
Don Julio solía aparecer de pronto, con una discreción que tenía algo de misterioso, un poco como si fuese un inesperado. Generalmente iba primero al Parque Carabobo, particularmente grato en sus recuerdos, en uno de cuyos bancos se sentaba unos minutos, solo, y luego se deslizaba hasta la librería. Después de un rato de conversación, en que destacaban la ironía, la amena mordacidad y el agudo sentido del humor que caracterizaban su conversación, desaparecía de la misma manera cuasi misteriosa como había llegado.
VI. Habituales en el Gusano de Luz
Algunos desde antes de que don Julio comenzase a ir, y también después de su fallecimiento en 1977, fueron Aquiles Nazoa, como ya dije, Pedro Francisco Lizardo, Alí Lameda, Manuel Bermúdez, Eduardo Casanova Sucre, Salvador Prasel, Oswaldo Trejo, Carlos Díaz Sosa, Rubén Darío González, Augusto Germán Orihuela, Carlos J. Soucre, Denzil Romero, Jean Nouel, Francisco Tamayo, Eleazar León, Amparo Montañez, Mercedes Villa de Márquez, Héctor Pedreáñez Trejo, Alejo Felipe, Edgar Colmenares del Valle, José Santos Urriola, Oscar Sambrano Urdaneta, Domingo Miliani, Orlando Araujo, Miriam Colmenares, Carmen Mannarino, Mariela Arvelo, Enrique Vásquez Fermín, María Elvira González, Lyl Barceló Sifontes, José Vicente Abreu, Tarcila Briceño, Víctor Mazzei Gonzalez y otros más. Y cuando venía a Caracas, desde su nativa Barinas, también José León Tapia solía llegarse hasta nuestras reuniones. En una que otra ocasión fueron igualmente Roberto J. Lovera de Sola y Guillermo Morón. Alguna vez se llegaron hasta El Gusano..., atraídos por la fama que habían adquirido aquellas reuniones, Ernesto Mayz Vallenilla y Elio Gómez Grillo. Cuando vino a Caracas Juan Rulfo, Domingo Milianilo llevó a la tertulia de El Gusano..., con el deliberado propósito de presentárselo a don Julio Garmendia. También estuvo en alguna ocasión Ángel Rama. Igualmente Alejo Carpentier, pero no cuando vivía en Caracas, sino en la última oportunidad que visitó nuestro país, en junio de 1979. Hacían de anfitriones el ya mencionado Freddy Cornejo, dueño de la librería, y Néstor Tablante Garrido, su principal asistente.
VII. Conclusión
Desde su mudanza del local frente al Parque Carabobo la tertulia de El Gusano de Luz comenzó a decaer. Poco a poco las reuniones se fueron haciendo menos concurridas. Finalmente, serios quebrantos de salud de Freddy Cornejo lo obligaron a retirarse de su actividad en la librería, la cual pasó a manos de sus hijos, quienes finalmente, ajenos como eran al peculiar quehacer del librero, optaron por modificar el carácter del negocio, que pasó a ser una tienda de franelas.
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