Medios y cultura en rojo
El nacional 29 DE DICIEMBRE 2013 -
Complicado, por decir lo menos, ha sido este año para todos los venezolanos. De formas distintas, claro está, según la posición y disposición de cada cual. La escala de tales posiciones y disposiciones bien puede mirarse desde el afán de acentuar y sacar partido de la polarización, pasando por la evasión pragmática o indiferente, hasta el empeño pluralista por superarla. Y en este último, contra viento y marea, no ha sido poco el impulso sostenido y el espacio ganado ante escollos mayores.
Grandes y crecientes obstáculos, ciertamente, entre los que destaca el color que impone el gobierno a la comprensión de lo venezolano y entre los venezolanos. Lo que comenzó por presiones, descalificaciones y amenazas a los medios críticos, siguió con la aprobación de leyes y sentencias judiciales para controlar y sancionar contenidos. Así se llegó al explícito propósito de construir la hegemonía comunicacional que ha venido sofocando la diversidad para imponer un incesante y agobiante monólogo gubernamental.
De las circunstancias, persistencia, alcances y alternativas ante esa estrategia se ocupan enjundiosamente las aproximaciones de veinte expertos en Saldo en rojo. Comunicaciones y cultura en la era bolivariana (UCAB, Konrad Adenauer Stiftung). Coordinado por el profesor Marcelino Bisbal, el tercero de los volúmenes que la colección Visión Venezuela ha publicado en los dos últimos años nos permite ganar perspectiva sobre las condiciones en las que ha avanzado ese propósito de control, su impacto sobre el derecho a la información y comunicación a la vez que sobre la cultura y su institucionalidad pública.
Al avanzar en la lectura de los trabajos recogidos en las 367 páginas de este libro, se va tiñendo de rojo un saldo plagado de inconstitucionalidades –en leyes, sentencias y medidas– y de sordera y desacato gubernamental ante sugerencias, informes y sentencias de instancias internacionales. Cada uno de los 21 autores, a cual más respetable en su campo, aporta un ángulo de visión que merecería ser comentado en más amplio espacio. Desde tan diversas miradas y comprensiones sobre el deficitario saldo, esta lectora se aventura a destacar uno entre otros desafío políticos mayores.
Se trata precisamente de la polarización entre amigos y enemigos alimentada desde el gobierno a través del control de los medios y su intervención cultural. Así fortalece y justifica su cerco ante distintas versiones de la amenaza desestabilizadora: asimétrica, de cuarta generación, mediática, económica, todas con su vertiente de alianza con el enemigo externo. La principal amenaza es en realidad la despolarización, porque desarma la escalada conflictiva y deja al desnudo los muchos otros saldos en rojo de tres lustros de monólogo sordo y excluyente.
La lectura de Saldo en rojo no solo nos presenta el análisis de cómo la campaña “La revolución no será televisada” se transformó en política de hegemonía comunicacional. Ofrece una mirada más amplia que alienta la actitud y las iniciativas que desalienten la polarización, aunque sean difíciles de sostener ante un gobierno que no reconoce controles institucionales nacionales ni internacionales.
Es uno entre muchos desafíos presentes, buen deseo en lo inmediato, para el año que está por comenzar pero que, como los propósitos del año nuevo, no puede conjugarse en modo impersonal.
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