La apertura petrolera: gestación
23 DE FEBRERO DE 2017 03:34 PM
Venezuela atraviesa por la peor crisis económica de su
historia. Una revolución, que ya se agotó, mantiene al país sumido en un grave
trance político. Sufrimos la inflación más alta del mundo, en tanto que el PIB,
en 2016, se contrajo, según algunos especialistas, entre 17% y 23%. El
empobrecimiento de la población no tiene precedentes. Estudios de las
universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y UCAB, muestran que 82% de
los hogares se encuentra en situación de pobreza y 52% vive en pobreza extrema.
Algunos indicadores sugieren que hoy somos más pobres que Haití. La escasez de
alimentos y medicinas nos hunde en una crisis humanitaria.
La realidad, a no dudarlo, terminará por imponerse.
Tenemos que empezar a planificar lo que habrá que hacer al día siguiente. Son
muchos los ámbitos en los que se deberá actuar. Uno de ellos, tendrá que ser el
sector petrolero.
Habrá que rescatar el pensamiento de dos grandes maestros
como fueron Arturo Uslar Pietri y Juan Pablo Pérez Alfonzo. Uno nos dijo que
había que sembrar el petróleo. El otro nos advirtió que el petróleo se
transformaría en el excremento del diablo. Al final del día, ambos tuvieron razón:
como no le hicimos caso al primero, se cumplieron los vaticinios del segundo.
Nutriéndonos de esas fuentes habrá que reconstruir
nuestra industria petrolera con una visión diferente. El rentismo, esa peste
que como nunca se exacerbó durante el actual régimen, deberá ser evitado.
Inversiones y diversificación serán las metas. En las próximas entregas de esta
serie sobre el petróleo nos permitiremos presentar varios planteamientos que
podrían servir de orientación para el futuro. Pero antes se hace necesario
analizar lo que se intentó en el pasado, para aprovechar los aciertos y evitar
los errores.
En esta ocasión me referiré a un caso de excepcional
interés: la apertura petrolera. Es importante estudiarla porque en un futuro
cercano es probable que Venezuela tenga que recurrir a una apertura más audaz y
diferente que la anterior.
Veamos cómo se gestó ese episodio fundamental de nuestra
historia a petrolera:
Desde principios de la década de los noventa era evidente
que el país necesitaba revitalizar ese sector para que pudiera aportar los
recursos que se requerían. Además, después de la invasión de Saddam Hussein a
Kuwait y la Guerra del Golfo, el mundo necesitaba con urgencia del petróleo
venezolano. No estábamos, sin embargo, en condiciones de aumentar la producción
porque carecíamos de los recursos para hacer las inversiones necesarias.
Sufríamos una profunda crisis caracterizada en 1993 por una alta inflación y
una recesión que en 1994 había arrasado con la mitad del sector financiero.
Como después de la nacionalización en 1975 no estaban
claros los mecanismos legales para captar inversiones privadas al sector y el
Estado no estaba en condiciones de hacerlas por sí solo, se optó primero por
consultar a la Corte Suprema de Justicia. En una magistral ponencia de Román
Duque Corredor se establecieron los mecanismos a través de los cuales se podían
incorporar capitales privados, sin violar las disposiciones de la ley.
Esa sentencia abrió las puertas a la apertura petrolera.
Aún así Pdvsa consideró que se trataba de un problema más político que jurídico
y tomó la decisión de pedirle al Congreso Nacional que fijase las bases mínimas
de negociación. Se abría así un inmenso debate a nivel nacional.
Partidarios y opositores de la apertura petrolera fijaron
sus posiciones. No hubo una universidad en la que no se discutiera el tema. No
hubo rincón del país, ni colegios de profesionales, ni cámaras de comercio y de
industria, en los que el asunto no despertara encendidos debates. Los partidos
políticos asumieron una participación protagónica. Se dictaron centenares de
charlas. El petróleo toca profundos sentimientos nacionalistas y por ello
organizaciones como Fundapatria, presidida por Luis Vallenilla, se oponían
vísceralmente a la apertura, así como también lo hacían Hugo Chávez y sus
seguidores, entre los cuales se destacaba Alí Rodríguez, quien presidía la
Comisión de Energía y Minas de la Cámara de Diputados.
Pero las encuestas mostraban que 75% de la población
estaba de acuerdo con la apertura. Finalmente el Congreso Nacional aprobó las
bases mínimas de negociación que servirían a Pdvsa para abrir un proceso de
licitaciones que fue reconocido por su transparencia y que despertó intenso
interés en el mundo. Infinidad de empresas de todas partes concurrieron al
proceso.
La apertura petrolera abarcó distintas fases que serán
descritas en la próxima entrega de esta serie: Asociaciones Estratégicas para
la Faja del Orinoco y el proyecto gasífero Cristóbal Colón; convenios
operativos para la reactivación de campos marginales y proyectos de Exploración
a Riesgo, bajo la figura de ganancias compartidas.
En conjunto implicaban inversiones de 65.000 millones de
dólares que hubieran permitido incrementar la producción petrolera del país a
casi 5,5 millones de barriles diarios. Hoy apenas producimos algo más de 2
millones.
Pdvsa sometió los contratos suscritos al Congreso para
que este comprobara si se habían ajustado a las bases mínimas de negociación
establecidas por el propio Parlamento.
Se cumplieron, pues, todos los extremos legales y a
Venezuela se le abría un porvenir petrolero brillante. Las inversiones vinieron
abundantes a estimular nuestro sector petrolero.
Lamentablemente estalló en ese momento una crisis en el
sudeste asiático que, como efecto dominó, arrastró consigo a las economías de
todos los países –los “tigres de papel”– de esa próspera región del planeta
dieron lugar a una caída de 2 millones de barriles diarios en la demanda
mundial esperada de petróleo, cuyos precios se desmoronaron y, en el momento
más álgido, la cesta petrolera venezolana cayó a una cifra que apenas superaba
los 7 dólares el barril.
El impacto en el panorama político venezolano fue
profundo. El comandante y candidato Chávez –principal adversario de la apertura
petrolera– subía en las encuestas al mismo ritmo que caían los precios del
petróleo. Su popularidad, que en enero de 1998 se ubicaba en apenas 5%, subió
como la espuma y en diciembre de ese mismo año ganó las elecciones con cerca de
55% de los votos.
Llegó así la revolución y arrasó con todo, empezando por
Pdvsa que apenas es hoy una triste sombra de lo que fue. En algo más de tres
lustros el régimen nos condujo a los dramáticos resultados que se mostraron al
principio de este artículo.
José Toro Hardy: La Apertura Petrolera (II): Desarrollo
El tema es importante porque es posible que pronto
tengamos que recurrir a una nueva Apertura Petrolera.
La Apertura abarcó varias fases. En todas ellas las
decisiones se tomaban en comités integrados por los inversionistas privados y
PDCSA, en los cuales está última tenía la decisión final tenía en caso de
desacuerdo, acatando así la condición establecida por la Corte Suprema de
Justicia en ponencia del magistrado Román Duque Corredor.
Todo el proceso fue sometido a la aprobación del Congreso
Nacional. Las fases de la Apertura fueron las siguientes:
a) Convenios Operativos para Campos Marginales
Se trataba de campos cuya producción declinaba y en los
cuales las inversiones para su reactivación no alcanzaban la tasa de retorno
que aspiraba PDVSA. Sin embargo, era posible aumentar su producción mediante
técnicas de recuperación secundaria y terciaria.
Se realizaron tres rondas de negociación de Convenios
Operativos. En las dos primeras 27 compañías ganaron licitaciones para explotar
15 campos marginales, en los que invirtieron $ 2.000 millones, aumentando las
reservas probadas en 3.600 millones de barriles y elevando la producción en
450.000 b/d.
En 1997 tuvo lugar una 3ra ronda, en la cual las empresas
ganadoras pagaron a la Nación 2.200 millones de dólares en bonos para explotar
28 áreas, donde se esperaba aumentar la producción en unos 500.000 b/d.
Las inversiones y el riesgo los asumían en su totalidad
los contratistas; pero las reservas que descubrían y el petróleo que producían
pertenecían a PDVSA, que les pagaba un “fee” por barril adicional producido.
Las licitaciones se transmitían por televisión para garantizar
su transparencia. Las Bases Mínimas de Negociación habían sido aprobadas por el
Congreso.
b) Convenios de Utilidades Compartidas
En 1995 el Congreso Nacional autorizó a PDVSA la
realización de Acuerdos de Utilidades Compartidas para la exploración y
desarrollo de 10 bloques para ubicar crudos livianos y medianos. Se trataba de
yacimientos de alto riesgo a grandes profundidades.
Ganaba la licitación la empresa que ofreciese al Estado
la mayor participación en las utilidades. El inversionista privado realizaba el
100% de las inversiones y asumía el 100% del riesgo. PDVSA tenía la opción de
participar hasta en un 35% del negocio una vez completada la fase exploratoria.
De producirse un empate en las licitaciones, el bloque se
asignaba a la empresa que ofreciese un mayor bono en efectivo. Por este
concepto PDVSA recibió un total de $ 245 millones. Se asignaron 8 bloques a 14
compañías.
c) Asociaciones Estratégicas
Se aplicaron en la Faja del Orinoco y en el proyecto
Cristóbal Colón para gas natural “no asociado”.
En el caso de la Faja del Orinoco el objetivo era
desarrollar tecnologías para explotar las grandes reservas de crudos extra
pesados de la Faja a fin de transformarlos en crudos sintéticos de alto valor
en los mercados.
Para atraer a los inversionistas se rebajó la regalía
hasta el 1% durante los primeros 9 años. Pero si la explotación comercial se
iniciaba antes, la regalía volvía de inmediato al 16 2/3% usual.
El Congreso Nacional autorizó 4 Asociaciones Estratégicas
en la Faja del Orinoco para la explotación y mejoramiento de las reservas de
crudo extra pesado con una gravedad de 9 grados API. Posteriormente revisó los
contratos una vez suscritos y los ratificó.
Las Asociaciones Estratégicas comprendían grandes plantas
de mejoramiento de crudo ubicadas en Jose (Estado Anzoátegui). Fueron:
PETROZUATA en Asociación con Conoco, para producir
120.000 b/d que se transformarían en crudos sintéticos de 20 a 23 grados API.
SINCOR en asociación con Total, Stat Oil y Norsk Hidro para producir y transformar 180.000 b/d en crudos sintéticos de 30 a 32 grados API.
HAMACA en asociación con ARCO, Texaco y Phillips con una producción de 165.000 b/d que se transformarían en crudos sintéticos de 27 grados API.
CERRO NEGRO en asociación con Mobil cuya producción se procesaría inicialmente en Jose mejorándolos hasta 15 grados API, completándose el proceso en la refinería de Chalmette en Louisiana, perteneciente en un 50% a CITGO (filial de PDVSA) y un 50% a Mobil.
SINCOR en asociación con Total, Stat Oil y Norsk Hidro para producir y transformar 180.000 b/d en crudos sintéticos de 30 a 32 grados API.
HAMACA en asociación con ARCO, Texaco y Phillips con una producción de 165.000 b/d que se transformarían en crudos sintéticos de 27 grados API.
CERRO NEGRO en asociación con Mobil cuya producción se procesaría inicialmente en Jose mejorándolos hasta 15 grados API, completándose el proceso en la refinería de Chalmette en Louisiana, perteneciente en un 50% a CITGO (filial de PDVSA) y un 50% a Mobil.
En conjunto las 4 asociaciones implicaban inversiones de
unos $ 13.000 millones. Gracias a ellas la Faja Petrolífera del Orinoco dejó de
ser una vasta acumulación de crudos extra pesados no comercializables y
cargados de azufre y vanadio, convirtiendo a Venezuela en el país con las
mayores reservas de petróleo económicamente explotables del mundo.
La otra Asociación Estratégica era el proyecto Cristóbal
Colón, en asociación con Exxon, Shell y Mitsubishi para explotar las inmensas
reservas de gas libre “no asociado” al norte de la Península de Paria, con una
inversión proyectada de $ 4.900 millones y una producción estimada de 860
millones de pies cúbicos de gas.
En conjunto la inversión prevista en la Apertura
Petrolera era de unos 65.000 millones de dólares, estimándose que la producción
petrolera del país podría elevarse hasta 5,5 millones de barriles diarios.
Sin embargo, el destino le deparó al país una suerte
diferente. En diciembre de 1998 gana las elecciones el comandante Hugo Chávez.
Pidió de inmediato a la Corte Suprema de Justicia que anulara la Apertura. La
Corte, en ponencia de Cecilia Sosa, lo negó por cuanto se habían cumplido todos
los extremos legales. Después se produjo el paro petrolero (provocado por el
propio Chávez, según el mismo lo confesó ante el Congreso). Se despidió al 50%
del personal de PDVSA que en conjunto acumulaba 300.000 años de experiencia y
conocimiento.
A pesar de los inmensos ingresos que se lograron en los
años siguientes gracias al aumento de los precios del petróleo, PDVSA es hoy
una empresa enferma, politizada y endeudada. El brutal déficit en su flujo de
caja lo cubre el BCV mediante auxilios financieros.
Al informar sobre los Agregados Monetarios, el Banco
Central señala que al 23/12/16 el 88% de la Base Monetaria del país, o sea, 4,5
billones de bolívares, se origina en “financiamientos a empresa petrolera”. Tan
descomunal cifra equivale a 42 veces el monto de la Reservas Internacionales de
Venezuela.
Tales datos llevan a la triste conclusión de que PDVSA,
que tanto había aportado a Venezuela, se ha transformado hoy en la principal
causa de que Venezuela padezca la inflación más alta del mundo. Lejos de
producir 5,5 millones de b/d el país apenas produce algo más de 2 millones. Es
el resultado de la mala administración y el cambio de condiciones impuesto por
la revolución que frustró buena parte de las inversiones y llevó a la PDVSA
“roja rojita” a varios arbitrajes internacionales que ha venido perdiendo
sistemáticamente.
@josetorohardy
petoha@gmail.com
petoha@gmail.com
La apertura petrolera (III): desmantelamiento
09 DE MARZO DE 2017 12:15 AM
Siendo candidato a la presidencia de la República, el
comandante Hugo Chávez fue el principal adversario de la apertura petrolera, y
tal posición fue el leimotiv de su campaña. Al ganar las
elecciones pidió a la Corte Suprema de Justicia la nulidad de todo lo actuado.
La Corte –presidida por Cecilia Sosa– no lo complació;
primero porque el Poder Judicial aún conservaba su independencia, y además
porque la citada apertura había cumplido con todos los extremos legales.
En efecto, no estando claros los mecanismos para captar
inversiones privadas en el sector petrolero después de la nacionalización,
Pdvsa (a través de Lagoven) había formulado una consulta a la Corte Suprema de
Justicia. En ponencia de Román Duque Corredor, la Corte estableció el 23 de
abril de 1991 las condiciones para recibir inversiones particulares sin violar
la Ley que Reserva al Estado la Industria de los Hidrocarburos. Nacía así la
apertura petrolera, que abarcó varias fases:
i) Convenios operativos para campos marginales. Pdvsa pidió
al Congreso Nacional que fijase las bases mínimas de negociación. Entre 1993 y
1997 se licitaron 33 campos que fueron asignados a 62 empresas.
ii) Contratos de exploración a riesgo. En 1995 el Congreso
autorizó a Pdvsa a celebrarlos. Se asignaron 8 bloques a 17 empresas después de
un minucioso proceso de licitaciones.
iii) Asociaciones estratégicas en la faja del Orinoco que
fueron contratadas con nueve empresas y ratificadas por el Congreso Nacional, y
una para el proyecto Cristóbal Colón (gas natural “no asociado”) en asociación
con tres empresas.
Se habían cubierto todos los extremos legales, razón por la
cual la Corte Suprema de Justicia declaró sin lugar el 17 de agosto de 1999 la
nulidad de la apertura que solicitaba el presidente Chávez.
Pero Chávez no aceptaba fácilmente una derrota. Como
Jalisco, que si no gana arrebata, recurrió a otras vías para alcanzar sus
objetivos. Tal como lo reconoció ante la Asamblea Nacional en la presentación
del Informe Anual y Cuenta en 2004, fue él mismo quien provocó el paro
petrolero que condujo al despido de 23.000 trabajadores de Pdvsa que en
conjunto acumulaban más de 300.000 años experiencia.
Se propuso, además, derrotar la apertura petrolera mediante
una nueva Ley Orgánica de Hidrocarburos que fue aprobada el 16 de mayo de 2006.
En materia impositiva, varios cambios fundamentales fueron
introducidos. El primero de ellos tuvo que ver con el ISLR, que fue aumentado
desde 34% hasta 50%. Además, la regalía se elevó de 16 2/3 % hasta 33,3%
mediante la creación de un nuevo impuesto a la extracción petrolera.
Por otra parte, las figuras de las asociaciones
estratégicas, los convenios operativos y los convenios de exploración a riesgo
fueron sustituidos por empresas mixtas en las cuales la participación
accionaria del Estado llegaba hasta 60%.
En el caso de las asociaciones estratégicas de la faja, se
procedió a un cambio cosmético de nombres, y recibiron denominaciones
emblemáticas como Petrocedeño, Petromonagas, Petropiar y Petrojunin.
El Proyecto Cristóbal Colón fue reducido a Mariscal Sucre,
con otros socios. De allí no ha salido un pie cúbico de gas comercial.
Más allá del simple cambio de nombres, se modificaron de
manera substancial los contratos suscritos con motivo de la apertura petrolera.
A las empresas afectadas no se les dio posibilidad alguna de negociación. Se
les dijo simplemente: “Lo toman o lo dejan”. Si lo dejaban, se verían forzadas
a retirarse del país, no solo por lo que respecta a tales contratos, sino
también en cualquier otro negocio que tuviesen en Venezuela. Eso ocurrió con
Exxon Mobil que se mudó a Guyana, donde está descubriendo grandes reservas en
zonas marinas que Venezuela reclama.
Mientras aquello ocurría, los precios del petróleo estaban
experimentando una escalada sin precedentes. Eso impulsó a muchas empresas a
aceptar las nuevas condiciones. Otras no lo aceptaron y recurrieron a
arbitrajes internacionales que de manera sistemática Pdvsa viene perdiendo. El
mayor de todos esos arbitrajes –el de Conoco Philips (que demanda 30.000
millones de dólares)– está por decidirse.
Por otra parte, el gobierno ofreció a quienes aceptasen las
nuevas condiciones una compensación excepcional: la propiedad de hasta 40% de
las reservas petrolíferas existentes en el subsuelo en las áreas donde operan.
Esto implicaba un sacrificio inexplicable de la soberanía nacional.
Vale la pena detenernos aquí. Bajo la apertura petrolera los
contratistas privados debían realizar el 100% de las inversiones y asumir el
100% del riesgo. Si encontraban reservas de hidrocarburos estas pertenecían en
100% a la nación y el petróleo que producían pertenecía en 100% a Pdvsa, la
cual los remuneraba conforme a mecanismos y fórmulas previamente negociados.
Por el contrario, bajo la figura de las empresas mixtas,
siendo Pdvsa propietaria de 60% de las acciones, debe aportar 60% de las
inversiones requeridas (y asumir 60% del riesgo); en tanto que a los socios
privados que aportan el restante 40%, se les otorga la propiedad de 40% las
reservas del subsuelo y de la producción que se obtenga.
Siendo la propiedad del subsuelo la mayor expresión de
soberanía, el régimen la sacrificó brutalmente a cambio de unos ingresos
fiscales adicionales.
El resultado final ha sido devastador. Careciendo Pdvsa de
los recursos para aportar 60% de las inversiones, estas se han retrasado de tal
forma que la producción petrolera del país ha caído en términos dramáticos y
las instalaciones han sufrido una degradación tremenda. De haberse continuado
la apertura petrolera, hoy Venezuela debería estar produciendo más de 5
millones de barriles diarios. Apenas producimos algo más de 2 millones y se
espera una caída aparatosa.
En el caso de la apertura, el Congreso Nacional desempeñó un
papel protagónico en todas las fases del proceso. Además, los convenios y
contratos se otorgaban a través de licitaciones cuya transparencia fue
reconocida mundialmente. Hoy en día todo se asigna “a dedo”, de espaldas al
país y con base en las preferencias de carácter geopolítico del régimen.
Cabe señalar que la revolución creyó que los precios del
petróleo subirían indefinidamente y que el régimen estaría en condición de
imponer todo lo que le viniese en gana. La realidad los ha dejado en la
estacada.
La otra triste realidad es que populismo, dogmatismo y
corrupción han resultado ser una mezcla perversa que ha dañado profundamente
tanto a nuestra industria petrolera como a Venezuela en su conjunto. Hoy
tenemos una Pdvsa eunuca, politizada y endeudada a más no poder. ¡Qué tristeza!
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