¿Traición a qué?
El Nacional 25 DE MARZO DE 2017
En el exiguo, barriobajero y nada creativo repertorio de
insultos que maneja el circunstancial jefe de Estado –modelo que ni
pintado para una comedia de errores–, la palabra traición ha devenido en
comodín que aplica irreflexivamente, sin que venga al caso y sobre la
base de su falta de exceso de criterio (¿o exceso de falta de criterio?) a
cualquier persona u organismo, nacional o internacional, que se atreva a
cuestionar la deplorable deriva de nuestra economía y el oprobioso signo
autoritario de un gobierno que irrespeta la voluntad popular, al desconocer
abiertamente la autoridad que el soberano delegó en la Asamblea Nacional. Tal
monomanía es un atavismo que le vino con el cargo. Su padre putativo lo padecía
y era en él casi que una parafilia.
Con la misma ignorancia de su legatario, pero disimulada por
la verborragia del que mucho habla y poco dice, Chávez colgó el epíteto de
traidor nada menos que al hacedor de la República de Venezuela, el
general José Antonio Páez. No conforme con ello, estigmatizó a Francisco de
Paula Santander (y a todos los neogranadinos que se desmarcaron de Bolívar), y,
por supuesto, a la Colombia que no comulgase con la narcoguerrilla.
Claro que en el eterno esa tendencia a ver infidelidades,
deslealtades y puñaladas traperas donde sólo había ánimo crítico tenía que ver
con sus actuaciones: fue un apóstata que renegó de la Constitución a la que
juró fidelidad y un magnicida frustrado. Era, en el sentido lato de la palabra,
un traidor, un fementido soldadete que juzgaba al resto de los mortales a
partir de su propia condición.
Acusa el señor Maduro a la diputación mayoritaria del
Parlamento de alta traición o, con cursi grandilocuencia, de “traición a la
patria” por el simple hecho de respaldar la iniciativa del secretario general
de la OEA, Luis Almagro, a fin de aplicar la Carta Democrática Interamericana
al caso venezolano; iniciativa orientada a reinstitucionalizar el país para que
se retome el hilo democrático y constitucional.
Es decir, para rescatar a la nación de las depredadoras
garras de un régimen liberticida que, a contra corriente de la historia, somete
a la ciudadanía a un inclemente racionamiento, a la vez que hace de la
represión único argumento para justificar su permanencia; un régimen que
prostituyó la noción de patria y valida la socorrida aseveración del buen
doctor Johnson según la cual “el patriotismo es el último refugio de los
canallas”.
Traición a la patria es condenar a nuestros niños a morir
prematuramente por falta de alimentos y medicinas. Traición a la patria es
permitir que militares cubanos se muevan como Pedro por su casa en Fuerte
Tiuna. Traición a la patria es haberse enredado en la corrupta red de
Odebrecht. Traición a la patria es enriquecerse con el patrimonio público y con
el tráfico de estupefacientes.
Traición a la patria es, en definitiva, quedarse de brazos
cruzados viendo cómo la revolución bolivariana destruye el país. Ya lo dijo
Alfonso X, el sabio, –por algo lo llamaban sabio–: “Los que dejan al rey errar
a sabiendas, merecen pena como traidores”.
El triste milagro chavista
Fausto Maso
El Nacional 25 DE MARZO DE 2017
En el mundo se habla con asombro del milagro chavista, se
reconoce que Chávez y Nicolás Maduro transformaron el país, lograron lo
imposible: dejar a Venezuela sin combustible. En un país petrolero sus
habitantes solo buscan un camino, el que los lleva al aeropuerto más cercano.
No hay que cansarse de recordar los maravillosos tiempos de
la famosa IV república. Un suicidio estúpido llevó a los venezolanos a ignorar
que la época más gloriosa, justa y desarrollada de nuestra historia había sido
la de los gobiernos democráticos. Se ensalzó el militarismo, al propio Pérez
Jiménez, hasta llegar a la monstruosidad de abrirle el camino al gobierno
chavista, aplaudir al propio Chávez, un oficial corto de imaginación, torpe y atrevido,
el cual al final se ha quedado con pocos partidarios porque hasta los brutos,
los chavistas ignorantes reconocen, por ejemplo, que la falta de gasolina
actual demuestra que nos gobiernan los venezolanos más ignorante de estos 200
años. Hasta el gobierno reconoce un desastre imposible de ocultar.
Los usuarios de Twitter han publicado foto de las colas en
gasolineras, cuyas filas han obstaculizado el tráfico, sobre todo en las vías
principales de Caracas.
En ese sentido, la estatal Petróleos de Venezuela confirmó a
través de la conocida red social que cuatro estados centrales del país
registran fallas en el suministro de combustible.
“Estamos reforzando los despachos en el centro del país para
estabilizar el suministro de combustible (...) Se han generado colas en algunas
estaciones de servicio de cuatro estados del país, producto del retraso en el
cabotaje de la gasolina”, indicó en Twitter el vicepresidente de Pdvsa, Ysmel
Serrano.
La estatal, que difundió en la red social los mensajes de
Serrano, aseguró que cuenta con “suficiente” gasolina producida en refinerías
venezolanas y que redoblará el despacho hasta estabilizar la distribución, por
lo que llamó a la población a la calma y “a no caer en falsos rumores de
sectores que juegan al caos del país”.
Pdvsa señaló también que desplegó más de 200 unidades
cisternas en la Gran Caracas para abastecerla, aunque una decena de estaciones
ubicadas en el este de la capital presentaban largas colas de usuarios a la
espera de conseguir combustible o estaban cerradas.
Igualmente, este miércoles las redes sociales recibieron
imágenes del incendio en la refinería de Amuay, en el estado Falcón, siniestro
que se originó, presuntamente, en la planta de craqueo catalítico, la que
procesa gasolina para el mercado local.
El portal web La Patilla publicó también un reporte de la
GNB que incluye un listado de varios puntos de la capital en los que se
aprecian las afectaciones que ha generado el desabastecimiento de combustible,
más allá de que Pdvsa informara en días recientes a través de un comunicado que
el suministro de combustible en el país se encontraba garantizado.
Todo esto es obra militar, en especial de Hugo Chávez Frías,
un político atrevido que por un golpe de suerte se apoderó del país, murió
antes de sufrir el desastre nacional y dejó a Nicolás como responsable final,
cuando en realidad había sido Chávez, con su ignorancia, quien provocó la ruina
de Venezuela.
Hasta los propios chavistas reconocen esta verdad, ocultan
su cercanía al caudillo barinés, tratan de enriquecerse e irse al extranjero.
El milagro chavista ha sido provocar la emigración masiva de
los venezolanos de izquierda, de derecha, de todos. Nadie quiere quedarse en
Venezuela. Ese es el triste milagro realizado por Hugo Chávez Frías.
Chávez ya no da risa.
El Nacional 25 DE MARZO DE 2017
Ramon Hernandez
Ha pasado una semana y no he podido identificarlo. “Tiene un
peinadito de lado, asesores de marketing y mucho billete atrás”. Fueron las
señas que dio Nicolás Maduro del traidor y reformista de derecha que le quiere
meter una puñalada por la espalda para entregar la revolución bolivariana al
capitalismo internacional. “Alerta, pueblo”.
El alerta sirvió para que Eleazar Díaz Rangel y sus secuaces
tuvieran el par de palabras que necesitaban para construir el título de primera
página del pasquín, pero hasta ahí le alcanzaron las fuerzas. No hubo
reacciones ni seguimiento, las dos palabras que Lulo más repetía en su cátedra
en UCV. Tampoco en el texto se le explica al lector el significado de
“reformismo de derecha” ni cuáles son los tipos de reformismo. Ay, Lulo, y tan
peinadito que apareces en la foto.
El traidor no es Tareck el Aissami, que anda bien peinadito,
pero no se peina de lado; mucho menos Diosdado Cabello, por la carencia del
elemento que le sirve de apellido, tampoco los Rodríguez, calvos los dos, ni
Willis Rangel, a quien todavía no le llega su bolsa de pan del CLAP. Tampoco sé
qué entenderá por reformismo Maduro ni cuán radicales son sus ideas
revolucionarias, pero el país en su casi totalidad las sufre en hospitales,
clínicas privadas, laboratorios, comercios, escuelas, supermercados, centros de
trabajo, callejones, escalinatas, túneles y hasta en los baños sin agua ni
papel sanitario del aeropuerto internacional de Maiquetía: fracaso y ruina. Y,
como si fuera poco, endeudados por varios cientos de millardos de dólares:
Venezuela debe pagar en pocas semanas 17 millardos de dólares de intereses y
capital a la banca internacional y a tenedores de bono.
Las arcas están vacías, no hay botijas escondidas y a cada
santo se le debe una vela, pero el ministro Ramón Lobo asegura que el país
cumplirá sus compromisos con los acreedores internacionales. A quien no les
cumple es a los hipertensos, a los diabéticos, a los que sufren cáncer y demás
enfermedades crónicas, tampoco a los niños, niñas y adolescentes que se
desmayan de hambre en los salones de clase ni a los bebés desnutridos que si se
salvan de morir jamás podrán recuperar lo perdido en crecimiento y desarrollo
mental.
Desconozco en qué fuentes marxistas abrevan Maduro y sus
asesores, sean gilipollas peninsulares o babiecas del Caribe, pero está claro
que su proceder es reformista, tanto que no produce ni un alfiler. Los medios
de producción en manos del Estado son un fracaso: su burocracia se dedica a
robar y no a producir. Pretenden subsistir de la renta petrolera, una teta que
también desapareció. De Pdvsa lo único que queda es la barrigota de Willis
Rangel, ni tan disminuida. Presto Grundrisse, pero los devuelves,
Lulo.
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