2014: una interpretación
El Gobierno con el control de los medios de producción arreciará la represión...
MIGUEL ÁNGEL SANTOS | EL UNIVERSAL
miércoles 4 de diciembre de 2013
Los acontecimientos tienen la mala costumbre de no revelarnos su significado en la medida que ocurren, nos corresponde siempre su interpretación. Lo más interesante es que en ese darle sentido a las cosas cada quien se revela a sí mismo: sus temores, perspectivas, ambiciones y limitaciones. Hay mucho de esto en lo que nos ocurre por estos días. Se hace difícil identificar patrones entre los eventos que caracterizan al caos y la confusión que nos rodean. Tanto así que versiones muy diferentes de lo que subyace a los hechos se nos antojan posibles y, en consecuencia, inconsistentes entre sí. Esta idea central me sirve de factor común para entrelazar varios pensamientos no necesariamente conectados entre sí.
El otro día escuché a un representante de una banca de inversión internacional decir que como Nicolás Maduro había conseguido levantar dinero en China, había decidido volverse más radical. El supuesto implícito es que Maduro no necesita de la economía local, porque consiguió financiamiento externo. Es decir, se radicaliza, porque le está yendo bien. Y yo creo que no es así. Yo creo que se radicaliza, y se seguirá radicalizando, porque no tiene salida económica. Si a ver vamos, nadie monta a un Presidente en un avión o lo envía al otro lado del planeta (literalmente) para levantar 5.000 millones de dólares. Y levantar es un decir, porque en realidad esos reales son una línea de crédito que Venezuela no ha terminado de retirar por un lado, y ya se están pagando con envíos de petróleo por el otro. Y es que los chinos no tienen un pelo de tontos, y desde hace rato han venido recortando los plazos de estos financiamientos. Por otra parte, Venezuela ha empezado a solicitar propuestas para conseguir dólares haciendo uso del oro monetario del Banco Central. La primera respuesta que les ha llegado en esencia consiste en un préstamo por 1.600 millones de dólares (algo así como 11 días de importaciones), colocando 1.800 millones de dólares en oro como colateral, a 7.5% anual. Para hacernos una idea, Nigeria ha salido hace poco a los mercados internacionales y levantó 1.000 millones de dólares a tasas que van entre 5.5% y 6.6% (sin oro como colateral). El solo hecho de que estén prestos a disponer del oro es un indicador claro de que hay poco o ningún margen de maniobra.
Dicho esto, sigue siendo válida la pregunta de qué harán el próximo año. Hasta ahora han conseguido defender el consumo, irónicamente el último bastión de la economía socialista. No será por mucho tiempo. La producción no levanta, y se ha implementado un fuerte recorte en las importaciones (18% en el tercer trimestre, 5% en el acumulado del 2013) para cerrar el déficit en cuenta corriente. En esas condiciones, la única forma de mantener el consumo en los niveles reportados por el BCV es una caída en existencias. Plasma para hoy, hambre para mañana. Aún así, para reducir aún más las importaciones y cerrar en algo el déficit fiscal sería necesaria una macro-devaluación. Hay dos problemas con esta estrategia. El primero es que como el Gobierno se ha convertido en un gran importador (45% del total, en contraste con 16% en 1998), la contribución fiscal neta de devaluar ya no es lo que era antes. Lo segundo es que a través de Cadivi aún circulan unos 32.000 millones de dólares a 6,30, cada vez más concentrados (74%) en alimentos y medicinas. Una devaluación de 80%-100% tendría un impacto colosal en la inflación. Se oye mucho por ahí que el Gobierno invitaría a petroleras a invertir y que esto le podría traer algún beneficio. El problema está en que con la reputación que nos hemos generado (me decía Francisco Monaldi en estos días que Venezuela es el único país que nunca ha cumplido un contrato petrolero), nadie estaría dispuesto a poner dinero por delante. Además, de aquí a que esas inversiones tengan algún impacto en la producción pasará algún tiempo. Si no han sido capaces de elevar la producción en 15 años: ¿cómo van a ser capaces ahora?
Lo más probable es que en 2014 haya algo de pragmatismo y bastante de radicalización. En cualquier caso, desde el punto de vista económico, será un año difícil. No habrá forma de mantener el consumo. El régimen, con el control de todos los medios de producción y comunicación, se volteará a señalar culpables y arreciará la represión. Tengo la impresión de que en algún momento el pueblo acudirá al encuentro con el Gobierno, con las mismas formas y maneras que ha enseñado en estos años. Por eso es importante subirle el costo político de esa estrategia saliendo a votar el próximo domingo. El voto no es una de las estrategias. En nuestra situación actual es la única.
@miguelsantos12
El otro día escuché a un representante de una banca de inversión internacional decir que como Nicolás Maduro había conseguido levantar dinero en China, había decidido volverse más radical. El supuesto implícito es que Maduro no necesita de la economía local, porque consiguió financiamiento externo. Es decir, se radicaliza, porque le está yendo bien. Y yo creo que no es así. Yo creo que se radicaliza, y se seguirá radicalizando, porque no tiene salida económica. Si a ver vamos, nadie monta a un Presidente en un avión o lo envía al otro lado del planeta (literalmente) para levantar 5.000 millones de dólares. Y levantar es un decir, porque en realidad esos reales son una línea de crédito que Venezuela no ha terminado de retirar por un lado, y ya se están pagando con envíos de petróleo por el otro. Y es que los chinos no tienen un pelo de tontos, y desde hace rato han venido recortando los plazos de estos financiamientos. Por otra parte, Venezuela ha empezado a solicitar propuestas para conseguir dólares haciendo uso del oro monetario del Banco Central. La primera respuesta que les ha llegado en esencia consiste en un préstamo por 1.600 millones de dólares (algo así como 11 días de importaciones), colocando 1.800 millones de dólares en oro como colateral, a 7.5% anual. Para hacernos una idea, Nigeria ha salido hace poco a los mercados internacionales y levantó 1.000 millones de dólares a tasas que van entre 5.5% y 6.6% (sin oro como colateral). El solo hecho de que estén prestos a disponer del oro es un indicador claro de que hay poco o ningún margen de maniobra.
Dicho esto, sigue siendo válida la pregunta de qué harán el próximo año. Hasta ahora han conseguido defender el consumo, irónicamente el último bastión de la economía socialista. No será por mucho tiempo. La producción no levanta, y se ha implementado un fuerte recorte en las importaciones (18% en el tercer trimestre, 5% en el acumulado del 2013) para cerrar el déficit en cuenta corriente. En esas condiciones, la única forma de mantener el consumo en los niveles reportados por el BCV es una caída en existencias. Plasma para hoy, hambre para mañana. Aún así, para reducir aún más las importaciones y cerrar en algo el déficit fiscal sería necesaria una macro-devaluación. Hay dos problemas con esta estrategia. El primero es que como el Gobierno se ha convertido en un gran importador (45% del total, en contraste con 16% en 1998), la contribución fiscal neta de devaluar ya no es lo que era antes. Lo segundo es que a través de Cadivi aún circulan unos 32.000 millones de dólares a 6,30, cada vez más concentrados (74%) en alimentos y medicinas. Una devaluación de 80%-100% tendría un impacto colosal en la inflación. Se oye mucho por ahí que el Gobierno invitaría a petroleras a invertir y que esto le podría traer algún beneficio. El problema está en que con la reputación que nos hemos generado (me decía Francisco Monaldi en estos días que Venezuela es el único país que nunca ha cumplido un contrato petrolero), nadie estaría dispuesto a poner dinero por delante. Además, de aquí a que esas inversiones tengan algún impacto en la producción pasará algún tiempo. Si no han sido capaces de elevar la producción en 15 años: ¿cómo van a ser capaces ahora?
Lo más probable es que en 2014 haya algo de pragmatismo y bastante de radicalización. En cualquier caso, desde el punto de vista económico, será un año difícil. No habrá forma de mantener el consumo. El régimen, con el control de todos los medios de producción y comunicación, se volteará a señalar culpables y arreciará la represión. Tengo la impresión de que en algún momento el pueblo acudirá al encuentro con el Gobierno, con las mismas formas y maneras que ha enseñado en estos años. Por eso es importante subirle el costo político de esa estrategia saliendo a votar el próximo domingo. El voto no es una de las estrategias. En nuestra situación actual es la única.
@miguelsantos12
Para ganarle a Goliat
MIGUEL E. WEIL DI MIELE | EL UNIVERSAL
miércoles 4 de diciembre de 2013 12:00 AM
Las razones para votar, son tan evidentes y se han repetido tanto, durante tantos años, que pareciera fútil persistir. El que quiera votar que vote, y el que no, que asuma el barranco en el que decidió arrojarse y con él la posibilidad de cambiar las cosas. Sobran las indignaciones, me parece. Así que lo dejo allí, vaya y vote.
Sin embargo, hay un Municipio en el que la situación no es igual que en los demás. En El Hatillo son varios los candidatos de distintas organizaciones opositoras, lo que nos hace volver sobre un argumento que procuré tantear en tiempos de primarias. El Hatillo es uno de esos bastiones de la oposición; se gana por palo, tanto, que puede haber 3 candidatos de este lado, y el oficialista sale cuarto (o quinto). Como fortificación de la MUD, la elección de su Alcalde implica además de la determinación del jefe de esa administración local, un mensaje que desde algún cañón del fuerte hatillano lanza el electorado opositor. La decisión hatillana será, en alguna medida, una manifestación dentro de las fuerzas de la unidad, y no me refiero a los partidos, sino a la forma de hacer la política. Una expresión del qué queremos.
De los tres candidatos principales, David Smolansky propone soluciones prácticas y factibles que no se limitan a tapar un hueco con asfalto regalado, sino de trascendencia en la gestión administrativa local, de huella y de largo plazo, incluyendo propuestas de participación ciudadana con el aprovechamiento de las herramientas tecnológicas de nuestro siglo para solucionar problemas cotidianos. De los otros dos podemos decir que una tiene vínculos con un pasado estigmatizado, para bien o para mal, pero que no puede pasar desapercibido, sin contar que pertenece a la misma línea de quien actualmente ostenta el cargo, y sobre quien sobran las críticas por una desidia incomprensible. El otro, el misionero católico, ha hecho gala de todo lo que como oposición decimos repudiar: intolerancia, elitismo, aprovechamiento del partido al que pertenece solo ondeando la bandera de PJ sin coherencia con las ideas que esa bandera representa y en contradicción con lo que el liderazgo opositor pregona. Elías recurre al populismo barato, la cháchara por conveniencia, a la manifestación de tomar la justicia por manos propias y la entrega de dádivas como soluciones. En otras palabras, todo aquello que las ideas de progreso, planificación, Estado de Derecho y república que tanto extendemos procuran erradicar.
Se trata pues, no de votar por el partido por el que normalmente usted votaría, sino de enviar precisamente el mensaje contrario: aquí no votamos por colores a ciegas, somos una oposición que plantea la pluralidad y la deliberación como fundamento de la construcción de un futuro diferente, de gestión eficiente, que no cree en obediencias partidistas y banderas forzadas, sino en propuestas sustanciales. Votamos por el mejor, no por un color, porque votar por colores es lo que nos ha llevado a dónde estamos y es de aquí de donde queremos salir. Creemos en la institucionalidad como vía para lograr los objetivos, y no en la toma por manos propias de decisiones en abuso del ventajismo populistoide, que sirve para poco más que para tapar un hueco. El mensaje tiene que ser de cambio, y ya sabe usted lector, el nombre de quien mejor lo representa: ya hubo uno, que en su momento, se cargó a Goliat.
@weilmiguel
Sin embargo, hay un Municipio en el que la situación no es igual que en los demás. En El Hatillo son varios los candidatos de distintas organizaciones opositoras, lo que nos hace volver sobre un argumento que procuré tantear en tiempos de primarias. El Hatillo es uno de esos bastiones de la oposición; se gana por palo, tanto, que puede haber 3 candidatos de este lado, y el oficialista sale cuarto (o quinto). Como fortificación de la MUD, la elección de su Alcalde implica además de la determinación del jefe de esa administración local, un mensaje que desde algún cañón del fuerte hatillano lanza el electorado opositor. La decisión hatillana será, en alguna medida, una manifestación dentro de las fuerzas de la unidad, y no me refiero a los partidos, sino a la forma de hacer la política. Una expresión del qué queremos.
De los tres candidatos principales, David Smolansky propone soluciones prácticas y factibles que no se limitan a tapar un hueco con asfalto regalado, sino de trascendencia en la gestión administrativa local, de huella y de largo plazo, incluyendo propuestas de participación ciudadana con el aprovechamiento de las herramientas tecnológicas de nuestro siglo para solucionar problemas cotidianos. De los otros dos podemos decir que una tiene vínculos con un pasado estigmatizado, para bien o para mal, pero que no puede pasar desapercibido, sin contar que pertenece a la misma línea de quien actualmente ostenta el cargo, y sobre quien sobran las críticas por una desidia incomprensible. El otro, el misionero católico, ha hecho gala de todo lo que como oposición decimos repudiar: intolerancia, elitismo, aprovechamiento del partido al que pertenece solo ondeando la bandera de PJ sin coherencia con las ideas que esa bandera representa y en contradicción con lo que el liderazgo opositor pregona. Elías recurre al populismo barato, la cháchara por conveniencia, a la manifestación de tomar la justicia por manos propias y la entrega de dádivas como soluciones. En otras palabras, todo aquello que las ideas de progreso, planificación, Estado de Derecho y república que tanto extendemos procuran erradicar.
Se trata pues, no de votar por el partido por el que normalmente usted votaría, sino de enviar precisamente el mensaje contrario: aquí no votamos por colores a ciegas, somos una oposición que plantea la pluralidad y la deliberación como fundamento de la construcción de un futuro diferente, de gestión eficiente, que no cree en obediencias partidistas y banderas forzadas, sino en propuestas sustanciales. Votamos por el mejor, no por un color, porque votar por colores es lo que nos ha llevado a dónde estamos y es de aquí de donde queremos salir. Creemos en la institucionalidad como vía para lograr los objetivos, y no en la toma por manos propias de decisiones en abuso del ventajismo populistoide, que sirve para poco más que para tapar un hueco. El mensaje tiene que ser de cambio, y ya sabe usted lector, el nombre de quien mejor lo representa: ya hubo uno, que en su momento, se cargó a Goliat.
@weilmiguel
Los 4 mitos del abstencionista
ANGEL OROPEZA | EL UNIVERSAL
miércoles 4 de diciembre de 2013 12:00 AM
A pesar de sus diferencias entre sí, es posible elaborar un perfil de los argumentos y creencias típicas del abstencionista venezolano, esas personas que, la mayoría víctimas del cansancio, otras guiadas por su buena fe y unas pocas con evidentes intenciones políticas, manifiestan no querer votar en las cruciales elecciones del próximo domingo. A partir de esas creencias y alegatos, se puede construir una lista de los 4 principales mitos que alimentan la abstención tan anhelada por el gobierno, así como las respuestas y aclaratorias a tales ficciones electorales.
1. "En el CNE no se puede confiar, y por tanto lo mejor es no votar". La primera parte de la oración es cierta, y quizás es la única de las razones esgrimidas por los abstencionistas que no es un mito. Lamentablemente es verdad, y las encuestas así lo recogen. El CNE es cualquier cosa menos imparcial, y siempre va a jugar contra el pueblo. Pero su juego principal es precisamente que el pueblo no vote. Por tanto, caer en ese juego, es caer en la trampa.
2. "Votar no ha conducido hasta ahora nada". Falso. La única estrategia que ha significado crecimiento de la oposición, disminución del apoyo popular hacia el gobierno y acercarse cada vez más a la posibilidad real de un cambio político en Venezuela, es la estrategia de organización ciudadana, acumulación gradual de poder e insistencia en la vía electoral. Ahora que se está cada vez más cerca del objetivo, renunciar a esta estrategia es hacerle el juego al Gobierno, y es precisamente lo que él espera.
Toda la inmensa fuerza popular que se ha construido –y el gobierno de Maduro no puede decir lo mismo – ha sido hecha sobre organización y votos. El domingo es otro capítulo de la misma lucha. La oposición es hoy mayoría en el país, y tiene la oportunidad de demostrarlo de manera inequívoca y contundente. Además, ni el CNE ni las trampas soportan un diluvio de votos. De hecho, los abusos y las trampas se descubren porque votamos. Y eso es justamente lo que el Gobierno quisiera evitar.
3. "No es seguro que el voto sea secreto, y por tanto no es bueno arriesgarse". Falso. El 14A volvió a demostrar que el voto es secreto. Las persecuciones contra algunos funcionarios y trabajadores del Estado fue por "sospecha de haber votado" contra Maduro, lo que es una evidencia de la imposibilidad de "saber" por quién vota la gente. La propia conducta persecutoria del Gobierno es la mejor demostración que el voto es secreto, aunque quieran que la gente piense lo contrario para que se atemorice y se abstenga.
4. "No quiero que me roben mi voto". Este es uno de los mitos que más contribuyen con la abstención. Sin embargo, está más que demostrado que a nadie en Venezuela le roban su voto. Lo que el Gobierno hace es "inflar" sus propios votos mediante mecanismos fraudulentos. Así, por ejemplo, el 14A se demostró que a nadie que votó por Henrique Capriles le robaron o le cambiaron su voto. Los votos de Capriles que anunció el CNE son verdad. Lo que no es verdad es la votación de Maduro, y mucho de eso fue por usurpación de votantes, utilización del nombre de votantes fallecidos, votos asistidos, etc. ¿O por qué cree usted que el oficialismo se negó a que se pudieran ver y revisar los cuadernos de votación?
Por eso, frente al ventajismo electoral, hay que sacar la suficiente ventaja para contrarrestar el "inflado". El abultamiento de votos a favor de Maduro funcionó en abril –aunque no pudieron hacerlo más allá del 1% de diferencia- porque la ventaja opositora fue por muy poco margen. Pero esa es la mejor demostración de la capacidad limitada de las trampas electorales del Gobierno: a pesar de todo su poder, no pudieron ir más allá. Una votación amplia, que signifique una brecha contundente de la oposición, es sencillamente imposible de cambiar. De nuevo –y en eso hay que insistir hasta el cansancio- la única forma demostrada de combatir la trampa es votando. El único voto que se pueden "robar" es el que tú no emites, porque todo espacio en blanco que se deje en los cuadernos de votación es potencialmente expropiable por el Gobierno para sí.
La oligarquía madurista sueña con que la gente se abstenga. Esa es su mayor esperanza. Por eso juega a estimular la abstención, reforzando los mitos electorales que la alimentan. Si bien es cierto que las elecciones en Venezuela se dan en condiciones de grosero ventajismo, desigualdad y obscena corrupción por parte del Gobierno, también es cierto que las trampas electorales se pueden enfrentar y minimizar con 2 herramientas principales: 1) una participación masiva, que permita una victoria tan contundente y con tanto margen, que haga infructuoso el "inflado artificial de votos" como el que se practicó el pasado 14 A para darle un triunfo ilegítimo al candidato Maduro, y 2) una organización popular que se traduzca en una efectiva vigilancia y contraloría ciudadana de todo el proceso electoral, pero especialmente de los núcleos tramposos cada vez mejor identificados.
@angeloropeza182
1. "En el CNE no se puede confiar, y por tanto lo mejor es no votar". La primera parte de la oración es cierta, y quizás es la única de las razones esgrimidas por los abstencionistas que no es un mito. Lamentablemente es verdad, y las encuestas así lo recogen. El CNE es cualquier cosa menos imparcial, y siempre va a jugar contra el pueblo. Pero su juego principal es precisamente que el pueblo no vote. Por tanto, caer en ese juego, es caer en la trampa.
2. "Votar no ha conducido hasta ahora nada". Falso. La única estrategia que ha significado crecimiento de la oposición, disminución del apoyo popular hacia el gobierno y acercarse cada vez más a la posibilidad real de un cambio político en Venezuela, es la estrategia de organización ciudadana, acumulación gradual de poder e insistencia en la vía electoral. Ahora que se está cada vez más cerca del objetivo, renunciar a esta estrategia es hacerle el juego al Gobierno, y es precisamente lo que él espera.
Toda la inmensa fuerza popular que se ha construido –y el gobierno de Maduro no puede decir lo mismo – ha sido hecha sobre organización y votos. El domingo es otro capítulo de la misma lucha. La oposición es hoy mayoría en el país, y tiene la oportunidad de demostrarlo de manera inequívoca y contundente. Además, ni el CNE ni las trampas soportan un diluvio de votos. De hecho, los abusos y las trampas se descubren porque votamos. Y eso es justamente lo que el Gobierno quisiera evitar.
3. "No es seguro que el voto sea secreto, y por tanto no es bueno arriesgarse". Falso. El 14A volvió a demostrar que el voto es secreto. Las persecuciones contra algunos funcionarios y trabajadores del Estado fue por "sospecha de haber votado" contra Maduro, lo que es una evidencia de la imposibilidad de "saber" por quién vota la gente. La propia conducta persecutoria del Gobierno es la mejor demostración que el voto es secreto, aunque quieran que la gente piense lo contrario para que se atemorice y se abstenga.
4. "No quiero que me roben mi voto". Este es uno de los mitos que más contribuyen con la abstención. Sin embargo, está más que demostrado que a nadie en Venezuela le roban su voto. Lo que el Gobierno hace es "inflar" sus propios votos mediante mecanismos fraudulentos. Así, por ejemplo, el 14A se demostró que a nadie que votó por Henrique Capriles le robaron o le cambiaron su voto. Los votos de Capriles que anunció el CNE son verdad. Lo que no es verdad es la votación de Maduro, y mucho de eso fue por usurpación de votantes, utilización del nombre de votantes fallecidos, votos asistidos, etc. ¿O por qué cree usted que el oficialismo se negó a que se pudieran ver y revisar los cuadernos de votación?
Por eso, frente al ventajismo electoral, hay que sacar la suficiente ventaja para contrarrestar el "inflado". El abultamiento de votos a favor de Maduro funcionó en abril –aunque no pudieron hacerlo más allá del 1% de diferencia- porque la ventaja opositora fue por muy poco margen. Pero esa es la mejor demostración de la capacidad limitada de las trampas electorales del Gobierno: a pesar de todo su poder, no pudieron ir más allá. Una votación amplia, que signifique una brecha contundente de la oposición, es sencillamente imposible de cambiar. De nuevo –y en eso hay que insistir hasta el cansancio- la única forma demostrada de combatir la trampa es votando. El único voto que se pueden "robar" es el que tú no emites, porque todo espacio en blanco que se deje en los cuadernos de votación es potencialmente expropiable por el Gobierno para sí.
La oligarquía madurista sueña con que la gente se abstenga. Esa es su mayor esperanza. Por eso juega a estimular la abstención, reforzando los mitos electorales que la alimentan. Si bien es cierto que las elecciones en Venezuela se dan en condiciones de grosero ventajismo, desigualdad y obscena corrupción por parte del Gobierno, también es cierto que las trampas electorales se pueden enfrentar y minimizar con 2 herramientas principales: 1) una participación masiva, que permita una victoria tan contundente y con tanto margen, que haga infructuoso el "inflado artificial de votos" como el que se practicó el pasado 14 A para darle un triunfo ilegítimo al candidato Maduro, y 2) una organización popular que se traduzca en una efectiva vigilancia y contraloría ciudadana de todo el proceso electoral, pero especialmente de los núcleos tramposos cada vez mejor identificados.
@angeloropeza182
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