Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 27 de julio de 2014

Soy caraqueña de nacimiento y corazón, y celebro el 447 aniversario de mi ciudad

BILLO'S CARACAS BOYS.- CANTO A CARACAS ... - YouTube


  1. www.youtube.com/watch?v=WZOH6Pn262E

    25/7/2010 - Subido por mrarmandomusical
    De las bellas canciones que el maestro Billo le compuso aCaracas, es quizás la más bonita. "CANTO A CARACAS ...

La Lupe "Mensaje a Juan Vicente" junto a el ... - YouTube

www.youtube.com/watch?v=RMqkcOFdQDc

4/4/2012 - Subido por Ricardo Toro
Este numero lo compuso el Maestro Billo en homenaje a el Maestro Juan Vicente Torrealba para la ...

Han cambiado mi Caracas, compañero

“Swing con son”, 2008
Afiche del documental “Swing con son”
El documental venezolano “Swing con son” (Rafael Marziano, 2008) va lentamente tejiendo el ánimo de Caracas: cuenta la historia del maestro Luis María Frómeta, “Billo”, y con ella la de un gentilicio, una ciudad, un país

La novela Volver de la norteamericana Toni Morrison comienza así: “Esta casa ¿de quién es?/ ¿De quién es la noche que impide que entre la luz? (…) Mía no es. / Yo soñé otra, más acogedora, más luminosa (…) / Es extraña esta casa. / Sus sombras mienten. / Di, contesta, ¿por qué entra mi llave en la cerradura?”.
Caracas es una gran ciudad. O al menos lo fue. Lo tiene todo para serlo: fundada en un valle hermoso, tiene al norte esa montaña maravillosa, que nos vela las playas, pero solo lo suficiente; la atraviesa un río, hay espacio para el extranjero y su cultura. Caracas entró a la modernidad con paso pronto, firme, mirando a Europa en medio de este trópico gozón y despreocupado. Y la música que vendría en el siglo XX con un personaje que pudo haber nacido acá, porque allá de donde es nadie sabe de él, haría efervescer un espíritu de fiesta que no se aplacaría por nada.
Un hombre, una ciudad, una película
El documental venezolano Swing con son (Rafael Marziano, 2008) cuenta la historia del maestro Luis María Frómeta, “Billo”, y con ella la de una ciudad y un país, un gentilicio. Caridad Canelón, el corifeo de la historia, presenta los lugares, los personajes, las canciones desde un estudio de grabación donde se irá encontrando con los músicos –y se da allí una gran escena en la que intentan grabar Luna caraqueña, pero la canción se les resiste–. Recorremos brevemente los datos más conocidos de la vida y obra de Billo en una primera parte, con entrevistas a músicos y melómanos. Continúa una secuencia en la que seguimos a Rafa Galindo por las calles de San Martín y el centro, donde solía existir el Roof Garden, lugar predilecto para las presentaciones de la orquesta más famosa de la ciudad. Galindo nos guía cual Virgilio por los callejones de la Caracas actual (al menos la de hace diez años, aproximadamente) y sin que se muestre, vemos también con él a la orquesta tocando, la gente bailando. “Esta casa, ¿de quién es? (…) Mía no es”, dice Morrison al comienzo de la novela, e imagino a Rafa Galindo ante el salón vacío del antiguo Roof Garden preguntarse lo mismo. En algún momento suena “Caracas vieja, la de rejas discretas, Caracas vieja, la de dulce canción, contigo llevas mis más tiernos recuerdos” y de inmediato esa nostalgia se transforma en la bulla, rumba y goce que venía con cualquiera de los merengues de Billo.  Swing con son va lentamente tejiendo el ánimo de Caracas. “El espíritu de la Billo’s era el espíritu de toda la ciudad”, sentencia Canelón.
La historia continúa con un acercamiento a un Billo un tanto menos conocido, el de los billólogos, en especial los del programa de radio Guarachando. Ese Billo más cercano a lo académico, el de esas composiciones que solo pueden provenir del conocimiento musical clásico, el jazz, el son cubano; y además el gran observador, el hombre de la intuición que supo tomarle el pulso a una sociedad como la nuestra. Su música logró entre tantas cosas uno de los ideales románticos que más de uno se dice desear: no tener clase social. Y es precisamente aquí donde se torna peliagudo el asunto: Billo, un preclaro, compone El son se fue de Cuba, una canción abiertamente anticastrista, en medio de una Venezuela cuyos intelectuales recibieron la llegada de Fidel Castro con entusiasmo y alegría.
Estamos a punto de empezar a escuchar el programa Guarachando cuando es interrumpido por una cadena presidencial. Pero no importa. La cadena a su vez es interrumpida de manera intermitente en esta escena por la presentación en vivo de la Billo’s con la canción Los cadetes: la gente baila, la orquesta toca; la cadena aparece y desaparece. Como en un mosaico de Billo —bolero, ritmo africano, bolero, rumba y conga— los opuestos se intercalan. Dolor, rabia y despecho seguidos de la alegría y el júbilo de la fiesta. Como si Caracas estuviese hecha de ambos: “los latinoamericanos tocamos las penas en un tono de alegría”, se comenta en la película. Y si algo hizo a Caracas fue la música de Billo.
La casa, la noche, la luz
Swing con son cierra con un mosaico, como todas las fiestas, después de haber recorrido los momentos más importantes de la vida de un hombre y de una ciudad. No deja nada por fuera: la investigación profunda y la reflexión están allí. Influencias del maestro, menciones a sus músicos –incluido el recientemente fallecido Renato Capriles–, Billo y el béisbol, un capítulo revelador en Santo Domingo, y lo que significaba para cualquier caraqueño asistir a una bailanta con la orquesta. Y para aquellos a los que las palabras cine nacional les engrincha porque les recuerda a una época de baja calidad de imagen y sonido, Swing con son sería una grata sorpresa: la banda sonora, incluyendo material de archivo antiguo, está en un clarísimo 5.1. María Rivas acompaña los créditos.  
Caracas, la de rejas indiscretas, es nuestra casa, anochecida, extraña, oscura. Sus sombras mienten. Ha cambiado. “¿Por qué entra mi llave en la cerradura?”. No lo sé. Tal vez porque se sigue bailando, aunque el son se haya ido de aquí también.

Caracas bajo el manto de la Virgen

“Nuestra Señora de Caracas”, anónimo, ca. 1766. Colección Alcaldía del Municipio Libertador, Caracas. / Según el historiador Carlos F. Duarte 1952 el cuadro fue sometido una restauración poco acertada que modificó totalmente la capa pictórica
“Nuestra Señora de Caracas”, anónimo, ca. 1766. Colección Alcaldía del Municipio Libertador, Caracas. / Según el historiador Carlos F. Duarte 1952 el cuadro fue sometido una restauración poco acertada que modificó totalmente la capa pictórica
En siglo XVIII caraqueño contó con una protección divina y particular, la de Nuestra Señora de Caracas. Una iconografía mariana levantada sobre la ciudad de los techos rojos para cobijarla y custodiarle sus momentos de esplendor

En Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela el cronista José de Oviedo y Baños dejó asentado las primeras notas sobre los criterios fundacionales que rodearon al nacimiento de nuestra ciudad de Caracas; con una señuela descripción en 1723 especificó que había sido levantada sobre “un hermoso valle, tan fértil como alegre, y tan ameno como deleitable”. Era un lugar de asentamiento, de clima amable –por lo tanto de suelos fértiles–; Santiago de León de Caracas era placentera hasta para el extranjero más frío y, por ende, deseada para hacer vida.
Por otra parte, nuestra historia registra a la segunda mitad del siglo XVIII como un momento en que la Provincia de Venezuela estaba saboreando esplendor: los pobladores caraqueños habían superado los estragos del funesto terremoto de 1641, se presentía un especial resurgir económico gracias al establecimiento de la Compañía Guipuzcoana y, a partir de ese intercambio comercial, el criollo estaba teniendo cada vez mayores influencias cultures de ultramar y, por supuesto, de los virreinatos.
Ese esplendor y esta ciudad ideal debían ser protegidos. Así que sus habitantes debieron encomendarse al amparo de una figura mariana magnánima que custodiara su vida, su familia, sus riquezas, su ciudad: esa figura sería Nuestra Señora de Caracas. Pero este hecho no se asienta sobre un origen azaroso, al contrario, obedeció a una Orden Real: en enero de 1766 el obispo Antonio Diez Madroñero decretó que las calles y cuadras de la ciudad colonial debían llevar nombres que refiriesen a la vida de Cristo o de la Virgen. Sus habitantes además debían escoger una patrona o un patrón para sus casas habilitando nichos donde ubicar a la imagen venerada. Así pues Nuestra Señora de Caracas –era de esperarse– fue ubicada en la cuadra donde se localizaba la Catedral. Con mayor detalle explica el historiador del arte Carlos F. Duarte: “En la esquina de la plaza, frente a la torre, se levantaba un pabellón de dos pisos en el que se alojaba el ‘cuerpo de guardia de oficiales y debajo el de soldados’, tal como figura descrito en el plano de la Plaza Mayor, de 1756, y tal como aparece en el cuadro en cuestión. En este pabellón, y según las indicaciones del cronista Arístides Rojas, se hallaba el cuadro de Nuestra Señora de Caracas, en un nicho exterior.”
La iconografía de Nuestra Señora de Caracas
La representación más antigua de la Virgen de Caracas remite a un lienzo encolado a una tabla de madera de cedro, titulado Nuestra Señora de Caracas, y que Carlos F. Duarte llegó a atribuir al maestro de pintor Juan Pedro López. Sin embargo, al no estar firmada (algo habitual en la Colonia) y no tener precisa la data de creación su autoría permanece en discusión. Pero el cuadro arroja un dato curioso y es que esta iconografía permite regresar en el tiempo sobre una Caracas borbónica bastante protegida por la intersección celestial católica. El que acá hacemos referencia ofrece la primera proyección en perspectiva de Caracas y tiene una composición directa y elocuente: la vista es panorámica y su eje central está marcado por la Catedral, en el centro vemos la Plaza Mayor y alrededor se crece la ciudad en perfectos cuadrantes obedientes al trazado de damero.
La obra la divide una línea horizontal que separa cuerpo celestial y cuerpo terrestre: los protectores suman un repertorio amplio de personajes pero vienen encabezados por la guardiana mayor. Esta hermosa Virgen de Caracas está sentada sobre una nube, que en postura apacible y con los ademanes en sus manos que connotan ser una figura divina, permite que los querubines que la rodean la coronen y la envuelvan en filacterias. A su lado izquierdo vemos a Santa Ana, patrona de la Catedral, y Santiago Apóstol, patrono de la ciudad desde que fue fundada en 1567.  A la derecha de la Virgen de Caracas vemos a Santa Rosa de Lima, Santa Rosalía de Palermo y a sus pies arcángeles, entre ellos a San Rafael.
Para muchos de nosotros no es común escuchar que se venere a la Virgen de Caracas. Comenta Duarte que fue una iconografía con poca difusión pues no se menciona en demasiados documentos. No obstante esta figura mariana es otro elemento que permite dar cuenta y hacer registro de los primeras vivencias de una Santiago León de Caracas que se añora, que cultivaba valores de crecimiento pero que, sin duda, siempre ha requerido de protecciones divinas.  

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