Camino hacia el sueño chino se construye con reformas amplias y graduales
En un proceso de transformación sin precedentes, China intenta dar los pasos para alcanzar una sociedad modestamente acomodada
Una fila de BMW, Audi y Lexus estacionados en la calle. Tiendas Dolce & Gabbana, Louis Vuitton y Gucci para escoger. El metro cuadrado de un apartamento con vista al mar vale 8.000 dólares. No se trata de Montecarlo ni de Miami. Es una postal de Qingdao, un próspero puerto de China, bañado por el mar Amarillo.
15 kilómetros tierra adentro otra realidad: un matrimonio de jubilados muestra la vivienda social de 40 metros cuadrados que les entregó el gobierno y donde se mantienen con 1.700 yuanes (272 dólares) que reciben al mes.
De seguro, todos viven mejor de lo que vivían sus padres gracias a las tasas sostenidas de crecimiento de 10% promedio durante los últimos 35 años, pero el desarrollo acelerado también ha dejado expuesta la desigualdad entre quienes reciben los dividendos de la segunda economía del mundo y quienes no. Algo intolerable para un gobierno que se define comunista. “Es como un niño que crece muy rápido y no se le ajusta la ropa, por lo cual se empieza a rasgar”, indica Sun Jingson, académica de la Escuela Central del Partido Comunista Chino.
Hace siete meses el Tercer Pleno del Comité del Partido Comunista Chino lanzó un paquete sin precedentes de 330 reformas, que tocan prácticamente todos los ámbitos. Desde relajar la política del hijo único y acabar con los campos de reeducación, hasta flexibilizar el control del tipo de cambio y las restricciones a la inversión extranjera en activos chinos.
Según el gobierno de Xi Jinping, la implementación de estas reformas hacia 2020 deben transformar esta economía industrial y basada en las exportaciones en una más enfocada en el consumo interno y los servicios, que sea capaz de ir creando millones de puestos de trabajo al año y no seguir dañando el medio ambiente.
La fórmula es hacer retroceder a la planificación central y dar más y más espacio al mercado –“decisivo” en palabras del propio Xi–, a las ciudades y a los negocios privados para que puedan crecer, experimentar e innovar.
Todo este proceso debe hacerse sin afectar la estabilidad política y manteniendo el liderazgo del Partido Comunista, que cada vez más parece depositar su legitimidad en los dividendos tangibles de sus políticas económicas, aparte de su historia patriótica.
Desde el inicio de las reformas de 1978 bajo la gestión de Deng Xiaoping, más de 600 millones de personas se han integrado a la clase media y desde 1949, año de fundación de la República Popular, la esperanza de vida ha pasado de 35 años a los 75 actuales. En el mismo período, la población subió de 450 a 1.300 millones.
Valores chinos. Las autoridades tejieron un sofisticado discurso que mezcla ideales propios de la cultura china, como el valor de la armonía, con elementos destinados a hacer vibrar la fibra del orgullo nacional.
Se trata del sueño chino que es un enriquecimiento conjunto, como explica la profesora Sun, donde la aspiración es que para 2020 China se convierta en una sociedad modestamente acomodada. Eso significa un PIB per cápita de entre 8.000 y 10.000 dólares anuales, es decir, duplicar lo que había en 2010, año que se toma como base de referencia.
Una sociedad modestamente acomodada requiere una mejora integral de la calidad de vida de los 1.300 millones de chinos.
También hay una cruzada para atacar la corrupción a todo nivel, de “tigres y moscas”, que hoy es muy popular entre la gente y a la vez útil para ir contra sectores que se puedan oponer a las reformas.
Primero el yuan. De todas las propuestas que tiene para implementar el gobierno, las financieras son las primeras que están en marcha. Quizás por ser las más fáciles de implementar o las más urgentes, frente a una economía que está bajando su ritmo de crecimiento a una tasa de 7,5% para este año y que podría ser menos.
La más crucial hasta el momento es la expansión de la banda de flotación del yuan. La lógica es que se produzca una apreciación de la moneda –por años se acusó a China de mantener el tipo de cambio artificialmente bajo– y que las inversiones se orienten a negocios ligados a satisfacer el consumo interno.
Hacen parte del paquete de reformas, el alivio de las restricciones a las inversiones extranjeras en activos chinos y la creciente utilización de la moneda local en intercambios directos con países muy cercanos en distintos continentes
Otras medidas como la eliminación de una garantía implícita del gobierno para las grandes compañías estatales, el aumento de los impuestos sobre las utilidades a las compañías públicas o la apertura de sectores como el bancario todavía parecen estar lejos.
Donde aún falta avanzar sería en la relajación de las restricciones al permiso de residencia o hukou, clave en medio del titánico proceso de urbanización, que tiene convertida a la grúa de construcción en el ícono de este país.
A través del hukou se evita que los campesinos inunden las ciudades sin control y se regula su traslado de forma ordenada, con el fin de despejar tierras agrícolas y aumentar la base de consumidores en una economía que busca expandir el sector de los servicios.
Gestión de reformas. “China toma muy en cuenta su propia experiencia de cambios de timón abrupto de los años cincuenta y sesenta, sobradamente conocidos, y especialmente el desastre de la URSS, que hizo reformas radicales de manera abrupta que acabaron por disolver su Estado”, sostiene Augusto Soto, sinólogo de la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas de Barcelona.
En efecto, muy abiertos a criticar desastrosas políticas de cambios radicales del patriarca Mao Zedong, como el “Gran salto adelante” o la “Revolución cultural”, cuando a los oficiales del PC Chino se les pregunta por el fracaso de la Unión Soviética, el diagnóstico es el mismo: mala administración, poca preocupación por la gente y cambios vertiginosos.
Cualquiera de esas prácticas alejaría el “Sueño chino” de su meta fijada para seis años más. Y hoy parece no haber margen para equivocaciones.
En medio de este proceso se ha citado mucho a Deng con su frase de que “hay que cruzar el río palpando las piedras”. En particular, cuando ese río para la China actual es más profundo que si hubiera sido cruzado hace 30 años y tiene un mayor caudal gracias al afluente del mercado.
El giro en la economía
Las fábricas de China por más de 20 años han conquistado la economía mundial vendiendo productos a bajo precio pero, según un artículo del diario El País de España, ese modelo parece tener los días contados porque China exporta cada vez más productos del extranjero y no solo, como solía hacerlo, para asegurarse materias primas suficientes para su suministro interno.
Las fábricas de China por más de 20 años han conquistado la economía mundial vendiendo productos a bajo precio pero, según un artículo del diario El País de España, ese modelo parece tener los días contados porque China exporta cada vez más productos del extranjero y no solo, como solía hacerlo, para asegurarse materias primas suficientes para su suministro interno.
Lo que sucede es que la realidad económica de China ha cambiado, destacó el rotativo. El país se ha convertido en la segunda economía mundial, lo que ha afectado a sus empresas, que toman la bandera de la globalización y el liderazgo en la inversión.
Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico en 2013 las empresas chinas invirtieron 73.000 millones de dólares en el exterior, un aumento de 17% respecto al año anterior y multiplica por 36 veces lo que invertía el país hace apenas 10 años, destacó el periódico.
China se ha convertido en el tercer país emisor de inversión extranjera directa, solo detrás de Estados Unidos y de Japón.
El estallido de la crisis financiera internacional dio un giro a partir de 2008. “Los flujos de inversión china se han dirigido cada vez más hacia Europa y al norte de América”, según la consultora económica Rhodium Group.
El cambio en el modelo de China donde el ritmo de crecimiento se ha ralentizado, fuerza a las empresas a buscar mercados afuera. Otra razón es que las marcas chinas carecen en muchas ocasiones de reconocimiento en el mercado occidental y sus productos suscitan dudas sobre su calidad, por lo que bastantes empresas aprovechan la experiencia internacional de otras marcas más conocidas para expandir su negocio, destacó el artículo.
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