Los Jesuitas
“Las instituciones son copia reducida del medio donde nacen, y son aceptadas en la medida en que exista conformidad entre la realidad con sus conflictos perennes y la propuesta que surge de aquellas”. Alejo Urdaneta escribe sobre la orden de la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola
“Ad majorem Dei gloriam”. Esta frase extraída de sus Constituciones sintetiza la ideología de la Compañía de Jesús, surgida como la orden religiosa emblemática de la Contra-Reforma y de la reforma católica, a comienzos del siglo XVI. Creada por Ignacio de Loyola en 1534 con la participación de algunos comulgantes, fue fundada oficialmente por el Papa Paul III, en 1540. A partir de entonces y no obstante los obstáculos que tuvo que superar, conoció rápidamente un desarrollo notable.
Las instituciones son copia reducida del medio donde nacen, y son aceptadas en la medida en que exista conformidad entre la realidad con sus conflictos perennes y la propuesta que surge de aquellas.
Ignacio de Loyola había sido militar de vocación arraigada, y refundió en la creación de la Compañía de Jesús la tendencia de lucha y enfrentamiento que se proponía para reemplazar las formas del culto y su inserción en el medio de su época. Pero supo adaptar a su ideología de acción el carácter religioso de la doctrina católica.
Desde su origen, la Compañía de Jesús tuvo una estructura hiératica, muy centralizada y directamente sometida al Papa, y el papel concedido a clérigos regulares fue y ha sido la evangelización de los infieles y la conversión de los herejes. Esta actividad misionera que no cesa de extenderse y diversificarse, se ha expandido en todos los continentes. En India, o Japón, en China, en Suramérica y en Canadá, están lo Jesuítas con su fórmula: “Faites-vous tout ä toutes”. El contacto es hacia el otro diferente en el dogma y las costumbres, y por esa razón ese contacto implica el conocimiento de la profundidad de la cultura y el pensamiento de ese otro al cual debe dedicarse la doctrina: “L’acces á la verité est conditionné par la rencontré de l’autre”(Michel de Certeu. 1983).
Muy pronto la Compañía se vuelca a otras actividades de enseñanza, concebidas como un medio de luchar contra la expansión del Protestantismo. Desde 1548, la Orden funda colegios en todo el mundo y dispensa un aprendizaje de alta calidad: una cultura humanística en la que el latín ocupa lugar de importancia. Pero, además, las ciencias y la filosofía han sido atendidas y motivo de estudio, con el añadido de la moral cristiana y de una disciplina inteligente. Tales innovaciones y esa pedagogía tan amplia fue el resultado en el tiempo de una participación activa en las clases sociales dirigentes.
El racionalismo de origen protestante operaba activamente para satisfacer las necesidades emergentes, y esta circunstancia condujo al Fundador a otorgarle a la Compañía carácter político dentro de una organización con tintes militares: “Milicia de Jesús”, “Compañía”, “Superior General”. No rehuyó el contacto del mundo, como lo hacían comunidades religiosas que se asentaban esencialmente en la contemplación mística, pero tampoco descuidó el valor de la teología ortodoxa. La congregación ignacianasupo aprovechar con fines prácticos las posibilidades existentes en doctrinas, instituciones o circunstancias, aunque no fuesen afines a las ideas que planteaba en el sistema doctrinal. El posibilismo se sustituyó a la intransigencia, la razón al sentimiento, cuando también en la Iglesia ya se insinuaba el ambiente del racionalismo. La Compañía conservó la estructura externa que amparaba la idea de infalibilidad por su estricta rigidez, pero atendió el sentido finalista de sentido práctico que servía a las ideas del dogma.
Piedad como entrega ciega al principio de colaboración, y también razón y examen sobre los sentimientos. Los Ejercicios Espirituales contienen el significado de lucha, antes que el contemplativo. Constituye el ejercicio del entendimiento y la memoria: un examen sicológico que suple al éxtasis inspirador.
Es notable la diferencia entre los Ejercicios de Ignacio y La Imitación de Kempis. Para la nueva sociedad era necesario el criterio de utilidad aun en las reglas de la conciencia.
No puede eludir la Compañía de Jesús la imagen de la Institución como orden intelectual. Misioneros y pedagogos, fueron, ayer como hoy, teólogos, matemáticos, astrónomos y exégetas, y también artistas de la pintura y músicos. La obra intelectual de los Jesuítas ha marcado épocas y son referencia de creatividad. La búsqueda de Dios pasa por el camino del conocimiento.
Triunfos incomparables ha obtenido en la historia, pero también han conocido persecución, derrotas y exilio. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la Compañía de Jesús ha padecido el exilio de la mayoría de los reinos de Europa, antes de ser decretada su disolución por el Papa Clemente XIV en 1814. La actividad misionera de la Congregación ha sufrido ataques en toda su historia. Se ha forjado en torno a ella una “leyenda negra”, al atribuírsele un espíritu engañoso ejercido en secreto. Por haber sido confesores de monarcas y dirigentes políticos, se ha tramado contra los Jesuítas la idea de que son regicidas o han conspirado contra el poder político. La comparación con los Jansenistas ha estado presente con el fin de acusarlos de laxos con la práctica de la moral cristiana, reaccionaria o revolucionaria, por distintas autoridades de gobierno y de la jerarquía eclesiástica.
Lejos de la soledad contemplativa, los Jesuitas han elegido la acción en el corazón del mundo y en medio de los hombres. La línea de la empresa de la Compañía se dirige dentro de la pesada y problemática esencia de la vida
“Para poner en movimiento la cosa, / tan pequeña en apariencia / como lo es una actividad humana, / solamente basta el incentivo / de un resultado indestructible”
(Teilhard de Chardin)
Obras consultadas
Lugones, Leopoldo: El Imperio Jesuítico. Biblioteca personal Jorge Luis Borges, N° 28. Hyspamérica, edición exclusiva para Ediciones Orbis, S.A. Barcelona, 1987.
Robion, Claude.Marie. Les jesuites. Editions de La Martiniére. Les Voix de la sagesse. Paris, 2004.
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