maduro_980x600_afp (2)

Cuando parece que ya nada puede ir a peor en Venezuela, Nicolás Maduro logra elevar la tensión con iniciativas alarmantes. A punto de conseguir poderes especiales que le permitirán gobernar por decreto, el presidente venezolano ha emprendido una guerra contra los comerciantes, a quienes responsabiliza de la elevada inflación y el desabastecimiento que padece la población. En los últimos días, Maduro ha ordenado la ocupación de cientos de tiendas en todo el país y las ha obligado a liquidar sus existencias a precios reducidos, fijados por el Gobierno. Empezó con los electrodomésticos y en la mira están los repuestos de automóviles, la ropa y los juguetes. Como era de esperar, la iniciativa se ha visto coronada con altercados y pillaje. Cerca de un centenar de “capitalistas parásitos” han sido detenidos.
El objetivo de la cruzada, ha dicho Maduro, es defender al pueblo de los acaparadores. Pero esa explicación difícilmente se sostiene. En primer lugar, porque el desabastecimiento más grave y crónico afecta a los alimentos y otros artículos de primera necesidad. Y, después, porque es evidente que, lejos de garantizar el suministro, esta oleada de intervenciones va a causar justamente lo contrario: los comerciantes, de hecho, ya han alertado de que se avecinan cierres en cadena.
La verdadera razón es más prosaica: el 8 de diciembre se celebran elecciones municipales y, después de su ajustada (y cuestionada) victoria en las presidenciales de abril, Maduro necesita revalidarse y reforzar su posición dentro del chavismo. En su búsqueda desesperada del voto, esta vez no solo engrasa la maquinaria clientelista con fondos públicos, sino que directamente reparte “gangas” ajenas, como un Robin Hood caribeño. Claro que algunos analistas han preferido recordar al dictador de Zimbabue, Robert Mugabe, que declaró ilegal la inflación.
Que una potencia petrolera sufra escasez de divisas, una inflación anual del 54%, y el hundimiento del aparato productivo no es culpa de los vendedores de lavadoras, sino el resultado de tres lustros de una gestión económica disparatada. En lugar de atajar las causas, Maduro va a ahondar en ellas, ahora sin intervención parlamentaria: ya ha anunciado que limitará por ley los precios y las ganancias de las empresas, y endurecerá el control de cambios (aparte de instalar sistemas antiaéreos en los barrios para protegerlos del enemigo imperialista). El drama continúa.