08.09.14.- Homilía en la Misa de la Fiesta de la natividad de la Virgen María: "Como María,
dejemos que Dios camine con nosotros"
Reflexionando sobre la historia de María, preguntémonos si
dejamos a Dios que camine con nosotros.
Es lo que ha afirmado Papa Francisco esta mañana en la Casa Santa Marta, en la Fiesta
de la Natividad de la Virgen. El Pontífice ha destacado que Dios está en “las cosas
grandes” pero también en las pequeñas y que tiene “la paciencia” de caminar
con nosotros, aunque seamos pecadores.
En el día en el que se celebra la Natividad de María, Papa Francisco ha ofrecido su
meditación sobre
la Creación y el camino que Dios hace con nosotros en la historia. Cuando leemos el libro del
Génesis, observó, “existe el peligro de pensar que Dios fue un mago” que hacía las cosas “con
una varita mágica”. Pero, advirtió “no fue así”, porque “Dios ha hecho las cosas” y las “ha dejado
funcionar con leyes internas, interiores que Él ha dado a cada una, para que se desarrollasen, para
que llegasen a la plenitud”. El Señor, añadió, “ha dado autonomía a las cosas del universo, pero
no independencia”.
“Porque Dios no es un mago, ¡es un creador! Pero cuando al sexto día, de ese relato, llega la
creación del hombre, le da otra autonomía, un poco distinta, pero no independiente: una
autonomía que es la libertad. Y le dice al hombre que vaya adelante en la historia, lo hace
responsable de la creación, para que dominase lo creado, para que lo llevase adelante y así
llegase a la plenitud de los tiempos.
¿Y cuál era la plenitud de los tiempos? Lo que Él tenía en el corazón: la llegada de su Hijo.
Porque Dios, hemos escuchado a Pablo, nos ha predestinado, a todos, a ser conforme a
la imagen del Hijo”.
Y esto, afirmó, “es el camino de la humanidad, es el camino del hombre. Dios quería que
nosotros fuésemos como su Hijo y que su Hijo fuese como nosotros”. El Papa ha dirigido su
pensamiento a la cita del Evangelio de hoy que narra la genealogía de Jesús. En “esta lista,
destacó, hay santos y pecadores, pero la historia sigue porque Dios ha querido que los hombres
fuesen libres”. Y si es verdad que cuando el hombre “ha usado mal su libertad, Dios lo expulsó
del Paraíso”, también “le ha hecho una promesa y el hombre salió del Paraíso con esperanza.
¡Pecador, pero con esperanza!”.
“Su camino, afirmó, no lo hicieron solos: Dios caminaba con ellos. Porque Dios hizo una opción:
hizo una opción por el tiempo, no por el momento. Es el Dios del tiempo, es el Dios de la historia,
es el Dios que camina con sus hijos”. Y esto hasta llegar “a la plenitud de los tiempos” cuando
su Hijo se hace hombre. Dios, afirmó de nuevo, “camina con los justos y con los pecadores”.
Camina “con todos, para llegar al encuentro, al encuentro definitivo del hombre con Él”.
El Evangelio, dijo de nuevo, termina esta historia de siglos “en una cosa pequeña, en un pequeño
pueblo”, con José y María. “El Dios de la gran historia, reveló, es también el Dios de la pequeña
historia, allí, porque quiere caminar con todos”. Francisco citó a Santo Tomás, donde afirma:
“no os asustéis de las cosas grandes, pero cuando os dais cuenta de las cosas pequeñas, esto
es divino”. “Y así es Dios, retomó el Papa, está en las cosas grandes”, pero también en las
pequeñas.
“Y el Señor que camina con nosotros es también el Señor de la paciencia. La paciencia de Dios. La
paciencia que ha tenido con todas estas generaciones. Con todas estas personas que han vivido
sus historias de gracia y de pecado, Dios es paciente. Dios camina con nosotros, porque Él quiere
que todos lleguemos a ser imagen de Su Hijo. Y desde el momento que nos ha dado la libertad
en la creación, no la independencia, hasta hoy, continua caminando con nosotros”.
Y así, por tanto, “llegamos a María”. Hoy, dijo el Papa, “estamos en la antecámara de esta
historia: el nacimiento de María”. Y “pidamos en la oración que el Señor nos dé la unidad para
caminar juntos y paz en el corazón. Es la gracia de hoy”.
“Hoy podemos mirar a la Virgen, pequeña, santa, sin pecado, pura, elegida para ser la Madre
de Dios y también miremos la historia que es detrás, tan larga, de siglos y preguntarnos:
¿Cómo camino yo en mi historia? ¿Dejo que Dios camine conmigo?¿Dejo que dios camine conmigo
o quiero caminar solo? ¿Dejo que Él me acaricie, me ayude, me perdone, me lleve adelante
para llegar al encuentro con Jesucristo?’. Este será el fin de nuestro camino: encontrarnos con
el Señor. Esta pregunta nos hará bien hoy: ‘¿Dejo que Dios tenga paciencia conmigo?’. Y así,
mirando esta historia grande y también este pequeño pueblo, podemos alabar al Señor y pedirle
humildemente que nos dé la paz del corazón que solo Él puede darnos, que sólo nos da cuando
le dejamos caminar junto a nosotros”.
Francisco: 'Es hora que los jefes religiosos cooperen para la paz'
Reflexionando sobre la historia de María, preguntémonos si
dejamos a Dios que camine con nosotros.
Es lo que ha afirmado Papa Francisco esta mañana en la Casa Santa Marta, en la Fiesta
de la Natividad de la Virgen. El Pontífice ha destacado que Dios está en “las cosas
grandes” pero también en las pequeñas y que tiene “la paciencia” de caminar
con nosotros, aunque seamos pecadores.
En el día en el que se celebra la Natividad de María, Papa Francisco ha ofrecido su
meditación sobre
la Creación y el camino que Dios hace con nosotros en la historia. Cuando leemos el libro del
Génesis, observó, “existe el peligro de pensar que Dios fue un mago” que hacía las cosas “con
una varita mágica”. Pero, advirtió “no fue así”, porque “Dios ha hecho las cosas” y las “ha dejado
funcionar con leyes internas, interiores que Él ha dado a cada una, para que se desarrollasen, para
que llegasen a la plenitud”. El Señor, añadió, “ha dado autonomía a las cosas del universo, pero
no independencia”.
“Porque Dios no es un mago, ¡es un creador! Pero cuando al sexto día, de ese relato, llega la
creación del hombre, le da otra autonomía, un poco distinta, pero no independiente: una
autonomía que es la libertad. Y le dice al hombre que vaya adelante en la historia, lo hace
responsable de la creación, para que dominase lo creado, para que lo llevase adelante y así
llegase a la plenitud de los tiempos.
¿Y cuál era la plenitud de los tiempos? Lo que Él tenía en el corazón: la llegada de su Hijo.
Porque Dios, hemos escuchado a Pablo, nos ha predestinado, a todos, a ser conforme a
la imagen del Hijo”.
Y esto, afirmó, “es el camino de la humanidad, es el camino del hombre. Dios quería que
nosotros fuésemos como su Hijo y que su Hijo fuese como nosotros”. El Papa ha dirigido su
pensamiento a la cita del Evangelio de hoy que narra la genealogía de Jesús. En “esta lista,
destacó, hay santos y pecadores, pero la historia sigue porque Dios ha querido que los hombres
fuesen libres”. Y si es verdad que cuando el hombre “ha usado mal su libertad, Dios lo expulsó
del Paraíso”, también “le ha hecho una promesa y el hombre salió del Paraíso con esperanza.
¡Pecador, pero con esperanza!”.
“Su camino, afirmó, no lo hicieron solos: Dios caminaba con ellos. Porque Dios hizo una opción:
hizo una opción por el tiempo, no por el momento. Es el Dios del tiempo, es el Dios de la historia,
es el Dios que camina con sus hijos”. Y esto hasta llegar “a la plenitud de los tiempos” cuando
su Hijo se hace hombre. Dios, afirmó de nuevo, “camina con los justos y con los pecadores”.
Camina “con todos, para llegar al encuentro, al encuentro definitivo del hombre con Él”.
El Evangelio, dijo de nuevo, termina esta historia de siglos “en una cosa pequeña, en un pequeño
pueblo”, con José y María. “El Dios de la gran historia, reveló, es también el Dios de la pequeña
historia, allí, porque quiere caminar con todos”. Francisco citó a Santo Tomás, donde afirma:
“no os asustéis de las cosas grandes, pero cuando os dais cuenta de las cosas pequeñas, esto
es divino”. “Y así es Dios, retomó el Papa, está en las cosas grandes”, pero también en las
pequeñas.
“Y el Señor que camina con nosotros es también el Señor de la paciencia. La paciencia de Dios. La
paciencia que ha tenido con todas estas generaciones. Con todas estas personas que han vivido
sus historias de gracia y de pecado, Dios es paciente. Dios camina con nosotros, porque Él quiere
que todos lleguemos a ser imagen de Su Hijo. Y desde el momento que nos ha dado la libertad
en la creación, no la independencia, hasta hoy, continua caminando con nosotros”.
Y así, por tanto, “llegamos a María”. Hoy, dijo el Papa, “estamos en la antecámara de esta
historia: el nacimiento de María”. Y “pidamos en la oración que el Señor nos dé la unidad para
caminar juntos y paz en el corazón. Es la gracia de hoy”.
“Hoy podemos mirar a la Virgen, pequeña, santa, sin pecado, pura, elegida para ser la Madre
de Dios y también miremos la historia que es detrás, tan larga, de siglos y preguntarnos:
¿Cómo camino yo en mi historia? ¿Dejo que Dios camine conmigo?¿Dejo que dios camine conmigo
o quiero caminar solo? ¿Dejo que Él me acaricie, me ayude, me perdone, me lleve adelante
para llegar al encuentro con Jesucristo?’. Este será el fin de nuestro camino: encontrarnos con
el Señor. Esta pregunta nos hará bien hoy: ‘¿Dejo que Dios tenga paciencia conmigo?’. Y así,
mirando esta historia grande y también este pequeño pueblo, podemos alabar al Señor y pedirle
humildemente que nos dé la paz del corazón que solo Él puede darnos, que sólo nos da cuando
le dejamos caminar junto a nosotros”.
Francisco: 'Es hora que los jefes religiosos cooperen para la paz'
Videomensaje del Santo Padre al congreso interreligioso 'La Paz es el Futuro' que se realiza en Bélgica
Por Redacción
ROMA, 07 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - El encuentro Interreligioso, 'La Paz es el Futuro', organizado por la Comunidad de San Egidio, inició hoy en la ciudad belga de Amberes, y se realiza en coincidencia con los 100 años del comienzo de la Primera Guerra Mundial.
El congreso contó con un videomensaje que envió el santo padre Francisco a los organizadores y a los participantes.
“Agradezco a la diócesis de Amberes y a la Comunidad de San Egidio --dijo el Santo Padre-- por haber organizado este encuentro en el cual hombres de diferentes tradiciones religiosas han venido para una peregrinación de oración y de diálogo, inspirados en el 'espíritu de Asís'".
El Papa ha subrayado como la guerra nunca sea un medio satisfactorio para reparar las injusticias. "La guerra arrastra a los pueblos a una espiral de violencia que después se demuestra difícil de controlar; demuele lo que generaciones han trabajado para construir, y preparar el camino a injusticias y conflictos aún peores" indicó.
El papa Francisco invitó además a que “nuestras varias tradiciones religiosas puedan en el espíritu de Asís, dar una contribución a la paz. Yo espero que estos días de oración y de diálogo sirvan para recordar que la búsqueda de la paz y de la comprensión a través de la oración puedan crear relaciones duraderas de unidad y prevalecer sobre las pasiones de la guerra”.
“Ha llegado el tiempo --prosiguió el Papa-- en el cual los jefes de las religiones cooperen con eficacia a la obra de curar las heridas, resolver los conflictos y buscar la paz”. Porque indica: “La paz es el signo seguro del empeño por la causa de Dios”.
El Santo Padre indica además su confianza hacia los representantes allí reunidos: “Los jefes de las religiones llamados a ser hombres y mujeres de paz, tienen la posibilidad de promover una cultura del encuentro y de la paz, cuando otras alternativas fallan o vacilan”.
“Tenemos que ser -concluye el Pontífice- constructores de la paz y nuestras comunidades tienen que ser escuelas de respeto y de diálogo con aquellas de otros grupos étnicos o religiosos”.
ROMA, 07 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - El encuentro Interreligioso, 'La Paz es el Futuro', organizado por la Comunidad de San Egidio, inició hoy en la ciudad belga de Amberes, y se realiza en coincidencia con los 100 años del comienzo de la Primera Guerra Mundial.
El congreso contó con un videomensaje que envió el santo padre Francisco a los organizadores y a los participantes.
“Agradezco a la diócesis de Amberes y a la Comunidad de San Egidio --dijo el Santo Padre-- por haber organizado este encuentro en el cual hombres de diferentes tradiciones religiosas han venido para una peregrinación de oración y de diálogo, inspirados en el 'espíritu de Asís'".
El Papa ha subrayado como la guerra nunca sea un medio satisfactorio para reparar las injusticias. "La guerra arrastra a los pueblos a una espiral de violencia que después se demuestra difícil de controlar; demuele lo que generaciones han trabajado para construir, y preparar el camino a injusticias y conflictos aún peores" indicó.
El papa Francisco invitó además a que “nuestras varias tradiciones religiosas puedan en el espíritu de Asís, dar una contribución a la paz. Yo espero que estos días de oración y de diálogo sirvan para recordar que la búsqueda de la paz y de la comprensión a través de la oración puedan crear relaciones duraderas de unidad y prevalecer sobre las pasiones de la guerra”.
“Ha llegado el tiempo --prosiguió el Papa-- en el cual los jefes de las religiones cooperen con eficacia a la obra de curar las heridas, resolver los conflictos y buscar la paz”. Porque indica: “La paz es el signo seguro del empeño por la causa de Dios”.
El Santo Padre indica además su confianza hacia los representantes allí reunidos: “Los jefes de las religiones llamados a ser hombres y mujeres de paz, tienen la posibilidad de promover una cultura del encuentro y de la paz, cuando otras alternativas fallan o vacilan”.
“Tenemos que ser -concluye el Pontífice- constructores de la paz y nuestras comunidades tienen que ser escuelas de respeto y de diálogo con aquellas de otros grupos étnicos o religiosos”.
Francisco a Cuba: las lecciones de la Virgen de la Caridad del Cobre
El Papa invita al arzobispo García Ibañez a compartir la alegría, a no sucumbir ante las adversidades y a permanecer en el camino del bien
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 06 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - El papa Francisco ha enviado al arzobispo metropolíta de Santiago de Cuba, Dionisio Guillermo García Ibáñe, presidente de la Conferencia Episcopal del país, una misiva en ocasión de la Natividad de María, Fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre, que se celebra el 8 de septiembre.
En la misma le recuerda que hace pocos días fue colocada una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, en los jardines del Vaticano. Y le indica "las lecciones importantes que nos enseña la Virgen de la Caridad del Cobre, útiles para el hoy y el mañana": "Tener alegría y compartirla con los que nos rodean. Levantar el corazón y no sucumbir ante las adversidades, permanecer en el camino del bien, ayudando infatigablemente a los que están oprimidos por penas y aflicciones".
Querido Hermano:
Hace pocos días, la Venerada Imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre fue colocada en los Jardines Vaticanos. Su presencia constituye un recuerdo evocador del afecto y la vitalidad de la Iglesia que peregrina en esas luminosas tierras del Caribe, que, desde hace más de cuatro siglos, se dirige a la Madre de Dios con ese hermoso título. Desde las montañas de El Cobre, y ahora desde la Sede de Pedro, esa pequeña y bendita figura de María, engrandece el alma de quienes la invocan con devoción, pues Ella nos conduce a Jesús, su divino Hijo.
Hoy que se celebra con fervor la fiesta de María Santísima, la Virgen Mambisa, me uno a todos los cubanos, que ponen sus ojos en su Inmaculado Corazón, para pedirle favores, encomendarle a sus seres queridos e imitarla en su humildad y entrega a Cristo, de quien fue la primera y mejor de sus discípulos.
Cada vez que leo la Escritura Santa, en los pasajes en que se habla de Nuestra Señora, me llaman la atención tres verbos. Quisiera detenerme en ellos, con el propósito de invitar a los pastores y fieles de Cuba a ponerlos en práctica.
El primero es alegrarse. Fue la primera palabra que el arcángel Gabriel dirigió a la Virgen: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). La vida del que ha descubierto a Jesús se llena de un gozo interior tan grande, que nada ni nadie puede robárselo. Cristo da a los suyos la fuerza necesaria para no estar tristes ni agobiarse, pensando que los problemas no tienen solución. Apoyado en esta verdad, el cristiano no duda que aquello que se hace con amor, engendra una serena alegría, hermana de esa esperanza que rompe la barrera del miedo y abre las puertas a un futuro prometedor. «Yo soy la Virgen de la Caridad», fue lo que leyeron lo tres Juanes en la tablilla que flotaba en la Bahía de Nipe. Qué lindo sería si todo cubano, especialmente la gente joven, pudiera decir lo mismo: «Yo soy un hombre de la caridad»: vivo para amar de veras, y así no quedar atrapado en la espiral nociva del ojo por ojo, diente por diente. Qué alegría siente el que ama auténticamente, con hechos diarios, y no es de los que abunda en palabras vacías, que se lleva el viento.
El segundo verbo es levantarse. Con Jesús en su seno, dice san Lucas que María se levantó y con prontitud fue a servir a su prima Isabel, que en su ancianidad iba a ser madre (cf. Lc 1,39- 45). Ella cumplió la voluntad de Dios poniéndose a disposición de quien lo necesitaba. No pensó en sí misma, se sobrepuso a las contrariedades y se dio a los demás. La victoria es de aquellos que se levantan una y otra vez, sin desanimarse. Si imitamos a María, no podemos quedarnos de brazos caídos, lamentándonos solamente, o tal vez escurriendo el bulto para que otros hagan lo que es responsabilidad propia. No se trata de grandes cosas, sino de hacerlo todo con ternura y misericordia. María siempre estuvo con su pueblo en favor de los pequeños. Ella conoció la soledad, la pobreza y el exilio, y aprendió a crear fraternidad y hacer de cualquier lugar en donde germine el bien la propia casa. A Ella le suplicamos que nos dé un alma de pobre que no tenga soberbia, un corazón puro que vea a Dios en el rostro de los desfavorecidos, una paciencia fuerte que no se arredre ante las dificultades de la vida.
El tercer verbo es perseverar. María, que había experimentado la bondad de Dios, proclamó las grandezas que él había hecho con Ella (cf. Lc 1,46-55). Ella no confió en sus propias fuerzas, sino en Dios, cuyo amor no tiene fin. Por eso permaneció junto a su Hijo, al que todos habían abandonado; rezó sin desfallecer junto a los apóstoles y demás discípulos, para que no perdieran el ánimo (cf. Hch 1,14). También nosotros estamos llamados a permanecer en el amor de Dios y a permanecer amando a los demás. En este mundo, en el que se desechan los valores imperecederos y todo es mudable, en donde triunfa el usar y tirar, en el que parece que se tiene miedo a los compromisos de por vida, la Virgen nos alienta a ser hombres y mujeres constantes en el buen obrar, que mantienen su palabra, que son siempre fieles. Y esto porque confiamos en Dios y ponemos en Él el centro de nuestra vida y la de aquellos a quienes queremos.
Tener alegría y compartirla con los que nos rodean. Levantar el corazón y no sucumbir ante las adversidades, permanecer en el camino del bien, ayudando infatigablemente a los que están oprimidos por penas y aflicciones: he aquí las lecciones importantes que nos enseña la Virgen de la Caridad del Cobre, útiles para el hoy y el mañana. En sus maternas manos pongo a los pastores, comunidades religiosas y fieles de Cuba, para que Ella aliente su compromiso evangelizador y su voluntad de hacer del amor el cimiento de la sociedad. Así no faltará alegría para vivir, ánimo para servir y perseverancia en las buenas obras.
A los hijos de la Iglesia en Cuba les pido, por favor, que recen por mí pues lo necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide siempre.
Fraternalmente,
FRANCISCO PP.
Leer también:
Cuba: festejan a la Virgen de la Caridad del Cobre
Cuba: Con la ausencia de lo sagrado, el silencio hablaba de Dios
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 06 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - El papa Francisco ha enviado al arzobispo metropolíta de Santiago de Cuba, Dionisio Guillermo García Ibáñe, presidente de la Conferencia Episcopal del país, una misiva en ocasión de la Natividad de María, Fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre, que se celebra el 8 de septiembre.
En la misma le recuerda que hace pocos días fue colocada una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, en los jardines del Vaticano. Y le indica "las lecciones importantes que nos enseña la Virgen de la Caridad del Cobre, útiles para el hoy y el mañana": "Tener alegría y compartirla con los que nos rodean. Levantar el corazón y no sucumbir ante las adversidades, permanecer en el camino del bien, ayudando infatigablemente a los que están oprimidos por penas y aflicciones".
Querido Hermano:
Hace pocos días, la Venerada Imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre fue colocada en los Jardines Vaticanos. Su presencia constituye un recuerdo evocador del afecto y la vitalidad de la Iglesia que peregrina en esas luminosas tierras del Caribe, que, desde hace más de cuatro siglos, se dirige a la Madre de Dios con ese hermoso título. Desde las montañas de El Cobre, y ahora desde la Sede de Pedro, esa pequeña y bendita figura de María, engrandece el alma de quienes la invocan con devoción, pues Ella nos conduce a Jesús, su divino Hijo.
Hoy que se celebra con fervor la fiesta de María Santísima, la Virgen Mambisa, me uno a todos los cubanos, que ponen sus ojos en su Inmaculado Corazón, para pedirle favores, encomendarle a sus seres queridos e imitarla en su humildad y entrega a Cristo, de quien fue la primera y mejor de sus discípulos.
Cada vez que leo la Escritura Santa, en los pasajes en que se habla de Nuestra Señora, me llaman la atención tres verbos. Quisiera detenerme en ellos, con el propósito de invitar a los pastores y fieles de Cuba a ponerlos en práctica.
El primero es alegrarse. Fue la primera palabra que el arcángel Gabriel dirigió a la Virgen: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). La vida del que ha descubierto a Jesús se llena de un gozo interior tan grande, que nada ni nadie puede robárselo. Cristo da a los suyos la fuerza necesaria para no estar tristes ni agobiarse, pensando que los problemas no tienen solución. Apoyado en esta verdad, el cristiano no duda que aquello que se hace con amor, engendra una serena alegría, hermana de esa esperanza que rompe la barrera del miedo y abre las puertas a un futuro prometedor. «Yo soy la Virgen de la Caridad», fue lo que leyeron lo tres Juanes en la tablilla que flotaba en la Bahía de Nipe. Qué lindo sería si todo cubano, especialmente la gente joven, pudiera decir lo mismo: «Yo soy un hombre de la caridad»: vivo para amar de veras, y así no quedar atrapado en la espiral nociva del ojo por ojo, diente por diente. Qué alegría siente el que ama auténticamente, con hechos diarios, y no es de los que abunda en palabras vacías, que se lleva el viento.
El segundo verbo es levantarse. Con Jesús en su seno, dice san Lucas que María se levantó y con prontitud fue a servir a su prima Isabel, que en su ancianidad iba a ser madre (cf. Lc 1,39- 45). Ella cumplió la voluntad de Dios poniéndose a disposición de quien lo necesitaba. No pensó en sí misma, se sobrepuso a las contrariedades y se dio a los demás. La victoria es de aquellos que se levantan una y otra vez, sin desanimarse. Si imitamos a María, no podemos quedarnos de brazos caídos, lamentándonos solamente, o tal vez escurriendo el bulto para que otros hagan lo que es responsabilidad propia. No se trata de grandes cosas, sino de hacerlo todo con ternura y misericordia. María siempre estuvo con su pueblo en favor de los pequeños. Ella conoció la soledad, la pobreza y el exilio, y aprendió a crear fraternidad y hacer de cualquier lugar en donde germine el bien la propia casa. A Ella le suplicamos que nos dé un alma de pobre que no tenga soberbia, un corazón puro que vea a Dios en el rostro de los desfavorecidos, una paciencia fuerte que no se arredre ante las dificultades de la vida.
El tercer verbo es perseverar. María, que había experimentado la bondad de Dios, proclamó las grandezas que él había hecho con Ella (cf. Lc 1,46-55). Ella no confió en sus propias fuerzas, sino en Dios, cuyo amor no tiene fin. Por eso permaneció junto a su Hijo, al que todos habían abandonado; rezó sin desfallecer junto a los apóstoles y demás discípulos, para que no perdieran el ánimo (cf. Hch 1,14). También nosotros estamos llamados a permanecer en el amor de Dios y a permanecer amando a los demás. En este mundo, en el que se desechan los valores imperecederos y todo es mudable, en donde triunfa el usar y tirar, en el que parece que se tiene miedo a los compromisos de por vida, la Virgen nos alienta a ser hombres y mujeres constantes en el buen obrar, que mantienen su palabra, que son siempre fieles. Y esto porque confiamos en Dios y ponemos en Él el centro de nuestra vida y la de aquellos a quienes queremos.
Tener alegría y compartirla con los que nos rodean. Levantar el corazón y no sucumbir ante las adversidades, permanecer en el camino del bien, ayudando infatigablemente a los que están oprimidos por penas y aflicciones: he aquí las lecciones importantes que nos enseña la Virgen de la Caridad del Cobre, útiles para el hoy y el mañana. En sus maternas manos pongo a los pastores, comunidades religiosas y fieles de Cuba, para que Ella aliente su compromiso evangelizador y su voluntad de hacer del amor el cimiento de la sociedad. Así no faltará alegría para vivir, ánimo para servir y perseverancia en las buenas obras.
A los hijos de la Iglesia en Cuba les pido, por favor, que recen por mí pues lo necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide siempre.
Fraternalmente,
FRANCISCO PP.
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Querido Hermano:
Hace pocos días, la Venerada Imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre fue colocada en los Jardines Vaticanos. Su presencia constituye un recuerdo evocador del afecto y la vitalidad de la Iglesia que peregrina en esas luminosas tierras del Caribe, que, desde hace más de cuatro siglos, se dirige a la Madre de Dios con ese hermoso título. Desde las montañas de El Cobre, y ahora desde la Sede de Pedro, esa pequeña y bendita figura de María, engrandece el alma de quienes la invocan con devoción, pues Ella nos conduce a Jesús, su divino Hijo.
Hoy que se celebra con fervor la fiesta de María Santísima, la Virgen Mambisa, me uno a todos los cubanos, que ponen sus ojos en su Inmaculado Corazón, para pedirle favores, encomendarle a sus seres queridos e imitarla en su humildad y entrega a Cristo, de quien fue la primera y mejor de sus discípulos.
Cada vez que leo la Escritura Santa, en los pasajes en que se habla de Nuestra Señora, me llaman la atención tres verbos. Quisiera detenerme en ellos, con el propósito de invitar a los pastores y fieles de Cuba a ponerlos en práctica.
El primero es alegrarse. Fue la primera palabra que el arcángel Gabriel dirigió a la Virgen: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). La vida del que ha descubierto a Jesús se llena de un gozo interior tan grande, que nada ni nadie puede robárselo. Cristo da a los suyos la fuerza necesaria para no estar tristes ni agobiarse, pensando que los problemas no tienen solución. Apoyado en esta verdad, el cristiano no duda que aquello que se hace con amor, engendra una serena alegría, hermana de esa esperanza que rompe la barrera del miedo y abre las puertas a un futuro prometedor. «Yo soy la Virgen de la Caridad», fue lo que leyeron lo tres Juanes en la tablilla que flotaba en la Bahía de Nipe. Qué lindo sería si todo cubano, especialmente la gente joven, pudiera decir lo mismo: «Yo soy un hombre de la caridad»: vivo para amar de veras, y así no quedar atrapado en la espiral nociva del ojo por ojo, diente por diente. Qué alegría siente el que ama auténticamente, con hechos diarios, y no es de los que abunda en palabras vacías, que se lleva el viento.
El segundo verbo es levantarse. Con Jesús en su seno, dice san Lucas que María se levantó y con prontitud fue a servir a su prima Isabel, que en su ancianidad iba a ser madre (cf. Lc 1,39- 45). Ella cumplió la voluntad de Dios poniéndose a disposición de quien lo necesitaba. No pensó en sí misma, se sobrepuso a las contrariedades y se dio a los demás. La victoria es de aquellos que se levantan una y otra vez, sin desanimarse. Si imitamos a María, no podemos quedarnos de brazos caídos, lamentándonos solamente, o tal vez escurriendo el bulto para que otros hagan lo que es responsabilidad propia. No se trata de grandes cosas, sino de hacerlo todo con ternura y misericordia. María siempre estuvo con su pueblo en favor de los pequeños. Ella conoció la soledad, la pobreza y el exilio, y aprendió a crear fraternidad y hacer de cualquier lugar en donde germine el bien la propia casa. A Ella le suplicamos que nos dé un alma de pobre que no tenga soberbia, un corazón puro que vea a Dios en el rostro de los desfavorecidos, una paciencia fuerte que no se arredre ante las dificultades de la vida.
El tercer verbo es perseverar. María, que había experimentado la bondad de Dios, proclamó las grandezas que él había hecho con Ella (cf. Lc 1,46-55). Ella no confió en sus propias fuerzas, sino en Dios, cuyo amor no tiene fin. Por eso permaneció junto a su Hijo, al que todos habían abandonado; rezó sin desfallecer junto a los apóstoles y demás discípulos, para que no perdieran el ánimo (cf. Hch 1,14). También nosotros estamos llamados a permanecer en el amor de Dios y a permanecer amando a los demás. En este mundo, en el que se desechan los valores imperecederos y todo es mudable, en donde triunfa el usar y tirar, en el que parece que se tiene miedo a los compromisos de por vida, la Virgen nos alienta a ser hombres y mujeres constantes en el buen obrar, que mantienen su palabra, que son siempre fieles. Y esto porque confiamos en Dios y ponemos en Él el centro de nuestra vida y la de aquellos a quienes queremos.
Tener alegría y compartirla con los que nos rodean. Levantar el corazón y no sucumbir ante las adversidades, permanecer en el camino del bien, ayudando infatigablemente a los que están oprimidos por penas y aflicciones: he aquí las lecciones importantes que nos enseña la Virgen de la Caridad del Cobre, útiles para el hoy y el mañana. En sus maternas manos pongo a los pastores, comunidades religiosas y fieles de Cuba, para que Ella aliente su compromiso evangelizador y su voluntad de hacer del amor el cimiento de la sociedad. Así no faltará alegría para vivir, ánimo para servir y perseverancia en las buenas obras.
A los hijos de la Iglesia en Cuba les pido, por favor, que recen por mí pues lo necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide siempre.
Fraternalmente,
FRANCISCO PP.
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ONU: el Vaticano pide medidas concretas para Irak
Los líderes religiosos condenen las atrocidades, bloquear suministro de armas y fondos, mismo indirectos al Estado Islámico. Dar ayuda a los desplazados programando que puedan regresar
Por H. Sergio Mora
CIUDAD DEL VATICANO, 06 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - El observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Ginebra, en la XXII sesión especial del Consejo de Derechos del Hombre dedicada a Irak, expresó la posición de la Santa Sede. Lo hizo el 1 de septiembre, si bien recién este viernes 5, el texto oficial fue publicado en el Osservatore Romano.
Mons. Tomasi indica que el autoproclamado Estado Islámico no protege los derechos humanos de las personas, como lo demuestran las atrocidades perpetradas, e indica que en este caso la comunidad internacional tiene la responsabilidad de intervenir. Por ello pide que se ayude a los desplazados evitando entretanto que se perpetúe esa situación, ya que esos pueblos tienen derecho a vivir en sus tierras y practicar sus religiones.
Indica además que es necesario bloquear el flujo de armas y dinero, mismo indirecto al Estado Islámico, pide que los autores sean perseguidos por la justicia, y exhorta a los líderes religiosos de los diversos credos a condenar estos crímenes.
El observador permanente de la Santa Sede inicia su discurso indicando que es evidente “la trágica incapacidad de respetar estos derechos fundamentales es evidente en el autoproclamado Estado Islámico (EI)”. Y lo demuestra que “las personas son decapitadas cuando afirman la propia fe; las mujeres son violadas sin piedad y vendidas al mercado como esclavas; los niños son obligados a combatir; los prisioneros son masacrados contradiciendo toda norma jurídica”.
El arzobispo italiano señala que “cuando un Gobierno no es capaz de garantizar la seguridad de las víctimas, seguramente se aplica a este caso” existe una responsabilidad de protección internacional. Y que por lo tanto “es necesario adoptar con urgencia y decisión, medidas concretas para detener al injusto agresor, para restablecer una paz justa y para proteger a todos los grupos vulnerables de la sociedad”. Aunque advierte que “es necesario cumplir pasos adecuados para alcanzar tales objetivos”.
Además señala la necesidad de que “todos los actores regionales deberían condenar de manera clara el comportamiento brutal y bárbaro, de los grupos criminales que combaten en el Este de Siria y en el norte de Irak”.
Advierte entretanto que “la sociedad civil en general y las comunidades religiosas no tienen que ser un instrumento de juegos geopolíticos”, ni tienen que ser vistas como un “objeto de indiferencia” debido a la identidad religiosa”. Y concluye que si la protección no es eficaz, no es protección.
Precisa por lo tanto que en este panorama “las agencias de las Naciones Unidas en colaboración con las autoridades locales tienen que dar ayuda humanitaria, agua, alimentación y reparo a quienes huyen de esta violencia”. Sin olvidar que se trata de una “ayuda que tiene que ser de emergencia porque los desplazados tienen el derecho de regresar a sus habitaciones y lugares de culto y vivir con seguridad”.
El Vaticano por lo tanto pide a las Naciones Unidas: “Bloquear el flujo de armas y el mercado clandestino del petróleo, y al apoyo indirecto al EI”. Y subraya que “los autores de estos crímenes contra la humanidad tienen que ser perseguidos con determinación”.
Monseñor Tomasi recuerda además la reciente misiva del papa Francisco al secretario general de la ONU Ban Ki-moon, en la que solicita acciones concretas de solidaridad, asistencia, y permitir el retorno a sus ciudades.
El observador permanente de la Santa Sede señala otro punto no menos importante: “La experiencia nos enseña que una respuesta insuficiente, o peor aún la inacción total, muchas veces lleva a un ulterior aumento de la violencia”. Y advierte que si no se interviene para proteger a la población de Irak, “será un duro golpe a la credibilidad de los grupos e individuos que tratan de promover los derechos humanos y el derecho humanitario”.
El representante del Vaticano al concluir su discurso indica un punto fundamental para detener este conflicto: “Los líderes de las diversas religiones tienen la responsabilidad de hacer entender que ninguna religión puede justificar estos crímenes crueles y bárbaros”, porque “como única familia humana somos custodios de nuestros hermanos”.
Por H. Sergio Mora
CIUDAD DEL VATICANO, 06 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - El observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Ginebra, en la XXII sesión especial del Consejo de Derechos del Hombre dedicada a Irak, expresó la posición de la Santa Sede. Lo hizo el 1 de septiembre, si bien recién este viernes 5, el texto oficial fue publicado en el Osservatore Romano.
Mons. Tomasi indica que el autoproclamado Estado Islámico no protege los derechos humanos de las personas, como lo demuestran las atrocidades perpetradas, e indica que en este caso la comunidad internacional tiene la responsabilidad de intervenir. Por ello pide que se ayude a los desplazados evitando entretanto que se perpetúe esa situación, ya que esos pueblos tienen derecho a vivir en sus tierras y practicar sus religiones.
Indica además que es necesario bloquear el flujo de armas y dinero, mismo indirecto al Estado Islámico, pide que los autores sean perseguidos por la justicia, y exhorta a los líderes religiosos de los diversos credos a condenar estos crímenes.
El observador permanente de la Santa Sede inicia su discurso indicando que es evidente “la trágica incapacidad de respetar estos derechos fundamentales es evidente en el autoproclamado Estado Islámico (EI)”. Y lo demuestra que “las personas son decapitadas cuando afirman la propia fe; las mujeres son violadas sin piedad y vendidas al mercado como esclavas; los niños son obligados a combatir; los prisioneros son masacrados contradiciendo toda norma jurídica”.
El arzobispo italiano señala que “cuando un Gobierno no es capaz de garantizar la seguridad de las víctimas, seguramente se aplica a este caso” existe una responsabilidad de protección internacional. Y que por lo tanto “es necesario adoptar con urgencia y decisión, medidas concretas para detener al injusto agresor, para restablecer una paz justa y para proteger a todos los grupos vulnerables de la sociedad”. Aunque advierte que “es necesario cumplir pasos adecuados para alcanzar tales objetivos”.
Además señala la necesidad de que “todos los actores regionales deberían condenar de manera clara el comportamiento brutal y bárbaro, de los grupos criminales que combaten en el Este de Siria y en el norte de Irak”.
Advierte entretanto que “la sociedad civil en general y las comunidades religiosas no tienen que ser un instrumento de juegos geopolíticos”, ni tienen que ser vistas como un “objeto de indiferencia” debido a la identidad religiosa”. Y concluye que si la protección no es eficaz, no es protección.
Precisa por lo tanto que en este panorama “las agencias de las Naciones Unidas en colaboración con las autoridades locales tienen que dar ayuda humanitaria, agua, alimentación y reparo a quienes huyen de esta violencia”. Sin olvidar que se trata de una “ayuda que tiene que ser de emergencia porque los desplazados tienen el derecho de regresar a sus habitaciones y lugares de culto y vivir con seguridad”.
El Vaticano por lo tanto pide a las Naciones Unidas: “Bloquear el flujo de armas y el mercado clandestino del petróleo, y al apoyo indirecto al EI”. Y subraya que “los autores de estos crímenes contra la humanidad tienen que ser perseguidos con determinación”.
Monseñor Tomasi recuerda además la reciente misiva del papa Francisco al secretario general de la ONU Ban Ki-moon, en la que solicita acciones concretas de solidaridad, asistencia, y permitir el retorno a sus ciudades.
El observador permanente de la Santa Sede señala otro punto no menos importante: “La experiencia nos enseña que una respuesta insuficiente, o peor aún la inacción total, muchas veces lleva a un ulterior aumento de la violencia”. Y advierte que si no se interviene para proteger a la población de Irak, “será un duro golpe a la credibilidad de los grupos e individuos que tratan de promover los derechos humanos y el derecho humanitario”.
El representante del Vaticano al concluir su discurso indica un punto fundamental para detener este conflicto: “Los líderes de las diversas religiones tienen la responsabilidad de hacer entender que ninguna religión puede justificar estos crímenes crueles y bárbaros”, porque “como única familia humana somos custodios de nuestros hermanos”.
Mons. Tomasi indica que el autoproclamado Estado Islámico no protege los derechos humanos de las personas, como lo demuestran las atrocidades perpetradas, e indica que en este caso la comunidad internacional tiene la responsabilidad de intervenir. Por ello pide que se ayude a los desplazados evitando entretanto que se perpetúe esa situación, ya que esos pueblos tienen derecho a vivir en sus tierras y practicar sus religiones.
Indica además que es necesario bloquear el flujo de armas y dinero, mismo indirecto al Estado Islámico, pide que los autores sean perseguidos por la justicia, y exhorta a los líderes religiosos de los diversos credos a condenar estos crímenes.
El observador permanente de la Santa Sede inicia su discurso indicando que es evidente “la trágica incapacidad de respetar estos derechos fundamentales es evidente en el autoproclamado Estado Islámico (EI)”. Y lo demuestra que “las personas son decapitadas cuando afirman la propia fe; las mujeres son violadas sin piedad y vendidas al mercado como esclavas; los niños son obligados a combatir; los prisioneros son masacrados contradiciendo toda norma jurídica”.
El arzobispo italiano señala que “cuando un Gobierno no es capaz de garantizar la seguridad de las víctimas, seguramente se aplica a este caso” existe una responsabilidad de protección internacional. Y que por lo tanto “es necesario adoptar con urgencia y decisión, medidas concretas para detener al injusto agresor, para restablecer una paz justa y para proteger a todos los grupos vulnerables de la sociedad”. Aunque advierte que “es necesario cumplir pasos adecuados para alcanzar tales objetivos”.
Además señala la necesidad de que “todos los actores regionales deberían condenar de manera clara el comportamiento brutal y bárbaro, de los grupos criminales que combaten en el Este de Siria y en el norte de Irak”.
Advierte entretanto que “la sociedad civil en general y las comunidades religiosas no tienen que ser un instrumento de juegos geopolíticos”, ni tienen que ser vistas como un “objeto de indiferencia” debido a la identidad religiosa”. Y concluye que si la protección no es eficaz, no es protección.
Precisa por lo tanto que en este panorama “las agencias de las Naciones Unidas en colaboración con las autoridades locales tienen que dar ayuda humanitaria, agua, alimentación y reparo a quienes huyen de esta violencia”. Sin olvidar que se trata de una “ayuda que tiene que ser de emergencia porque los desplazados tienen el derecho de regresar a sus habitaciones y lugares de culto y vivir con seguridad”.
El Vaticano por lo tanto pide a las Naciones Unidas: “Bloquear el flujo de armas y el mercado clandestino del petróleo, y al apoyo indirecto al EI”. Y subraya que “los autores de estos crímenes contra la humanidad tienen que ser perseguidos con determinación”.
Monseñor Tomasi recuerda además la reciente misiva del papa Francisco al secretario general de la ONU Ban Ki-moon, en la que solicita acciones concretas de solidaridad, asistencia, y permitir el retorno a sus ciudades.
El observador permanente de la Santa Sede señala otro punto no menos importante: “La experiencia nos enseña que una respuesta insuficiente, o peor aún la inacción total, muchas veces lleva a un ulterior aumento de la violencia”. Y advierte que si no se interviene para proteger a la población de Irak, “será un duro golpe a la credibilidad de los grupos e individuos que tratan de promover los derechos humanos y el derecho humanitario”.
El representante del Vaticano al concluir su discurso indica un punto fundamental para detener este conflicto: “Los líderes de las diversas religiones tienen la responsabilidad de hacer entender que ninguna religión puede justificar estos crímenes crueles y bárbaros”, porque “como única familia humana somos custodios de nuestros hermanos”.
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